Miércoles, 23 de maio de 2018
El objetivo del presente estudio consiste en mostrar la profundidad y la belleza de nuestra espiritualidad comboniana. Para lograrlo, resalto, de forma esquemática, aquellos elementos esenciales que la Regla de Vida ofrece al respecto. Añado de mi parte algunos comentarios concisos, evitando citar otros documentos para no entorpecer la fluidez del discurso. (P. Rafael González Ponce).

“PARA QUE ESTUVIERAN CON EL Y PARA ENVIARLOS A PREDICAR” (Mc 3,14)

Apuntes para una lectura en clave espiritual de la Regla de Vida de los MCCJ
P. Rafael González Ponce

El objectivo del presente estudio consiste en mostrar la profundidad y la belleza de nuestra espiritualidad comboniana. Para lograrlo, resalto, de forma esquemática, aquellos elementos esenciales que la Regla de Vida ofrece al respecto. Añado de mi parte algunos comentarios concisos, evitando citar otros documentos para no entorpecer la fluidez del discurso.

Una convicción crece dentro de mí a medida que avanzo en el análisis del texto: la Regla de Vida es un tesoro de valor incalculable, donde se combinan las bendiciones de Dios junto con la historia de tantos misioneros que siguen entregando su vida por el ideal del evangelio. Ahí también encontramos, como trasfondo, la herencia que nuestro Fundador san Daniel Comboni nos dejó: una fe sin titubeos, una esperanza a toda prueba y una caridad obstinada por la causa de los hermanos excluidos y más empobrecidos.

Existen ciertos obstáculos que es importante superar a fin de realizar una lectura de la Regla de Vida con libertad de espíritu.

  • El primero es la oposición a priori, por ignorancia o para evitarse la fatiga de la reflexión seria.
  • El segundo proviene de un rechazo sistemático, a veces inconsciente, contra todo aquello que desafía la propia mediocridad espiritual.
  • El tercero consiste en el afán manipulador, de derecha o izquierda, que busca encauzar el sentido del texto con parcialidad para justificar las propias posturas contra los demás.
  • Todas estas posiciones no hacen crecer ni el compromiso misionero ni la comunión fraterna ni la plenitud de vida personal.

Conviene recordar que la lectura de la Regla de Vida supone una actitud de fe y un sano realismo crítico. Ella está escrita para nosotros, misioneros combonianos, a quienes se nos pide como base una opción sincera y concreta por Jesucristo y el empeño de seguirlo, con todo nuestro ser, a través de esta vocación específica en cada tiempo y lugar diverso.

Finalmente, el programa de vida que la Regla nos propone es atractivo y a la vez exigente, incluye nuestras fragilidades personales y comunitarias, pero fundamentalmente nos proyecta hacia adelante con el gozo de la donación incondicional al servicio del Reino, siguiendo las huellas de Aquel que es Buena Noticia para la humanidad entera.

ALGUNAS CUESTIONES PRELIMINARES

1. ¿QUE ES LA REGLA DE VIDA?

“La Regla es un documento fundamental para vivir, según el carisma, la consagración a Dios para las misiones, en espíritu de obediencia a la Iglesia que nos pide asumirla como guía segura”…“Es memoria que actualiza en el hoy el frescor y la eficacia de la experiencia del Fundador del Instituto, y que mantiene siempre vivo el mismo espíritu de seguimiento y de apostolado” (Carta del Consejo General como presentación a la RdV).

Conforme a esta descripción, inmediatamente descubrimos cuatro dimensiones:

  • La consagración a Dios y el seguimiento de Jesucristo.
  • El Fundador y la actualización de su carisma.
  • La guía de la Iglesia y nuestra obediencia a ella.
  • El hoy de las misiones, asumido con frescor y eficacia.
  • La RdV se nos ofrece como un instrumento de mediación para ayudarnos a realizar personal y comunitariamente nuestra vocación misionera comboniana. Ella se pone al servicio del evangelio y del carisma para que los actualicemos en opciones cotidianas concretas. Ella es fruto de un discernimiento colegial, hecho bajo el impulso del Espíritu Santo, para encarnar históricamente la voluntad de Dios para los misioneros combonianos en la realidad actual.

2. ¿CUAL ES LA FINALIDAD DE LA RdV?

En la misma Carta del Consejo General, antes mencionada, aparecen las metas que la Regla de Vida pretende alcanzar:

  • Garantizar la unidad del Instituto.
  • Profundizar la identidad de cada uno de sus miembros.
  • Definir nuestra metodología en el servicio misionero.

3. ¿COMO DEBEMOS LEER LA RdV?

Son tres los requisitos – como fuerzas de un triángulo dinámico – para una lectura fructuosa:

  • El estudio atento del texto, realizado con un corazón dispuesto (persona y comunidad).
  • La referencia continua a la Palabra de Dios (clave interpretativa).
  • El análisis de la realidad misionera en la que se encuentra el Instituto (contexto histórico).

Leemos en la introducción a la RdV: “Dejémonos guiar y confrontar con ella en el discernimiento de la voluntad de Dios”… “Que su lectura y meditación frecuentes nos ayuden a descubrir y asimilar los contenidos y las profundas motivaciones de la ‘primigenia inspiratio’”.

4. ¿EN QUE CONTEXTO SOCIO-ECLESIAL NACE LA RdV?

Después de un largo período de consultación a todos los miembros del Instituto, por medio de cuestionarios y asambleas regionales, los participantes al Capítulo Extraordinario de 1979 redactan el texto definitivo de la Regla de Vida. Al año siguiente, 1980, dicho Documento es aprobado “ad experimentum” por 7 años, con la anuencia de la Sagrada Congregación para la Evangelización de los Pueblos. El Capítulo General de 1985 revisa y actualiza algunos párrafos, sobretodo en relación al nuevo Código de Derecho Canónico. Finalmente, la misma SCEP, mediante decreto del 3 de diciembre de 1987, concede la aprobación definitiva.

A nivel teológico-antropológico-eclesiológico, la RdV recoge las mociones suscitadas por el gran acontecimiento renovador del Concilio Vaticano II (1962-1965) y los documentos inmediatamente posteriores, desde la Ecclesiam Suam (sobre el diálogo en sus varios ámbitos) hasta laEvangelii Nuntiandi (sobre la evangelización en el mundo contemporáneo). Se trata en verdad de un cambio copernicano, pues pasamos de una estructura primariamente dogmática, monolítica y piramidal, a la concepción de la Iglesia como Pueblo de Dios, Peregrina, Servidora del Reino proclamado por Jesucristo: una comunidad discípula, profética, ministerial, participativa, ecuménica y esencialmente misionera. De hecho, todo el texto de la RdV está impregnado por esta mentalidad abierta y lenguaje naciente, aunque actualmente, a más de 30 años de distancia, no percibamos su novedad.

A nivel socio-político-cultural, estamos todavía bajo la influencia del movimiento del “68”, como símbolo del radical cuestionamiento a cualquier principio fijo establecido, y ante el despertar de un pujante idealismo de fraternidad universal. Se lucha contra el imperialismo de los dos bloques ideológicos que han perpetuado la así llamada “Guerra Fría” y que han producido monstruosidades como las batallas en Vietnam, la voraz explotación de los recursos naturales de África, la justificación de las tremendas desigualdades en América Latina… En muchos países caen las dictaduras militares y surgen procesos democráticos, aún si incipientes. Se asiste culturalmente al deslizamiento de una época de la historia a otra, sin acabar, hasta el día de hoy, de aferrarla completamente.

A nivel de Instituto, la RdV surge como respuesta a un doble desafío:

  • El anhelo por un retorno a las fuentes que nos dieron origen.
  • La exigencia por fortalecer una identidad propia coherente y capaz de encarar los tiempos nuevos.

Este movimiento de renovación se manifiesta emblemáticamente a través del evento de la reunificación de los dos Institutos combonianos entonces existentes: italianos con el nombre original de “Hijos del Sagrado Corazón de Jesús” (FSCJ), y alemanes como “Misioneros Hijos del Sagrado Corazón de Jesús” (MFSC). El 2 de septiembre de 1975 los dos Capítulos Generales, en Ellwangen-Alemania, deciden la reunión de las dos congregaciones y el 22 de junio de 1979, solemnidad del Sagrado Corazón, la SCEP ratifica con decreto tal petición y confirma el nuevo nombre “Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús”.

5. ¿QUE ENCONTRAMOS EN UN PRIMER ANÁLISIS EXTERNO DEL TEXTO?

5.1 La Regla de Vida consta de 34,285 palabras en total:

  • Introducción Histórica 947
  • Preámbulo 207
  • Constituciones 8,999
  • Directorio General 21,661
  • Notas 2,471

5.2 Elaborando una lista de las palabras más utilizadasen el lenguaje comboniano, resulta:

  • misionero (s) 354
  • superior (es) 311
  • provincia (l)-delegación 306
  • Instituto 281
  • comunidad (es) (tario) 271
  • Iglesia (s)-eclesial 138
  • Jesús-Cristo-Señor 132
  • Dios-Padre-Trinidad 105
  • comboniano (a)(s) 103
  • servicio-servir 86
  • misionera (s) 82
  • formación 65
  • oración-contemplación 60
  • vocación (al) 52
  • obediencia-obedece 51
  • pueblo (s) 48
  • evangelización 46
  • responsabilidad 46
  • autoridad(es) 44
  • animación misionera 42
  • votos (religiosos) 37
  • testimonio 35
  • Africa (nos) 35
  • cristiano (a) (s) 35
  • pobreza 34
  • mundo 34
  • constituciones 33
  • economía-económico 33
  • Fundador 30
  • misión 29
  • consagración 29
  • Comboni 28
  • Evangelio-Buen Noticia 25
  • formadores-formar 24
  • estudio-estudiar 24
  • hombre 23
  • Palabra (de Dios) 22
  • sacerdote (al) 22
  • colaboración 22
  • carisma 21
  • amor 20
  • Sagrado Corazón 17
  • pobre 17
  • castidad 17
  • evangelizar (dor) (a) 16
  • discernimiento 16
  • gente 16
  • salvación-salvar 14
  • caridad 12
  • anuncio 11
  • proclamar (ción) 11
  • cruz 10
  • vida consagrada 10
  • solidaridad 10
  • Pueblo de Dios 9
  • amistad 9
  • Eucaristía 8
  • Reino de Dios 8
  • consejos evangélicos 8
  • libertad 8
  • religioso (a) 7
  • gobierno 7
  • Espíritu Santo 6
  • apostolado 6
  • sacrificio 6
  • alegría 6
  • justicia 6
  • consagrado (a) 5
  • sufrimiento-dolor 5
  • Virgen María 4
  • apostólico 4
  • espiritualidad 4
  • Buen Pastor 3
  • paciencia (ente) 3
  • esperanza 2
  • San José 2
  • anunciar 2
  • apóstol (es) 2

5.3 La Regla de Vida cuenta con 175 números, cada uno con sus sub-números; se encuentran distribuidos de la siguiente manera:

  • Parte Primera: El Fundador y el Instituto (19 números)
  • Carisma del Fundador 1-9
  • Instituto Comboniano 10-19
  • Parte Segunda: El Instituto, comunión de hermanos consagrados al servicio misionero (36 números)
  • Vida Consagrada 20-35
  • Vida Comunitaria…36-45
  • Vida de Oración…46-55
  • Parte Tercera: El servicio misionero del Instituto (46 números)
  • Evangelización 56-71
  • Animación Misionera 72-79
  • Formación de base y permanente 80-101
  • Parte Cuarta: El servicio de la Autoridad en el Instituto (60 números)
  • Gobierno y Autoridad 102-108
  • Comunidad local 109-112
  • Provincia 113-131
  • Dirección General 132-145
  • Capítulo General 146-159
  • Ausencia y separación del Instituto 160-161
  • Parte Quinta: La Administración de los bienes del Instituto 162-175 (14 números).

5.4 A pie de página encontramos 273 notas. En cuanto a Daniel Comboni se cita sobretodo el Mensaje de Daniel Comboni y los Documentos Fundacionales. Luego siguen los Documentos del Concilio Vaticano II (Ad Gentes, en particular) y los otros Documentos inmediatamente posteriores como la Evangelii Nuntiandi. Hay 39 citas del Código de Derecho Canónico. Sobre todo en las secciones de mayor contenido teológico existen citaciones de los Evangelios (36 veces), las Cartas de San Pablo (32 veces), los Hechos de los Apóstoles (9 veces), algún otro texto del NT y poco del AT.

6. OBSERVACIONES QUE SE DERIVAN DEL TEXTO ESCRITO

6.1 La Regla de Vida es un texto relativamente breve y redactado en forma de párrafos condensados para cada argumento. Literariamente ese estilo ayuda a su finalidad como instrumento que presenta principios y motivaciones para legislar la praxis.

6.2 El mayor espacio del texto lo ocupa el Directorio General y eso se debe a su carácter normativo. Busca involucrar a todos los miembros del Instituto en sus situaciones particulares, por eso elabora enunciados generales lo más detallado posible, dejando el resto para la contextualización en cada lugar propio.

6.3 Los verbos aparecen en tiempo presente del modo indicativo, eso le da un tono descriptivo positivo y no moralizante ni mucho menos impositivo.

6.4 La palabra más usada es “misión”, lo que se explica por la naturaleza del carisma. Sin embargo, luego en cantidad siguen las palabras que se refieren al gobierno, al servicio de la autoridad, a las situaciones de las comunidades en su acontecer diario; nuevamente aquí encontramos el carácter normativo del Documento y no primordialmente un tratado teológico o manual de espiritualidad.

6.5 Observando los contenidos, llama la atención el equilibrio constante entre Carisma-Misión-Consagración, todo referido al Fundador y a la tradición viva del Instituto.

6.6 La espiritualidad misionera comboniana, delineada esencialmente en los primeros capítulos, subyace como fundamento durante toda la exposición de la RdV. Cualquier número que se escoja supone la teología y espiritualidad que están a la base del conjunto.

6.7 La RdV no se agota en sí misma, por el contrario remite a la Doctrina de la Iglesia, a los Textos Fundacionales del Instituto Comboniano y a la coyuntura del mundo donde se sitúa. Por tanto, una lectura fiel de la RdV tendrá que tener cuenta de los Documentos últimos sobre la misionología, las nuevas adquisiciones teológicas y pastorales y, sobre todo, encarar los desafíos del mundo contemporáneo, por ejemplo: la globalización y las teorías neoliberales del mercado; los avances tecnológicos, cibernéticos, genéticos; las actuales pobrezas del pueblo y sus resistencias; las culturas autóctonas, las minorías étnicas, las culturas suburbanas; el diálogo intercultural e interreligioso; las mujeres, su marginación y su aporte en el mundo moderno, las cuestiones de género; el fenómeno de la emigración y migración, la ecología y sus retos urgentes, el aumento de la violencia, el narcotráfico, los nuevos rostros de la guerra, los ateísmos pragmáticos…en fin, las variadas realidades misioneras bajo la óptica del carisma.

LA REGLA DE VIDA DESDE LA PERSPECTIVA DE LA ESPIRITUALIDAD

1. IDENTIDAD: ¿QUIENES SOMOS LOS MISIONEROS COMBONIANOS?

“Los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús[somos]:

  • una comunidad de hermanos;
  • llamados por Dios y consagrados a Él mediante los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia;
  • para el servicio misionero en el mundo, según el carisma de Daniel Comboni… (10).
  • Esta identidad como Instituto la recibimos:
  • “…del carisma del Fundador,
  • vivido en la consagración
  • a la luz de los signos de los tiempos” (1).
  • También del…”patrimonio espiritual [que] incluye las sanas tradiciones que han nutrido la vida de los miembros, la historia de su trabajo de evangelización y el recuerdo de aquel­los misioneros cuyas vidas ofrecen la mejor ejemplificación del carisma originario” (1.4).

Claridad en la propia identidad, personal y grupal, es la base para cualquier existencia positiva. La RdV describe lo que somos desde el SER y no sólo desde el quehacer. La identidad comboniana se basa en una serie de valores enlistados en orden de prioridad (fraternidad, llamado de Dios, consagración a El, servicio misionero, carisma de Daniel Comboni) y en la respuesta que cada uno de los miembros del Instituto ofrece como signo de pertenencia.

Somos, en primer lugar, “comunidad de hermanos”. Lo que nos une es la común experiencia del amor de Dios. ‘Ser en Dios’ lleva necesariamente a la fraternidad (eclesialidad), pues al compartir un mismo Padre quedan rotas las barreras del propio egoísmo. La RdV sabe muy bien que el testimonio de la comunidad fraterna es el núcleo del mensaje que anunciamos. Y también sabe que el objetivo último de la acción misionera es convocar a todos a la vida eclesial, entendida como intercambio de dones y servicios.

De igual manera, somos “llamados, consagrados y enviados”; es decir, nuestra identidad se define en relación al seguimiento de Cristo en todas sus dimensiones. Llamar significa ser re-creados para un proyecto nuevo. Consagración es pertenencia sin reservas. Envío es ir en su Nombre y con su poder. Los consejos evangélicos nos hablan del absoluto de Dios en nuestras vidas. En definitiva, nuestra identidad comboniana consiste en ‘ser uno’ con el Señor de tal forma que nos convirtamos en presencia suya.

En tercer lugar, somos en relación a las personas que servimos. Realizamos nuestra identidad en la medida en que nos donamos “al servicio misionero”, como lo hizo san Daniel Comboni. Para nosotros, ser misioneros combonianos implica la opción por los más pobres y abandonados.

Estas tres dimensiones, en compenetración armónica, son las que dan a nuestra identidad un rostro fascinante y nos hacen capaces de enfrentar proféticamente los desafíos. Cuando falta una de ellas, ya no nos entendemos entre nosotros y acabamos mostrando una caricatura de nuestro ser.

2. CARISMA: ¿CUAL ES EL CARISMA DE DANIEL COMBONI?

Entendemos por carisma un don particular del Espíritu Santo derramado sobre una persona para la edificación de toda la Iglesia. El carisma capacita a dicha persona para realizar un servicio a favor de la comunidad con un estilo todo especial. Podríamos decir que no es tanto lo que hace sino la forma como lo hace, su radicalidad, profundidad, belleza, pasión. El carisma señala lo distinto, lo profético, de una vocación.

  • El carisma de san Daniel Comboni consiste en su “amor incondicional por los pueblos de Africa” (3) vivido con la intensidad típica suya. “Daniel Comboni se distinguió porsu dedicación total a la causa misionera por la que habló, trabajó, vivió, y murió.
  • La fuente de esta fuerza era
  • su fe indestructible,
  • la certeza de que su vocación venía de Dios
  • y que la obra de Dios no vendría a menos” (2).

Este es el carisma ‘ad gentes’ que heredamos del Fundador y que pertenece oficialmente a toda la Iglesia desde el momento de su canonización.

Por eso la RdV hace, de manera contundente, tres afirmaciones: el carisma abarca todo (actividad, estilo de vida, organización, formación y renovación), dura por toda la vida y exige fidelidad hasta el mismo sacrificio de la vida.

  • En obediencia al plan divino de salvación y siguiendo el testimonio del Fundador, el Institu­to se dedica totalmente al servicio misionero, el cual determina su actividad, su estilo de vida, su organización, la preparación de sus candidatos y la renovación de sus miembros” (2.1).
  • “El Instituto acepta como miembros únicamente a las personas que tienen la intención de consagrarse sin reservas y hasta la muerte a la evangelización, conforme a la finalidad del Instituto” (13.1).
  • “Consciente de que evangelizar comporta seguir a Cristo hasta el máximo testimonio del amor, el comboniano acepta situaciones de persecución, dispuesto incluso a unir el sacrificio de su vida al de Cristo” (58.3).
  • El amor incondicional por África es parte del carisma de los misioneros combonianos. Igualmente parte del carisma es la pasión y donación total a la causa misionera “ad gentes”, hasta estar dispuestos al martirio por ella. Esto no es posible sin apropiarnos de las raíces de la fe indestructible de Daniel Comboni, de su certeza vocacional y confianza total en la acción de Dios.
  • Para ser fieles hoy al carisma de Daniel Comboni, de forma dinámica y creativa, se nos exigen dos presupuestos ineludibles:
  • Tener las mismas motivaciones teológicas (Dios es nuestro Padre. En su amor todos somos hermanos. Jesucristo se encarnó, anunció, trabajó incansablemente e inauguró el Reino Nuevo, murió y resucitó para la salvación de todos sin excepción. Continúa su misión a través de su Iglesia animada por el Espíritu Santo hasta los últimos tiempos y para todos los pueblos).
  • Profesar la misma opción vocacional por los más pobres y abandonados, en particular en orden a la fe, teniendo como modelo a Jesús Buen Pastor del Corazón Traspasado.
  • La relectura del carisma es permanentemente necesaria, porque solamente volviendo a las fuentes que nos dieron origen podremos luego transitar por camino inéditos. Esto no es fácil y requiere:
  • un conocimiento afectivo y efectivo del carisma del Fundador,
  • una apertura apostólica ante las nuevas realidades misioneras del mundo,
  • la capacidad de discernir alternativas evangélicas para el hoy de la Iglesia,
  • un proceso maduro de interacción comunitaria, asumiendo fuerzas reales y limitaciones, desde la oración ferviente y esperanzadora.

3. ESPIRITUALIDAD: ¿EN QUE CONSISTE LA ESPIRITUALIDAD COMBONIANA?

Entendemos por espiritualidad un estilo o forma de vivir la vida cristiana, que se acoge por la fe, se expresa en el amor y se nutre por la esperanza. O dicho con otras palabras, es el modo concreto de conformación con Cristo; siempre recibido como un don otorgado por Dios y para la misión que se nos confía. Se caracteriza por ser un hecho global, es decir envuelve todas las dimensiones de la persona.

En sentido estricto existe una sola espiritualidad: vivir el bautismo en el seguimiento de Cristo. Sin embargo, se reconocen diversas espiritualidades en cuanto maneras específicas de caminar tras de Jesús, manifestando la multiforme riqueza de los carismas. Se trata de un único camino a la santidad, diversificado como en un arco iris de singular belleza por creación del Espíritu Santo. Un abanico de caminos que convergen en el único Camino.

Lo típico de la espiritualidad de Daniel Comboni es su radical seguimiento de Jesucristo expresado en un apasionado amor misionero por los últimos de la tierra. Para nuestro Fundador, espiritualidad y misión forman un binomio inseparable: una espiritualidad que no desemboca en misión resulta alienante; una misión que no está arraigada en una profunda espiritualidad tarde o temprano acaba por derrumbarse.

La espiritualidad misionera comboniana, que la RdV nos presenta en su conjunto, incluye los pasos siguientes:

  • El encuentro vital con Cristo (experiencia de fe siempre creciente),
  • la metanoia (cambio de mentalidad, conversión de corazón, estilo de vida coherente),
  • la fraternidad misionera basada en el amor extremo de Dios por todos sin distinción (voluntad salvífica de Dios),
  • vivida en oración, obediencia, caridad apostólica, confianza filial y docilidad total hasta la muerte (virtudes misioneras).
  • La RdV sintetiza la espiritualidad misionera comboniana en tres grandes núcleos:
  • “El Corazón de Cristo”.
  • “El misterio de la Cruz”.
  • “Los más pobres y abandonados”.

De ninguna manera son sólo aspectos devocionales oslogans para proyectos humanitarios, sino verdaderas fuentes teológicas donde nos encontramos con el misterio de Dios y recibimos su gracia para adherirnos a su proyecto salvífico. Las mismas prácticas de piedad que Daniel Comboni aprendió y cultivó con hermosa espontaneidad, (por ejemplo, al Corazón de María o Nuestra Señora Reina de Africa, San José, los Apóstoles, San Judas Tadeo, San Pedro Claver, los Reyes Magos, San Francisco Javier, Santa Margarita María Alacoque…) tienen sus raíces en este sustrato de fe profunda.

1. “El Corazón de Jesús”

“El Fundador ha encontrado en el misterio del Corazón de Jesús la fuerza para su compromiso misionero. El amor incondicional de Comboni por los pueblos de Africa tenía su origen y modelo en el amor salvífico del Buen Pastor, que ofreció su vida por la humanidad en la cruz…” (3)

  • “En el misterio del Corazón de Cristo, el comboniano contempla en su expresión más plena las actitudes interiores de Cristo y las asume:
  • su entrega incondicional al Padre,
  • la universalidad de su amor al mundo,
  • su participación en el dolor y en la pobreza de los hombres” (3.2).
  • “La contemplación del Corazón traspasado de Cristo, del que nace la Iglesia, es un estímulo
  • para la acción misionera como compromiso para la liberación integral del hombre,
  • para la caridad fraterna, que debe ser un signo distintivo de la comunidad comboniana” (3.3).

Para Daniel Comboni, la “sangre y agua” que brotan del Corazón Traspasado de Cristo Buen Pastor, fecundan semillas que han de florecer en frutos de salvación para toda la humanidad. El costado abierto del Redentor es contemplado como llaga de esperanza para todos los crucificados de todos los tiempos. La fuerza simbólica del Corazón pascual hace fracasar las filosofías del devenir trágico ante la pujanza de la solidaridad divina.

En Daniel Comboni la devoción al Sagrado Corazón da un salto cualitativo: de la expiación y reparación por tanto haber ofendido al Señor, pasamos al compromiso misionero que busca imitar al Buen Pastor capaz de entregar la vida por sus ovejas, especialmente por aquellas descarriadas.

Del Corazón de Cristo nacen la Iglesia y los sacramentos, como don del Espíritu. También nace la misión como irradiación del Amor inagotable. Esta espiritualidad es la más grande bendición que el misionero comboniano recibe en su carisma; de hecho, nuestro Fundador nos invita a permanecer siempre con los ojos fijos en ese Corazón para comprender el misterio de nuestra vocación. Ser misionero del Corazón de Jesús es alianza y programa de vida inagotables.

2. “El Misterio de la Cruz”

“Comboni vivió su llamada bajo el signo de la Cruz; afrontando los sufrimientos, obstáculos e incomprensiones con la convicción de que «las obras de Dios deben nacer y crecer al pie del Calvario» (4).

  • “El misionero pone como centro de su vida al Señor crucificado, resucitado y vivo, porque considera que el poder de Cristo se revela en la debilidad del apóstol: «Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y en las angustias sufridas por Cristo; pues cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte» (2Co 12,10) (4.1)”.
  • “El comboniano comparte más estrechamente el destino de Cristo, quien se humilló hasta la muerte y muerte de Cruz. Camina con El y con el pueblo que evangeliza, tomando cada día sobre sus espaldas la cruz, experimentando y testimoniando la presencia del Señor resucitado” (21.2).

Daniel Comboni habla de la cruz como un enamorado, la llama amiga, preciosa compañera y esposa inseparable. Pero no hay en él nada de masoquismo; la cruz sola sin el Crucificado es absurda. En cambio, la cruz es el culmen del seguimiento, del discipulado, de la configuración con El. Al mismo tiempo, la cruz expresa la obediencia filial al Padre y la solidaridad más plena con los hermanos. Es la cruz real de nuestros sufrimientos y despojos. Ella es, en los planes misteriosos de Dios, fuente de consuelo para el misionero y eficacia segura para la obra apostólica. Para Comboni la cruz es clave para la misión porque de ella surgen las obras de Dios. La docilidad ante la cruz se convierte en signo de discernimiento vocacional para quien desee ingresar en el Instituto comboniano.

Una verdadera mística de la cruz, al estilo de Daniel Comboni, polariza toda la persona en torno al ideal misionero. La cruz es como el anillo nupcial entre el misionero y la humanidad. La cruz no se busca por sí misma: Dios no quiere la cruz sino la vida. Ella cobra sentido cuando se convierte en el lugar del amor de Dios por mí y por todos. Lo que la cruz manifiesta es la fidelidad de Cristo, acompañándonos hasta las últimas consecuencias para salvarnos del pecado y de la misma muerte. Por eso, como misioneros, o rescatamos todos los sufrimientos iluminándolos con la luz de la cruz transformadora o nos dejamos aplastar por ellos.

La cruz nos viene por nuestra condición de criaturas, por el sufrimiento de los que amamos, por la injusticia del mundo, por nuestros pecados que nos deterioran, pero particularmente por nuestro seguimiento de Jesucristo en la opción de solidaridad con los más abandonados. La cruz, según el testimonio de Daniel Comboni, paradójicamente nos hace felices porque es precisamente en el vacío de todo apego cuando Dios puede realizar libremente su obra en nosotros.

3. “Los más pobres y abandonados”

“La llamada de Dios al servicio misionero se concretó para Comboni en la opción por los pueblos de Africa, que en aquel momento histórico le parecían «los más pobres y abandonados del Universo», especialmente por lo que respecta a la fe” (5).

  • “En sus opciones el Instituto debe mantenerse fiel a Comboni, prefiriendo a «los más pobres y abandonados», con la sabia interpretación de los signos de los tiempos y apertura a la guía del Espíritu” (6.1).

Los dos polos de nuestra espiritualidad son: el Corazón de Cristo y la Nigrizia, en tensión uno hacia el otro. Por eso podemos decir que la de Daniel Comboni es una “mística de ojos abiertos”, vive su misión no ideológicamente sino a partir de las necesidades reales de la gente y desde su compromiso de fe que lo involucra en primera persona.

La RdV no permite confusión: los pobres no son la última razón de nuestra vocación comboniana, aunque a veces así lo oímos decir. Dios es el único absoluto. Es en proporción a la calidad de nuestra relación con Dios que purificamos las intenciones de nuestra entrega misionera. A partir de la fe, anunciamos la liberación de los pobres y denunciamos todo lo que se opone a ello, nos hacemos solidarios con los que sufren y asumimos la lucha por la justicia y la paz. El carisma comboniano es esencialmente testimonio y anuncio de la Buena Nueva del amor de Dios que dignifica a las personas.

Por nuestra opción carismática a favor de los más pobres y abandonados nos colocamos bajo la escuela de Cristo Buen Pastor que llama, cuida, corrige, protege, cura, defiende y conduce a las ovejas hacia manantiales de agua viva. Sobre todo, lo que caracteriza al misionero comboniano es el propósito de colaborar para que los pueblos sean sujetos de su propio destino; no sólo ser “voz de los sin voz” sino luchar para que ellos sean escuchados y construyan su propia historia.

Propio de la espiritualidad comboniana es inquietarse por los más pobres, permanecer encarnada en la realidad, inculturada en el alma de los pueblos, nutrida por la Palabra de Dios, tensa entre lo escatológico y lo temporal, esperanzadora en medio de las tragedias que azotan a la humanidad. En definitiva, los pobres no son un objeto de conmiseración sino sacramento del Dios-con-nosotros.

4. CONSAGRACIÓN: ¿COMO SE VIVE LA CONSAGRACIÓN A DIOS PARA LAS MISIONES?

Por consagración se entiende la acción por la que Dios elige a una persona para que le pertenezca totalmente. A su vez la persona le responde poniéndose en sus manos con confianza filial. Quien consagra es Dios. El ser humano se consagra a Dios en cuanto responde a su llamado. Se trata de una acción totalmente gratuita, libre y responsable. Se trata de una alianza de amor.

Para comprender el sentido de la consagración, debemos recurrir a Cristo, quien es el verdadero “Ungido-Consagrado” para la misión que le confía su Padre. La vida consagrada religiosa nos injerta a Cristo en su ‘ser todo para Dios’ y ‘ser todo para sus hermanos’. Aprendemos la consagración haciéndonos discípulos, adquiriendo las actitudes del Maestro. Sabemos que somos consagrados cuando nuestra vida sin El ya no tiene significado y cuando sentimos, pensamos, optamos, actuamos y amamos como El.

La consagración no es nunca una “fuga mundi” sino una inserción en las realidades humanas desde la lógica del evangelio. Los votos religiosos son siempre una contestación rebelde contra la mentalidad mundana, inmanentista, egocéntrica y hedonista; representan un grito de resurrección ante cualquier esclavitud, por eso nacen históricamente como continuación de la época de los mártires por el afán de impedir el aburguesamiento de la fe. Ellos nos proponen, contra corriente, el profetismo de las bienaventuranzas.

La RdV, siguiendo el ejemplo de Daniel Comboni, da a la consagración un matiz netamente misionero: siendo de Dios sin reservas nos declaramos totalmente disponibles para el proyecto de salvación universal. Por eso, reducir la consagración a la auto-realización o solamente a un medio funcional en vistas de estar más libres para el trabajo, es un grave error de perspectiva que termina en el vaciamiento interior. El primer movimiento esencial de toda consagración sigue siendo hacia el absoluto de Dios, experimentado como valor supremo, de ahí brota el compromiso por los pobres y abandonados.

La consagración a Dios para la misión constituye el núcleo central de la vida de Daniel Comboni y de cada uno de los miembros de su Instituto. Consagración y misión están unidos en nuestro carisma y todo intento de separarlos crea una ambigüedad que distorsiona la vocación misma.

1. Se acoge como un don de Dios:

“[Los misioneros combonianos] reconocen que su consagración es ante todo una iniciativa del amor gratuito con el que el Señor llama a sí a los que El quiere, los transforma y fortalece con su Espíritu y los envía a llevar su nombre a las naciones. Aceptan con libertad y gratitud la llamada de Dios y se comprometen a corresponder en las opciones concretas de su vida” (20).

  • La consagración del comboniano tiene sus raíces en su consagración bautismal, de la que es una expresión más perfecta.
  • Al elegir vivir la vida cristiana de forma radical, se convierte en un testigo más eficaz del mensaje evangélico, para cuyo anuncio es enviado” (20.1).

2. Por la determinación clara de Seguir a Cristo

“El misionero comboniano está llamado a seguir a Cristo, esto es, estar con El, ser enviado por El al mundo, y compartir su destino” (21).

  • “El encuentro personal con Cristo es el momento decisivo de la vocación del misionero. Sólo después de haber descubierto que ha sido amado por Cristo y conquistado por El, puede dejarlo todo y estar con El… (21.1).

3. A través de los Consejos evangélicos

“El comboniano sigue a Jesucristo viviendo su consagración mediante los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia observados con voto público, según las exigencias específicas del servicio misionero del Instituto en la Iglesia, tal como se determina en las Constituciones. De este modo puede asemejarse más a Cristo «el cual, virgen y pobre, por su obediencia hasta la muerte de cruz, redimió y santificó a los hombres» (22)”.

“En virtud de su consagración, el comboniano se compromete a tender a la perfección de la caridad, «imitando a Cristo más de cerca», con la renuncia a «bienes ciertamente muy apreciables». Por ello las palabras del Señor, «buscad primero el Reino de Dios y su justicia» (Mt 6,33), son la razón de su existencia y el programa de toda su actividad” (22.2).

Voto de castidad

  • “Viviendo el don de la castidad consagrada, el comboniano responde al amor de Cristo que lo conduce a una mayor libertad interior y lo hace disponible para darse más generosamente al servicio del Reino de Dios. Con el voto de castidad «asumido por el Reino de los cielos, que es signo de la vida futura y fuente de una fecundidad más rica», se compromete con corazón indiviso a la continencia perfecta en el celibato” (25).
  • “Mediante la castidad consagrada por el Reino, el misionero escoge positivamente un nuevo modo de amar. Este amor va más allá de una renuncia al matrimonio y de una vida de continencia perfecta; exige al misionero una dedicación total a las personas que evangeliza” (25.1).
  • “La práctica del voto de castidad se hace posible y significativa mediante la relación personal con el Señor. Es favorecida por la experiencia de un auténtico amor fraterno en la vida comunitaria, por la realización personal en el trabajo de evangelización y por una sana ascesis cristiana” (26).
  1. Seguir a Jesús en castidad es escogerlo a El como plenitud del corazón.
  2. No es posible vivir la castidad si no se está lleno de la pasión por el Reino de Dios.
  3. Tampoco es posible sin una profunda vida de oración y una sana ascesis cristiana, donde se atiza el fuego del amor.
  4. Es necesario una aceptación positiva de la propia sexualidad y de las capacidades y límites con realismo. Es indispensable también el cultivo de relaciones maduras consigo y con los demás. La descentralización del ego (apego sensual) y la renuncia a toda manipulación de las personas.
  5. La castidad se expresa en una vida fraterna y solidaria donde se concreta la capacidad de amar y ser amado. Creando verdadera amistad y respeto hacia todos.
  6. La castidad consagrada al servicio del Reino testimonia la alianza liberadora de Dios que se realiza hoy, pero que tiende hacia un futuro escatológico donde el amor tendrá su plenitud.
  7. Por la castidad consagrada nos comprometemos a amar intensamente y libremente, al estilo de Jesucristo muerto y resucitado.

Voto de pobreza

  • “Con la vida de pobreza el misionero comboniano sigue a Jesucristo, el cual, en espíritu de solidaridad con los hombres, siendo rico se hizo pobre a fin de que se enriquecieran mediante su pobreza. El misionero escoge voluntariamente la pobreza de Cristo, dejándolo todo; comparte la ley común del trabajo, pone en común los bienes materiales, acepta la limitación y la dependencia de los superiores para usar y disponer de los bienes, y vive con sencillez, quedando así libre para anunciar el mensaje evangélico a los más pobres y abandonados y para vivir solidariamente con ellos” (27).
  • “En espíritu de pobreza el misionero reconoce la propia insuficiencia y se apoya más en la Palabra de Dios y en la fuerza del Espíritu que en los recursos humanos y naturales. Acepta el plan de Dios, incluso en los fallos y fracasos, y comparte lo más posible las condiciones de los pobres entre los que trabaja” (28).
  • “El testimonio de pobreza es más creíble cuando la comunidad como tal vive con estilo evangélico. Por ello el Instituto se esfuerza en dar un testimonio de algún modo colectivo de pobreza a todos los niveles” (29).
  1. Seguir a Jesús en pobreza es tener como única riqueza a Dios mismo. Es vivir como Jesús pobre y optar por los pobres.
  2. La pobreza es una actitud espiritual, la de los humildes y sencillos que están preparados para recibir el Reino de Dios. Es la humildad del corazón.
  3. La pobreza evangélica transforma el instinto de posesión en voluntad de compartir. Contra el flagelo de la injusticia. Educa al uso justo de los bienes y a la solidaridad, para que vivamos como hermanos sin que nadie margine a nadie. Es revolución de solidaridad desde la praxis del evangelio.
  4. ‘No llevar nada para el camino’ porque todo aquello que poseo me posee e impide el anuncio misionero. Si llevamos dinero o poder la gente nos pedirá eso, en cambio si testimoniamos la confianza en la Providencia mostraremos el rostro del Padre que cuida de nosotros con particular ternura.
  5. El voto de pobreza se traduce en donación de uno mismo, responsabilidad en el trabajo asignado y en renunciar a condenar a los demás. Es disponibilidad para la inserción entre los marginados con el fin de colaborar con ellos en un camino de superación y dignidad. Es servicio concreto más allá de ideologías.
  6. La pobreza se relaciona de manera particular con la esperanza: la persona se valora por lo que es y no por lo que tiene, experimenta la belleza de lo pequeño y del amor gratuito, promueve la paz en todas sus dimensiones, se abraza a la creación entera en armonía y respeto sagrado.
  7. Por medio del voto de pobreza, el misionero comboniano se siente cada vez más comprometido, desde una experiencia de fe, a vivir una vida sencilla y sobria, hecha de trabajo, desprendimiento y disponibilidad personal y comunitaria; y a poner lo que se es y lo que se tiene al servicio de los más necesitados, en comunión evangélica de bienes espirituales y materiales.

Voto de obediencia

  • “Con el voto de obediencia, «acogido con espíritu de fe y de amor en el seguimiento de Cristo obediente hasta la muerte» el comboniano se compromete a obedecer las órdenes de los legítimos superiores, «como representantes de Dios», cuando tienen la intención de mandar en virtud del voto, según las Constituciones” (34).
  • “Con la obediencia el misionero comboniano sigue a Jesucristo que vino al mundo para hacer la voluntad del Padre. Conoce la voluntad de Dios escuchando su Palabra, bajo la guía del Espíritu Santo y mediante las directrices de la Iglesia y del Instituto. Descubre también esta voluntad divina en los signos de los tiempos y en los acontecimientos del pueblo con el que vive; la busca en el discernimiento comunitario y la cumple en comunión con los hermanos” (33).
  • “Con la práctica de la obediencia, el misionero se identifica con el fin del Instituto, expresado concretamente en las Constituciones y en las directrices de los superiores. Esto exige fe, madurez humana, creatividad y responsabilidad” (35).
  1. Seguir a Jesús en obediencia es tener como única meta de mi vida la voluntad de Dios: ser hijo (filiación) y hermano (fraternidad).
  2. Jesús vive en constante obediencia al Padre, hasta la cruz. Por su obediencia todos hemos sido salvados.
  3. La obediencia se vive en el discernimiento de los caminos de Dios, buscados con la mediación fraterna de la autoridad y de la comunidad. Ella tiene cuenta de los signos de los tiempos y lugares, y de la propia historia personal.
  4. En la obediencia evangélica, la autoridad tiene una dimensión sacramental para ayudarnos a ser fieles al compromiso cristiano y a la vocación misionera comboniana, por ello se asume con libertad interior.
  5. La obediencia transforma el instinto de dominación y violencia en común servicio de caridad. No permite que nos encerremos egoístamente, más bien nos mantiene abiertos a Dios, a los demás y a uno mismo en lo más profundo de lo que somos.
  6. La verdadera obediencia no da cabida al infantilismo, ni a la evasión de las responsabilidades, ni a la falta de creatividad en las opciones comunitarias; al contrario, educa para un proyecto de Iglesia ministerial enriquecida por los dones de todos sin excepción.
  7. La obediencia nos lleva a elegir siempre lo que conduce a un mayor amor, a un mejor cumplimi­ento de mi vocación, a una más plena donación a los hermanos, a un ser yo mismo más auténtico.

4. A ejemplo de María

“El comboniano vive su consagración tomando como modelo a María y se confía a Ella, la cual, altamente favorecida por el Señor, es el prototipo de la Iglesia en su camino hacia la perfección del Reino. Ella es la sierva del Señor que, en la fe, renueva incesantemente la propia disponibilidad; es la virgen que lleva a Cristo al mundo; ‘sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que de Él esperan con confianza la salvación’” (24)”.

  • “El misionero aprende a escuchar la Palabra de Dios como María, figura de la Iglesia en oración. Ella es la Virgen que escucha y guarda la Palabra de Dios, meditándola en su corazón” (47.3).

Daniel Comboni vive una relación con la Virgen María llena de amor y confianza: ella es verdaderamente la Madre del misionero y de los pueblos que se le encomiendan. Necesitaríamos muchas palabras para expresar la riqueza de esta espiritualidad mariana comboniana, baste recordar la larga lista de títulos que nuestro Fundador le otorga y que ya conocemos.

En María se realiza la gratuidad de Dios en el cumplimiento de sus promesas. Ella, por su parte, representa la respuesta de la humanidad que espera su venida desde siglos. Por sufiat se realiza el Nacimiento que continúa en cada Eucaristía y en cada corazón que se abre al amor, sin importar razas, credos, condición social o cultura. Esa es la buena noticia: el Emmanuel ha nacido de María para redimirnos, y de ellos somos pregoneros hasta los más lejanos confines de la tierra.

  1. Nunca María sin Jesucristo. Ella es la primera discípula y su tarea es llevarnos a El (cristológica).
  2. Nunca María separada de la Iglesia. Ella es parte de la comunidad de los creyentes. Ella es modelo de docilidad al Espíritu Santo y de escucha de la Palabra. Ella es ya lo que un día nosotros seremos (eclesiológica).
  3. Nunca María separada de la humanidad que peregrina. Ella es parte de nuestra raza. Ella sabe de nuestros sufrimientos y alegrías. Ella tuvo que aprender a esperar contra toda esperanza, a amar hasta el extremo de la cruz y a perdonar a los asesinos de su hijo, a creer con una fe que cultivó orando y contemplando en su corazón. Ella sigue acompañando maternalmente a todo hombre y mujer de hoy (antropológica).
  4. Siempre basada en la Sagrada Escritura. Ella aparece en los momentos más importantes de la vida de su hijo. Es parte de la Historia de Salvación, junto con José elegido para amar en el servicio silencioso y desinteresado (bíblica).
  5. Siempre para unir a la comunidad. Ella está presente en el Pentecostés de cada comunidad que se abre al Espíritu. La Madre de Jesucristo es también madre de sus discípulos sin distinción (ecuménica).
  6. Siempre para continuar ofreciendo a Cristo al mundo, para que siga naciendo en cada persona hoy en una epíclesisevangelizadora. Como en Caná, atenta a los necesitados y a los que necesitan su intercesión para que llegue la Hora de su hijo. Ella cuida maternalmente particularmente de los más abandonados (misionera).
  7. Reconociendo las expresiones de la religiosidad popular, potencial de transformación, llenas de fe humilde, para valorarlas y evangelizarlas y ponerlas al servicio de la vida nueva (pastoral).

5. VIDA COMUNITARIA: ¿CUAL FRATERNIDAD PARA LA MISIÓN?

El Instituto de las Misiones para la Nigrizia, desde los orígenes, es un pequeño Cenáculo de Apóstoles en virtud de la consagración misionera. Daniel Comboni lo describe como un centro luminoso – el Corazón de Cristo – desde donde emanan rayos fulgurantes hacia el mundo entero. Se trata de una comunidad orante y evangelizadora, que coloca como parte integrante de su misión el testimonio de su vida fraterna. La vida comunitaria se convierte en signo de pertenencia al Instituto y proyecto de evangelización.

La comunión es la fuerza de la misión, según el modelo Trinitario. Comunidad entendida como lugar-espacio de docilidad al Espíritu. Lugar de descubrimiento de la voluntad de Dios. Lugar de convocación eclesial. Lugar del desarrollo permanente de la persona. Lugar de crecimiento en santidad. Lugar de compromiso y responsabilidad común. Lugar de perdón y de fiesta. Ello alrededor de la Fracción del Pan y de la común escucha de la Palabra de Dios, para desde ahí ser enviados a los hermanos más pobres y abandonados.

1. Don de la unidad

“Los misioneros combonianos acogen con gratitud el don de la vida comunitaria, a la que el Espíritu del Señor los ha llamado mediante la inspiración originaria del Fundador. La comunión de vida de sus miembros responde a la naturaleza del hombre creado por Dios como ser social. Encuentra su principio y modelo en la Trinidad, y da cumplimiento a la oración de Cristo «que todos sean una sola cosa» (Jn 17,21). Es signo visible de la humanidad nueva nacida del Espíritu y se hace anuncio concreto de Cristo: «para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado» (Jn 17,23) (36)”.

  • “Al ingresar en el Instituto, el comboniano acepta con fe a las personas que lo componen, como hermanos que el Señor pone a su lado para realizar juntos la común vocación misionera. Por esto se compromete a cumplir, en unión con ellos, la misión que le ha sido confiada, en la fidelidad a los planes de Dios y no como simple realización de sus proyectos personales” (36.4).

2. Fundada en el amor

“La comunidad tiene como base de su convivencia el mandamiento del Señor: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 15,12) (38)”.

  • “La vida comunitaria exige: la convicción de que cada hermano es amado por Dios, respeto, confianza mutua y aceptación, diálogo y franqueza, y la alegría por los dones de los otros” (38.1).
  • “El misionero reconoce que una amistad sincera y abierta con los hermanos es un valor humano y espiritual que hace más soportable las vicisitudes de la vida cotidiana. Por ello la busca y la acepta como un don del Señor”(38.3).
  • “Reconocer los propios límites con una cierta ecuanimidad y sentido del humor hace más fácil aceptar las limitaciones de los otros” (38.4).
  • “Consciente de su necesidad de ser perdonado, el misionero no guarda rencor, más bien busca la reconciliación personal y comunitaria y practica con caridad la corrección fraterna” (38.5).
  • “A la vida comunitaria le perjudica el individualismo, los privilegios injustificados, la evasión de las obligaciones personales y otras actitudes egoístas” (38.6).

3. Vivir y crecer juntos

“Unidos por la común llamada y finalidad, los misioneros hacen consistir la vida comunitaria en una convivencia regular, en el buscar juntos la voluntad de Dios y en el compartir la oración, los bienes, la programación, el trabajo y los momentos de esparcimiento” (39).

  • “La vida comunitaria se expresa y se nutre en la oración común, y especialmente en la escucha de la Palabra de Dios y en la celebración eucarística, sacramento de unidad. La reunión de los misioneros en torno al Señor en la oración es una garantía de la asistencia y bendición de Dios sobre las demás obligaciones y actividades de la comunidad” (39.1).
  • “La verdadera fraternidad no se puede crear sin encuentros frecuentes. Cada comunidad se reúne regularmente en el consejo de comunidad y promueve todas las iniciativas que favorecen el conocimiento y el diálogo fraterno” (39.2).

4. Respeto a cada misionero

“En la comunidad se reconocen la dignidad, los derechos y el valor de cada misionero y se da a cada uno las posibilidades y los medios para el desarrollo de los talentos recibidos de Dios, y para la realización de su vocación según los fines del Instituto” (42).

  • “A cada misionero se le facilitan las condiciones espirituales e intelectuales y materiales de vida y trabajo que requiere la efectiva realización de sus obligaciones misioneras. Para crear tales condiciones se le ofrecen, por ejemplo, períodos de reflexión espiritual, cursos de actualización y períodos de vacaciones, como también la asistencia sanitaria…” (42.1).
  • “En la comunidad cada misionero trata a los hermanos con atención y cortesía, respetando la intimidad de cada uno y las iniciativas personales que no entorpecen la vida comunitaria” (42.3).

La persona humana está creada para vivir en armonía con Dios, consigo, con los demás, con la naturaleza. El pecado nos dispersa y encierra en nosotros mismos; Cristo nos reconduce al centro y nos orienta al Padre, en el Espíritu. La comunidad religiosa es imagen de la comunidad Trinitaria.

  1. Dios es la fuente de la comunidad. Dios es quien nos coloca juntos y nos llama a una misma vocación. Tenemos en común nuestra igual obediencia a la voluntad de Dios.
  2. Jesús se identifica con el hermano (sacramento de su presencia). Somos ministros unos de otros. Juntos caminamos hacia la casa del Padre de todos.
  3. Lo que buscamos son comunidades que tengan alma y corazón, que sean hogares de fe y humanidad. La comunidad evangélica da testimonio de fraternidad ante un mundo dividido y desesperanzado.
  4. La comunidad es el lugar privilegiado del crecimiento y formación de cada persona. Compartimos dones y luchas, perdonamos y somos perdonados. En el discernimiento compartimos los proyectos misioneros.
  5. La comunidad se construye día a día, con la cooperación de todos. Ayudándose a cargar los propios sufrimientos. Aprovechado los medios que ya tenemos, los pequeños detalles, las disciplinas establecidas, el servicio de la autoridad, el cumplimiento de las responsabilidades asignadas, la comunicación verdadera, el estilo sencillo y fraterno, el buen humor y el tiempo libre para un compartir espontaneo.
  6. No juzgar, nunca condenar, no mentir ni mentirse, reconciliar todo, dar sin esperar nada a cambio, trascender todo a fuerza de amor. La superación del egoísmo primario.
  7. Se nutre en la común escucha de la Palabra de Dios y en una intensa vida sacramental, en particular la Eucaristía y la Reconciliación.
  8. Promueve el crecimiento de las personas en su integridad: aceptación de sí mismo, cultivo de las virtudes fundamentales, capacidad de escucha, sinceridad, amabilidad, gozo, participación, responsabilidad.
  9. El yo cerrado produce sentimientos negativos, inútiles, preocupaciones, obstinación, avidez, vanagloria, poder y tener sin ser. En cambio cuando estamos orientados hacia Dios: el otro es reconocido como persona, la relación con Dios se transforma en un ofrecimiento de sí mismo, toda la vida se convierte en servicio y alabanza.
  10. Se requiere que las comunidades tengan un estilo de vida más simple y que estén cercanas al pueblo para que su testimonio se haga inteligible. La comunidad necesita vivir relaciones más profundas entre sus miembros que, en un mundo de egoísmo, injusticia y odio, anuncien proféticamente la presencia y la acción de Dios que reconcilia y fraterniza y denuncia las divisiones y opresiones.

6. ORACIÓN: ¿DONDE ENCUENTRA EL MISIONERO LA FUERZA PARA SU MISIÓN?

1. Encuentro con Dios

“El misionero comboniano está llamado a testimoniar y proclamar el amor del Padre, experimentado en la comunión personal con Cristo, bajo la guía del Espíritu Santo. Por ello centra toda su existencia en el encuentro con Dios, y forma con sus hermanos una comunidad orante” (46).

  • “El misionero reconoce que no puede hacer nada sin Cristo, que lo envía, y que la difusión del Evangelio está ligada a la oración. Sin ésta le faltaría una fuerza interior insustituible, y una visión puramente humana invadiría toda su actividad. La oración es, de hecho, el pan cotidiano del misionero” (46.1).

2. Escucha de la Palabra

“El comboniano hace de la Palabra de Dios su oración fundamental. Abierto al Espíritu, acoge a Cristo como el Verbo viviente del Padre, lo reconoce en las Escrituras y en la vida de la Iglesia. Busca su presencia en los acontecimientos y encuentros humanos” (47).

“El misionero lee la Palabra de Dios a la luz del Espíritu y en comunión con la Iglesia. La aplica a su vida en la meditación dejándose juzgar y convertir a la manera de pensar y obrar de Dios. La transforma en diálogo con el Padre en la oración” (47.1).

3. Oración misionera

“Como obrero al servicio del Reino implora incesantemente «venga tu Reino». En espíritu de solidaridad asume los deseos y necesidades concretas de la gente, ora con ella y en comunión con toda la Iglesia” (48).

  • “El misionero pide todos días a Dios, con humildad y confianza, fuerzas para continuar la obra de la proclamación del Evangelio y la gracia de vencer el mal con el bien y de no ser víctima de la lógica del mundo” (48.1).
  • “Con su oración, el misionero ayuda a construir la comunidad de los creyentes e intercede por su pueblo, convencido de que la conversión del hombre no puede realizarse sin la intervención del Espíritu Santo: sólo el Espíritu abre el corazón del hombre a la Palabra” (48.2).

4. Oración personal

“La práctica constante de una oración personal explícitalleva al misionero a transformar toda su vida y actividad enuna oración continua. Por ello el misionero tiene la responsabilidad de organizar su oración personal, siguiendo el ejemplo del Señor, que se retiraba frecuentemente a la soledad para orar al Padre” (49).

  • “El comboniano dedica, en la libertad del Espíritu, al menos una hora diaria a la oración personal, un tiempo conveniente al estudio de la Sagrada Escritura y a la lectura de obras de espiritualidad cristiana” (49.1).
  • “Todo misionero tiene el deber y el derecho a un día al mes de retiro y a los ejercicios espirituales anuales de al menos cinco días” (49.2). (Nota: el Capítulo del 2009 propone 8 días).

5. Oración comunitaria

“A ejemplo de la primera comunidad cristiana, que estaba unida, con un solo corazón y un solo espíritu, en continua oración, los misioneros forman una comunidad que ora con diversidad de formas. Por ello cada comunidad programa su vida de oración según los tiempos litúrgicos y estableceun programa diario, semanal y mensual, que revisa periódicamente” (50).

  • “Al planificar sus propias actividades, el misionero da prioridad a los encuentros de oración comunitaria decididos en el consejo de comunidad” (50.3).
  • “Para enriquecer la vida de oración de sus miembros, la comunidad recurre a la variedad de formas de oración existentes en la Iglesia. Aprecia las oraciones tradicionales, como el rosario, el vía crucis y otras. Y está abierta a las nuevas formas de oración participada y bíblica” (50.4).

6. Oración litúrgica

“El misionero, incorporado a Cristo por medio del bautismo, vive esta unión en su más profunda expresión en las celebraciones litúrgicas, que considera instrumento privilegiado de comunión con Dios y con el hombre, y un medio esencial de evangelización y santificación personal” (51).

  • “A lo largo del año litúrgico la Iglesia presenta el misterio completo de Cristo. La comunidad se esmera en programar y celebrar adecuadamente los diversos tiempos litúrgicos” (51.1).
  • “La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús es celebrada en todas las comunidades con la debida solemnidad y una adecuada preparación. En esta ocasión se renueva la consagración a Dios para el servicio misionero” (51.2).
  • “En la vida del misionero, María, madre de la Iglesia, ocupa un puesto importante. Sus fiestas principales son preparadas y celebradas con especial amor” (51.3).
  • “Las fiestas de los santos que tienen un significado peculiar para la Iglesia local o para el Instituto, como las de San José, San Francisco Javier, San Pedro Claver, Santa Teresa del Niño Jesús, se celebran en un contexto misionero y litúrgico. La conmemoración de Daniel Comboni se celebra en espíritu de alabanza y gratitud al Padre por cuanto ha realizado en su siervo” (51.4).
  • “La comunidad comboniana se une a la oración de la Iglesia con la liturgia de las horas, escogiendo preferentemente los Laudes como oración de la mañana ylas Vísperas como oración de la tarde. Para el sacerdote y el diácono la liturgia de las horas es también un deber derivado del Orden; para todos es fuente de contemplación que nutre la oración personal e inspira la actividad misionera” (52).
  • “La Eucaristía, fuente y culmen de la evangelización, es para el misionero el centro de su vida. En ella encuentra cada día alivio, luz y fuerza para proclamar a todos los hombres la muerte y la resurrección de Cristo. Al compartir la misma Palabra, el mismo Pan y el mismo Cáliz, la comunidad se renueva en el vínculo de la unidad” (53).
  • “A fin de reforzar los lazos de fraternidad y expresar la alegría de vivir juntos en el Señor, una vez a la semana se da a la celebración eucarística una solemnidad especial. En ella participan todos los miembros de la comunidad, liberándose de otras ocupaciones” (53.1).
  • “La experiencia de la propia fragilidad tiende a disminuir la caridad del misionero y a hacer nacer en él la necesidad de una continua conversión al Señor. Esta voluntad de conversión culmina en el sacramento de la reconciliación, en el que el misionero experimenta el amor misericordioso del Padre, se reconcilia con la Iglesia y los hermanos, y recibe fuerza para emprender de nuevo su camino de fe” (54).
  • “El misionero hace cada día el examen de conciencia y se acerca frecuentemente al sacramento de la reconciliación según sus necesidades personales, teniendo presente las directrices de la Iglesia” (54.2).
  • “La dirección espiritual es un medio que no se ha de descuidar en el camino de conversión del comboniano y en su crecimiento en Cristo. En ella el misionero recibe luz para discernir la voluntad del Señor sobre sí mismo y ánimo en los momentos de desaliento y dificultad” (54.3).
  • “El sacramento de la unción de los enfermos hace presente el poder del Señor para curar, y une al misionero enfermo más estrechamente a la comunidad y a la Iglesia. Con este sacramento el misionero da testimonio evangélico de que la enfermedad tiene un significado profundo a la luz de la cruz y de la resurrección” (55).
  1. Jesús oraba y vivía de la oración. La novedad de su oración es su relación con Dios como ‘Abba’.
  2. La refundación de la vida y del Instituto se da desde la oración. Nuestro pueblo quiere vernos orar y que le enseñemos a hacerlo. Si no tenemos tiempo para la oración algo anda radicalmente mal.
  3. Orar es lo que nos ocurre cuando nos ponemos delante de Dios en confianza filial. Exige tiempo, interés, compromiso, decisiones prácticas, motivaciones verdaderas.
  • Lo esencial es orar nuestra propia vida. Vivirnos como una ininterrumpida oración.
  • Orar en el Nombre de Jesús; unirnos a su oración pues él es el único mediador ante el Padre.
  • Orar por amor no por obligación. Tenemos toda una serie de actos y momentos de oración ya establecidos en la RdV que si realizados con generosidad nos sostienen en el camino de la santidad.
  • La finalidad de la oración es nuestra transformación: “hágase en mi según tu Palabra”. Es el tiempo de la encarnación de Dios en nosotros. Es nuestra metamorfosis al proyecto de Dios. El fruto de la oración es la docilidad al Espíritu.
  • Oración y misión caminan juntos por los senderos del bien. Sin oración los misioneros caemos en aberraciones. Son los orantes los expertos en humanidad.
  • Orar como intercesores, llevando en ella a la humanidad entera, particularmente a los que más sufren.
  • Orar siempre con fidelidad, en buenos o malos tiempos, en salud o enfermedad, en consolación o aridez.
  1. No se puede cumplir la misión sin oración. Si no oramos va muriendo el amor. Cuando el misionero ora el pueblo gana. La oración nos sostiene en los momentos difíciles o ante el aparente fracaso. La actitud eficiente pone su fuerza casi exclusivamente en el empeño personal, reflexión, evaluación, decisiones, propósitos, proyectos. La conducta contemplativa aprende a vivir orientados hacia Dios en la donación por su Reino, sin la tensión de los resultados, las comparaciones o el reconocimiento.
  2. Ser orante es un rasgo esencial de la personalidad del discípulo. La oración del discípulo es continuación de la oración de Jesús. El discípulo será el que reza como Jesús. La misión es decir lo que Jesús nos enseña.
  3. La oración es el camino de la sencillez. Dios es sencillo. La oración es primordialmente una actitud de escucha. La oración libera para buscar a Dios y a los demás sin intereses y sin angustia. Es un don que pedimos con humildad.
  4. La oración también nos ayuda a mantener la distancia que nos preserva de ser absorbidos por el torbellino de los acontecimientos y por la atmósfera contaminada. En ella unificamos los varios trozos sueltos y distinguimos lo real de lo fantasioso. Ahí contemplamos el Rostro de Cristo Resucitado que ilumina toda realidad. La oración rompe el círculo vicioso de las exigencias de lo inmediato para poner todo en perspectivas amplias. Nutre nuestra creatividad para lanzarnos a la construcción de aparentes imposibilidades.

7. SERVICIO MISIONERO: ¿QUE HACEMOS Y COMO LO HACEMOS?

La RdV dedica una parte muy amplia al servicio misionero, incluyendo el ministerio de la autoridad y la administración de los bienes del Instituto. La presentación es muy rica y deberá ser tratada en detalle por otros estudios. Aquí me limito a trascribir unos cuantos párrafos y elencar algunos puntos claves del sector en cuestión.

7.1 SECTOR DE LA EVANGELIZACION

“El Instituto tiene como finalidad realizar la misión evangelizadora de la Iglesia entre aquellos pueblos o grupos humanos todavía no evangelizados, o que no lo están suficientemente” (13).

El Instituto realiza su finalidad:

  • Enviando a sus miembros donde se requiere una actividad misionera conforme al carisma del Fundador.
  • Fomentando la conciencia misionera del Pueblo de Dios a nivel local, nacional e internacional.
  • Promoviendo las vocaciones misioneras y realizando programas de formación y renovación (14).
  • El misionero comboniano está dispuesto a partir con prontitud en espíritu de fe y de obediencia y a vivir entre los pueblos o grupos humanos en medio de los cuales el Instituto realiza el trabajo de evangelización.
  • Los combonianos enfermos o ancianos contribuyen al servicio misionero
  • con el testimonio de su vida,
  • sus oraciones y sufrimientos,
  • compartiendo las responsabilidades de los ministerios que les son confiados, según sus posibilidades (15.1).

“El Espíritu del Señor fermenta y transforma los pueblos y los conduce a encontrarse con la persona de Cristo y con su mensaje, y a entrar en el nuevo Pueblo de Dios. El comboniano, llamado por el Padre y enviado por la Iglesia, confiando en la acción del Espíritu, consagra su existencia a colaborar con esta acción y hace de la evangelización la razón de su vida” (56).

“El misionero proclama el mensaje evangélico ante todo con el testimonio personal y comunitario de los consejos evangélicos, y con la práctica de la caridad según el espíritu de las bienaventuranzas” (58).

“El anuncio del Evangelio por parte del misionero apremia al que lo escucha a adherirse a Cristo. El que lo acoge es llevado a un cambio de vida que se hace visible en la adhesión a una comunidad de creyentes. Esta comunidad es el signo de la nueva vida en Cristo” (62).

El envío a evangelizar nace de la compasión de Jesús por las multitudes maltrechas que deambulan como ‘ovejas sin pastor’ y de su oración filial a su Padre.

  • Evangelizar significa en primer lugar ‘estar con El’; para eso llama en completa gratuidad, a los que ya estaban en su corazón. La misión de evangelizar no es otra cosa que el mismo discipulado. El mismo rosto de Jesús es el que se refleja en su discípulo.
  • Jesús hace Doce, es la Iglesia que es llamada y enviada. ‘De dos en dos’ y ‘delante de El’ para asegurarnos que está con nosotros cuando testimoniamos en su Nombre, para dar ejemplo de la fraternidad y para ayudarnos a cargar la cruz.
  • Del ‘estar con El’ fluye el ser enviado para predicar la Buena Noticia que libera, la irrupción del Reino nuevo. La misión va acompañada del poder del Espíritu para vencer el mal y crear nuevas relaciones de fraternidad.
  • Llevando ‘nada para el camino’, porque el núcleo del mensaje misionero es la Providencia de Dios, la revelación del Padre como amor incondicional.
  • Lo que sí hay que llevar es el shalom, la paz que sólo Dios puede dar y que expresa el anhelo más profundo de la humanidad.
  • Como ‘ovejas en medio de lobos’ (persecución y martirio) para destruir el veneno de la discordia a fuerza de bien, rompiendo el círculo del odio y de la venganza.
  • Sobre todo con la certeza que El nos acompaña hasta los últimos rincones de la tierra y hasta el fin del mundo.

La misión del misionero es una extensión de la misión de Jesús. Salir, recorrer los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando toda clase de enfermedades. A la teología del envío se incorpora también la del regreso, igualmente importante es contar al Señor lo que hemos hecho y descansar con El.

Particularmente relevante de la misión “ad gentes” es su carácter de profecía y liberación. Los pobres, cualquiera que sea su situación moral o religiosa, determinan la opción del misionero enviado no a los que están ya dentro sino aquellos fuera de los límites institucionales de la Iglesia.

La misión comboniana une la fe con la justicia, la evangelización con la promoción humana, la salvación eterna con la manifestación del Reino de Dios que es dignidad, libertad, paz, derechos humanos, reconciliación…. La realidad de los pobres se convierte para nosotros en lugar de revelación de Dios y su opresión en el pecado estructural contra el que hay que luchar. Lo que hay que evitar es el individualismo, la superficialidad en la vida espiritual, el estilo de vida relajado, el fanatismo de cualquier tendencia que reduce la visión a una sola. El compromiso con los pobres evangeliza a los evangelizadores y los hace más capaces de humanidad y de fraternidad, es decir de santidad.

7.2 SECTOR DE LA ANIMACIÓN MISIONERA

“Los misioneros combonianos, por vocación y a ejemplo del Fundador, están llamados a la animación del Pueblo de Dios, para que éste reconozca sus responsabilidades misioneras y se comprometa en el anuncio del Evangelio al mundo entero”(72).

“En su tarea de animador, el misionero ora ante todo al Padre para que lo mantenga fiel a su vocación, mande obreros a su viña y haga sentir a los cristianos la urgencia de la tarea misionera” (74.1).

“Toda comunidad comboniana debe ser un centro de animación y espiritualidad misionera para la Iglesia local. Mediante este servicio, la comunidad vive su carácter específico y ayuda al Pueblo de Dios a enriquecer su fe” (75).

“La promoción vocacional es parte integrante y necesaria de la animación misionera, y se propone ayudar al descubrimiento, interpretación y desarrollo de la vocación misionera” (77).

La animación misionera nace de una experiencia de Dios que genera vida para todos y vida en abundancia. Bajo la inspiración de Daniel Comboni que se fatigó por animar misioneramente a la Iglesia de su tiempo.

  • La animación misionera es parte integral de nuestro carisma comboniano.
  • Es un verdadero servicio de evangelización: presenta el compromiso misionero de todo bautizado.
  • Se nutre de la oración y de la vivencia coherente de la consagración.
  • Específicamente “ad gentes”, como nos corresponde por vocación.
  • Se desarrolla al interno de un contexto de iglesia local, en comunión y colaboración.
  • Exige compromiso personal de cada comboniano y de cada comunidad. Un plan orgánico asumido por todos. Es fundamental el ofrecimiento y oración de los ancianos y enfermos.
  • Incluye necesariamente la promoción vocacional como respuesta plena a la misionariedad.
  • Trabaja en armonía con los otros sectores: pastoral, formación, medios de comunicación, autoridad, economía…
  • Está presente durante todo el iter formativo de los futuros misioneros, se les ayuda con el testimo­nio pero también pidiendo se involucren en las actividades de animación misionera y vocacional.
  • Usa los medios actuales de comunicación y otros con creatividad, audacia y contenidos sólidos.

7.3 SECTOR DE LA FORMACIÓN DE BASE Y PERMANENTE

“Todos los misioneros ejercen una influencia sobre la formación de base según el papel que cada uno desempeña en el Instituto. Los formadores, en comunión con ellos, son los responsables directos del trabajo de formación” (86).

“Todos contribuyen a la formación mediante el testimonio de vida, la oración, las sugerencias — fruto de su experiencia misionera —, el apoyo y la confianza que pueden ofrecer a los formadores y a los candidatos” (86.1).

La RdV insiste en los valores formativos no-negociables para todo aspirante comboniano: una fuerte experiencia de Dios, educarles a la vida comunitaria auténtica, el hábito de estudio que ilumine los varios aspectos de la vida, el espíritu apostólico y disponibilidad en concordancia con carisma, el desarrollo humano suficiente y las virtudes propias de la vida consagrada y misionera, abiertos a la supervisión continua.

“Los misioneros, para mantenerse fieles a su vocación y responder convenientemente a las nuevas exigencias de una Iglesia y de una sociedad civil en transformación, están llamados a un continuo crecimiento en Cristo e identificación con el carisma del Instituto. Por eso tienen necesidad constante de ser evangelizados, de convertirse y de renovar los contenidos y los métodos teológicos, culturales y profesionales de su servicio misionero” (99).

La formación permanente es el empeño consiente y libre en el proceso de configuración con Cristo como ideal de la propia vida. Como su nombre lo indica, abarca todo el ciclo de la vida e incluye todas las dimensiones de la persona: física, intelectual, psicológica, espiritual, vocacional.

  • No sólo son cursos o períodos sabáticos, muy importantes en un programa de renovación con objetivos claros, sino la determinación personal por tomar responsabilidad de la propia vida en forma positiva y significativa, en la consecución del ideal identificado. Si esto último no ocurre, los cursos sirven poco.
  • En este proceso es fundamental el acompañamiento espiritual y los instrumentos de apoyo que la sabiduría de la Iglesia nos propone. Inicialmente supone una crisis para dejarse cuestionar y ponerse en un camino de mayor exigencia, conversión, abandono y libertad interior.
  • El objetivo será siempre una relación positiva consigo mismo, una relación de confianza hacia los demás, una relación de armonía con la naturaleza y una relación filial con Dios. Esto se resume en el compromiso bautismal, vocacional y, en último término, por la santidad que es nuestra meta.
  • Las plagas que combate la formación permanente son: el activismo que desintegra (hacer sin ser); el desorden o abandono de la responsabilidad (desorientación); el individualismo cerrado en sí mismo (no fraternidad); la falta de acompañamiento (evita la confrontación evangélica); la oración disminuida (sin calidad ni relación afectiva); la sobrevivencia sin alegría (negatividad).
  • Las herramientas que se buscan adquirir para todas las etapas de la vida hasta la misma enfermedad y muerte, entre otras son:
  • Que mi mente, corazón y acción caminen en la misma dirección (integración física-psíquica-espiritual) y también mis deseos y la realidad concreta.
  • Una sana lectura de la realidad personal-comunitaria-eclesial-social, nombrando las cosas por su nombre y sin miedo a falsos dragones; cultivando relaciones positivas.
  • Reconciliación con las propias luces y sombras (dones, éxitos y también heridas, pobrezas, hasta el propio pecado), sin culpar y asumiendo todo sin evasiones: liberación.
  • Haciendo opciones concretas, grandes y pequeñas, sabiendo que Dios sostiene nuestro esfuerzo y que nos ama profundamente; recreando nuestra vocación misionera comboniana desde la oración y contemplación.

7.4 SECTOR DEL SERVICIO DE LA AUTORIDAD

“La Iglesia, como Pueblo de Dios, reconoce una sola autoridad, Cristo. En el Instituto la autoridad es un servicio que participa y se inspira en el servicio de Cristo. De hecho, El «no ha venido a ser servido, sino a servir». Dicho servicio se hace a la comunidad y a cada uno de sus miembros para ayudarles a vivir según su consagración y a desarrollar sus dones personales y carismas en el servicio misionero” (102).

“El superior anima a la comunidad y a cada uno de los miembros en la búsqueda de la voluntad de Dios, en la realización de su consagración y en el crecimiento de la caridad. Ejerce la autoridad con responsabilidad tanto al tomar decisiones como al ejecutarlas, siempre en conformidad con el fin del Instituto; además presta su servicio armonizando los distintos aspectos de la vida comunitaria e interesándose por cada uno de los misioneros” (107).

  • El servicio de la autoridad en el Instituto tiene como finalidad: mantener con constancia la visión de fe y la exigencia vocacional carismática, más allá de lo circunstancial y la urgencia del momento. En este sentido es un instrumento del Espíritu.
  • Acompañar los procesos personales y comunitarios, con actitud de escucha, confianza en los hermanos y claridad de opciones.
  • Atender de forma integral a las varias dimensiones de las personas y comunidades: madurez humana, espiritualidad, empeño misionero…
  • La colegialidad como estilo y la práctica de la corresponsabilidad subsidiaria en la determi­nación de roles.
  • Un sano realismo entre los valores irrenunciables y el pluralismo de personalidades con sus posibilidades, sin aceptar chantajes con mecanismos de defensa o repliegues hacia posiciones de auto justificación.
  • En discernimiento constante de los signos suscitados por el Espíritu Santo, siempre activo en nosotros.
  • Con un ritmo de oración confiado y un ritmo armónico de vida para poder ayudar con paz a los hermanos.

7.5 SECTOR DE LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES

“El Instituto como comunidad de hermanos que da testimonio de pobreza consagrada, vive la comunión de bienes y hace uso de éstos en orden a alcanzar su finalidad misionera. Evitando el lucro excesivo y la acumulación de bienes, confía en la Providencia, reconoce la ley común del trabajo y comparte gustosamente sus bienes con la Iglesia local y con los pobres” (162).

“En la consecución de sus propios fines, el Instituto es consciente que las personas de los misioneros son los mayores bienes a él confiados y cuida de cada uno con el mayor esmero. Presta además especial atención a los enfermos y a los ancianos, para cuyos cuidados y asistencia afronta gusto­samente los gastos necesarios, teniendo siempre en cuenta, sin embargo, el estado religioso” (162.1).

“El misionero se empeña en su trabajo y hace un esfuerzo sincero para buscar las ayudas materiales necesarias para la existencia y las actividades del Instituto, aun con sacrificio de su persona. Confía en la Providencia, mediante la especial intercesión de San José, según el ejemplo del Fundador”(162.2).

Hoy se tiene una conciencia más clara de la relación de la economía con el evangelio. Una buena administración, hecha con confianza en la providencia y pobreza evangélica, va ligada necesariamente al sentido de la profesionalidad y transparencia legal.

El evangelio nos hace vivir la economía en libertad, sencillez, generosidad, justicia, solidaridad y responsabilidad; lo contario es el afán consumista, egoísmo, sed de poder, dependencia esclavizante, despilfarro, desunión. No se puede renovar el Instituto comboniano sin prestar una atención especial al uso evangélico de los bienes y a la credibilidad del testimonio.

Algunos conceptos claves son:

  1. Confianza en la Providencia.
  2. Comunión de bienes para la fraternidad. Fuerza profética de la pobreza consagrada.
  3. La ley común del trabajo que nos dignifica.
  4. Corresponsabilidad en la búsqueda de los medios y en el uso de ellos.
  5. Autolimitación como estilo de vida, evitando lucros y sobretodo en espíritu de libertad evangélica.
  6. Rectitud en la aplicación de las leyes eclesiásticas y civiles y de nuestro Instituto.
  7. Información y consulta; asesoría fiscal y de la institución religiosa.
  8. Competencia suficiente, con la debida preparación, para un servicio cualificado.
  9. Sobre todo animados por una espiritualidad que nos lleva a imitar a Jesús en todas nuestras opciones.
  10. Cuando los bienes materiales no crean comunión entonces estorban a la finalidad misionera que servimos.

A MANERA DE CONCLUSIÓN

Estos apuntes sobre la RdV pueden parecer complicados y tediosos, la práctica no es así. De hecho, basta comprometerse con generosidad en un solo aspecto de nuestra vida misionera para que todo cambie. En la espiritualidad se constata lo que la ciencia llama “ley de los vasos comunicantes”: en una serie de tubos de laboratorio que estén conectados entre sí, basta que añadamos o quitemos líquido a uno para que todos aumenten o disminuyan a un mismo nivel. Igualmente en nuestra vida misionera comboniana, es suficiente que vivamos un aspecto con toda la pasión del corazón para que el conjunto de nuestro ser quede transformado. Una vez escribí en un editorial que bastaría, por ejemplo, poner en práctica el número 49.1 de la RdV para ‘refundar’ el Instituto, porque si se hace con autenticidad no puede menos de contagiar el todo.

Al final de este recorrido por nuestra Regla de Vida no queda más sino animarnos a ser verdaderamente lo que somos: discípulos misioneros de Jesucristo que es Vida para todos los pueblos y enamorados de los amores de Daniel Comboni. Entonces sí nuestra vocación será una aventura digna de ser vivida porque colma con creces nuestros anhelos más genuinos.

Que nuestro ‘Abba’, por intercesión de nuestra Madre de la Nigrizia, San José, San Daniel Comboni y todos los Santos patronos del Instituto, nos colme a todos de sus bendiciones.

P. Rafael González Ponce MCCJ
Bogotá, Colombia,
25 de diciembre de 2011
“Natividad de Nuestro Señor Jesucristo”