“Jesús se sentó frente al arca del tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca. Muchos ricos echaban mucho. Llegó tam-bién una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos les dijo: “Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos en el arca del tesoro. Porque todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado, en su pobreza, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir” (Mc 12,41-44).

1. JESÚS

“Jesús se sentó frente al arca del tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca. Muchos ricos echaban mucho. Llegó tam-bién una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos les dijo: “Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos en el arca del tesoro. Porque todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado, en su pobreza, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir” (Mc 12,41-44).

Dos monedas: es decir, todo. Podía dividir lo que tenía pensando un poco en sí misma: “Una moneda para mí y una moneda para los po-bres”. Prefirió dar todo, olvidándose de sí.
Ejemplo de pobreza: Jesús pone a la viuda como ejemplo de pobre-za, diciendo a los discípulos: “¿Veis esta viuda? Esta mujer ha dado todo…Aprended de ella. Aprended de los pobres”.

2. COMBONI

El Crucifijo y los crucifijos
- La espiritualidad comboniana está marcada claramente por un as-pecto de pobreza evangélica: “En muchas situaciones de pobreza, abandono y muerte, él descubre en Cristo crucificado la presencia eficaz del Dios de la vida y de una multitud de hermanos que hay que amar y valorar; de su carisma, nuestro compromiso de vivir la alegría de la entrega total, compartiendo la fuerza liberadora del Evangelio con los crucificados de la historia y haciendo con ellos causa común” (cf. AC ’03, n. 34, 35.2).

- Los pobres fueron un reto para Daniel Comboni, lo son y lo serán también para nosotros, nos interpelan a intervenir, a hacernos pre-sentes, pero desafían también nuestro estilo de presencia, para que sea profética, signo de comunión y de reconciliación. En un mundo globalizado por la lógica de la ganancia egoísta, del poder y de la influencia, el desafío es el una “globalización de la solidaridad, privilegiando a los pueblos desfavorecidos” (AC ’03, n. 26.2).

3. TESTIMONIO COMBONIANO

- Como piedra escondida. “Muchos viven su consagración y su compromiso misionero como piedras escondidas, en la serenidad y en la cotidianidad, asumiendo con entusiasmo y generosidad el servicio a ellos confiado. Otros siguen fieles a la gente en situacio-nes de guerra y de peligro” (AC ’03, n. 16), pero “no podemos ne-gar que existen también en nuestras comunidades problemas de identidad, espiritualidad superficial y aburguesamiento” (AC ’03, n. 22).

- Con los pobres. Los más pobres se convierten en el objetivo espe-cífico de los Combonianos: son las minorías no alcanzadas por la Iglesia o descuidadas por la sociedad; grupos todavía no -o no su-ficientemente- evangelizados, que viven en las fronteras de la po-breza por causas históricas y por los efectos negativos de la globa-lización y de la economía de mercado (cf. AC ’03, n. 36).

- Causa común. ¿Cuál es la actitud del Comboniano que refleja su identidad? Esencialmente, en el Corazón traspasado de Cristo, Buen Pastor, encontramos el modelo, la fuente y la fuerza para do-nar la vida a los más pobres (cf. AC ’03, n. 53). Como El, no ad-quirimos nuestra grey a precio de dinero, sino que lo recibimos del Padre; como El no somos portadores de una salvación que viene desde arriba, sino que descendemos entre la gente, encarnándonos en la realidad, caminando al lado de los otros como hermanos (cf. AC ’03, n. 55.3), iluminados por el Evangelio y la Pascua del Se-ñor. Nuestra identidad comboniana nos interpela a “saber estar con y entre los pobres, haciendo con ellos causa común y aprendiendo a leer juntos la Palabra y la realidad” (AC ’03, n. 54.4).

4. POBREZA COMBONIANA Y EL COMPARTIR

Solidaridad. “Con la vida de pobreza el misionero comboniano sigue a Jesucristo, el cual, en espíritu de solidaridad con los hombres, siendo rico se hizo pobre a fin de que se enriquecieran mediante su pobreza. El misionero escoge voluntariamente la pobreza de Cristo, dejándolo todo; comparte la ley común del trabajo, pone en común los bienes materiales, acepta la limitación y la dependencia de los superiores para usar e disponer de los bienes, y vive con sencillez, quedando así libre para anunciar el mensaje evangélico a los más pobres y abandonados y para vivir solidariamente con ellos” (RV n. 27).

- Austeridad. No sólo la enseñanza de Cristo nos inspira la acogida del ideal de pobreza, sino la misma “gente, a la que somos envia-dos y con la que vivimos, es para nosotros don de Dios, fuente de conversión y estímulo para una vida más evangélica y solidaria con sus pobrezas y riquezas, alegrías y sufrimientos” (AC ’03, n. 87). Toda la experiencia misionera nos invita a asumir constantemente un camino de conversión que se traduce en apertura a nuevos esti-los de vida, en la opción por la austeridad y la solidaridad (cf. AC ’03, n. 54.3).

- Sencillez. Permanece en medio de nosotros y se ha vuelto a propo-ner hace muchos años, el ideal de una inserción profunda en la po-breza del pueblo. Con las debidas garantías institucionales de dis-cernimiento, siempre se anima a formas de vida comunitaria caracterizadas por una mayor sencillez evangélica (cf. AC ’03, n. 96).

- Testimonio. La pobreza es, ante todo, una actitud interior personal, pero el mismo carisma nos une por un estilo de vida uniforme, con vistas al anuncio y al testimonio del Evangelio “El testimonio de pobreza es más creíble cuando la comunidad como tal vive con es-tilo evangélico” (RV n. 29). “Compartir los bienes y los medios materiales en comunidad expresa el don de nosotros mismos a Cristo y se convierte, a la vez, en propuesta alternativa y denuncia profética del materialismo y consumismo dominantes en un mundo globalizado” (AC ’03, n. 86).

- Transparencia. El uso individualista de los bienes materiales es un obstáculo para vivir una visión comunitaria de misión. Vivir una misión comboniana y no personal es un desafío al que se responde compartiendo realmente los bienes económicos, buscando juntos proveer lo mejor para la misión en su conjunto, aceptando los lími-tes impuestos por las situaciones de pobreza local, compartiendo la pobreza de la Iglesia local (cf. AC ’03, n. 102).

5. PARA LA REFLEXIÓN EN COMUNIDAD

- Los medios económicos, a veces, llegan a nosotros en abundancia, por gracia de la divina Providencia y por generosidad de los fieles, pero se pueden transformar en tentación, cuando pueden desviar nuestro estilo y coherencia con los valores del Reino de Dios.

¿Sabremos distinguir cuándo “no de sólo pan vive el hombre” y cuándo la gente está extenuada y debe ser socorrida para seguir a Cristo?

- La Regla de Vida nos invita a “utilizar nuestros recursos económi-cos al servicio de la misión en el respeto a los valores evangélicos” (AC ’03, n. 101.1) para poder dar un testimonio cada vez más au-téntico.
Testimoniar la elección echa por el Evangelio significa que, ante el consumismo de la sociedad, renovamos nuestra opción por la auto-limitación de los bienes económicos, educándonos a la sobriedad y a la sencillez voluntaria (cf. AC ’03, n. 103).
Toda nuestra vida, nuestro estilo, nuestro actuar, nuestras inicia-tivas, nuestros proyectos, ¿están orientados a la evangelización y a sus exigencias? (cf. AC ’03, n. 108)

- Entre nosotros, al menos algunos, perciben “cierta nostalgia, ma-lestar, y un deseo de cambio, de mayor radicalidad y autenticidad” (AC ’03, n. 23).
¿Y si éstos fuesen la parte más sensible a la voluntad de Dios?

P. Alessandro Guarda, mccj - P. Teresino Serra, mccj
Economia - Pobreza - Mision