Nuestra vocación misionera nos exige inserirnos en la historia de los pueblos, y es ésta inserción la que nos coloca de frente a desafíos que nos obligan a vivir en una constante renovación, contextualización y proyección de futuro.

Introducción
Nuestra vocación misionera nos exige inserirnos en la historia de los pueblos, y es ésta inserción la que nos coloca de frente a desafíos que nos obligan a vivir en una constante renovación, contextualización y proyección de futuro. El futuro se nos presenta como un “Kairos” que nos conduce a “reinventarnos” y al mismo tiempo nos pide volver a la fidelidad originaria y creativa de nuestro carisma. Por lo tanto, nos exige no quedarnos anclados en los esquemas del pasado sino siempre abiertos al cambio profundo.

1. Sentido de pertenencia: ¿hijos o esclavos?
San Pablo nos dice que podemos vivir con espíritu de "esclavo" o de "hijo" (Rom 8,14-17; Gál 4,1-11). Afrontar nuestra realidad con sano realismo, nos permite aceptar que al interno de nuestro Instituto algunos viven con “espíritu de hijos”, es decir, se sienten “dueños de casa” y otros viven con “espíritu de esclavos” como si el Instituto no fuera su familia. Esto genera muchos conflictos, frustraciones, desinterés, resignación, abandono… debilitando el sentido de pertenencia y poniendo muchas interrogantes al “espíritu de Familia Comboniana”. Esto no favorece la apertura porque el otro puede ser visto como jefe, o bien como sirviente o coadjutor, y en otras ocasiones como “peligro o competencia”.
El acompañamiento de las tendencias del mundo no depende solamente de una reforma “institucional”. Es decir, de nada sirve cualquier perspectiva de futuro si antes no apuntamos a lo profundo de nuestro corazón, al centro orgánico de nuestra vida donde se generan nuestras acciones, donde se encuentra el “espíritu” que nos mueve. Mirando hacia el futuro, no hace falta mucha imaginación para llegar a la conclusión de que no basta mejorar o cambiar las leyes o estructuras para mejorar nuestro Instituto, sino que es necesario fortalecer el espíritu de pertenencia y de familia. No podemos hablar de apertura al futuro si antes no revisamos el “espíritu” con el que lo vamos a afrontar.
Para reflexionar:
· ¿Crees que la formación (de base y permanente) que has recibido te ayuda a vivir con espíritu de “hijo”?
· Según tu impresión ¿cuál espíritu predomina en el Instituto y cuáles serían las consecuencias en el futuro?

2. Memoria y Profecía
El futuro nos coloca frente al desafío de saber conjugar Memoria-Tradición y Novedad-Profecía a partir de la lectura de los “signos de los tiempos” al estilo de los Profetas. Esto implica un modo de hablar, de juzgar, de criticar y de orientar al pueblo, que nace de un “meterse” totalmente en la realidad de la gente, de un conocer las maquinaciones y las intenciones de quienes manejan el mundo. Implica también la capacidad de captar el grito callado de los pueblos manifestado en los indicadores de la realidad y al mismo tiempo volver la mirada a las fuentes de nuestro carisma y a nuestra tradición comboniana, para no olvidar que nuestra profecía brota de la Palabra de Dios. Precisamente por eso, nuestra profecía es la “novedad más vieja”, porque es volverse la voz de los que no tienen voz, volverse intérpretes de la realidad injusta y exigir un cambio en nombre de Dios.
En este sentido, el futuro nos pide formar y ser misioneros capaces de manejar un lenguaje sencillo, claro y adecuado a la gente. Pero también capaces de proponer y concretar “modelos de solidaridad y de bien común” creando espacios de comunión y participación a partir del Evangelio. Nos invita también a ser misioneros capaces de tener presente a la persona en toda su dimensión interna (modo de sentir, sueños, esperanzas, modo de pensar, ideales…) y externa en el horizonte de la globalización, es decir, esa capacidad de ser sujeto de la historia con rostro propio como individuo, como comunidad y como ciudadano del mundo. Todo esto implica la capacidad de reconstruir la confianza personal, comunitaria y social, destruida por mecanismos históricos y corruptos que aún gobiernan el mundo. La novedad y la profecía que nos exige el Evangelio para el mundo de hoy, está llamada, hoy más que nunca, a retomar su dimensión social y esto implica no solo la apertura al futuro sino sobre todo ofrecer luces para el futuro de los pueblos que acompañamos.
Para reflexionar:
· Según tu experiencia ¿cuáles son los signos de los tiempos a los que el Instituto debe estar atento?
· ¿Cuáles elementos del carisma te ayudan o te dan luces para el futuro?
· Mirando a futuro ¿cuál crees que debería ser la novedad-profecía del Comboniano?

3. Apertura al “otro”
La apertura que nos pide el futuro es motivada por las tendencias de la globalización en el mundo de hoy. El fenómeno de la movilidad humana que nos coloca frente a pueblos y culturas totalmente diferentes en un pequeño espacio geográfico, y la tendencia cada vez mayor de la internacionalización del Instituto y la nueva geografía vocacional, nos exigen un corazón abierto a nuevos ritmos de vida y a modos diferentes de ser, de sentir, de pensar, de actuar... El horizonte que nos dibuja el futuro nos está pidiendo la capacidad de auto-trascendencia, es decir, esa capacidad tomar distancia de sí mismos, de nuestras propias ideas, de nuestras propias aspiraciones o funciones... En otras palabras, nos está pidiendo la capacidad de saber convivir con el diferente. Dicho de otra manera, el futuro nos está invitando a afrontarlo con el espíritu de Pentecostés que se concreta en actitudes y espacios que permiten hablar en la propia lengua sin cerrar los oídos a las otras (He 2,1-13), y en espacios de comunión y participación sin renunciar a la propia identidad.
La diferencia generacional que nos acompaña en la Misión, nos pide a gritos dejarnos guiar por el Espíritu, porque es la única manera de colocarnos en la línea del profeta Joel (3,1ss) que nos ayuda a reconocer que los ancianos tienen “sueños” y los jóvenes tienen “visiones”. En este sentido, el futuro nos invita a soñar mirando más allá del pasado y del presente. Nos alienta a perder el miedo de compartir nuestros “sueños y nuestras visiones” para transformarlos en proyectos comunitarios entre nosotros y con los pueblos en los que nos encontramos. El futuro nos está pidiendo la capacidad del diálogo intergeneracional e intercultural como estilo de vida, como método misionero, pero sobre todo como medio para construir y garantizar la fraternidad. Esto implica una formación de base y permanente que ayude al Comboniano a adquirir una correcta capacidad de acogida y a saber coger la trama de la convivencia. Una formación que proporcione los elementos necesarios para ayudar a sostener la fatiga de la aceptación de si mismos y de los demás.
Para reflexionar:
· ¿Cuáles son las dificultades y las riquezas que has experimentado en la multiculturalidad comboniana?
· Según tu experiencia ¿existe el diálogo intergeneracional e intercultural en el Instituto?

4. Escribir en el corazón nuestro “credo comboniano”
No necesitamos exagerar los problemas, sabemos que podemos hallar soluciones, pero también sabemos que toda solución que podamos plantear pasa por cambios radicales en el terreno de los valores, de los intereses, del modo de pensar, del estilo de vida… El rostro multicultural y la diversidad de los contextos en los que desempeñamos nuestra labor misionera, nos obliga a determinar los valores irrenunciables para todo Comboniano independientemente de su nacionalidad o cultura. No podemos abrirnos al futuro si antes no sentamos las bases de un mínimo común comboniano. Ser fieles y creativos en el hoy del mundo exige poner por “escrito” no en el papel, sino en el corazón, nuestro “decálogo comboniano”. Escribir nuestro credo comboniano nos ayudará a construir significados comunes, a fortalecer nuestra identidad y espíritu de pertenencia, de tal manera que podamos ser Combonianos junto a los demás y superar los conflictos generados por los personalismos, la dispersión, el aislamiento.
Para reflexionar:
· ¿Cuál es tu “credo”? ¿Lo has escrito en tu corazón?
· ¿Lo has compartido o lo compartes con tus cohermanos de comunidad?

5. Redescubrir la fraternidad
En un mundo donde el ser humano es una mercancía puesta en el mercado, el futuro nos exige dejarnos conducir por el Espíritu del Señor, porque es el único espíritu que nos hace tomar en serio a Dios como Papá y a la Fraternidad como consecuencia relacional en la línea de la liberación y de la promoción humana (Lc 4,18-19). Sabemos bien que la miseria y la violencia, fruto de la injusticia, no se terminarán nunca si el ser humano no ve a su semejante como su hermano. La humanidad pide a “gritos” hombres capaces de “mostrar” cómo se es “hermano”, y cómo se vive cuando se cree en un Dios-Papá. Esto implica una misión cuyo objetivo principal es trabajar para que el "no humano", sea verdaderamente "humano". Es decir, pide un misionero animador y promotor de procesos de humanización que hacen que las manos de las personas y pueblos que acompaña, se extiendan cada vez menos como si fueran mendicantes, y comiencen a extenderse como colaboración. En otras palabras, el futuro nos coloca en el horizonte de una misión humanisante.
Ante este panorama misionero y de cara al futuro, la cuestión vocacional del Hermano Misionero Comboniano es punto clave para afrontar la misión del futuro en el horizonte de la fraternidad. Esto implica fundar la formación y la espiritualidad del Hermano a partir del Misterio de la Encarnación, mediante el cual Dios se hace hermano del ser humano, y uno de tantos (Fil 2) poniendo su tienda entre nosotros (Jn 1,14). Esto significa repensar al Hermano teniendo los ojos fijos en Jesucristo como el primogénito entre muchos hermanos (Rom 8,29). El futuro nos invita a recuperar la fraternidad como condición indispensable del Reino, precisamente por eso, redescubrir al Hermano como “sacramento de la Fraternidad” nos ayudará a vivir y comprender la misión no solamente por vía profesional o científica, sino con la capacidad de comprensión afectiva que da el amor.
Para reflexionar:
· ¿Crees que la misión se está viviendo en el horizonte de la fraternidad?
· ¿En qué consiste, desde tu punto de vista, la santidad y la capacidad del Hermano Comboniano?
Ratio Missionis: subsidio n. 6