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Nº Escrito
Destinatario
Señal (*)
Remitente
Fecha
81
Don Nicolás Olivieri
0
Verona
8. 3.1862

N. 81 (79) - A DON NICOLAS OLIVIERI

APCV, 287/90

Verona, 8 de marzo de 1862

Reverendísimo Padre:


 

[683]
Hace ya mucho tiempo que no tengo ninguna noticia de don Blas. Sé que se fue de El Cairo. El P. Ludovico me ha escrito desde Nápoles diciéndome que las tres últimas negritas llegadas a Roma están ya en el colegio de la capital partenopea, de lo cual me congratulo muchísimo. Querido D. Nicolás, ¿será posible que no podamos realizar una expedición a las costas de Africa Oriental para rescatar 500 almas? Estoy impaciente por verle en Verona con D. Blas para hablar al respecto.


[684]
Los Padres Girelli y Tomelleri, de la Orden de San Camilo de Lellis de Verona, por muy santos asuntos de su Congregación necesitan entrevistarse con S. Em.a el Cardenal Vicario, Patrizi. Creo que al menos el Santo purpurado está introducido en la Sagrada Congregación de Obispos Regulares. Por eso me atrevería a rogar de Ud., que es el ojo derecho de S. Eminencia, tuviera a bien presentar dichos buenos Padres al Cardenal Vicario, quien siendo todo bondad para las Ordenes religiosas, podrá favorecer a la Orden de S. Camilo, que lleva tantos años haciendo un gran bien en las provincias vénetas.

Reiterándole mi súplica de introducir a estos buenos Padres a la presencia de S. Em.a , le ruego que salude de mi parte a D. Blas y a la famosa vieja heroína, y que ruegue a María Sma. por quien se declara en los Sdos. Corazones de J. y M.



De Ud. indig. serv. y am.

Daniel Comboni m.a.



Reciba cordiales saludos de D. Nicolás Mazza.






82
Madre Emilie Julien
0
Verona
8. 3.1862

N. 82 (80) - A LA MADRE EMILIE JULIEN

APCV, 287/91

Verona, 8 de marzo de 1862

Reverendísima Madre:


 

[685]
Espero que haya recibido mi carta desde Venecia con mi retrato fotográfico, y que tenga el consuelo de ver a menudo en su casa al Conde Thomas. Espero también que Ud. se haya restablecido por completo y que el próximo otoño pueda emprender el viaje a Jerusalén para regresar a Roma todavía como Madre General. Espero asimismo seguir recibiendo sus cartas. Que Dios me lo conceda.


[686]
Voy a pedirle, Madre, un favor que usted me puede hacer, y que es el siguiente: Dos Padres de la Congregación de S. Camilo de Lellis, los PP. Girelli y Tomelleri (este último ex alumno de mi Insto.), necesitarían ser presentados a la Congregación de Obispos Regulares. Usted puede presentarlos a cualquier Obispo amigo suyo, a fin de que los ayude en sus gestiones. Ellos quieren unir las diversas Casas de Venecia, ahora directamente dependientes de Roma, en una Provincia; o sea, quieren hacer una Provincia con diferentes Casas. Hágame el favor de ponerlos en contacto con Obispos de su conocimiento. Usted es práctica en estas cosas, habiendo fundado tantas Casas, especialmente en Roma.

Perdóneme, Madre. Salude de mi parte a Sor Sofía; presente además mis respetos a Mons. Serra, Obispo de Perth, y ruegue por



Su indignmo. servidor

Daniel Comb.






83
Card. Antonio Cagiani
0
Verona
8. 3.1862

N. 83 (81) - AL CARD. ANTONIO CAGIANI

APCV, 287/92

Verona, 8 de marzo de 1862

Eminentísimo Príncipe:


 

[687]
La eximia bondad con que V. Em.a me acogió el pasado enero en Roma, y con que tanto se esforzó en favor de las Hermanas Clarisas Sacramentinas de Verona, me anima a encomendar a la salicitud de V. Em.a Rma. a los portadores de la presente, los PP. Camilos Girelli y Tomelleri, que son enviados a Roma por asuntos de su Orden. Tienen por objeto obtener de la Sagrada Congregación de Obispos Regulares la facultad de que las diversas Casas religiosas que tienen en el Lombardo-Véneto, y que independientemente unas de otras están gobernadas por Roma, sean constituidas en Provincia, quedando unidas entre sí bajo las órdenes de un Jefe Provincial dependiente del General de los Rvdos. PP. Ministros de los Enfermos de Roma. A este fin necesitan orientación, recomendaciones y ayudas.


[688]
Los PP. de la Orden de S. Camilo de Lellis de Verona y de nuestras provincias, lo mismo que las demás corporaciones religiosas del Véneto, son un ejemplo para todos, y observan con el más estricto rigor sus reglas. Debo decir por amor a la verdad, que si en Roma brilla en algunas almas religiosas la más espléndida luz de perfección, en nuestras provincias del Véneto, generalmente hablando, los religiosos de ambos sexos observan las reglas con mayor perfección que en Roma y que en las otras provincias de Italia –casi todas– que he visitado. Por eso la ayuda que V. Em.a Rma. preste con sus consejos y con su protección, será eminentemente recompensada con la satisfacción resultante de saber que V. Em.a Rma. favorece a un nutrido grupo de almas justas y santas que han llenado nuestros países de obras benéficas, especialmente en lo que se refiere a dirigir y atender numerosos hospitales de algunas ciudades Lombardo-Vénetas. Encomiendo, pues, estos buenos Padres Camilos a las paternales atenciones de V. Em.a , en la firma confianza de que gracias a sus consejos y a su guía triunfarán en sus nobles propósitos.


[689]
La Madre Superiora de las Sacramentinas Clarisas de Verona, a quien visité ayer, le manda sus saludos más distinguidos. Le pido perdón por haberme atrevido a hablar en favor de estos amigos míos a V. Em.a Rma., que tanto sabe de estos asuntos. Y mientras le beso humildemente la Sagrada Púrpura, paso a declararme en los Sdos. Corazones de J. y de M.



De V. Em.a Rma.

humilmo., devmo. e indignmo. servidor

Daniel Comboni

Misro. Aplico. en Africa Central






84
Don Luis Fratini
0
Verona
8. 3.1862

N. 84 (82) - A DON LUIS FRATINI

PCV, 287/93

Verona, 8 de marzo de 1862

Mi querido D. Luis:


 

[690]
Usted dirá que soy tardo, que no le escribo nunca. Sí, tiene razón; pero sabré remediar a tiempo mi negligencia, y Ud. la suya. El objeto de estas pocas líneas es que, cuando pueda, como hizo conmigo, lleve a los portadores de la presente, mis amigos los Rvdos. PP. Camilos Girelli y Tomelleri, a ver alguna maravilla de Roma. Los recomiendo a su gentileza. Acuérdese de mí, presente mis saludos y reverencias a todos los miembros de la Casa de Carpegna, y considéreme



Su sincero amigo

Daniel Comboni, m.a.



Mis respetos a Mons. Besi.

El magnífico ornamento de iglesia regalado por Austria a Pío IX está valorado en 36.000 escudos y es obra de las chicas de mi Insto; en él han trabajado también las negritas. Si lo va Ud. a ver, tendrá ocasión de admirar un magnífico trabajo, todo hecho a mano.






85
P. Germán Tomelleri
1
Verona
14. 4.1862

N. 85 (83) - AL PADRE GERMAN TOMELLERI

APCV, 287/93 bis

14 de abril de 1862

[Es una breve nota.]




 

86
Card. Alejandro Barnabò
0
Verona
17.4.1862

N. 86 (84) - AL CARD. ALEJANDRO BARNABO

AP SC Collegio Africano – Verona

Verona, 17 de abril de 1862

Emmo. Príncipe:


 

[691]
El Canónigo Mons. Polidoro, actual Deán de la Catedral de Verona, ex Confesor de S. Majestad I.R.A. la Emperatriz Mariana de Austria, llamado entre nosotros el S. Ligorio de Verona, encuéntrase ahora, a sus setenta y cuatro años de edad, afectado de grave y lenta enfermedad crónica que ha de llevarle a la tumba en pocos meses. Siendo devotamente afecto a la Santa Sede y al Sumo Pontífice, y deseando ardientemente una especial bendición del Supremo Pastor de la Iglesia, se dirigió a mí, que había ido a visitarle, para encontrar el canal seguro mediante el que obtener esa gran satisfacción. Por este motivo me atrevo a importunar en su bondad a V. Eminencia Ilma y Rma. para que el jueves, aprovechando que acude a los pies de S. Santidad, se digne pedirle una bendición para Mons. Polidoro, que le volverá gozosos los dolores de su avanzada edad y de su extrema enfermedad. Si a todo esto V. Em.a añadiese una bendición para el pobre Insto. Mazza, le sería más grata que todos los elogios que recibe de la prensa periódica, frecuente órgano de la mentira.

En espera de una sola línea de consuelo para el santo anciano, nuestro amigo, que anuncie la bendición que le envía el Santo Padre, le beso la Sagrada Púrpura, y me declaro con toda veneración y respeto



De V. Em.a Ilma y Rma.

humilmo. e indignmo. serv. e hijo

Daniel Comboni






87
Cdsa. Ludmila de Carpegna
0
Verona
1. 6.1862

N. 87 (85) - A LA CONDESA LUDMILA DE CARPEGNA

AFC, Pesaro

Verona, 1 de junio de 1862

Nobilma. Sra. Condesa:


 

[692]
Con la mano aún temblorosa y convulsa, porque acabo de bajar del púlpito, me apresuro a escribirle este par de líneas para manifestarle mi enorme sorpresa, la intensísima alegría de mi corazón y mi más sentido agradecimiento al acabar de recibir su estimadísima carta del pdo. día 20, escrita desde el ameno lugar de la Vigna. En verdad siempre había alimentado el deseo, pero nunca la esperanza, de que Ud. encontrase el tiempo y la voluntad de escribirme, habiéndome ya advertido que, a excepción de su piadosa hermana y de algún otro próximo allegado, no acostumbra a escribir a nadie. Por eso, el tener delante la querida y preciada carta suya, monumento del dulce recuerdo que guardo de Ud. y de toda la querida y venerada familia Carpegna, objeto de tantos suspiros y dulces emociones de mi corazón, le aseguro que constituye para mí un acontecimiento de tan verdadera dicha que no terminaré nunca, ni nunca seré capaz, de mostrarle bastante mi más vivo agradecimiento.


[693]
Me dice que está a punto de producirse en la dilecta familia un acontecimiento doloroso, que es la separación por algún tiempo de mi querido e inocente Pippo, separación que yo siento en lo más vivo del alma, porque mientras él estaba en Roma podía esperar verle más a menudo, y en cambio, a Bélgica, no tengo ocasión de ir por ahora. Sin embargo pienso que, después de todo, un viaje a Bélgica es para mí como el paseo que la Sra. Condesa dará mañana desde la Vigna hasta La Sapienza, según me escribe; por eso, si él se queda allá unos años, como el cariño sabe vencer todos los obstáculos, ya encontraré la oportunidad de correr a abrazarle también en Bélgica.

Mientras, le ruego que estampe en ese querido rostro dos besos afectuosos de mi parte y le anuncie a la vez que, cuando yo conozca la dirección, le escribiré para establecer inmediata comunicación epistolar entre los dos, deseoso de ser informado cuanto le concierne y de hacerle sentir el gran cariño que le tengo. Veo que Ud. y su familia guardan grato recuerdo de mí. Si le dijese que pasa una hora sin que yo recuerde afectuosamente a todos los miembros de su casa, diría una solemne mentira: siempre, siempre et sans cesse los llevo en mi corazón, los recuerdo a todos, y a veces, sin darme cuenta, me pongo a hablar de ustedes a quien me rodea, y me sirve de ánimo y de suave consuelo en nuestra lejanía el recordarlos a Dios en el Santo Sacrificio de la Misa, lo cual no dejo de hacer ninguna mañana que subo al altar.


[694]
Sí; el Dios de la paz y de la misericordia no tardará en derramar sobre la noble familia el bálsamo de la alegría y de la concordia, y disipará todas las nubes con que el enemigo de la felicidad humana empaña las delicias de una familia que es digna de especiales consideraciones por parte de Dios y de la sociedad. Entretanto, deje descansar su espíritu en la tranquilidad, en la esperanza, en las disposiciones de ese Dios que mira a los cuatro miembros de la querida familia con especial predilección y afecto. Ninguna plegaria sale de mi corazón tan espontánea, ferviente y llena de consolación como en los felices momentos en que cada día elevo la mirada al Señor para encontrar en El el centro de comunicación entre mí y la siempre amada familia Carpegna, que posee todo mi corazón.

Me dice también que sobre el 12 de este mes Ud. marchará con el Conde y con Guido a Carpegna. ¡Oh! Se regocija mi corazón, porque se acerca a Verona, y esto me hace esperar que quizá tal proximidad me proporcionará la ocasión hacer una excursión otoñal hasta allí, porque grande es el deseo que me arde en el pecho de ver a todos, de hablar largamente, de deleitarme con su querida presencia. ¡Quién sabe si Dios no me tiene reservado este consuelo! A mí me gusta tener noticias en particular de cada uno de los queridos cinco miembros de la familia, y el bueno de Guido, de algunos, sólo me habla de pasada; pero yo le escribiré que deseo saber de todos y cada uno, y por extenso. Lamento que después de mi partida de Roma (que acaso fue la más dolorosa separación de toda mi vida por tener que alejarme de los que me eran queridos, y por ciertas concomitancias que yo entreveía) usted haya estado mala.


[695]
Espero que los baños de Rímini la restablezcan por completo. Trate de curarse totalmente ese pequeño resto de tos, que no sabría decirle si es una leve irritación en la mucosa, o un indicio de alguna pequeña afección del aparato respiratorio. Y procure vigilar su salud y dedicarle especiales cuidados, pues es tan preciosa para su familia y para otros. ¿Y qué hace mi querido Conde Luis? Dígale que lo tengo siempre en la memoria; que pienso en él; que lo estimo mucho, para lo cual tengo muy poderosas razones, y que le quiero con sincerísimo afecto. Si en mayo no hubiese estado enormemente ocupado, le habría escrito; pero tengo el deseo de hacerlo muy en breve. Entretanto, salúdele de mi parte, mientras yo rezo por él. Por lo demás, mis chicos y chicas negros están bien, menos Luis, que era el predilecto de Guido, y que por haber crecido demasiado rápidamente, ha contraído una tuberculosis que lo mandará a la tumba. He comunicado esta mañana los saludos de Ud. a mi Superior, que le da gracias de corazón y le presenta a su vez sus respetos. El, que es un santo, ruega por Ud. y por la familia Carpegna.


[696]
Nuestras 400 chicas, aunque entre los más formidables apuros de estos tiempos difíciles, van bien; e igualmente van bien los 200 chicos de mi Colegio, que dentro de poco harán una función en la ciudad. Por otra parte, nuestro Superior, ya septuagenario, que vive sólo de unas pocas hierbas que toma una vez al día, sin ninguna clase de fondos, apoyado en la Providencia, dirige y provee a esta enorme cantidad de personas, siempre alegre y tranquilo, y siempre agradecido al Señor. Yo por ahora estoy sin ningún destino, por lo cual tengo la esperanza de que nos veamos pronto. Por ello suspira mi corazón. Salude de mi parte al Prof. Mazzoni, del que guardo agradable recuerdo; y no me maravillo del buen resultado de sus operaciones, después de haber admirado su ciencia y pericia, que hacen de él un gran cirujano.

Por lo demás, no sé encontrar palabras con que mostrarle mi gratitud al verme recordado por Ud. Yo ciertamente le volveré a escribir, pero no me atrevo a pedirle que Ud. haga lo mismo alguna vez. Lejos de creer demasiado larga su carta, debo decirle que soy tan feliz teniendo delante sus caracteres, que los miro como un preciado tesoro, y cuanto más hechos deprisa y corriendo, a la buena de Dios, más entrañables me parecen, al ser más espontáneos y cordiales. Ah, ¡por favor!, esté alegre y tranquila. La dicha de ver un esposo tan solícito con Ud., y dos hijos que trajo al mundo con amor, y que la quieren mucho más que a una madre, como Ud. es también madre sin par para ellos, constituye un consuelo que debe disiparle toda niebla de aflicción. Es lo que mi corazón anhela.


[697]
Este pasado mes de mayo he hecho 33 predicaciones formales, todas sobre la Sma. V. María, y mientras exaltaba sus grandezas, en la colecta recomendaba todas las noches a mi numerosísimo auditorio tres Avemarías según mi intención; y mi intención era la felicidad espiritual y temporal de la familia Carpegna. ¡Ah! María derramará el torrente de sus bendiciones y el río de su paz en el corazón de la venerada Condesa Ludmila, del Conde Luis, y sobre toda su querida familia. Téngame siempre en su recuerdo, y acepte las expresiones de verdadera estima y afecto que le ofrece de todo corazón



Su afmo. Daniel C. M.A.






88
Cdsa. Ludmila de Carpegna
0
Verona
4.7.1862

N. 88 (86) - A LA CONDESA LUDMILA DE CARPEGNA

AFC, Pesaro

Verona, 4 de julio de 1862

Nobilísima Sra. Condesa:


 

[698]
¡Qué agradecido le estoy por su carta del 1 del cte.! ¡Cómo satisface, señora, mis deseos al hablarme de Ud. y de todos los miembros de la querida familia Carpegna, a la que quiero más que a mí mismo! Sí, venerada Sra. Condesa: cada vez que Ud. me escribe, y también cuando mi querido Guido me escribe, le aseguro que es para mí un acontecimiento que me sirve de total consuelo y hace disiparse en mí toda pena y toda desazón. Le doy gracias de todo corazón, y no sabría expresarle bastante el afecto que le tengo a Ud. y a todos los miembros de su familia. Le aseguro que todas las aflicciones que ahora oprimen su alma, y que benévolamente me expone, llegan directamente a lo más íntimo de mi corazón; y quisiera no solamente compartir estas congojas (que todas las adversidades suyas y de la casa de Carpegna son también mías), sino que sería feliz si pudiera echarlas todas sobre mí y sufrirlas yo solo.


[699]
Ya puede imaginarse con cuánto afecto tengo todos los días la dicha de rezar, especialmente en la Santa Misa, por Ud. y por todos ellos. A decir verdad, conociendo un poco las cosas de Roma, estoy convencido de que ha hecho muy bien metiendo en el Colegio de Bruselas a mi querido Pippo, y que ha actuado como verdadera madre cristiana al haber sabido sacrificarse alejando de sí a su querido hijo por buscar su bien futuro. Admirable, Sra. Condesa. Cómo gozo de ver esos rasgos generosos, que hacen crecer la estima y el afecto que siento por Ud. Hasta el punto que quiero congratularme de ello con el Sr. Conde, al que escribiré mañana. Tengo la convicción, y por eso debe cobrar ánimos, de que ha hecho Ud. algo grande, incluso muy grande, dados los obstáculos que ha tenido que superar; y a su tiempo será feliz al ver los frutos de este magnánimo sacrificio.


[700]
Le ruego me envíe la dirección para cartearme con Pippo, porque deseo dejar en él normas y recuerdos que le ayuden a crecer en la virtud, para prez de su familia y honra de la sociedad. Entre paréntesis le digo (y le ruego que guarde silencio sobre ello, porque por ahora será útil, y a su tiempo verá los resultados) que mantengo correspondencia con el Conde Luis, y nos intercambiamos algunas cartas. Le diré que hasta ahora estoy contentísimo. Roguemos, pues, con fervor a los Sdos. Corazones de Jesús y de María. (Le repito que guarde silencio. No debía habérselo dicho. Pero la tengo en tanta estima y respeto, que por Ud. no temo romper el secreto.) Siento mucho la peligrosa enfermedad de su hermana que vive en Polonia.


[701]
Esta mañana he celebrado misa en el Sagrado Corazón por Ud., y pediré oraciones por la pobre enferma a mi Superior y a otras pías almas. Pero cualquiera que sea el desenlace, llevamos con nosotros, mi respetable Condesa, la Cruz de Cristo. Roguemos primero que Dios bendiga su alma, y luego su cuerpo, dispuestos siempre a aceptar de manos de Dios el sacrificio. Me complace que me hable de su hermana Anita, de Pélagie, de su hermano y de todos los que tienen estrecho parentesco y amistad con Ud. y con la adorada familia Carpegna, porque a todos ellos los quiero a causa de su relación con el augusto nombre de Carpegna. Ruego de su gentileza que salude en mi nombre a su hermano, a Pélagie, y a esos cuatro buenos niños suyos. Pélagie me escribió una vez después de mi regreso de Roma, y yo le contesté en las pasadas fiestas de Pascua. Después no he vuelto a tener noticias de las buenas polacas.

De nuevo, muchos saludos a todos. He mandado una carta de reproche a mis dos compañeros Misioneros, a los que rogué que fueran a visitar a la familia en cuanto llegasen a Roma, y luego me escribiesen. Esos bribones, por el contrario, han esperado veinte días y luego no me han escrito nada, limitándose a ver por poco tiempo a la familia sin nombrarme a nadie. También por esto he estado con gran pena. Pero debo estarle agradecido a Ud., señora Condesa, que me ha proporcionado un gran consuelo al darme noticias suyas y de los otros. Guido, ese bribonzuelo, hace tres meses que no me escribe. Verdaderamente es un poco cruel con un amigo que le quiere; en cuanto pase el trastorno que supone la marcha de Pippo, me va a oír bien. Pero hablemos un poco más íntimamente.


[702]
Aunque yo no haya sabido más que el diez por ciento de los problemas que afligen a la adorada familia Carpegna, sin embargo el amor, que es siempre inquieto, y que se lanza allí donde un rayo de bien de las personas amadas lo transporta, el afecto, digo, me ha revelado el otro noventa por ciento. Me lo imagino todo. Podría repetirle ad litteram todo lo que me vino a los ojos y a la mente de Ud., del Conde, de Guido, de Pippo y de D. Luis. Veo en la familia tribulaciones no pequeñas. Dios quiere dar de beber la hiel incluso a quien podría ser plenamente feliz.


[703]
Adoremos las disposiciones de Dios; pero por nuestra parte debemos alejar todo lo que pueda turbar nuestra paz. ¡Ah, sí, la venerada Condesa Ludmila es la que ha bebido el cáliz más amargo! Lo imagino; y me imagino también el heroísmo de su virtud, los sacrificios que ha tenido que soportar. Pero ánimo, mi querida Condesa: esas angustias, esas preocupaciones, esas penas no las ha padecido en vano. La cuenta de esos sufrimientos ya la está haciendo quien los tenía que calcular. Es imposible que tantos sacrificios y tantas penas como usted ha soportado no se vean coronados por una era de paz, por un torrente de consuelo que la espera. Animo, pues, por ahora; esté tranquila, esté siempre alegre. Esos dos queridos hijos a los que Ud. ama con amor de madre sin par, deben confortarla, y fundadamente, en todo acontecimiento adverso.


[704]
El Conde, puedo decirlo con seguridad, conoce las virtudes de Ud. y sabe que ha sufrido. Pero basta, porque ahora no quisiera ir demasiado adelante. Esté tranquila, alegre, y piense alguna vez también en Verona, donde hay sitios en los que se habla de Ud. de Guido y de Ellos, como en Roma. Algunos amigos míos me preguntan a menudo por los Carpegna. Acuérdese de mí, Sra. Condesa, que yo siempre me acuerdo de Ud. y llevo su venerado nombre y su imagen grabados en el corazón. Ruegue por mí, y que Dios sea el centro de comunicación entre Ud., su querida familia y yo. Le ruego que me escriba de nuevo durante su estancia en Pesaro, y me diga cuánto tiempo Ud., el Conde y Guido se quedarán todavía en Carpegna, para atenerme a ello. ¡Oh, si supiera cuánto deseo verlos! Y si en otoño están todavía allí, es muy probable que vaya a hacerles una visita de algunos días.

Escríbame, Condesa, que sus cartas son como verdadero bálsamo restaurador para mi espíritu. Y, por favor, recuerde a Guido, a quien escribiré después de haberlo hecho al Conde, que no sea tan tacaño de cartas, que las suyas me son demasiado queridas. Si escribe a Pippo y al excelente D. Luis, déles recuerdos de mi parte. Me imagino que D. Luis irá a la Exposición de Londres; pues a su regreso, dígale al oído y sugiérale –como hago a Ud.– que pase por Verona, porque tendré mucho gusto de verle, y una larga parrafada con él podría ser muy útil para lo que roule dans mon esprit.


[705]
Entretanto, Condesa, me pongo a sus pies. Haga bien los baños, y procure que le sean útiles para conservar y restablecer su preciosa salud. Diviértase, esté alegre y con buen ánimo, salude de mi parte a Pippo, y escriba hablándome de Ud. y de sus cosas, que son como mías, así como de Guido y del Conde, que tienen mi afecto; en fin, de los cuatro, a los que todos los días contemplo en mi gran álbum, que nunca abro, a excepción de tres o cuatro veces al día para ver al completo la imagen de la venerada familia Carpegna.

Acepte las expresiones de estima y respetuoso cariño, con que me declaro de todo corazón



De Ud. afmo serv.

Daniel Comboni M.A.



Reciba los saludos que en este momento mi Superior me pide mandarle.






89
Cdsa. Ludmila de Carpegna
0
Verona
1. 8.1862

N. 89 (87) - A LA CONDESA LUDMILA DE CARPEGNA

AFC, Pesaro

Verona, 1 de agosto de 1862

Nobilísima Sra. Condesa:


 

[706]
Mientras Ud. sigue en Pesaro, quiero escribirle todavía una vez, sabiendo lo buena y gentil que es al leer gustosa mis cartas. He recibido la última suya preciosísima del 19 pdo., que por un lado me inundó el alma de inmenso placer, y por otro me dejó el corazón afligido.

Le diré que he recibido una deliciosa carta de Bruselas, en la que mi querido Pippo me pone ampliamente al corriente de su situación actual. ¡Qué hermoso corazón tiene ese chico! Me dice que pone todo de su parte por obtener buenos resultados, y triunfar en su intento para dar consuelo a sus padres. Tiene tanto apego a su familia que todo lo demás le aburre; así que vive siempre retirado, entregado a sus estudios para corresponder con el éxito en ellos a tantas preocupaciones de sus queridos padres. Me ruega consolar con alguna carta a papá y maman; y como papá se oponía, quiere con sus buenos progresos darle tanto contento, y más, cuanto fue su dolor al otorgarle el consentimiento. ¡Dios bendiga a ese buen hijo, y bendiga al excelente D. Luis que cuida de él como un verdadero padre! Ha sido un gran placer para mí recibir carta de D. Luis por primera vez. Por lo visto, se quedará en Bruselas todo este año. Me parece estar viendo a Pippo tan consagrado al estudio, tan deseoso de ir bien, que este hijo, cuya momentánea separación ha costado tantas lágrimas, consolará de tal modo el corazón de sus buenos padres que hará honor a la noble familia. Por otro lado, me parece tan bueno ese chico que no contraerá ningún vicio de los que difícilmente puede haber en un Colegio militar, y tanto menos cuanto que el de Bruselas goza de buena fama.


[707]
Alíviese, pues, su corazón, mi buena Condesa, que su sacrificio traerá la felicidad y el bien de esa alma. Debo hacer constar también el importante papel que en ello ha desempeñado el Conde. El no quería dar de ninguna manera su consentimiento, pero lo da. Se lamenta, grita, refunfuña en su disconformidad, pero lo deja en Bruselas. De alguna manera se adapta a la voluntad de los demás. No entendiéndola bien, otro se habría mantenido firme en su postura, y habría negado su aprobación. Pero el Conde ha cedido, y en esto ha demostrado ser un hombre que se sacrifica. ¡Pobre! Comprendo todo el esfuerzo que ha hecho, y espero que esté ya tranquilo. Porque, aunque no hubiera otros motivos, la irreprochable conducta del hijo, su incansable amor y aplicación al estudio y su deseo de corresponder a los sacrificios de Uds. deberían bastar para consolar a un padre.

Confío en que los baños le hayan hecho a Ud. bien, y que el otoño terminará de restablecer su salud. Estará consolada por la presencia de mi querido Guido, que con su desbordada fantasía lanzará desde las orillas del Adriático una mirada a aquel mar tempestuoso de Albania, donde el año pasado soportamos una feroz tormenta que nos obligó a buscar refugio en Corfú. Suspiro por ir a pasar unos días en Carpegna, pero aún no estoy seguro de poder hacerlo.


[708]
Sus gentiles invitaciones me hacen volar allí: estoy impaciente por verlos a los tres. En cualquier caso, haré lo posible para que el Superior me dé permiso. Y en mi empeño de ir a Carpegna, si todos mis intentos fracasaran, pienso robar los quince días que nos conceden para ir a nuestros lugares de origen, y volar a los montes de Urbino y Maceratiani. Mi pueblo, que está en Lombardía, junto al lago Garda, ya me tuvo el pasado otoño, donde di las santas Misiones. Mi padre, lo único que me incitaría a ir allí, ya estuvo conmigo veinte días en el colegio el pdo. julio. Así que espero poder efectuar una rápida escapada a S. Arcangelo, y por el camino de S. Marina emprender la subida de sus montes.

Estoy muy bien, y ocupadísimo: aparte de la correspondencia con las Misiones, la predicación y la clase diaria de árabe, tengo diversas actividades filantrópicas. La semana pasada, mediante una carta escrita al Emperador de Austria, Dios me concedió la gracia de la liberación de dos presos condenados, que eran inocentes. Ruegue por mí, Condesa: usted. tiene puesto fijo en mis oraciones, en mi corazón. En medio de mis ocupaciones, lo que me ha dado más ánimo ha sido recibir sus cartas, así como las del Conde, de Guido, de Pippo y de D. Luis. Casi todos los días me llegan cartas de cuatro partes del mundo; sé que tengo el afecto de muchos, especialmente en Verona; pero mi corazón está siempre fijo en la buena familia Carpegna, y no sé por qué. Acuérdese de



Su afmo Daniel C.



Mi Superior le presenta sus respectos y reza por Ud.






90
Presidente Soc. Colonia
0
Verona
1. 8.1862

N. 90 (88) - AL PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD DE COLONIA

PARA EL SOCORRO DE LOS NIÑOS NEGROS

«Jahresbericht des Vereines zur Unterstützung

der armen Negerinnen» 12 (1062), pp. 46-48

Verona, 1 de agosto de 1862

Reverendo Señor:


 

[709]
La Divina Providencia, que nunca abandona a los que confían en ella, dispuso que yo viniese a saber de la existencia en Colonia de una pía Sociedad que se propone como fin promover y sostener la obra misionera del rescate, educación e instrucción de los pobres niños negros. El P. Ludovico de Casoria, en Nápoles, como también el Presidente de la Sociedad de María, en Viena, el Sr. Dr. Fr. von Hurter, fueron los que me hicieron interesarme al respecto.

A mi regreso de Africa Central, se me confió la dirección de la sección del Instituto Mazza en la que se educan e instruyen los niños negros.


[710]
El Revdo. Sr. D. Nicolás Mazza, ahora hace cincuenta años (véase más detalladamente en nuestro informe anual) fundó un Instituto de educación para niños pobres de eminente talento y probada moralidad, a fin de hacer de ellos hábiles sacerdotes para el servicio de la Iglesia u hombres capaces para la humana sociedad.

A este Instituto vino a añadirse una segunda creación de D. Mazza: una casa que debía servir de refugio a aquellas jovencitas que, sin protección de la sociedad, correrían el riesgo de perder su inocencia, para hacer de ellas en todos los aspectos excelentes mujeres para la vida civil. En estos dos Institutos se encuentran acogidos en la actualidad, separadamente, cerca de seiscientos alumnos. Los dos Institutos no poseen capital y D. Mazza se siente cada día abandonado al arbitrio de la Providencia divina. En 1849, a esos Institutos se añadió un tercero para los fines de la Misión de Africa Central. El se hizo cargo del mantenimiento, la educación y la instrucción de cierto número de niños negros rescatados, de los que esperaba servirse más tarde (según el plan del P. Ludovico de Casoria) para la conversión de sus propios paisanos en Africa.


[711]
Actualmente tenemos sólo 12 niños negros, que yo mismo rescaté el año pasado en la costa de Zanzíbar (costa oriental de Africa) y en Adén; además tenemos 13 chicas negras que fueron traídas de Egipto. Ahora me ha sido confiada la dirección y administración de este Instituto, y apenas sé cómo sacarlo adelante cada día, tanto más cuanto que, por los nefastos años de guerra, las fuentes de la beneficencia corren escasas de caudal en todas partes. Por este motivo me atrevo a rogar con la mayor insistencia a la Presidencia de la Sociedad de Colonia que me proporcione nuevas ayudas. Sé con cuánta abundancia socorren cada año al P. Ludovico y al P. Olivieri, ambos amigos míos, con los que he convivido en Nápoles, en Roma y en Egipto; y si me dirijo a esa pía Sociedad es porque me encuentro en una deplorable estrechez.


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Sin embargo, antes de decidir si soy digno de ayuda, tengan la bondad de recabar información sobre mí del Presidente de la Sociedad de María, de Viena, el Sr. Dr. von Hurter; de S.Em.a el Card. Barnabò, Prefecto de la S. Congregación de Propaganda; del P. Ludovico, al que he llevado ya en bastantes ocasiones niños negros; o del Reverendo Nicolás Olivieri y del Revdo. Provicario Mateo Kirchner, con quien yo, como misionero apostólico, viajé al interior de Africa.

Dios escuche mis plegarias, etc.



Daniel Comboni

Misionero Apostólico

Director del Colegio Mazza para los Negros



Original alemán.

Traducción del italiano.