“¡Dura cosa esto de ser el Superior! Pero para servir al Señor es preciso llevar la cadena. En el cielo seremos más libres”. En su contexto, esta frase de Daniel Comboni (E 5815) se refiere a la imposibilidad práctica de pasar algún día de vacación en familia, en su pueblo, como hubiera deseado, para atender, en cambio, a los muchos compromisos que se derivaban de su responsabilidad al frente de los Institutos y de la misión del África Central.

Discernimiento

Reflexionando sobre “La misión de los combonianos al principio del tercer milenio”, el XVI Capítulo General ha individuado algunas pistas que- junto a las indicaciones y normas generales de la Regla de Vida 102-108 y 117-131 que permanecen el punto de referencia esencial- actualizan el papel del superior hoy y pueden ayudarnos, en consecuencia, en nuestras elecciones. Las recordamos: “…el ministerio del superior resulta particularmente precioso como animador de la fraternidad, del discernimiento y de la corresponsabilidad, que hacen posible y significativa la vida comunitaria” (DC ’03, 81).
“Para una corresponsabilidad más efectiva, todos los miembros de la comunidad participarán en la elaboración de un proyecto común y en la programación y revisión de los compromisos” (DC ’03, 93) “Con vistas a una mayor calidad y eficacia de la vida misionera, es esencial que el servicio de la autoridad se caracterice por estos elementos: un discernimiento comunitario, una atención a las riquezas multiculturales de la comunidad, la promoción de la colaboración que garantiza la subsidiaridad y la corresponsabilidad” (DC ’03, 99.5).
Es importante recordar también cuanto el Capítulo General nos enseña sobre la coordinación continental: “En el ejercicio de la autoridad se continuará favoreciendo la corresponsabilidad y la subsidiaridad a todos los niveles. Cada continente determinará las modalidades concretas para aplicar los principios generales” (DC ’03, 137).

Por tanto, la palabra clave del Capítulo es “discernimiento”. Es necesario tener los “ojos penetrantes” y sobre todo el “corazón grande” de que habla Juan Pablo II (NMI, 58, citado por DC ’03, 1) para comprender y escoger a quien sea el más adecuado para guiar nuestras provincias en el próximo trienio.

Discernimiento comunitario

Es obvio que la elección debe surgir de un atento análisis y valoración de la situación real de la provincia y de sus necesidades. Somos conscientes, al mismo tiempo, de que todos sufrimos el influjo de condicionamientos y presiones diversas: por una legítima variedad de opiniones, de simpatías/antipatías personales, y alianzas y lógicas de intereses de grupo, de provincia, de nacionalidad, etc. Que haya necesidad de buscar el bien común, estando atentos también a criterios de edad, representatividad geográfica o nacional, es normal y prudente. Lo importante es que no sean estas razones y las dinámicas las conductoras y principales de nuestra decisión. Deberemos ayudarnos para hacer que el intercambio de pareceres personales, como también las consultas y preferencias expresadas en los grupos y en eventuales asambleas durante el proceso de discernimiento, partan y sean fruto del Espíritu, superando la tentación de prejuicios o proyectos interesados, en la búsqueda sincera de la “voluntad divina”.

Discernimiento en el Espíritu

Un verdadero discernimiento se puede hacer sólo en el Espíritu. Es un don que hay que pedir humildemente y con insistencia en la oración. Pero es también fruto de un fatigoso proceso personal y comunitario de reflexión y búsqueda, en actitud de fe. El ejercicio al que todos somos llamados a participar en los próximos meses, no es una mera formalidad jurídica, un vencimiento administrativo que dejará un cierto número de personas más o menos contentas o descontentas según los resultados. El ejercicio de las elecciones es un serio acto de responsabilidad personal que marcará para bien o para mal el futuro de nuestras comunidades y provincias/delegaciones y, por tanto, la misión a la que hemos dedicado la vida, tras las huellas de Comboni.
Que él nos guíe, consiguiendo para todos nosotros el don del Espíritu para un verdadero discernimiento personal, comunitario y provincial.

Escoger… servidores

Hoy, incluso para las grandes empresas comerciales, el administrador ideal y eficaz, el líder nuevo es una persona que se pone al servicio, un animador que escucha, une y motiva a los otros para alcanzar juntos el objetivo prefijado. No basta, por tanto, “saber mandar”. En sustancia, en la persona del Provincial se trata de escoger al “servidor” de la Provincia y con él, otros hermanos en grado de aconsejarlo y ayudarle para que pueda realizar lo mejor posible, este ministerio, para el bien de todos. Para el Capítulo, el superior es un “servidor” llamado a ser el animador de la fraternidad, del discernimiento y de la corresponsabilidad de todos. Promotor de la misionariedad de cada uno, de las comunidades y de la provincia, para que cada uno y todos puedan ser fieles a su identidad y vocación misionera y comboniana. Su papel no puede, por tanto, ser achatado por la gestión más o menos hábil e indolora del status quo ni atacado por el lanzamiento de nuevos proyectos e iniciativas o por el arrojo en redimensionar otras. Su tarea primaria es la de hacer crecer a todos los misioneros y las comunidades en la fidelidad al carisma de nuestra vocación misionera comboniana, para encarnarlo en el mundo de hoy.

Una “conditio sine qua non”

Hay árboles que producen fruto sólo en determinadas condiciones ambientales. El servicio de la autoridad es muy delicado y complejo, especialmente hoy. Funciona solamente en un ambiente y atmósfera apropiada, en un contexto de fe y comunión. Por parte de quien está llamado a ejercerlo, obviamente, pero no menos necesariamente de parte de quien en la comunidad, provincia/delegación e Instituto, es llamado a seguir responsablemente las indicaciones. Elegir los superiores, pidiéndoles que acepten un servicio difícil por el bien de todos y después dejarlos solos para llevar la cruz, o peor aún, hacerle mas pesada la tarea por falta de colaboración o con el rechazo de una responsable, pero debida obediencia, no es serio y responsable. Es el medio seguro y reconocido para bloquear y minar el bien de la provincia/delegación. Es bueno recordarlo, para comprometerse a actuar de manera que suceda exactamente lo contrario.


P. Teresino Serra
Superior General
Inserti Familia Comboniana - Mayo 2004