Estamos al final del año litúrgico, que se concluye con esta Solemnidad de Cristo Rey, que hay que entender bien, si no queremos cometer una grave equivocación en la manera de comprender la figura de Jesús. Ciertamente, Jesús no era rey a la manera de los reyes o gobernadores del poder civil, como Pilatos, por ejemplo. Más bien Jesús se había presentado, en su subida a Jerusalén, como un Mesías humilde (montado sobre un pollino) y ahora, ante Pilatos, se presenta como un testigo (mártir) de la Verdad.

Profetas, sacerdotes y reyes

Solemnidad de Cristo Rey
Comentario a Jn 18, 33-37

Estamos al final del año litúrgico, que se concluye con esta Solemnidad de Cristo Rey, que hay que entender bien, si no queremos cometer una grave equivocación en la manera de comprender la figura de Jesús. Ciertamente, Jesús no era rey a la manera de los reyes o gobernadores del poder civil, como Pilatos, por ejemplo. Más bien Jesús se había presentado, en su subida a Jerusalén, como un Mesías humilde (montado sobre un pollino) y ahora, ante Pilatos, se presenta como un testigo (mártir) de la Verdad.

Efectivamente, en este domingo, la liturgia abandona la lectura de Marcos y nos presenta un breve pasaje de la narración que Juan hace de la Pasión del Maestro. En ese pasaje el evangelista pone frente a frente los dos personajes contrapuestos: Pilato (representante de un poder que se impone a sí mismo por la fuerza de las armas, aunque eso suponga asesinar a un inocente) y Jesús (testigo de la Verdad de Dios en libertad soberana, con serena humildad y total ausencia de temor o sometimiento de la conciencia).

Si estamos atentos a la lectura de Juan, podemos darnos cuenta que el evangelista nos presenta a Jesús como un hombre libre y, por tanto, soberano frente a un hombre poderoso pero carente de libertad propia; de hecho termina haciendo aquello a lo que otras personas le fuerzan en contra de su propio criterio. Pilato no es libre, Jesús sí. Porque, como diría en otra ocasión,  a él la vida nadie se la arrebata, sino que la entrega libremente (Jn 10,8). San Pablo explicaría más tarde, después de años de discipulado, que él “nos ha amado y se entregó a sí mismo por nosotros” (Ef 5, 2.25).

Esa profunda libertad interior que posee Jesús le hace protagonista de un Reino que no es de este mundo, es decir, del mundo de la arrogancia, la mentira, el abuso. Jesús pertenece al reino del Padre, hecho de verdad y justicia, de amor y perdón. Y por ese Reino Jesús está dispuesto a “entregar” su vida, porque ni siquiera el temor a perder su vida le ata como a la mayoría de nosotros. Él no es esclavo del temor a perder la vida, como nosotros. Él es libre y verdadero y por eso es soberano.

Celebrando esta fiesta, los discípulos de Jesús renovamos la dulce certeza de ser amados por el Enviado del Padre de una manera incondicional. Esa certeza de ser amados nos da una gran soberanía frente a tantos miedos interiores y presiones exteriores. El amor de Jesús, experimentado hoy por la presencia del Espíritu Santo en nosotros, nos libera del reino de este mundo (mentira, arrogancia, orgullo, búsqueda desordenada de riquezas o placeres) y nos introduce en el reino del Padre, es decir, nos hace libres y capaces para vivir en libertad y dignidad, en verdad y amor, como testigos de la Verdad del Padre para nosotros y para los demás. Por algo cuando nos bautizaron, nos llamaron “profetas, sacerdotes y reyes”.

El discípulo de Jesús, como su Maestro, se hace una persona libre y liberadora. Eso es lo que celebramos hoy.
Antonio Villarino, comboniano
Bogotá

El Reino de un Dios crucificado, que no fracasa
Daniel 7,13-14; Salmo 92; Apocalipsis 1,5-8; Juan 18,33-37

Reflexiones
¡Qué extraña forma de proclamarse Rey! El Cristo de la Pasión, en diálogo con el procurador romano (Evangelio), posee las insignias de un rey: una corona sobre la cabeza, un bastón en la mano, una capa roja, las ‘reverencias’ de los soldados... ¡Son los signos de un rey derrotado! Los jefes religiosos, la gente en la plaza, los soldados romanos ya están convencidos: lo han destruido, pueden cantar victoria. Pilato sigue perplejo ante la serenidad de un hombre que, en esas condiciones, insiste en llamarse rey, aunque no de un reino de este mundo. Pilato no puede entender este lenguaje, y menos aún el tema de la verdad (v. 36-37). Sus preguntas inquisitivas tienen un sentido político: le basta haber averiguado que ese hombre, en tal estado, no constituye una amenaza para el imperio de Roma. Hoy también, el signo del hombre-Dios crucificado, pegado a la pared, está lejos de constituir una amenaza. Por el contrario, ¡es un signo benéfico! Lo entiende serenamente cualquier persona mínimamente informada, que tiene un corazón recto y libre de ideologías.

Será el mismo Pilato, representante del imperio más poderoso del mundo, quien reconocerá la realeza de Cristo, con aquella inscripción sobre la cruz: “Jesús Nazareno, el rey de los Judíos” (Jn 19,19). Jesús encarna el verdadero “hijo de hombre”, aquel misterioso personaje - preludio de un nuevo pueblo - anunciado por el profeta Daniel (I lectura), que recibe de Dios poder real sobre todos los pueblos, naciones y lenguas, un reino que “no tendrá fin” (v. 14). El pueblo de Daniel, en aquel momento, estaba experimentando la opresión, sin renunciar por eso a sueños grandiosos para el futuro. El pueblo del nuevo Reino tendrá como punto de convergencia a Cristo. Lo traspasaron, pero es “¡el Alfa y la Omega, el que es, el que era, el que viene, el Todopoderoso!” (II lectura).

Jesús no renuncia a su título de rey, pero lo libera de las cosas vanas de los reinos de este mundo y lo enriquece con contenidos nuevos, evangélicos: el que es el primero debe servir a los demás; no hace alianzas con los ricos y poderosos, pero escoge estar al lado de los últimos; no da órdenes, pero obedece; no mata a nadie, pero muere Él por todos; lo que importa no es ser servido, sino hacerse servidor; estar al lado de los marginados, hacerse cargo, ser hermano y guardián del prójimo. (*)

Pilato muestra ante todos al hombre (“ecce homo” - vean aquí al hombre – Jn 19,5), al rey derrotado, coronado de espinas... Jesús ha proclamado varias veces su identidad, su Evangelio. El que quiso, lo entendió. Ahora Jesús está allí, ante todos, espera en silencio. Cada cual debe dar su respuesta personal, hacer su opción de vida: escoger el camino fácil del poder y de las riquezas, o triunfar haciéndose discípulos humildes y pobres de un rey derrotado, crucificado y resucitado. ¡Por amor! Seguir los pasos de un rey derrotado puede parecer un fracaso; sin embargo, ¡el Reino de Dios no fracasa! Baste recordar la parábola de los invitados al banquete (cfr. Lc 14,15-24). Al final, el rey logra llenar la casa. A pesar de los continuos rechazos por parte de la libertad humana, Dios no fracasa. Él busca siempre nuevos caminos para realizar su plan de salvación para toda la familia humana.

En esta obra de salvación Dios quiere involucrar a muchos amigos y comprometerlos para la misión en el mundo entero. Las modalidades y los tiempos son múltiples. Junto con las iniciativas que dan visibilidad a la obra evangelizadora (congresos, sínodos, documentos, publicaciones, grandes obras, edificios…), están el trabajo capilar y escondido de misioneros y misioneras, la presencia continua de sacerdotes y de laicos educadores y catequistas, los gestos generosos de chicos y jóvenes, el soporte de los enfermos que ofrecen oraciones y sufrimientos, el compromiso por la promoción de la justicia y de los derechos de las personas más humildes, y muchas otras iniciativas que, si bien son limitadas y ocultas, sirven para renovar y sostener el ardor misionero por el Reino de Dios.

Palabra del Papa

(*) «Contemplando el rostro de Jesús muerto y resucitado, vemos ante todo el rostro de un Dios ‘despojado’, de un Dios que asumió la condición de esclavo, humillado y obediente hasta la muerte (cfr. Flp 2, 7). El rostro de Jesús es similar al de tantos hermanos nuestros humillados, convertidos en esclavos, despojados. Dios asumió su rostro. Y ese rostro nos mira... Si no nos abajamos, no podremos ver su rostro. No veremos nada de su plenitud, si no aceptamos que Dios se despojó. Y, por lo tanto, no entenderemos nada del humanismo cristiano y nuestras palabras serán bonitas, cultas, refinadas, pero no serán palabras de fe. Serán palabras que suenan vacías».
Papa Francisco
Discurso a los participantes en el V Congreso nacional de la Iglesia italiana (Florencia, 2015)

Siguiendo los pasos de los Misioneros

21. Solemnidad de Jesucristo, Rey del universo.

  1. Fiesta de la Presentación de la B. Virgen María en el templo.  

* Jornada pro Orantibus, instituida por Pío XII (1953), para orar por los monjes y

las religiosas claustrales de vida contemplativa y para dar a conocer las

comunidades monásticas en el mundo entero.

  1. S. Cecilia, mártir romana (siglo II o III). La basílica dedicada a ella en el barrio romano de Trastévere da testimonio de la antigüedad de su culto. Es patrona de los músicos y cantores.
  2. S. Columbano, abad († 615), nacido en Irlanda, misionero itinerante en Francia, Suiza e Italia; fundó varios monasterios, entre ellos el de Luxeuil, en Francia, y el de Bobbio, en Italia.

°     B. Bartolomé Poggio (1768-1810), emigró con sus padres de Savona (Italia) a Argentina, ingresó en la Orden de los Mercedarios, llegó al sacerdocio y fue enviado a la Patagonia, donde durante 10 años dio testimonio de celo pastoral y de pobreza. Inesperadamente, un grupo de indígenas asaltaron la capilla, asesinaron a 15 personas y al padre Bartolomé, agarrado al altar. Está considerado como el primer mártir de la Patagonia.

°     B. Miguel Agustín Pro (1891-1927), mártir jesuita mexicano durante la persecución contra la Iglesia. Junto con él se recuerda a muchos otros mártires del mismo período.

  1. En 2013, el Papa Francisco publicó la exhortación apostólica Evangelii Gaudium”, documento programático de su pontificado para “el anuncio del Evangelio en el mundo actual”.

°     Ss. Andrés Dung Lac (1795-1839), sacerdote, y numerosos compañeros mártires en Vietnam. En 1988, Juan Pablo II canonizó a 117: entre ellos 96 vietnamitas y 21 misioneros extranjeros (10 franceses de las Misiones Extranjeras de París y 11 dominicos españoles); eran obispos, sacerdotes y laicos asesinados por su fe en diferentes lugares y de diversas maneras, entre 1745 y 1862. Se calcula que, en esos mismos años, como consecuencia de unos 50 edictos contra la religión católica, fueron asesinados unos 130.000 cristianos.

°     Bs. 188 Mártires en Japón, pertenecientes a nueve diócesis, asesinados por su fe durante las persecuciones entre 1603 y 1639. Entre ellos, 4 sacerdotes y 84 personas casadas (incluidas 28 parejas), junto con niños y adolescentes; fueron beatificados en 2008. El primer beato de este grupo es Pedro Kibe Kasui (1587-1639), jesuita japonés, que sufrió el martirio el 4 de julio de 1639, en la localidad que hoy es Tokio.

* Este es el tercer grupo numeroso de mártires en Japón elevados al honor de los altares, después de los del año 1597 (véase 6/2) y del año 1622 (véase 10/9; y 6/10). A estos se añaden otros grupos más reducidos. (Véase la nota en 25/8).

  1. Día internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, instituido por las Naciones Unidas el 17 de diciembre de 1999).
  2. S. Leonardo de Puerto Mauricio (1676-1751), franciscano italiano, predicador itinerante, dedicado a las misiones populares. Le dio forma definitiva a la práctica del Viacrucis, ideada por el beato Álvaro de Córdoba (cfr. 19/2), y la difundió ampliamente.

°     B. Santiago-Giacomo Alberione (1884-1971), fundador de la Familia Paulina (que se compone de una decena de instituciones: para sacerdotes, hermanos, religiosas, miembros de Institutos seculares y laicos) para la promoción de las vocaciones y la difusión del Evangelio a través de los medios de comunicación social. Su programa para todos los asociados era: «Vivir a Jesús Maestro, Camino-Verdad-Vida, según el espíritu de san Pablo».

°     Recuerdo del cardenal Charles Lavigerie (1825-1892), obispo francés de Argel (Argelia), fundador (1868, en Argelia) de los Misioneros de África (conocidos antes como Padres Blancos) y de las Misioneras de Nuestra Señora de África.

°     Recuerdo de Joseph-Pierre Wittebols (1912-1964), misionero dehoniano belga, obispo de Wamba (Rd Congo), donde fue asesinado durante la rebelión de los simba.

* En torno a esta fecha, 28 misioneros dehonianos fueron asesinados en Wamba y Kisangani, procedentes en su mayoría de Bélgica y Holanda; entre ellos también el SdD. P. Bernardo Longo, italiano (véase 3/11). - Muchos otros misioneros fueron asesinados en ese período: 26 misioneros en la diócesis de Isiro-Niángara (nov.-dic. 1964): 13 dominicos, 9 dominicas, y 4 jóvenes combonianos italianos (los padres Remo Armani, Lorenzo Piazza, Evaristo Migotti y Antonio Zuccali); 33 misioneros de la Santa Cruz (crucíferos) en Bondo; 22 misioneros del Espíritu Santo en Kongolo (1962); 4 oblatos de María Inmaculada en Kilembe; 3 misioneros javerianos italianos en Uvira (nov. 1964); 4 misioneras dominicas españolas del santo Rosario en Kisangani; y otros en diferentes lugares del Congo. En medio de esa tempestad, Dios ha suscitado una flor de castidad hasta el martirio: la B. Clementina Anuarite Nengapeta (cfr. 1/12).

°     Aniversario del nacimiento de Adolfo Pérez Esquivel (1931, en Argentina), artista y escritor, promotor de la democracia y de los derechos humanos con el método de la no-violencia. En 1980 recibió el Premio Nobel de la Paz por su oposición a la dictadura militar, durante la cual fue encarcelado y torturado.

  1. B. Ramón Llull (Mallorca, España, ca. 1232-1316), terciario franciscano, estudioso y escritor. Partió como misionero a países del norte de África, para dialogar con los musulmanes, pero lo rechazaron y encarcelaron. Murió en el barco de regreso en Túnez, o ya en Mallorca. Lo del “martirio” se deja a la opinión de los historiadores y a la devoción de los fieles. Se espera su canonización “por culto inmemorial”.
  2. I domingo de Adviento, inicio del tiempo litúrgico de espera del Señor y tiempo misionero para recordar la larga espera de los pueblos que todavía no han recibido el primer anuncio de Cristo Salvador.

P. Romeo Ballán, MCCJ

CRISTO REY
Juan 18, 33-37

Lo decisivo
José Antonio Pagola

El juicio contra Jesús tuvo lugar probablemente en el palacio en el que residía Pilato cuando acudía a Jerusalén. Allí se encuentran una mañana de abril del año 30 un reo indefenso llamado Jesús y el representante del poderoso sistema imperial de Roma.

El evangelio de Juan relata el dialogo entre ambos. En realidad, más que un interrogatorio, parece un discurso de Jesús para esclarecer algunos temas que interesan mucho al evangelista. En un determinado momento Jesús hace esta solemne proclamación: “Yo para esto nací y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que pertenece a la verdad, escucha mi voz”.

Esta afirmación recoge un rasgo básico que define la trayectoria profética de Jesús: su voluntad de vivir en la verdad de Dios. Jesús no solo dice la verdad, sino que busca la verdad y solo la verdad de un Dios que quiere un mundo más humano para todos sus hijos.

Por eso, Jesús habla con autoridad, pero sin falsos autoritarismos. Habla con sinceridad, pero sin dogmatismos. No habla como los fanáticos, que tratan de imponer su verdad. Tampoco como los funcionarios, que la defienden por obligación, aunque no crean en ella. No se siente nunca guardián de la verdad, sino testigo.

Jesús no convierte la verdad de Dios en propaganda. No la utiliza en provecho propio sino en defensa de los pobres. No tolera la mentira o el encubrimiento de las injusticias. No soporta las manipulaciones. Jesús se convierte así en “voz de los sin voz, y voz contra los que tienen demasiada voz” (Jon Sobrino).

Esta voz es más necesaria que nunca en esta sociedad atrapada en una grave crisis económica. La ocultación de la verdad es uno de los más firmes presupuestos de la actuación de los poderes financieros y de la gestación política sometida a sus exigencias. Se nos quiere hacer vivir la crisis en la mentira.

Se hace todo lo posible para ocultar la responsabilidad de los principales causantes de la crisis y se ignora de manera perversa el sufrimiento de las víctimas más débiles e indefensas. Es urgente humanizar la crisis poniendo en el centro de atención la verdad de los que sufren y la atención prioritaria a su situación cada vez más grave.

Es la primera verdad exigible a todos si no queremos ser inhumanos. El primer dato previo a todo. No podemos acostumbrarnos a la exclusión social y la desesperanza en que están cayendo los más débiles. Quienes seguimos a Jesús hemos de escuchar su voz y salir instintivamente en defensa de los últimos. Quien es de la verdad escucha su voz.
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