Miércoles, 13 de julio 2022
Para la serie de retratos dedicados a las mujeres que toman su voz en la Iglesia, Federica Tourn se encuentra con la teóloga Simona Segoloni para la revista Jesus. Una mujer, Simona, quien escribe sobre género, sobre violencia institucional, sobre la marginación de la mujer que no puede expresarse sino “por cortesía” de los hombres. [Jpic-jp.org]

El escenario es la Iglesia Católica y ella es Simona Segoloni, de 48 años, profesora de Teología Sistemática en el Instituto Teológico de Asís. Una persona que escribe y habla con determinación, sin ocultar una mezcla de impaciencia y rebeldía por la evidente desconexión entre la realidad de pasión y servicio de las mujeres comprometidas en la Iglesia y su frustración de registrar, una vez más, el desconocimiento de los talentos femeninos.

“Es como si tuviéramos muchos miles de millones disponibles para revivir el país y no los usáramos”, explica Segoloni. “La de las mujeres es una pertenencia eclesial evidente: la Iglesia simplemente no existiría sin ellas. Y sin embargo, a pesar de esta constatación, cada día las mujeres experimentan la dificultad de encontrar un espacio a la par con los hombres y la dificultad de que se reconozca su don específico en el testimonio evangélico”.

En una palabra, viven la exclusión: son la lámpara puesta debajo del celemín, y siguen siendo el "segundo sexo", como escribía Simone de Beauvoir en 1949, estigmatizando la condición de inferioridad de la mujer en la historia y en la sociedad.

Segoloni no se va por cuatro caminos, cuando en Sorelle tutti, un libro escrito junto con Elizabeth Green y Selene Zorzi para razonar sobre la inclusividad a partir de la encíclica del Papa Francisco Fratelli tutti, destaca que “hay una descripción del femenino abstracta y conducida por sustracción: la mujer no puede ser lo que se piensa es masculino (¡cuando esto es simplemente lo humano!), y por lo tanto debe ser lo que queda”. Parece escuchar Fratelli Tutti n. 23. “La organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar claramente que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los hombres. En las palabras se afirman ciertas cosas, pero las decisiones y la realidad gritan otro mensaje”.

La carrera de obstáculos hacia la igualdad da un paso adelante y dos atrás, como bien saben las mujeres. “Lo que desarma es que la discriminación de género en la Iglesia se justifica poniendo en entredicho la voluntad de Dios”, explica Segoloni, “una operación terrible, porque lleva a las mujeres a pensar que es Dios quien las quiere inferiores”. Rebelarse, Evangelio en mano, contra esta interpretación y la visión depresiva que la sigue significa, pero, entrar en un doloroso conflicto con la Iglesia. Sin embargo, la teología feminista capta una "verdad antigua e irrefutable", como lo señala Elizabeth Johnson en En busca del Dios vivo, cuando afirma que las mujeres son "los seres favoritos de Dios": cualquier violencia ejercida contra las mujeres es para esta religiosa estadounidense, no por casualidad muy querida por Simona Segoloni, “un insulto a la gloria divina”.

Las mujeres son mucho más que "varones perdidos", como las llamó Tomás de Aquino, o destinadas a quedarse en casa "como clavos fijados en la pared", según la colorida expresión atribuida a Lutero. Y si es indudable que hoy existen asociaciones y movimientos de mujeres, incluso en el mundo católico, que se organizan para hacer efectiva la presencia y la visibilidad de la mujer, según la teóloga, en las jerarquías eclesiásticas persisten “obtusas resistencias” al cambio.

Es la ilusión conservadora -como la define Segoloni- de una Iglesia que busca su propia identidad en cierta cultura de mediados del siglo XX, nostálgica de un sistema social en el que hay espacios diferenciados y a las mujeres se las relega al sector privado. La teóloga lo tiene claro: "Este relato, que justifica una interpretación de los Evangelios a partir de una lectura clerical, sirve para sostener una estructura eclesiástica en la que no es cierto que seamos hermanos y hermanas".

¿Cómo se supera esta fractura? "Con una conversión”, sugiere Segoloni, y con la realización de una sinodalidad plena, como pide el Papa. "Debemos dar a la Iglesia otra forma, en la que decidamos juntos, incluso en la asimetría de los carismas, pidiendo que terminen los privilegios y el sistema clerical”, explica, y añade: “Para hacerlo se necesita valentía, especialmente por parte de los que tienen que renunciar al poder”.

Antes que nada, sin embargo, debemos escuchar el grito de dolor de quienes no se sienten acogidos, ya sean mujeres o personas LGBT: "Puedes quejarte todo lo que quieras, simplemente no te toman en cuenta", dice Segoloni. “Es como si te dijeran: el problema es tuyo que no encajas”.

Creciendo en una familia "de fe tradicional no particularmente comprometida", Simona Segoloni experimenta la verdad del Evangelio en una parroquia de Perugia. “Me encantaba leer y me apasionaban textos que ahora definiríamos como regresivos”, recuerda, “desde las obras del teólogo suizo von Balthasar a El Señor de Romano Guardini, un intento este de reflexión sobre la vida de Cristo que he recogido en mi libro Jesús, masculino singular".

Se matricula en Derecho pero pronto abandona los estudios de ley para dedicarse a tiempo completo a la teología: primero frecuenta el Instituto Teológico de Asís y luego continúa su especialización en Florencia. Se casa, en una década nacen tres hijos y una hija, mientras sigue estudiando y trabaja a tiempo parcial en el Instituto Teológico de Asís. Años intensos, entonces: “Hice mi tesis doctoral cuando tenía ocho meses de embarazo de la última hija”, recuerda.

Si pudiera viajar con la máquina del tiempo, no tiene dudas: iría a Palestina para ver con sus propios ojos al hijo del carpintero caminando sobre el Mar de Galilea. Apasionada por la lectura narrativa de textos -entre los autores que prefiere está el belga André Wénin-, le intrigan las figuras menores de la Biblia, mientras que no soporta a David, "narcisista y violento: para entenderlo hay que leer La armonía secreta de Geraldine Brooks". Entre sus sueños de futuro está una investigación en teología, porque cree que ha llegado el momento de reescribir buena parte de la doctrina: “Estamos cargados de palabras y estructuras inadecuadas para transmitir la belleza del Evangelio”, dice. "Para hacerlo con éxito, sin embargo, se necesita libertad y la posibilidad de mantenerse, dos condiciones que quizás aún no existen en Italia".

Ver Discriminare le donne nella chiesa è un insulto alla gloria divina

Alzo gli occhi verso il cielo
Federica Tourn
Traducido por: Jpic-jp.org