In Pace Christi

Wiedmann Josef

Wiedmann Josef
Date de naissance : 16/07/1917
Lieu de naissance : Gaisbeuren/D
Premiers vœux : 09/09/1937
Vœux perpétuels : 25/12/1949
Date du décès : 21/09/2001
Lieu du décès : Ellwangen/D

El Hno. Josef Wiedmann nació el 16 de julio del 1917 en Gaisbeuren junto a Aulendorf en la diócesis de Rottenburg. Entró en los Misioneros Combonianos como postulante hermano, el 8 de octubre de 1931; entonces se llamaban todavía Misioneros Hijos del Sagrado Corazón.

La fiesta de S. Pedro Claver de 1935 comenzó el noviciado en Josefstal. Dos años después, el 9 de septiembre de 1937, hizo sus primeros votos. En el verano de 1939 fue llamado a filas y fue soldado hasta el final de la guerra. Durante este tiempo, renovó los votos cada año en lugares diferentes. El permiso se lo dieron los superiores, dadas las extraordinarias circunstancias. Pasó dos años y medio en prisión y el 27 de abril de 1947 lo dejaron en libertad. Volvió inmediatamente a la comunidad de Mellatz e hizo los votos perpetuos. Era el 25 de diciembre de 1949.

En España

En Mellatz estaba encargado de la factoría agrícola de la comunidad. En 1970 fue trasladado a Palencia (España) con el grupo de hermanos que llevaban adelante la factoría. Como ya no era muy joven, no consiguió aprender el español y en 1976 volvió a Alemania. El Hno. Josef era un hombre fuerte al que le gustaba trabajar la tierra, era delicado y en el que se podía confiar.

Enfermedad

En 1977, ya afectado de la enfermedad, fue trasladado a la comunidad de Milland, donde ayudó en los campos cuanto la salud le permitía, pero su mal en la espalda le obligaba a quedarse cada vez con más frecuencia en su habitación. En 1998 pasó a la comunidad de Ellwangen, dado que tenía necesidad de continua asistencia.

Demostró mucha gratitud por las atenciones y cuidados que se le tenían en la casa de Ellwangen. Aceptó con paciencia su condición de salud y encontró fuerza en la oración. Sus santos preferidos eran: la Beata Ulrika Nisch y Sor Faustina. Su oración favorita: "Jesús, confío en ti".

Cuando los hermanos se enteraron de su muerte, el comentario unánime fue: "Finalmente el Hno. Josef ha encontrado la paz. Nos alegramos que haya llegado a la casa del Padre". Para entender esto, hay que saber que el Hno. Josef ha padecido toda su vida de fuertes escrúpulos.

Habiendo sido un hombre fuerte y muy trabajador, él siempre había ocupado posiciones de dirección en la agricultura. Realizó su trabajo con suma perfección. Pero el perfeccionismo puede convertirse en una trampa en la que uno puede caer poco a poco y casi sin darse cuenta. El Hno. Josef cargó con un enorme peso psíquico que afectó también su cuerpo y que paulatinamente le fue encorvando. Nadie realmente pudo ayudarle y como hombre de fe acudió a Dios pidiendo auxilio.

Luchando como Jacob

El Hno. Josef como estaba acostumbrado a salir siempre vencedor, no se dio nunca por vencido y siguió luchando con Dios a quien servía con fidelidad y a quien amaba. Sentía anhelo de Dios. Se puede aplicar al Hno. Josef la historia de la lucha de Jacob contra Dios: "No te soltaré hasta que me hayas bendecido", dijo Jacob al hombre quien estaba luchando contra él. Este le respondió: "En adelante ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado contra Dios y contra los hombres y saliste vencedor" (1 Moisés, 23, 28).

Uno se podría preguntar: ¿No sería más honrado admitir que la religión ha sido la culpable, de que este hombre poco a poco se fuera encorvando bajo su peso? Se puede culpar sin duda a la educación. El Hno. Josef fue quizás "deformado" psíquica y moralmente probablemente ya durante su niñez. Ni los psicólogos ni los pedagogos fueron capaces de ofrecerle alivio, tampoco sacerdotes ni religiosos. Pero ¿Qué cosa nos prohibe pensar que Dios mismo no haya tenido sus planes particulares con el Hno. Josef? Como cristianos: ¿No deberíamos admitir esto? ¿Quién no ha pasado alguna "noche" luchando contra Dios y, a pesar de todo, no le ha abandonado?

El Hno. Josef, aunque cansado por la lucha, no se alejó de Dios y por eso ahora goza de la salvación. Luise Rinser escribe: "El moribundo debe emprender el camino de forma incondicional y exponerse a la nueva experiencia. En esto nos ayuda el recuerdo de la palabra de Jesús, que El nos precedería en este camino, en el viacrucis. Esto no significa perder nuestra personalidad, sino al contrario, nos ayuda a encontrarla definitivamente.

Como el Cireneo

El Hno. Josef se puso en este camino. Para su recordatorio hemos escogido una pintura de Sieger Köder, "Jesús y Simón de Cirene" (Mc 15,21). Cristo y Simón están abrazados y llevan juntos el madero que les une formando una comunidad de caminantes, de la cual nadie puede escapar. Simón no ha escogido libremente este camino, mas bien fue forzado a ello. El no se daba cuenta de que estaba ayudando al Redentor a llevar la cruz por la salvación del mundo y que así estaba recorriendo a su modo el Via Crucis.

Tiene razón el Cardenal Newman cuando dice: "He sido creado para ser y hacer lo que solo a mi y no a ningún otro le ha sido confiado. Yo tengo un puesto en los planes y en el mundo de Dios que no puede ser ocupado por otro. Sea pobre o rico, estimado o despreciado: Dios me conoce y me llama por mi nombre".

¿Ha sido éste el puesto que al Hno. Josef le tocó ocupar y donde la carga casi le aplastó? El que fue un hombre alto y fuerte, se vio reducido a tal punto que ya no alcanzaba el borde de la mesa, llegando a estar tan débil que necesitaba constantemente la ayuda de un hermano. El sintió fuertemente esta humillación. Pero más que la limitación física sintió aquella psíquica de esa "noche oscura interminable" de la duda, que a veces le llevó casi a la desesperación. Esto fue su infierno.

Siempre que le visitaba, estaba rezando. Sobre su cama tenía los escritos de la beata Ulrica y de santa Faustina. Los libritos estaban gastados por el uso diario. Una y otra vez leía sobre la divina misericordia, que es fácil de alcanzar y de la cual, sin embargo, solamente él parecía excluido.

Finalmente la muerte tomó todo de sus manos acabando así esta lucha cruel.

El hombre pequeño y encorvado al cual bastaba ya la mitad de la cama, había sido liberado de su carga. Una vez muerto le desapareció su encorvadura y yacía en la cama en su tamaño natural. Al ver esto, el vice-superior de la comunidad le preguntó varias veces al Hno. Karl Josef, (el cual había estado al lado del Hno. Josef al momento de su muerte), si había sido él quién le había enderezado. Este aseguró al superior y a todos los demás una y otra vez, que él no había hecho nada y que la encorvadura había desaparecido por si sola.

¿Quién no recuerda la historia de la mujer encorvada? Hacía dieciocho años que estaba poseída de un espíritu que la tenía enferma; y estaba tan encorvada que de ninguna manera podía enderezarse. "Al verla Jesús, la llamó. Luego le dijo: Mujer, quedas libre de tu mal; y le impuso las manos.

Y en este mismo momento ella se enderezó, alabando a Dios" (Lc 13, 12 ss). Un semejante beneficio concedió Dios a nuestro hermano en la hora de su muerte. Jesús había llamado a Josef y en aquel instante éste se enderezó, alabando a Dios. El Hno. Josef ha sido liberado, ahora puede gozar de la libertad de los hijos de Dios en el cielo.

P. Reinhold Weiss, mccj

Bro. Joseph Wiedmann was born on 16 July 1917 in Gaisbeuren, near Aulendorf, in the diocese of Rottenburg. He entered the Comboni Missionaries as a brother postulant on 8 October 1931, when they were still known as Missionary Sons of the Sacred Heart.

On the feast of St. Peter Claver of 1935 he began his novitiate at Josefstal. Two years later, on 9 September 1937, he took his first vows. During the summer of 1939 he was drafted and remained in the army until the end of the war. During this time he renewed his vows every year in different locations thanks to permission granted by his superiors in view of the extraordinary circumstances. He was also prisoner of war for two and a half years and was freed on 27 September 1947. He immediately returned to his community in Mellatz where he made his final profession on 25 December 1949.

In Mellatz he was in charge of the community farm. In 1970 he was transferred to Palencia, Spain, with the group of brothers who took care of the farm. Because of his age he found it difficult to learn Spanish and in 1976 went back to Germany. Bro. Josef was a strong man who loved farming. He was dedicated and trustworthy.

In 1997, already in poor health, he was transferred to Milland, where he helped in the fields as his health allowed it, but his back pains bound him to his room more and more. In 1998 he was moved to Ellwangen, as he needed constant assistance.

He always showed great gratitude for the assistance he received at Ellwangen. He patiently accepted his health condition and found strength in prayer. His favourite saints were Blessed Ulrika Nisch and Sr. Faustina. His favourite prayer was: “Jesus, I trust in you.”

Da Mccj Bulletin n. 214 suppl. In Memoriam, aprile 2002, pp. 72-75

 

Br. Wiedmann Josef (16.07.1917 – 21.09.2001)

  Br. Josef wurde am 16. Juli 1917 in Gaisbeuren bei Aulendorf in der Diözese Rottenburg geboren. Er trat am 8. Oktober 1931 als Bruderkandidat bei den Comboni-Missionaren ein, die sich damals noch Missionare Söhne des Heiligsten Herzens Jesu nannten. Am 9. September 1935, dem Fest des Hl. Petrus Claver, dem Hauptpatron der Kongregation, begann er in Josefstal das Noviziat. Zwei Jahre später, am 9. September 1937, legte er seine ersten Gelübde ab. Im Sommer 1939 wurde er einberufen und machte den ganzen Krieg mit. Während dieser Zeit erneuerte er jedes Jahr an verschiedenen Orten die Gelübde. Die Erlaubnis dafür wurde angesichts der außerordentlichen Umstände von den Vorgesetzten gegeben. Zweieinhalb Jahre befand er sich in Kriegsgefangenschaft. Am 27. April 1947 wurde er endlich entlassen. Er kehrte sofort nach Mellatz zurück. Am 25. Dezember 1949 weihte er sich Gott und der Mission mit den ewigen Gelübden. 

In Spanien – In Mellatz leitete er die Landwirtschaft. 1970 wurde er nach Palencia/Spanien versetzt, um dort mit den Brüdern ebenfalls in der 30 Hektar großen Landwirtschaft zu arbeiten, die 1960 gekauft wurde, um zum Unterhalt des Missionsseminars von Saldaña und später des Noviziats und Scholastikats von Palencia beizutragen. Da er nicht mehr der Jüngste war, verzichtete er auf das Studium der spanischen Sprache. 1976 kehrte er nach Deutschland zurück. Dort wurde er der Hausgemeinschaft von Milland zugeteilt. Da auch dort eine Landwirtschaft zum Haus gehörte, war er wieder bei seiner gewohnten Arbeit. Br. Josef war ein starker Mann, der die Feldarbeit liebte.

Krankheit –1977 zeigten sich die ersten Symptome seiner Krankheit. Seine    Rückenprobleme zwangen ihn immer häufiger, im Zimmer zu bleiben. 1998 zog er ins Seniorenheim von Ellwangen, da er immer mehr Hilfe benötigte. Er zeigte sich immer sehr dankbar für die Aufmerksamkeit und Fürsorge, die ihm in Ellwangen zuteilwurde. Er nahm seine Gebrechen mit Geduld an und suchte und fand Hilfe im Gebet. Seine Lieblingsheiligen waren: Die selige Ulrika Nisch und Schwester Faustina. Sein Lieblingsgebet: "Jesus, ich vertraue auf dich".

  Als die Mitbrüder von seinem Tod erfuhren, war deren einhelliger Kommentar: "Endlich hat Br. Josef Frieden gefunden. Wir sind froh, dass er im Haus des Vaters angekommen ist". Um diese Worte zu verstehen, muss man wissen, dass Br. Josef sein ganzes Leben von starken Skrupeln geplagt worden war.

  Da er ein starker und fleißiger Mann war, hatte er immer eine leitende Stellung in der Landwirtschaft inne. Er hat seine Arbeit mit großer Perfektion ausgeführt. Aber Perfektionismus kann zu einer Falle werden, ohne dass es einer merkt. Seine psychische und seelische Last wirkte sich nach und auch auf seinen Rücken aus, der sich zusehends krümmte. Niemand konnte ihm wirklich helfen. In seinem Glauben und Gottvertrauen suchte er Hilfe bei Gott.

Er kämpfte wie Jakob – Da Br. Josef gewohnt war, immer zu gewinnen, gab er nie auf und kämpfte weiter mit Gott, dem er treu diente und den er liebte. Er sehnte sich nach Gott. Man kann auf Br. Josef die Geschichte von Jakobs Kampf am Jabbok anwenden: "Ich lass dich nicht los, bis du mich nicht segnest ", sagte Jakob zu dem Mann, der gegen ihn kämpfte. Dieser sagte: "Nicht mehr Jakob wird man dich nennen, sondern Israel – Gottesstreiter; denn mit Gott und Menschen hast du gestritten und gesiegt" (1. Moses, 32, 28).

  Man könnte sich fragen: Wäre es nicht ehrlicher zuzugeben, dass die Religion Schuld daran war, dass sich der Rücken dieses Mannes langsam unter seiner seelischen Last krümmte? Man kann sicher der Ausbildung die Schuld geben. Br. Josef wurde vielleicht schon in seiner Kindheit "geistig und moralisch entstellt“. Weder Psychologen noch Pädagogen konnten ihm Erleichterung verschaffen, weder Priester noch Ordensleute. Aber was verbietet uns zu denken, ob nicht Gott selbst mit Br. Josef seine besonderen Pläne hatte? Sollten wir als Christen das nicht zugeben? Wer hat nicht vielleicht eine „Nacht“ lang gegen Gott gekämpft und ihn trotzdem nicht verlassen?

  Br. Josef, obwohl im Kampf ermüdet, hat sich nicht von Gott abgewandt und deshalb genießt er jetzt die Erlösung. Luise Rinser schreibt: „Der Sterbende muss sich bedingungslos auf den Weg machen und sich der neuen Erfahrung aussetzen. Dazu helfen uns die Worte Jesu, dass er uns vorausgehen wird, auf  dem Kreuzweg. Dies bedeutet nicht, unsere Persönlichkeit zu verlieren, sondern ganz  im Gegenteil, es hilft uns, sie endgültig zu finden.

Wie Simon von Zyrene – Br. Josef hat sich auf diesen Weg begeben. Für sein Sterbesouvenir haben wir ein Bild von Sieger Köder ausgewählt: "Jesus und Simon von Zyrene" (Mk 15,21). Christus und Simon umarmen sich und tragen gemeinsam den Kreuzesbalken, der sie zu einer Weggemeinschaft verbindet,  aus der keiner ausbrechen kann. Simon hat diesen Weg nicht frei gewählt, sondern wurde dazu gezwungen. Er war sich nicht bewusst, dass er dem Erlöser half, das Kreuz zum Heil der Welt zu tragen, und dass er so auf seine Weise den Kreuzweg ging.

  Kardinal Newman hat recht, wenn er sagt: "Ich bin erschaffen worden, um zu sein und zu tun, was nur mir zusteht, und keinem anderen anvertraut wurde. Ich nehme in Gottes Plänen und in der Welt einen Platz ein, den kein anderer einnehmen kann. Ob ich arm oder reich bin, geschätzt oder verachtet: Gott kennt mich und ruft mich bei meinem Namen."

  War das der Platz, den Br. Josef einnehmen musste und wo ihn die Last fast erdrückte? Dieser große und starke Mann schrumpfte derart zusammen, dass er nicht mehr auf den Tisch sehen konnte, und so schwach wurde, dass er ständig auf die Hilfe anderer angewesen war. Er hat sehr unter dieser Demütigung gelitten. Aber mehr als die körperliche Behinderung empfand er die psychische Last dieser "endlosen dunklen Nacht" des Zweifels, die ihn manchmal fast zur Verzweiflung brachte. Das war seine Hölle.

  Immer wenn ich ihn besuchte, betete er. Auf seinem Bett lagen die Schriften der Seligen Ulrika und der Heiligen Faustina. Die Büchlein waren durch den täglichen Gebrauch ganz abgenutzt. Immer wieder las er von der göttlichen Barmherzigkeit, die leicht zu erreichen sei, von der jedoch nur er ausgeschlossen zu sein schien. Schließlich nahm der Tod alles aus seinen Händen und beendete damit diesen grausamen Kampf.

  Der kleine, verkrümmte Mann, der nur mehr das halb Bett ausfüllte, war von seiner Last befreit worden. Kaum war er gestorben, verschwand seine Krümmung und er lag in seiner natürlichen Größe auf dem Bett. Als der stellvertretende Hausobere das sah, fragte er mehrere Male Br. Karl Josef (der zum Zeitpunkt des Todes an der Seite des Bruder stand), ob er ihn gestreckt hätte. Der Bruder versicherte immer wieder, dass er nichts getan habe, und die Krümmung von selbst verschwunden sei.

  Wer erinnert sich nicht an die Geschichte der gekrümmten Frau? Sie war achtzehn Jahre krank, weil sie von einem Geist geplagt wurde; sie war ganz verkrümmt und konnte nicht mehr aufrecht gehen. „Als Jesus sie sah, rief er sie zu sich und sagte: Frau, du bist von deinem Leiden erlöst". Und er legte ihr die Hände auf. Im gleichen Augenblick richtete sie sich auf und pries Gott" (Lk 13, 12 ff.). Eine ähnliche Wohltat gewährte Gott unserem Bruder in seiner Todesstunde. Jesus hatte Br. Josef gerufen und im gleichen Augenblick richtete er sich auf und pries Gott. Br. Josef ist erlöst worden. Jetzt kann er die Freiheit der Kinder Gottes im Himmel genießen. R.I.P. (P. Reinhold Weiss, mccj)