Nuestra Señora del Sagrado Corazón: icono mariano misionero comboniano de la evangelizacion

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La reflexión se divide en dos partes: la primera versa sobre Maria, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, icono mariano comboniano misionero, mientras que la segunda es una breve reflexión sobre otra imagen de Maria querida a Comboni, Maria Virgen Inmaculada icono misionero de la humanidad regenerada.

El Concilio introdujo una peculiaridad propia al iluminar el misterio de Maria. Si antes había una tendencia a poner de relieve los títulos de la Virgen (Madre, Inmaculada etc.) en su cualidad de excelencia, haciendo de ella una súper criatura, el Concilio, en cambio, la encuadra en la historia de la salvación, o sea en el misterio de Cristo salvador y redentor de la Iglesia sacramento de salvación y redención. El cap. VIII de la LG presenta a María inserta en el misterio de la Iglesia. La afirmación esencial del texto, que retorna continuamente, dice: María es en la Iglesia un miembro eminentísimo, pero miembro. La más alta, pero dentro (cf. cap. VIII, n. 52). Desde las primeras líneas se puede leer la visión equilibrante de la "más alta de las criaturas" pero "criatura". "María ha sido honrada con la suma función y dignidad de Madre del Hijo de Dios, y por consiguiente es la hija predilecta del Padre y el templo del Espíritu Santo, por este don de una gracia eminente está muy por delante de todas las demás criaturas, celestes y terrestres […], pero unida, a la estirpe de Adán, con todos los hombres necesitados de salvación" (n. 53). Su obra, más que mediación, es función maternal hacia los hombres; cooperación a la redención, más que corredención, socia del redentor, madre de los hombres, madre de la gracia, más que mediadora y corredentora. En fin, la Madre de Dios es entre las criaturas rescatadas, la más sublime y la primicia de los frutos de la Redención, y sin embargo, permaneciendo de nuestra parte en la fila de los rescatados, conserva entre ellos la más alta posición, que la constituye, no solo hermana eminente del cuerpo místico, sino en modo infinitamente más íntimo, Madre del Cristo total, cabeza de todos los miembros de su cuerpo místico.

Me pregunto: ¿Tendrá Comboni algo que decir sobre el misterio de María? Su mensaje sobre María ¿es para nosotros una preciosa herencia? Y enseguida pienso al fastidio que le causará a alguien el título de esta reflexión: Nuestra Señor del Sagrado Corazón, principal icono mariano misionero comboniano. ¿No se trata de un título devocional, por no decir pietista? ¿Una designación más bien fechada, que se quiere hacer pasar por muy significativa o arbitrariamente la más significativa que Comboni ha dejado en su tríptico que comprende el Corazón de Cristo, San José y precisamente N. Señora del Sagrado Corazón? Declaro previamente que la presente opción, que obviamente debe probarse, se coloca en el cuadro de una búsqueda de un icono mariano no genérico, sino misionero. Por lo demás es un hecho probado que todo lo que Comboni hace en el ámbito devocional asume una tonalidad misionera y se coloca del lado de la espiritualidad.

Por consiguiente la pregunta es una: "¿Existe una imagen, particularmente exhaustiva de María, a la que Comboni se refiera, y que pueda ser fuente de inspiración para la oración y la actividad evangelizadora ya sea en el campo personal como en el de la animación y la formación?" Para responder adecuadamente recorreré tres momentos: ante todo la elección del icono como particularmente significativo para Comboni; luego la búsqueda del significado anexo y finalmente las consecuencias para nosotros como sujetos y objetos de evangelización.



A) Nuestra Señora del Sagrado Corazón: una presencia decisiva en el tiempo de la madurez de Comboni

María es una presencia viva y constante que acompaña toda la vida de Comboni. Afirmación que no necesitas pruebas, pues todos saben que todas sus cartas tiene un recuerdo, una invocación o una referencia mariana. Se podría hablar de una gran inclusión que las comprende todas. Se va desde, la Madre del consuelo del Misionero, en sus primeras experiencias: "La Virgen María, el precioso consuelo del Misionero, esa Virgen que es la verdadera Reina de la Nigrizia, la Madre de consolación, no podía abandonar a sus cuatro pobres siervos, que intentaban darla a conocer junto con su divino Hijo también a estas gentes idólatras" (E. 261), hasta la Madre de la Misericordia que protege la obra: "Bajo los auspicios de la Virgen de la Merced, espero que Dios me dé la gracia de tratar dignamente la cusa de la Nigrizia" (E. 7081).

En cambio, es más interesante captar entre los títulos atribuidos a María, el más presente en la vida de Comboni, especialmente en los años de su madurez, y que por lo tanto asume mayor significado e importancia. Según el índice analítico de su Escritos, los que se repiten con más frecuencia son Madre (E. 256, 1640, 1642, 1649, 1733, 2681, 3162, 4005), Nuestra Señora del Sagrado Corazón (E. 3373, 3992-95, 4690, 4884, 5284, 5437, 5791, 5867, 6172, 6960, 7080), Reina de la Nigrizia (E. 262, 895, 913, 1644, 2522, 3265, 3992, 5891, 6725, 6768) y Virgen Inmaculada (E. 472, 438, 1472, 1638, 1641, 2522, 3265, 3411, 3617, 3992, 4003, 4733). Sobre todo dos de ellos aparecen con numerosas variaciones: Madre (M. buena, M. buena de misericordia, M. mía, M. nuestra, M. venturosa, M. divina, de Dios, de Cristo, M. nuestra junto al Corazón de Jesús, M. de los Africanos, M. de los apóstoles, M. la más amorosa de todas las madres, M. del buen Consejo, M. de la Consolación, M. y reina de la Nigrizia, M. del Vicariato de África central, M. piadosísima, Mamá), y Nuestra Señora del Sagrado Corazón (Reina del S. C., Soberana augusta del S. C., Dueña del Sagrado Corazón, hasta Emperatriz…). Ahora bien, el título que se impone a un cierto momento de la vida de Comboni como el más pleno, y que armonizaba las más bellas prerrogativas de María, entre ellas la de Madre, Reina de la Nigrizia e Inmaculada, es precisamente el título de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, tomado de P. Giulio Chevalier.

La primera vez que aparece este título es en la Carta Pastoral, escrita desde Delen el 28.10.1875 (E. 3990), en preparación a la Consagración del Vicariato a Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Consagración que se realizó el 8 de diciembre de 1875, con una fórmula que tenía la fecha de noviembre de 1875 (E. 4002). Una consagración a la que Comboni daba la misma importancia que a la del Sagrado Corazón, emitida el 14 septiembre de 1873 (E. 5182). Con la consagración a Nuestra Señora del Sagrado Corazón establecía, en efecto, un nexo lógico (lo exigía la dinámica del evento redentor acontecido a través de la cooperación humana) y se lanzaba también una interpretación del título elegido, a través de una larga lista de nombres de María (E. 3990-3991). Detalle importante es notar que Comboni consagraba el Vicariato a Nuestra Señora del Sagrado Corazón en un momento en el que esta devoción, precisamente por su título, había levantado fuertes perplejidades, por no decir hostilidades, en los ambientes romanos hasta el punto de decretar en 1870, la suspensión y la clausura de la basílica Issoudun.

Algunas fugaces alusiones evidenciaran como Comboni alegaba a esta referencia mariana la máxima importancia para su Obra. Así escribía al cardenal Giovanni Simeoni desde Khartoum el primero de junio de 1878: "El Sagrado Corazón de Jesús, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, a quienes está consagrada África central, protegerán su Obra" (E. 5185). Escribiendo desde Cordofan el 17.5.1881 al mismo cardenal, le mencionaba la iglesia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón que estaba construyendo, añadiendo inmediatamente: "...y tengo toda la confianza, que N.S. del S. C., Reina de la Nigrizia, y dueña del Corazón de Jesús, convertirá a estos bárbaros, que hasta ahora estuvieron envueltos en las tinieblas de la muerte" (E. 6727). Comboni insertaba esta referencia en la tríada irrenunciable de su espiritualidad, o sea el Corazón de Cristo y la figura benevolente y providente de S. José. En una carta al Can. Cristoforo Milone de Khartoum, el 24 de octubre de 1878 escribía: "[…] pero tengo firme esperanza en el Divino Corazón de Jesús que palpitó también por Nigrizia, en nuestra Señora del S. C., y en mi querido ecónomo y administrador general de África Central, S. José protector de la Iglesia católica (E. 5437). Por lo tanto, en el punto justo de la misión, allí donde esta asumía todas las tragedias humanas de la pobreza, los eventos humanos desfavorables (carestía) y de las opresiones (problema de la esclavitud) aparece como sólido refugio inspirador esta tríada.

Verdaderamente se puede decir que este título de Nuestra Señora del Sagrado Corazón había entrado en sus cosas. Con alegría y convicción había escrito a P. Chevalier cuanto le gustaba este título de Nuestra Señora del Sagrado Corazón (Domina nostra a Corde Jesu y no Domina nostra Cordis Jesu) que expresaba, no el dominio de la Madre sobre el Corazón del Hijo, cuanto, más bien, sus relaciones. He aquí las palabras escritas en Gebel Nuba, el 28 de mayo de 1881: "... Además, en la Misión y en todas las Estaciones el nombre de Nuestra Señora del Sagrado Corazón esta en los labios de todos y esto por las grandes gracias obtenidas por su intercesión. Este culto es debido al celo con el que lo propaga mi Superiora Provincial de África central, Sor Teresa, a quien esta devoción ha sido siempre muy querida, después que tuvo la fortuna de aprender a conocerla en Osimo, Italia" (E. 6771).

Verdaderamente se puede afirmar que, entre los muchos títulos con que Comboni honró a María, durante toda su vida, este es el más pleno y el más querido. Nos atrevemos a decir que se trata de una madurez espiritual alcanzada, porque en ese título veía sintetizadas las prerrogativas más importantes de María como Madre y como Cooperadora junto con Cristo en la obra de la salvación o sea como Madre de Dios y madre de todos los hombres, en concreto de los africanos que en aquella situación eran las criaturas más abandonadas. "¡Oh nombre, el más bello después del de Madre de Dios!" (E. 3992) – escribía en la carta del anuncio oficial. – "Ahora bien, ¿No es para nuestro amadísimo Vicariato de África Central un gran signo de salvación y de gracia este nuevo título, con el que aparece en estos tiempos ante nosotros, la gran Madre de Dios?" (E. 3996).

B) Significado del título Nuestra Señora del Sagrado Corazón: Madre en el Corazón del Hijo para nosotros

Para captar el significado del título Nuestra Señora del Sagrado Corazón nos asomamos a esos dos textos fundamentales que son la Carta circular preparatoria (E. 3990-4001) y la Consagración preparada para el 8 de diciembre de 1875 (E. 4002-4005).
Ante todo la denominación de Nuestra Señora del Sagrado Corazón respeta el rol único de la mediación de Cristo, a quien está asociada: "Ella misma es la mística llave del Corazón adorable de su Hijo Jesús (E. 3992) y sin embargo "Tu eres todo para nosotros, después de Jesús" (E. 4004) – escribe Comboni. Además María está inserta en la visión de la historia de la salvación que se prolonga en el tiempo y tiene momentos privilegiados. Nuestra Señora del Sagrado Corazón es ciertamente, una criatura excelsa: "… la Mujer sin mancha…el Prodigio del infinito amor de Dios" (E. 3993), pero es "speculum Trinitatis" para nosotros: "Hija predilecta del eterno Padre, por quien el conocimiento de Dios ha llegado a los últimos confines de la tierra; ... Domicilio del Eterno Hijo, que nació de Ti vestido de humana carne; ... morada inefable del Eterno Divino Espíritu, el cual ha derramado en Ti todos sus dones y todas sus gracias" (E. 4003). Tan unida a nosotros que estás presente sobre todo en los momentos de extrema necesidad ("nei momenti delle estreme necessità"): "…¡como llegas oportunamente a nuestras necesidades! ¡Oh! Como la Divina Providencia Te había reservado para estos tiempos y lugares…". Esta puntual presencia suya tiene una razón teológica. La Madre está unida al sacrificio redentor del Hijo: "Bienaventurada Madre de nuestro Divino Redentor muerto por todos en la Cruz" (E. 4004).

Sin embargo todavía hay algo más específico: Maria no está solo bajo la cruz, sino en, dirigida al centro de la redención, que es el Corazón del Hijo. He aquí la espléndida definición de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, como "nuestra Madre en el Corazón del Hijo en toda nuestra vida" (E. 4005). María continúa a generar hijos, y por lo tanto a ser Madre para nosotros, precisamente en cuanto está en el Corazón del Hijo, o sea en cuanto que penetra los sentimientos del Hijo. Por consiguiente esta definición de María coloca el Corazón de la Madre en el ápice de la trayectoria humano-espiritual de la historia de la salvación y transmite la actitud más madura de la fe que salva y se comunica. Aquí ha llegado la historia de la salvación, en una persona, a la profunda conciencia de la gracia que salva y que llama a la participación. Nuestra Señora del Sagrado Corazón indica lo que se debe contemplar y el modo en que se adhiere. María indica el hecho primero de la salvación: los sentimientos del corazón del Hijo; María induce además a la doble actitud que siempre lo debe acompañar: contemplar el misterio del amor y asumir la responsabilidad (mirada que genera misión). Maria, en fin, indica el lugar: bajo la Cruz nace el hecho redentor y la Iglesia. Nos movemos dentro de una dinámica contemplativa y de participación.

En términos actuales podemos decir que aquí María se hace la Madre que genera, en cuanto que se porta como discípula. En este sentido alcanza aquí su equilibrio y el poder de mediación de María sobre el Corazón del Hijo a nuestro favor. Ella abre para nosotros el Corazón del Cristo, en cuanto que lo contempla en profundidad, en cuanto que se pone en sintonía con el centro del amor redentor: de persona a persona indisolublemente.

Que esta lectura no es arbitraria, sino que encuentra una asombrosa verificación en la vida de Comboni, nos lo confirma el hecho de la Consagración de la Nigrizia a Notre Dame de La Salette (26 julio 1868), escrita por él mismo con apropiada fórmula. En este hecho se afirma explícitamente la conexión entre Plan, su realización y función mediadora de María; es proclamada la conexión entre función materna-eclesial-propiciadora de María. He aquí el texto, tan extraordinario cuanto premonitor: "Eres tu divina Madre que me has inspirado el nuevo Plan para la regeneración de África Central, que el Vicario de Cristo y muchos Obispos han aprobado como el más sabio y adecuado. … Me he dedicado con generosos compañeros, a la conversión de los negros, todavía infieles a pesar de los esfuerzos de la Iglesia, aunque si la Sangre de Cristo los ha rescatado y Tu oh María , los has adoptado como hijos, en el Calvario" (E. 1639-1640). Por consiguiente es normal que se forme, o se pueda encontrar casi como una gran inclusión: de la Consagración de la Nigrizia a La Salette (26 julio 1868), a la consagración del Vicariato de África en EI-Obeid (8 diciembre 1875), mediante este estar de la Madre junto a la cruz del Hijo. En La Salette o sea desde una madre que ha adoptado a sus hijos sobre el Calvario en El-Obeid o sea en N.S. del Sagrado Corazón que es nuestra madre en el Corazón de tu bendito Hijo Jesús en toda nuestra vida". Expresión cumplida de cuanto ya escribía en el 1868 a Marie Deluil-Martiniy: "El Corazón de Cristo fue herido por la lanza sobre la cruz cuando Él estaba ya muerto y […] este terrible golpe de lanza traspasó el Corazón de nuestra Madre María: este golpe de lanza repercutirá también en África" (E. 1733).

Significado para nosotros

"Estar con la Madre en el Corazón", significa creer y vivir el primado del amor de Cristo en la evangelización. María que ve los sentimientos del Corazón del Hijo se hace icono por excelencia de aquel y aquella que evangelizan, y nos indica el camino: también ella se hace discípula para poder generar hijos. Esa mirada orientada absoluta y totalmente al centro del amor eficaz, indica la consagración misionera de doble vía: mirar al amor que salva y responder incondicionalmente al amor que elige. A la luz de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, toda fiesta mariana podría convertirse para nosotras en "memoria" como recuerdo y ritual de nuestra consagración misionera. "Nosotros por Ella, hemos entrado en el Corazón Sacratísimo de Jesús; por ella conocemos a Jesucristo …" (E. 3999). Cada consagración encierra en sí, necesariamente, una mirada contemplativa. La monición mariana es por lo tanto: penetrar cada vez más en los sentimientos del Corazón del redentor o como se afirma en la Redemptoris Mater (RMa) "calcar el itinerario llevado a cabo por la Virgen María, quien ‘avanzó en la peregrinación de la fe y guardó fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz " (n. 2, y 22, 27). Invito a examinar la consistencia y la presencia de la contemplación en nuestra vida, para evaluar la verdad y la autenticidad de nuestra consagración misionera.

"La Madre en el Corazón del Hijo por toda nuestra vida", significa también que María es socia de Cristo, luego no instrumento inerte, sino activo, ella participa en el acto salvador con todo su ser y nos pone sobre aviso de que la salvación debe ser transmitida con toda la riqueza de la persona humana: al masculino y al femenino. Todo desequilibrio, o reivindicación exclusiva, o discriminación de uno a favor de otro, decreta la falsificación del acto salvífico. Propone una seria reflexión sobre la capacidad de nuestra acción evangelizadora para expresar la riqueza, la diversidad y la complementariedad del elemento masculino y femenino. Nos estimula a descubrir los posibles elementos discriminantes, excluyentes, y más aun, a enumerar positivamente las diferencias que puedan completar y dar complementariedad y autenticidad a nuestro ser evangelizadores o evangelizadoras, como personas y como comunidad. "África central es la más ardua y laboriosa misión del universo – escribía Comboni desde Khartoum, el 24 de julio de 1878, a la Madre Maria Annunciata Coseghi: "Ahora ¿porqué el más pequeño e insignificante de los Institutos, cual es el mío, microscópico, ha podido consolidar el apostolado de África Central y extender sus tiendas, mucho más de lo que pudieron hacerlo mis predecesores? Porqué yo, de acuerdo con Pío IX he consagrado solemnemente el Vicariato al Sagrado Corazón de Jesús, a Nuestra Señora del Sagrado Corazón, y a S. José, […] y porque en el apostolado de África Central fui el primero en hacer concurrir el omnipotente ministerio de la mujer del Evangelio, y de la hermana de la caridad, que son el escudo, la fuerza, y la garantía del ministerio del misionero" (E. 5284; cf. también RMa 46). Valorar nuestro estar juntos como evangelizadoras y evangelizadores (convicciones, sensibilidad, susceptibilidad, realizaciones, dificultades...).

"La Madre en el Corazón en toda nuestra vida", significa en fin que el hecho evangelizador nace con Maria a los pies de la Cruz. Pero no de cualquier manera, sino como nace ella junto al (a los), Crucificado (crucificados) y como Iglesia. Todo un programa de verificación de nuestra fidelidad (a lo que nos vincula a Dios, a los hermanos, a las situaciones) y todo un programa de verificación de nuestras actitudes venciendo nuestro individualismo (orientar nuestra atención hacia el otro/la otra (E. 3993, 3997, 4003), consolar (E. 4004), proteger (E. 4005), enjugar lágrimas (E. 4004), ser bendición (E. 4003), interceder (E. 4004), "ofrecer y consagrar todos nuestros pensamientos, palabras, acciones... nuestros padecimientos, fatigas y toda nuestra vida" (E. 4005). "Maria se pone entre su Hijo y los hombres en la realidad de sus privaciones, indigencias y sufrimientos" – escribe Juan Pablo II (RMa 21, también 23 y 37 pr.3).

Nuestra Señora del Sagrado Corazón, come "Madre que está en el Corazón del Hijo por nosotros", es por consiguiente un irrenunciable legado mariano de S. Daniel Comboni que nos abre continuamente la vía de la misión y la verificación, si precisamente creemos que María continúa a construir, en la historia de la salvación: "Momento único, punto en el que la eternidad de Dios toca el fluir de la historia humana" (Karl Rahner).

La Virgen Inmaculada, icono misionero de la humanidad regenerada

En la Carta circular preparatoria (E. 3990-4001) y en la consagración realizada el 8 de diciembre de 1875 (E. 4002-4005), Comboni une el título de Nuestra Señora del Sagrado Corazón armoniosamente con, Inmaculada, Madre, Socia de la Redención, Protectora. Él mismo consagraba el naciente Instituto al Santísimo Corazón de Jesús y lo ponía bajo la protección de la Beta Virgen Inmaculada (cfr. Reglas 1871 E. 2649).

Ciertamente que también motivos históricos indujeron a Comboni a usar con frecuencia el título de María Inmaculada: unos días antes de su ordenación sacerdotal, el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, había proclamado solemnemente el Dogma de la Inmaculada Concepción.

Daniel Comboni tuvo un afecto particular por Maria Virgen; la miró como el Precioso consuelo del Misionero, como a la Madre de los Africanos a quien se dirigió siempre con filial confianza. Maria, la Virgen Inmaculada, fue quien adoptó en el Calvario a todos los Africanos como hijos (E. 1639), y en cuya diadema Comboni deseaba que la Nigrizia brillase pronto, como perla negra (E. 1031).

En el Instituto de las Hermanas misioneras Combonianas, la fiesta de la Inmaculada Concepción se ha celebrado siempre con solemnidad desde sus primeros años de vida. Daniel Comboni había ya hecho particularmente significativo el día dedicado a la celebración litúrgica de la Inmaculada Concepción, con la fundación del Instituto de El Cairo el 8 de diciembre de 1887 (cfr. E. 2895) y, también, con el acto de consagración del Vicariato de África central el 8 de diciembre de 1875 (cfr. E. 4000). Renovando su consagración para la misión ad gentes en la fiesta de la Inmaculada, las Hermanas Combonianas ven en María un modelo de consagración fecunda, de fidelidad y de total disponibilidad a colaborar al Plan de Dios para la "regeneración" de la humanidad.

La devoción de nuestro Fundador a María fue profunda y real. Y la dimensión misionera de la relación de Comboni con María que, sobre todo queremos subrayar, considerándola como el aspecto más específico de su devoción mariana. Su voto de misión, o sea su ordenar y orientar todo– talentos, deseos, energías, afectos, tiempo – en beneficio de la misión, de lo que él llamaba el primer amor de mi juventud, resulta claro también de sus devociones, entre estas, particularmente la mariana. Es un ejemplo el modo en que en la homilía de Khartoum, invocaba a María después de que con corazón de pastor, había ratificado la total entrega de sí para la regeneración del pueblo africano: Apresurad la hora de su salvación, aplanad los obstáculos, dispersad a los enemigos, preparad los corazones, y enviad siempre nuevos apóstoles a estas remotas tierras tan infelices y necesitadas (E. 4002).

Celebrar el misterio de la Inmaculada Concepción de María significa afirmar por encima de todo, nuestra fe en Cristo que cumple el plan de amor del Padre, venciendo el mal presente en el mundo. Maria concebida sin pecado, en efecto, es el signo maravilloso de la acción de la gracia salvífica del Redentor que vence el mal que aflige al mundo; ella como primera criatura salvada por Cristo, es el modelo de toda la humanidad regenerada; es la afirmación absoluta de que la gracia de Dios es más grande que nuestra miseria y que el pecado. En ella vemos ya la nueva creación; en ella vislumbramos el destino de toda la humanidad y el cumplimiento de la historia: una humanidad liberada de toda forma de mal, curada de las heridas de la división y de la opresión y que vive en armonía y en unidad.

Ef 1,3-6.11-12 – segunda lectura de la fiesta litúrgica –nos describe la vida de la humanidad que, aun atravesando por pruebas y tribulaciones, avanza hacia el cumplimiento perfecto: En Cristo, el Padre nos ha elegido antes de la creación del mundo para que fuésemos santos e inmaculados ante él en la caridad". Es la imagen de una humanidad amada y regenerada en la que se cumple el encuentro definitivo de los hombres con Dios y entre ellos, signo inconfundible de la presencia del Reino. En María se ha ya realizado todo esto en modo único y excepcional.

Como Comboni, miramos también a María como signo de esperanza que resplandece como Iris de paz y reconciliación entre la tierra y el cielo y por lo tanto, como la misma imagen del plan de salvación ya realizado: en ella descubrimos la humanidad redimida, liberada de la esclavitud del pecado y de la división. Una humanidad a la que estamos invitados y en la cual, como Cristo Buen Pastor, como María en el Magnificat y como Comboni, estamos llamados a sumergirnos, en solidaridad profunda con quienes, a causa del pecado y de las esclavitudes de hoy, no gozan de la plenitud de la vida y de la verdadera libertad de los hijos de Dios. Es la verdadera misión de Jesucristo, dice Comboni, que ha venido al mundo a liberar a los esclavos, a devolver a todos la libertad, a constituirlos hermanos suyos e hijos de un mismo Padre que está en los cielos (E. 3603).

La celebración de este misterio entonces, nos lanza junto a María, al mundo con una mirada optimista, con nueva esperanza y valor; y en las situaciones, a menudo de cruz y dolorosas que encontramos, ella nos aparece como icono de humanidad en paz, armónica y reconciliada. De ella que no se abatió sino que supo estar erguida bajo la cruz, y siguió al Hijo hasta la tumba "lugar de la fatiga" hacia la vida plena, sacamos ya sea la gracia de perseverar, de saber recomenzar siempre, seguros, como Comboni, de que las obras de Dios nacen y crecen a los pies del Calvario, ya sea la gracia de ser insertos en el misterio de la cruz, de los sufrimientos del mundo, como también de las que tenemos en nosotros mismos: nuestra fragilidad, nuestras heridas, aceptando el escándalo, pero poniéndonos en condiciones de vislumbrar, como María y en María, toda su fecundidad para el evento del Reino de Dios. Es, por consiguiente, el compromiso de hacer que el rastro del pecado disminuya en el mundo para dejar lugar a la acción regeneradora de la gracia de Cristo que transforma y re-crea a la humanidad desde dentro. Entonces, también nosotros como Comboni, la miraremos "con la Nigrizia en el corazón" a ella le confiamos nuestras ansias, las esperanzas, alegrías, las angustias del pueblo al que hemos sido enviados, y recibimos del Corazón traspasado del Buen Pastor contemplado en la cruz la certeza de que lo absurdo de todo sufrimiento humano encuentra sentido en el sacrificio de Cristo.

La fiesta de la Inmaculada Concepción nos recuerda que el componente mariano de nuestra vocación misionera comboniana es un aspecto esencial de nuestra vida. Nuestra vocación nace de la contemplación de María: por un lado vemos lo que el Señor ha cumplido en ella, tocándola y regenerándola con su gracia y haciéndola icono de la humanidad amada y salvada y por consiguiente signo de esperanza para todos nosotros; y por otro vemos en la Virgen la plena disponibilidad a dejarse plasmar por el amor misericordioso de Dios cada día de su vida, convirtiéndose en la primera y verdadera misionera.

Si reconocemos en María el signo de la humanidad redimida, no podemos no dirigirnos luego a la misma humanidad y en ella vislumbrar los signos de la presencia de la gracia de Dios siempre, incluso en medio a las tinieblas más densas y a las tempestades más violentas. María Inmaculada, "icono" de la humanidad armónica y reconciliada, es en efecto, una invitación a contemplar con esperanza la historia humana reconociéndola como lugar sagrado donde se cumple día a día el Plan de Dios hasta el fin.

María concebida sin pecado es un reto para todos nosotros, una invitación constante a recomenzar cada día un nuevo camino de conversión a los "modos" de Dios en nuestro servicio misionero para que su gracia redentora pueda actuar libremente en nosotros y en la historia para conducirla lenta pero constantemente hasta su cumplimiento. Como María, estamos llamados a ser como Familia Comboniana para la humanidad, un don de Dios, sacramento e instrumento de paz, de reconciliación y de unidad armónica.


P. Arnaldo Baritussio, mccj
Sr. Marina Cassarino, smc
P. Arnaldo Baritussio, mccj - Sr. Marina Cassarino, smc