Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús. Éste es el nombre que nos da también características comunes que se derivan del encuentro personal con el Corazón traspasado del Buen Pastor

“Entonces le dijeron: ¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?” (Jn 1,22).

1. Somos misioneros “católicos”
Si miramos los orígenes de nuestro Instituto no podemos negar que culturalmente está enraizado en Europa, sobre todo, en Italia y Alemania. Esto, sin duda marcó un estilo de vida religiosa y misionera que aún tiene su peso y su sentido en nuestros días. Con el pasar del tiempo, nuestro Instituto se fue volviendo cada vez más “católico” (universal)1, porque extendió sus “raíces” a diversos países de Europa, América, África y Asia. Esto se ha convertido en un testimonio visible de la unidad en la diversidad y de la convivencia de las diferencias en medio de un mundo que no sabe convivir con el diferente fuera del mercado. Sin embargo, esta realidad parece que no está siendo vivida con serenidad por muchos Combonianos, y al mismo tiempo pone interrogantes a una identidad comboniana basada en principios culturales de occidente. Tal vez muchos no estamos preparados para el encuentro y la convivencia internacional e intercultural y por eso la vida comunitaria y misionera no siempre brilla por la convivencia fraterna y solidaria entre nosotros2. Ante esta realidad que salió a la luz, sobre todo en el proceso que la Ratio Missionis nos está haciendo experimentar, aparece como una urgencia el mirarnos y decirnos a nosotros mismos – desde la perspectiva evangélica y desde la intuición de San Daniel Comboni – que somos “misioneros católicos”, es decir, la internacionalidad y la interculturalidad son esenciales a nuestro ser Comboniano como sacramento de la fraternidad universal3.

2. Somos misioneros “religiosos”4
La vida consagrada es un elemento decisivo para la misión de la Iglesia, de eso estamos convencidos todos5. El problema es que frecuentemente estamos expuestos a diversas situaciones y emergencias que nos hacen pasar por alto nuestro ser religiosos y consagrados. Esto nos deja solamente con el cascarón de religiosos, pero con una vida activista-secular, que hace mucho bien a los más pobres y abandonados, pero que frecuentemente nos vacía y nos degrada humana y espiritualmente6. Esta perspectiva horizontalista e individualista de la vida misionera, devalúa los votos, la vida comunitaria, la vida de oración, la fraternidad…7 De este modo aparecemos con una vida contradictoria y poco coherente con la fe que predicamos8. Esta situación personal y comunitaria nos coloca frente al desafío de decirnos a nosotros mismos que somos “consagrados”. Que el eje de nuestra entrega misionera y nuestro estilo de vida es el Corazón de Cristo Buen Pastor, no solamente las necesidades y emergencias de los pueblos en los que nos encontramos. No somos hombres que se lanzan al encuentro de los más necesitados porque tenemos un buen corazón, o peor aún, porque tenemos lástima de los pobres, sino porque el Señor nos ha llamado para estar con Él. Este estar con él se concreta en la vida comunitaria, en la vida de oración y en la convivencia con los más olvidados del mundo en lugares que nosotros no escogimos, ni con hermanos que preferimos, sino donde el Señor quiere y con los que Él quiere9. Y esto nos hace felices.

3. Somos misioneros “Combonianos”
El mundo de hoy nos está llevando cada vez más a la uniformidad en todos los sentidos. Dentro de la Iglesia, los diversos sujetos de la evangelización también cada vez más se confunden unos con otros, porque parece que todos hacen lo mismo. Nosotros no escapamos de esta tendencia uniformante del mundo y de la Iglesia. De hecho, muchas veces es necesario explicar a la gente con grandes esfuerzos quiénes somos y cuáles son las características específicas de nuestro carisma, porque la gente no las percibe con claridad. En nuestro modo de vivir la misión entra de todo10.
Nuestras presencias misioneras, nuestro estilo de vida y nuestra metodología no siempre nos diferencian de cualquier otro Instituto religioso o entidad diocesana. Los pobres, los más abandonados, la misión difícil… no siempre nos definen y nos identifican al interno de la Iglesia y del mundo de hoy11.
Esta tendencia y constatación nos obliga con urgencia a decirnos a nosotros mismos – comunitariamente para no caer en una “libre e individualista”12 interpretación del carisma – lo esencial de nuestra combonianidad para poder decir verdaderamente que somos “Misioneros Combonianos”.

4. Somos Misioneros “del Corazón de Jesús”
Muchos dicen que el Corazón de Jesús es una devoción poco significativa en el mundo de hoy. Ciertamente la internacionalidad y la interculturalidad, así como la intergeneracionalidad presentes en nuestro Instituto, pueden poner algunas interrogantes al Corazón de Jesús como devoción13. Tal vez lo que nos hace falta es pasar de la “devoción” individual al “meterse” personal y comunitariamente en el Corazón de Jesús, para que Él sea el motor de nuestra misionariedad.
Entrar en el Corazón de Jesús, nos permite comprender sus sentimientos hacia el mundo y sobre todo hacia los últimos; nos permite seguir sus intuiciones y aspiraciones. Hoy la realidad espiritual difusa que estamos viviendo como Combonianos, nos pide decirnos a nosotros mismos que “somos propiedad del Corazón de Jesús”, y no pensar que el Corazón de Jesús es “nuestro”, porque esta perspectiva nos permite una libre interpretación de los sentimientos y aspiraciones de Dios en el mundo de hoy, quedarnos donde nosotros queremos y no seguir los latidos de este Corazón que hace del misionero alguien que no tiene dónde reposar, porque la urgencia de la misión no lo deja tranquilo.

5. Somos Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús
Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús. Éste es el nombre que nos da también características comunes que se derivan del encuentro personal con el Corazón traspasado del Buen Pastor. Éste Corazón hace de nosotros misioneros “ad vitam” (consagrados para siempre), es decir, hombres que se dejan poseer totalmente por el Espíritu del Señor, de tal manera que la totalidad de su persona está dedicada a la Misión para siempre; hace de nosotros misioneros “ad pauperes” (pobres, excluidos y abandonados), porque el Corazón del Buen Pastor late preferencialmente por los pobres y excluidos – estos sentimientos de Dios hacia los últimos, hacen del hombre que se atreve a entrar en este Corazón, un hombre que no tiene miedo a ser “uno de tantos”, de “rebajarse” con tal de ganar a los pobres para Cristo, y de este modo tengan vida en abundancia; hace de nosotros misioneros “ad gentes” (no cristianos), porque este Corazón de Dios no excluye a nadie del gozo de la Buena Noticia: “Dios es Papá de todo ser humano” y es esta noticia la única que puede crear las condiciones necesarias para que el mundo sea más justo y fraterno; hace de nosotros misioneros “ad extra” (alejados), porque el Corazón materno de Dios no tolera, no soporta ver a nadie excluido y lejos de su amor. Estos sentimientos de Dios nos impulsan a salir de nosotros mismos, de nuestros países, de nuestras perspectivas y valores culturales, para entrar en el mundo del otro, e ir al encuentro de los que están “fuera” de la mesa que el Señor ha preparado para todos, aquellos que se encuentran fuera de los beneficios del sistema que gobierna el mundo, es decir, nos hacen hermanos y compañeros de quienes están en la periferia de la Iglesia y del mundo.

6. Para ayudar a compartir
* ¿A partir de tu propia experiencia cuáles son los aspectos que caracterizan al Comboniano independientemente de su cultura, de su edad y formación académica?
* ¿Qué nos hace diferentes a los Combonianos, de los demás sujetos de la evangelización?
* En tu comunidad, tu provincia/delegación, y en el Instituto ¿Qué obras o presencias consideras típicamente combonianas, y cuáles consideras que nos confunden con otros Institutos?

1 Cfr. AC ’03, 17, 18.
2 Cfr. Juntos hacia la Asamblea Intercapitular - 2006, 5.
3 Cfr. Juntos hacia la Asamblea Intercapitular - 2006, 14.
4 Cfr. Revisar la misión renovándonos nosotros mismos, 10.2.4.
5 Vita Consecrata, 3.
6 Cfr. Juntos hacia la Asamblea Intercapitular - 2006, 1.
7 Cfr. Juntos hacia la Asamblea Intercapitular - 2006, 7-8; Revisar la misión
renovándonos nosotros mismos, 4.
8 Cfr. Juntos hacia la Asamblea Intercapitular - 2006, 2.
9 Cfr. Juntos hacia la Asamblea Intercapitular - 2006, 6.
10 Cfr. Revisar la misión renovándonos nosotros mismos, 8.
11 Cfr. Juntos hacia la Asamblea Intercapitular - 2006, 11.
12 Cfr. Revisar la misión renovándonos nosotros mismos, 4.2, 4.3, 9.
13 Cfr. Revisar la misión renovándonos nosotros mismos, 4.1.

Ratio Missionis, etapa del discernimiento IDENTIDAD 4