Roma, sábado 29 de octubre de 2011
Alex Zanotelli es un misionero comboniano muy conocido y apreciado dentro y fuera de Italia. Batallas al lado de los pobres ha ganado muchas. De los fracasos no habla. Por el contrario, dice que son un estímulo para continuar con su trabajo misionero. Convencido de que aquí en el Sur del Norte del mundo “llevamos adelante un trabajo de animación misionera, porque animar no significa volver de la misión para contar lo que hacemos allá y recoger un poco de dinero. Estar aquí es un estímulo para las Iglesias locales u un testimonio para que surjan nuevas vocaciones misioneras para los más pobres. Con él dialogamos sobre temas que él ama y que pueden interesarnos también a nosotros.

Volver a mi tribu blanca para convertirla
Diálogo con el P. Alex Zanotelli

 

¿Por qué en Nápoles?

Ha sido una opción. La primera opción fue regresar al Norte del mundo. Luego de 12 años de trabajo en Korogocho (Nairobi, Kenya), consideraba fundamental hacer algo en el Norte del mundo para ayudar a la gente a entender que nuestras políticas son un desastre para los pobres.

Esto me fue expresado de manera muy eficaz la noche de mi salida de Korogocho. Salí el 18 de abril del 2002. La noche anterior, los responsables de las pequeñas comunidades cristianas, los pastores de las distintas iglesias, también de iglesias independientes africanas, dijeron: no puedes marcharte si antes no oramos por ti. Fue una cosa bellísima que duró tres horas. Casi al concluir, uno de ellos me dijo: “Alex, arrodíllate”. Me arrodillé en medio de ellos. Otro más pidió que me impusieran las manos. Tuve centenares de manos sobre mi cabeza y el reverendo Timothy, ministro de la iglesia independiente africana, comenzó a orar en modo muy carismático. Fue una oración larguísima y casi para terminar dijo: “Padre, gracias porque Alex ha caminado con nosotros en estos 12 años. Te pido, Padre, dale tu Espíritu para que pueda volver a su tribu blanca y la convierta”.

Pienso que éste sea el concepto por el cual yo partí: para convertir a mi tribu blanca que tanto necesita de transformación porque a través de sus políticas está provocando increíbles tragedias que causan muchos sufrimientos entre los pobres.

Regresando a Italia y mirando a mi alrededor elegí vivir en el Sur porque en Italia el Sur es la zona más abandonada a sí misma y tiene problemas de todo tipo. Elegí entonces Nápoles. Entonces se hablaba también de Palermo (Sicilia) que parecía tener aún más problemas.  Finalmente nos decidimos por Nápoles.

Decidí de ese modo de ir a vivir en uno de los barrios más deprimidos y de mala fama de la metrópoli, el Rione Sanitá, en pleno centro de la ciudad. Elegimos también de vivir de la manera más sencilla posible. Junto con el padre Domingo Guarino tenemos tres pequeñas habitaciones, dando testimonio que se puede vivir de manera sencilla y animando a la gente en vistas de una perspectiva de misión.

¿Misión en qué sentido?

Hicimos una doble opción. La primera fue de no tener una parroquia. De partir de las pequeñas comunidades que leen el Evangelio. Se encuentran cada semana, caminan juntas, construyen juntas una vida comunitaria y están atentas a la realidad que existe a su alrededor.

La segunda es la atención a los problema locales. De ese modo surgió una atención a la problemática de los niños, por ejemplo. Con ellos tenemos serios problemas. Dimos vida entonces a 5/6 centros para que se encuentren cuando salen de la escuela para ayudar a quienes tienen dificultades en la escuela o problemas en familia. Una vez al año, en julio, se organiza para ellos un “campo de verano” en el Rione Sanitá. Hay chicos que nunca han visitado el mar, aunque viven a poca distancia del mismo.

Asimismo, nos hemos interesado en las familias que tienen más dificultades. Con ellas nos esforzamos por llevar adelante el proyecto de microcrédito. Algo que no es nada fácil, al contrario,  es muy difícil porque significa salir del trabajo “en negro”. Todos trabajan con ese sistema, es decir, de manera ilegal pues de otro modo no llegarían al fin de mes.

También intentamos “crear red”, reunir a la gente que trabaja en el mismo campo para tener más peso y obtener así lo que desean o necesitan.

Una iniciativa en ese sentido se realizó reuniendo todas las asociaciones y las cuatro parroquias del barrio para que las personas, con guantes y escobas, se pusieran a limpiar el barrio.

Son todos pequeños pasos que se hacen en clave local. Sin embargo, algo se hace también por lo que se refiere a temas de envergadura: el agua, por ejemplo. Toda las campaña que se ha realizado en este sentido arrancó de Nápoles. La primera victoria tuvo lugar en Nápoles en el 2006 y de inmediato nos unimos para proclamar en toda Italia que el agua es un bien común y debe ser administrado por el público.  Para mí ha sido una gran victoria porque significa un triunfo para los pobres del Sur del mundo. Efectivamente en el Sur del mundo ha sido muy apreciado este referendum. ¿El motivo? Si el agua se convierte en mercancía es el fin: más que muertos de hambre tendremos el doble de muertos de sed.

Pienso yo que victorias como ésta tienen que ser resaltadas en la animación misionera de los Combonianos en Europa.

Volviendo un momentito atrás, quisiera decir que ésta no ha sido la única victoria. Está también la de la basura porque el aire es algo fundamental para la ecología y la calidad de la vida. Ganar significa esperanza para el Sur, para los pobres, perder quiere decir malas noticias para ellos.

¿Qué dificultades has encontrado para llevar adelante tu misión?

La dificultades se han dado en varios frentes. El más difícil lo constituyen las estructuras económico-financieras y políticas. En estos ambientes no se quiere oír hablar de estas cosas. Es tabú hablar de nuevos estilos de vida, de redimensionar nuestro modo de usar las cosas, de decir basta a un mundo que usa y bota de modo indiscriminado. Se da también una cerrazón increíble sobre el problema ecológico y falta absolutamente la voluntad de cambiar. Es un absurdo total.

Otra dificultad se da a nivel eclesial. Y aquí el problema es doble. Mi impresión es que en la Iglesia de Europa y del Norte del mundo no hay relación entre fe y vida. Sobre ciertos argumentos se dice: “No. Ésta es política, ésta es economía o ecología. ¿Qué tenemos que ver nosotros?” Debido a eso no estamos presentes en situaciones que interesan a todos. Por el contrario, muchas veces se apunta el dedo y se etiqueta diciendo: “Tú haces economía, tú haces política, tú haces sociología”.

Para mí no es así y te doy un ejemplo. Respecto a la cuestión del agua es claro que se trata de un problema moral, ético y espiritual que tiene que ver profundamente con mi fe. Según mi punto de vista, la Iglesia, y hablo de la Iglesia de Occidente, ha entrado en el sistema de las estructuras y ahí se siente en casa. De ese modo no logra entender la gravedad de los problemas. Hablo en general, porque también hay obispos y sacerdotes buenos e inteligentes que entienden y trabajan para transformar la realidad.

Otro obstáculo enorme que he encontrado es la ignorancia de parte de los ciudadanos de la base. Ignorancia e impotencia. Ignorancia por los medios de comunicación censuran ciertas cosas que luego no se conocen. La consecuencia es que entre la gentes se experimenta un profundo sentido de impotencia. Dicen: “No se puede hacer nada. ¿Qué podemos hacer nosotros?”

De ahí la importancia de crear redes, de trabajar juntos. El agua ha sido una grande lección porque hemos visto que desde abajo  podemos obtener cosas extraordinarias si se toma conciencia, si nos unimos: si nos organizamos, logramos obtener muchísimas cosas.

Si los problemas de Nápoles son de veras graves, ¿no será cierto que se puede hacer poco para encontrar una solución?

Problemas como la camorra, la basura, la violencia, no son exclusivos de Nápoles. Yo diría que en Nápoles la camorra ha tenido un éxito rotundo, como en Calabria la ‘ndragheta y en Sicilia la mafia. Efectivamente estamos en sus manos porque se han infiltrado dondequiera y están penetrando en todo el país. En Milán hay una penetración tremenda de la ‘ndragheta. Es una cosa que da miedo.

Por eso nuestra postura no es de ponernos abiertamente contra la mafia o la camorra, sino quitarles terreno partiendo de la base, es decir, a través de experiencias que parten de abajo. El microcrédito podría ser un ejemplo. En el Rione Sanita éste quita espacio a la camorra porque ella provee créditos y dinero a las familias que, ahora con el microcrédito pueden encontrarlos en un sistema equitativo y justo.

Repito: el problema es enorme y es una cosa que tenemos que afrontar a nivel de Iglesia. Desafortunadamente no es así. Yo creo, por ejemplo, que en el Sur deberían prohibirse las procesiones y las fiestas de los santos que tantas veces están conectadas con la mala vida. No es fácil ayudar a la Iglesia a entender que ciertas cosas, aunque formen parte de la devoción popular y de la vida cotidiana, no se pueden aceptar.

Como decía, las mafias no son un problema sólo del Sur, han penetrado también el Norte. Con la cuestión de la globalización han metido ya las manos en los grandes capitales. Son ellas las que administran las grandes finanzas. Éste es de verdad uno de los frentes fundamentales. No basta con participar en las manifestaciones, hay que quitarles espacio en su territorio y su razón de ser de manera que se vacíen desde dentro. No es fácil porque las mafias son muy poderosas.

La mafia ha trabajado muchísimo en campos como el de los desperdicios tóxicos y ordinarios. Ésta ha sido una de las grandes  cuestiones que hemos intentando desenmascarar en la Campania, para decir que no se trataba sólo de un problema de desechos ordinarios. El problema era de desechos tóxicos, porque hasta hace unos 20 años, hasta el ’90, Italia exportaba sus desechos tóxicos a Somalia. Siendo yo director de Nigrizia denunciamos el tráfico de armas con Somalia. Entonces no sabíamos que detrás del tráfico de armas se había dado un acuerdo entre el gobierno somalo y el italiano: Somalia recibía cargas de desechos tóxicos de Italia y los sepultaba en sus playas e Italia en cambio le daba armas. Éste era el acuerdo. Cuando cayó Muhamad Siad Barre (presidente de Somalia, ndr), no se pudieron exportar más los desechos a Somalia y entonces se hizo un contrato con la camorra. Los industriales del Norte estipularon un acuerdo con la camorra para sepultar sus desechos tóxicos en Campania. Por 20 años la camorra los sepultó en grandes cantidades, especialmente en el Triángulo de la Muerte (Acerra, Nola, Mariliano). Se le llama Triángulo de la Muerte porque la gente muere de cáncer y leucemia. De igual modo está lleno de desechos tóxicos el norte de Nápoles Quagliano y Giuliano. Toda la franja del Litoral Domiciano es un desastre. Luego, el Clan de los Casalesi sepultó toneladas de desechos en el puerto de Marghera. Los desechos producen dioxinas que atacan sobre todo a mujeres encinta y recién nacidos. Ésta ha sido la primera grande acción de la camorra con la que ganó muchísimo.

La segunda cosa, y tampoco de esto se  quería hablar, es que la camorra ha ganado enormemente con los desechos ordinarios. La camorra ha penetrado profundamente la política local y eso le ha permitido traficar también con ellos. ‘Qué sucedió? La respuesta es importante para entender la acción misionera que realizamos. Desde el ’96 a hoy ha tenido lugar lo que llamamos la crisis ecológica campana. Crisis manejada durante este periodo por diez comisarios extraordinarios, elegidos por varios gobiernos. En los últimos años ha habido cuatro gobiernos de centro derecha y cuatro de centro izquierda. Lo cual quiere decir que los culpables han sido de ambos bandos. ¿Qué hicieron los diez comisarios? Simplemente obedecieron a quienes han impuesto la quema de desechos y las megabasureros. Ésta es la tragedia que se llevó adelante. En 16 años no ha habido ni siquiera un campo para la separación de los desechos húmedos y los secos. Se comenzó luego a empaquetar los desechos, a preparar los famosos eco-paquetes cubiertos con celofán y amontonados en Giuliano. Se depositaron ahí ocho millones esperando la construcción de otro horneen Acerra, sólo que para construirlo se necesitaron casi ocho años. Los eco-paquetes esperaron ahí porque es quemando como se gana.

La ganancia cosiste en esto: 1º.  Construir un horno cuesta un montón de dinero (250-350 millones de euros cada uno); 2º. Quemando se produce electricidad que se vende a la ENEL; 3º. Cada familia paga 7 por ciento más sobre los recibos de energía renovable, suma que en este caso va a quienes queman la basura. Con este impuesto el gobierno obtiene entre los 3 y los 5 mil millones que benefician a quienes administran los hornos. Ésa es la razón por la que se quiere quemar los desechos.

Esta situación condujo a la tragedia del 2008 cuando quedamos sumergidos por la basura. Nápoles se volvió entonces tristemente famosa en el mundo como la ciudad sepultada por la basura. No podía ser de otro modo porque nunca había habido una política desde las altas esferas. Sólo estábamos preparados para quemar. Llega entonces el decreto de Berlusconi (primer ministro) que impone a la Campania cuatro hornos y doce megabasureros. Si los cuatro hornos llegaran a construirse (hasta ahora se ha construido sólo uno en Acerra), la gente de la Campania tendría que comprar desechos porque no habría allí suficientes para alimentar los cuatro hornos. Todo esto fue impuesto con la fuerza del ejército. Nosotros nos rebelamos a este modo de planificar y de proceder y nos organizamos en todas partes, siempre desde la base, para estar presentes, protestar y formar comités cívicos. La gente hizo de todo para manifestarse en contra de lo que estaba sucediendo. Siempre según el principio de que así como en el tema del agua es un derecho fundamental también el aire lo es. Ésta ha sido la lucha que hemos llevado adelante.

La lucha la conduce ahora De Magistris, nuevo alcalde de Nápoles, quien dice: basta con los hornos y los megabasureros, tenemos que llegar a un 70 por ciento de separación de la basura. El 40 por ciento de húmeda irá a la agricultura y el 30 por ciento de seca a la industria. Luego tenemos que llegar a producir menos desechos, a nuevos estilos de vida y a la eliminación de ciertos productos como embalajes y bolsas y botellas de plástico.

Es con este espíritu que nosotros hemos trabajado, una acción profundamente misionera. Personalmente tengo a mis espaldas la situación de Korogocho. Allá inicié la experiencia que he tratado de llevar adelante también en Nápoles, lugar en donde existen situaciones similares.

¿Cuáles signos de esperanza ves en una situación tan grave?

La esperanza viene del hecho que cuando uno se organiza y se hace entender a la gente la importancia de unirse, se obtienen cosas extraordinarias. Nosotros hemos ganado una primera batalla en el 2006 en Nápoles. Evitamos que el agua fuera privatizada a pesar que hubiera sido ya decidido por los 150 municipios. Nosotros dijimos no y logramos invertir la situación: los 150 municipios votaron por el agua pública. La esperanza nace aquí. Lo mismo sucedió con la basura. El alcalde de Nápoles, De Magistris, asumió la lucha que nosotros llevamos adelante desde abajo. Yo estoy convencido de que, si logra encontrar dinero lo logrará. Hace poco estuve en el municipio para saludar a un grande amigo, Paul Comet, que es presidente de la red zero waste (cero desechos). Nápoles ahora forma parte de esta red. El camino realizado nos hace entender que se puede cambiar.

¿No sientes a veces la tentación de decir como el profeta Jonás: ahora basta?

No, al contrario. El motivo es que veo que con poco se logra hacer mucho. Lo importante es ponerse trabajar. Como ya lo decía, la victoria del agua fue un gran estímulo porque fue el triunfo de la pobreza contra todas las otras fuerzas. Lo logramos aunque habíamos sido abandonados inclusive por los partidos.

Además, estar aquí entre la gente es una experiencia única. El pueblo napolitano ha sido aplastado y oprimido por mucho tiempo, pero cuando entiende que estás con ellos, que eres uno de ellos, te dan tanta cosas. Esto representa para mí una riqueza, me da tanto y decido entonces de quedarme siempre con ellos.
Jorge García Castillo
Combonipress