Lunes, 16 de octubre 2017
“Desde el primer Capítulo General en el que participé (1975) hasta el día de hoy, continuamente se repite el mismo estribillo: evangelizar con medios pobres, cultivar un estilo de vida sencillo y austero, simplificar las estructuras demasiado grandes y caras, superar el individualismo, recurrir al discernimiento comunitario y provincial en el uso de los bienes, etc. ¿Tal insistencia no significará, tal vez, que a las buenas intenciones no son seguidas las decisiones y actitudes más adecuadas?”, se pregunta el P. Manuel Ferreira Horta [en la foto], ecónomo de la provincia comboniana de Portugal.

PROVIDENCIA – PREVISION
AUTO-SOSTENIMIENTO

1. Providencia de Dios en la Sagrada Escritura

El rostro de Dios en la Biblia es la cara de un padre que vela por sus criaturas y provee a sus necesidades. En el lenguaje bíblico, cuando se habla de la Providencia de Dios nos referimos básicamente a dos realidades.

La primera es la existencia de un Dios que es Creador y Señor del universo, que rige y gobierna todo con infinita sabiduría y ordena todo para lograr el fin último de la creación: la manifestación y la celebración de Su gloria. La segunda es la preocupación de Dios que provee para las necesidades de cada uno de los seres que él ha creado.

1.1 Los Salmos, en su gran belleza y variedad, son tal vez la más hermosa canción de alabanza a la Providencia de Dios.

“Los cielos narran la gloria de Dios y el firmamento proclama la obra de sus manos. No hay lenguaje, no hay palabras, ni su voz se puede oír. Pero por toda la tierra se difunde su voz y su palabra resuena por todo el mundo” (Sal 19,2.4-5). “Todos los ojos se vuelven hacia ti en espera y tú les das su alimento a su debido tiempo. Abres tu mano y sacias el hambre de todo ser viviente” (Sal 145,15.16). El Señor “es fiel para siempre, hace justicia a los oprimidos y da de comer a los hambrientos, libera a los prisioneros, da vista a los ciegos, levanta a aquellos que han caído, ama a los justos, protege al forastero, sustenta al huérfano y a la viuda” (Sal 146,7-9).

1.2 En la historia de la salvación, la preocupación de Dios se ha afirmado continuamente. “Dios escucha el clamor de su pueblo, él se mueve a compasión y decide liberarlo” (Ex 3,7-8); lo saca de la esclavitud de Egipto y hace atravesar el mar Rojo sobre tierra seca (Ex14,22); prevé el pan, la carne y el agua necesarios para la supervivencia de su pueblo y camina delante de él y lo conduce a la tierra prometida a Abraham y su descendencia (Ex 16,17).

1.3 Jesús, revelación del rostro paterno de Dios, ha enseñado a sus discípulos a orar al Padre para pedir sólo el “pan de cada día” (Mt 6,11); y les dijo que no hay que preocuparse demasiado por el mañana, porque el padre sabe lo que necesitan: cuida de las aves del cielo que no siembran ni cosechan, ni recogen en graneros, y sin embargo su Padre les alimenta; cuida de los lirios del campo que no trabajan y no hilan, pero el Padre les viste un traje tan esplendido que rivaliza con la magnificencia de Salomón (cf. Mt 6,25-34).

1.4 Preparando los discípulos a la primera misión, Jesús da indicaciones muy precisas también para nuestra vida evangélica y para nuestra misión apostólica y misionera. “Sin oro ni plata ni calderilla en vuestras fajas, ni alforja para el camino, ni dos túnicas ni sandalias ni bastón, porque el trabajador merece su alimento. Proclamad que el Reino de los cielos está cerca... libre lo recibís, dadlo gratis” (Mt 10,5-10).

2. Providencia de Dios en la vida de nuestro Fundador

En la vida de San Daniel Comboni la confianza en la Providencia está presente en el origen de su vocación y en cómo ve la presencia de Dios en todas las vicisitudes de su vida. Providencia es alivio en el peligro; es su guía en la elaboración del Plan para la Evangelización de África y en la elaboración y presentación del “Postulatum” al Concilio Vaticano I.

La Providencia de Dios es evidente en casi todas sus cartas e informes a Propaganda Fide, en su intensísima actividad misionera y actividades de evangelización y aparece muchas veces, identificada con el diseño, la voluntad de Dios.

En una carta al cardenal Simeoni (27.8.1880), Comboni dice: ‘ considerando que las obras de Dios nacen siempre al pie del Calvario y deben ser marcadas con el sello adorable de su cruz, he pensado abandonarme en los brazos de la Divina Providencia, que es fuente de la caridad para los miserables y siempre guardián de la inocencia y de la justicia...” (E 6085).

En la carta al canónigo Giovanni Mitterrutzner (18.9.1865) escribe: “las obras de Dios deben encontrar dificultades. Así llevan las marcas adorables de la Providencia. Cuánto placer sufrir por África. Pero el plan se llevará a cabo... no estamos solos en la gran obra: están Dios, la Virgen y muchos mortales poderosos que quieren su realización” (E 1185).

3. Providencia y Previsión

La confianza en la Providencia no tiene nada que ver con pasividad y menos aún con la ociosidad.

En varias parábolas, Jesús nos muestra claramente que la Providencia es proporcional a nuestra responsabilidad y capacidad para manejar los dones y bienes que nos concede.

En la parábola de los talentos, Jesús alaba a los siervos que fueron capaces de hacer fructificar al máximo los talentos recibidos, dependiendo de las capacidades de cada uno, y reprende al siervo que escondió el talento bajo tierra para devolverlo intacto a su Señor, sin correr el riesgo de perderlo o fuese robado (Mt 25,14-27).

Cuando Jesús multiplica los panes para saciar a la multitud, pidiendo la colaboración de sus discípulos: «dadles vosotros mismos de comer». ¿Pero cómo? “Tenemos solo cinco panes y dos peces”. Lo poco que hay es la colaboración humana; el milagro hará el resto y todos comieron y quedaron satisfechos y quedó mucho (Mt 14,16-20; 15,32-38).

4. Providencia y Previsión en S. Daniel Comboni

Daniel Comboni tenía una confianza ilimitada en la Providencia de Dios, pero no quedó esperando que los medios materiales necesarios para la misión le cayesen del cielo. Confianza en la Providencia y en la especial intercesión de San José, pero trabajó incansablemente para obtener las ayudas que necesitaba; escribió una enorme cantidad de cartas a amigos y benefactores, a la gente sencilla, ricos o poderosos, fundó los Anales del Buen Pastor como revista que ponía en contacto la misión con los que la apoyaban; fundó la obra del Redentor, diseñada específicamente para garantizar la continuidad del apoyo a las necesidades de la misión.

En una carta al cardenal Simeoni (24 de abril de 1878) Comboni escribe: “ahora debo trabajar mucho en estas misiones con el fin de promover el bien espiritual, y realmente debo escribir mucho a mis bienhechores privados de Europa para sacar de la barba de S. José la ayuda pecuniaria” necesaria para la misión.

La confianza ilimitada de Comboni en Providencia y en la especial intercesión de San José seguía siendo proverbial y es parte de la espiritualidad comboniana transmitida hasta nuestros días.

5. Providencia, Previsión y Regla de Vida

La Regla de Vida ha codificado los rasgos esenciales del carisma y de la espiritualidad vividas por el Fundador y los miembros del Instituto que fundó, en todos sus aspectos: carisma y espiritualidad, consagración para la misión, servicio misionero, formación, animación misionera y evangelización, así como organización interna y gestión de los bienes económicos.

Vivir la pobreza evangélica es una elección de vida: “El misionero elige voluntariamente la pobreza de Cristo, dejando todas las cosas; comparte la ley común del trabajo, pone en común los bienes materiales, acepta la limitación y la dependencia de los superiores en usar y disponer de los bienes y sigue un estilo sencillo de vida para ser libre y poder llevar el mensaje del Evangelio a los más pobres y abandonados y vivir en solidaridad con ellos” (RV 27; 1 Cor 9,17-23).

Para liberarse de las limitaciones de las cosas materiales, el misionero comboniano vive su pobreza confiando en la Providencia del Padre, que conoce sus necesidades y acepta con serenidad la escasez o falta de cosas necesarias (RV 27,1).

Los ojos del mundo hoy en día se dirigen a la Iglesia y a las instituciones religiosas y ponen fuertemente en discusión duda “la abundancia de bienes” que la Iglesia y las instituciones tienen o parecen tener. La ostentación, las comodidades, los hábitos burgueses y, lamentablemente, también los casos de mala gestión y de escándalos financieros y no solo, han llevado a apuntar los focos de atención sobre la Iglesia y sus instituciones para examinar la credibilidad de nuestra vida y la coherencia con los valores que proclamamos.

Ante la multitud de refugiados e inmigrantes que llaman a nuestras puertas y antes de que el avance generalizado de la pobreza que aqueja a más de dos tercios de la humanidad, debemos recurrir al análisis riguroso y un serio discernimiento sobre el modo en que vivimos la pobreza evangélica en nuestro Instituto.

5.1 Desde el primer Capítulo General en el que participé (1975) hasta el día de hoy, continuamente se repite el mismo estribillo: evangelizar con medios pobres, cultivar un estilo de vida sencillo y austero, simplificar las estructuras demasiado grandes y caras, superar el individualismo, recurrir al discernimiento comunitario y provincial en el uso de los bienes, etc.

¿Tal insistencia no significará, tal vez, que a las buenas intenciones no son seguidas las decisiones y actitudes más adecuadas?

5.2 La Regla de Vida dice que “el misionero comboniano vive la pobreza a través de un trabajo diario serio y comprometido” (RV 27,2). El ejemplo de Pablo y el reproche dirigido a la comunidad de Tesalónica debe ser para nosotros fuente de un riguroso examen de conciencia. “Hemos trabajado con fatiga y esfuerzo al no ser una carga a ninguno de vosotros”; “Aquellos que no quieren trabajar que no coman... A los que viven en la ociosidad, les exhortamos en el Señor Jesucristo, comer su pan trabajando en paz” (2 Tes 3,8-13).

5.3 En los últimos Capítulos Generales se ha indicado el Fondo Común Total ante todo como una iniciativa válida, después como una iniciativa a promover y, en definitiva, como un camino a promover en todas las provincias para una gestión más evangélica de los medios económicos.

Ya hemos hecho un largo camino, pero queda mucho aún por hacer para superar las resistencias, motivar el empeño para buscar los medios y superar la pasividad de aquellos que esperan mucho pero hacen poco para merecerlo. Recordemos que el voto de pobreza implica la renuncia a usar y disponer de los bienes adquiridos sin discernimiento de la comunidad, de la provincia, del Instituto y que, como decía Pablo, “tenemos derecho a comer sólo el pan que nos pertenece” porque también es fruto de nuestro trabajo (2 Tes 3,13).

6. Regla de Vida y auto-limitación

Sabiamente y de acuerdo con el estilo de vida del Fundador, la Regla de Vida claramente indica las directrices fundamentales para el uso de los bienes y establece límites claros para la tentación de acumularlos.

“El Instituto, como comunidad de hermanos que da testimonio de la pobreza consagrada, vive la comunión de bienes; hace uso de estos para lograr su finalidad misionera. Evitando excesivas ganancias y la acumulación de bienes, confía en la Providencia, reconoce la ley común del trabajo y comparte voluntariamente sus bienes con la Iglesia local y los pobres” (RV 162). “Confía en la Providencia, mediante la especial intercesión de San José, según el ejemplo del Fundador” (RV 162.2).

Según la Regla de Vida, “los ingresos del Instituto provienen de las ofrendas del pueblo de Dios y del trabajo de misioneros y comunidades; también puede resultar de inversiones, salvando siempre el testimonio de pobreza evangélica” (RV 167); “Las inversiones tienen carácter de complementariedad: se realizan para proveer a las necesidades del Instituto y no para acrecentar el capital” (RV 167.1).

6.1 Frente a la pobreza generalizada en el mundo hoy, muchos misioneros combonianos están cuestionando la cantidad de patrimonio estable e inmobiliario de la Dirección General y de algunas provincias. Más que la mayoría de los números en abstracto, lo que posiblemente se puede poner en tela de juicio es la forma en que los bienes se acumulan y la transparencia de la finalidad y del uso que se hace de ellos.

Crear fondos para atender a todas las situaciones, contingencias y emergencias imaginables, puede ser un subterfugio para disminuir o eliminar el capital o el balance; incluso tener fondos que pueden ser utilizados muy raramente es una forma de acumulación de capital.

Las reglas son bastante claras y precisas en nuestros documentos (directorios) de constitución, techo y uso de los fondos y reglas para fijar el techo del capital de ejercicio; a quien compete, la responsabilidad de hacer respetar y poner en práctica.

6.2 Lo que no parece tan pacífico y admisible es que, aun afirmando la Regla de Vida, la singularidad del patrimonio (RV 163), haya tanta diferencia entre los patrimonios de las distintas provincias. Esto significa que los mecanismos creados para hacer funcionar la solidaridad no son todavía suficientes para que haya una distribución más equitativa del patrimonio del Instituto. Probablemente, además de solidaridad basada en la buena voluntad, debe haber una “solidaridad institucional”, una especie de cuota fija a establecer sobre la riqueza creada (PIB) en una provincia o sobre su patrimonio.

Inicialmente, el Instituto, a través de la Dirección General, será siempre el canal más apropiado para hacer de vehículo para la institucionalización de la solidaridad.

7. Providencia y Previsión en la actual situación del Instituto

Si la principal fuente de nuestros ingresos tiene que ser el Pueblo de Dios y el trabajo de la comunidad y de los misioneros, “sobre los pasos del Fundador el Instituto asume como su misión la animación misionera del Pueblo de Dios, para que reconozca sus responsabilidades misioneras y se comprometa en el anuncio del Evangelio” (cf. RV 72). Por esta razón, en todas las provincias, todas las comunidades son centros de animación misionera a través de diversas iniciativas” (cf. RV 75, 75.1).

En nuestra historia tenemos grandes figuras de animadores misioneros que pueden ser de inspiración todavía hoy. El testimonio de los misioneros es esencial para la sensibilización misionera del pueblo de Dios; así que las semanas, los triduos o las jornadas misioneras, retiros y encuentros, la presencia sobre el territorio de numerosos bienhechores y colaboradores misioneros han sido tradicionalmente los medios más usados para tratar de crear una presencia misionera entre el pueblo de Dios.

Es cierto que hoy en día algunas parroquias oponen resistencia a las iniciativas de los misioneros, especialmente cuando se ven como medio para recaudar fondos; pero si hay puertas que se cierran, siempre hay otras que se abren cuando hay lealtad y valentía. Es cierto que algunas iniciativas del pasado hoy parecen menos adecuadas; la innovación y la creatividad nos ayudarán a encontrar nuevas formas para garantizar el necesario contacto con el pueblo de Dios.

Es cierto que muchos de nuestros benefactores ya son ancianos y van desapareciendo; en este contexto es crucial asegurar una continuidad y demostrar el aprecio, el afecto y el reconocimiento a través de la oración y muchos otros pequeños gestos de atención que nuestros antepasados han sido capaces de encontrar.

También es cierto que las generaciones más jóvenes son las más distantes de la Iglesia institucional, pero siguen siendo extremadamente sensibles a la solidaridad y a los compromisos en materia de justicia, paz e de la integridad de la creación.

Los areópagos donde podemos hacer eco de la proclamación del Evangelio y llamar al compromiso cristiano y misionero hoy son muy numerosos y muy a la mano; en esta lista de nuevas posibilidades no podemos dejar de mencionar los nuevos medios de comunicación visual, digital y escrita, esta última con una larga tradición y con abundantes frutos en el campo de la sensibilización y de la formación misionera del pueblo de Dios.

8. Providencia y Auto-sostenimiento

La confianza en la Providencia de Dios y en las distintas formas en que se manifiesta con nosotros, no nos exime de buscar de asegurar el auto-sostenimiento (al menos en parte) de nuestras vidas y de nuestras actividades misioneras.

Si para algunas provincias el problema aún no se presenta en una forma seria, para muchos otros es ya motivo de preocupación.

Si nos fijamos en el presupuesto de la Dirección General para el año 2016, vemos que, para cubrir los gastos ordinarios de la Dirección General, la contribución de los miembros es sólo un 29% mientras que el 61% está asegurado por ingresos financieros cada vez más inciertos.

También vemos que los gastos extraordinarios que incluyen especialmente la financiación de los distintos fondos (la formación básica, la formación permanente, los enfermos, la solidaridad y las contribuciones extraordinarias) se aseguran por las contribuciones ordinarias y las extraordinarias de las provincias (71%) y de herencias y legados (29%).

Sin los ingresos financieros y los extraordinarios aportes de las provincias, la Dirección General no podría proveer a sus necesidades normales de funcionamiento, ni a las otras necesidades vitales que asegura (formación de base y permanente, enfermos, etc.). Por esta razón ahora la palabra clave que nos permite sobrevivir se llama ‘solidaridad’ y tiene mucho que ver con la actual situación económica y patrimonial de las provincias del “mundo occidental”. En previsión del futuro, hablar seriamente de auto-sostenimiento comporta:

8.1 Una sustancial reducción de nuestro nivel de vida (nivel de vida sencilla y austera indicado muchas veces en nuestra Regla de Vida y en otros documentos). En Fátima, el Papa Francisco habló de “una Iglesia pobre de medios” y rica de amor y misericordia (Homilía 13.5.2017).

8.2 Un ajuste de nuestras estructuras – demasiado grandes y costosas – en las actividades en consonancia con nuestro carisma o un servicio social o eclesial, para que resulte rentable o por lo menos autosuficiente o, en última instancia, una enajenación evitando de malvender tales bienes (CA 2015, 83). La eliminación sistemática, además de ser difícil y disminuir los valores de la propiedad, no parece ser el camino seguido por instituciones como la nuestra propia.

8.3 Un ajuste de nuestro estilo de organización y de gobierno por uno más simple, menos costoso y más adecuado a la situación actual del Instituto (menos asambleas, menos reuniones, menos viajes...). Ahora con un simple clic se pueden evitar reuniones innecesarias y alcanzar prácticamente los mismos objetivos y resultados.

8.4 Apuntar a una animación misionera de calidad por parte de todas las provincias. Para algunas, innovando y renovando las iniciativas existentes; para otras comenzando a crear las bases para una animación misionera que puede producir algunos frutos a plazo medio. En algunos contextos, hay ya condiciones para obtener apoyo sistémico a través de Newsletter y también para poner en marcha la Obra del Redentor que en muchas provincias sigue dando excelentes resultados.

8.5 En las provincias donde ya existe un buen grupo de combonianos locales, sería bueno establecer nuestra presencia manteniendo algunas parroquias para convertirse en los principales centros de animación misionera, revertir la práctica de la entrega sistemática de parroquias consolidadas siguiendo el ejemplo de otros institutos.

Conviene también asegurarse de que la casa provincial y las casas de formación estén construidas en terrenos pertenecientes al Instituto y que la propiedad esté registrada a nombre del Instituto o, donde esto no sea posible, en nombre de la diócesis con un contrato vitalicio reconocido por los organismos eclesiales.

8.6 Dotar progresivamente las provincias más pobres de determinados bienes inmuebles (apartamentos, etc.) que pueden ser alquilados y generar un ingreso estable. Esta iniciativa debe ser gestionada de forma responsable y competente y también podría ser una manera para disminuir el capital monetario, hoy cada vez más inestable y difícil de gestionar, mediante la inversión en capital inmobiliario, más estable y, ahora, más rentable.

8.7 Casi todas las provincias tienen un capital monetario y financiero. La volatilidad y complejidad de los mercados financieros y las normas de estricto control nacional e internacional requieren experiencia y conocimientos técnicos que no todos los ecónomos provinciales pueden tener. Hasta el momento el Economato General y algunas provincias y procuras (Italia, DSP, NAP...) han funcionado como canales para la gestión de los patrimonios de las distintas provincias.

Las nuevas normas internacionales sobre transparencia, tanto de la propiedad como de los varios movimientos de capital, nos han obligado a algunos cambios para adaptar la gestión económica a las nuevas normativas. La elección de instituciones de confianza, la diversificación de productos y también de instituciones, la dimensión ética, la claridad y transparencia de las inversiones, la prudencia y la consulta son criterios a tener siempre presentes para que el riesgo, siempre presente en este sector, sea siempre el mínimo.

La necesidad de la auditoría realizada por consultores externos nos obliga a una gestión más técnica, más rigurosa y responsable, de los bienes que la Providencia continua confiándonos con gran generosidad y bondad.

8.8 Está en estudio desde algún tiempo la posibilidad de establecer un Fondo de Previsión interno en el Instituto, pensado especialmente para las provincias donde no hay ninguna forma de apoyo y seguridad social.

Del examen hecho y de las consultas realizadas, la iniciativa parece factible; los dos principales obstáculos son el establecimiento de capital inicial que en principio puede ser asegurado por el Instituto y la cuota mensual que las provincias tendrán que pagar y que puede ser bastante alta, dada la tendencia hacia una reducción acentuada de los intereses en las inversiones con un nivel de riesgo bajo o moderado. El tema continuará debatiéndose hasta que tengamos una propuesta que garantice el resultado.
P. Manuel Ferreira Horta

Preguntas para la reflexión

1. ¿Estamos seriamente convencidos de que tenemos que cambiar nuestro estilo de vida, redimensionar estructuras y adecuar nuestra organización y el gobierno, para poder vivir y testimoniar la pobreza evangélica?

2. ¿Aceptamos el Fondo Común Total como la mejor manera para superar el individualismo, sometiendo al discernimiento comunitario nuestros presupuestos y dando prioridad a lo que es esencial en nuestra evangelización?

3. La solidaridad es la clave para superar las desigualdades en el Instituto y para llegar a los más pobres. ¿Nuestra confianza en la Providencia es grande hasta el punto de movernos a compartir no sólo lo “superfluo”, sino también aquello que un día podría llegar a faltarnos?