Sábado, 20 de septiembre 2025
“Yo también entraré por la Puerta Santa durante el Año Jubilar”, le dije a mi superior provincial en Etiopía antes de salir para venir a Roma. Sabía que había dos grupos de Misioneros Combonianos en una reunión en nuestra casa de Roma y pensé unirme a uno de ellos para hacer la peregrinación juntos. Pero ya la habían realizado.
Así que esta tarde de 16 de Septiembre de 2025 agarré el Metro que lleva al Vaticano y llegué al cubículo que está junto al Castillo de San Ángel para inscribirme. Al ir solo, pensé en unirme a uno de tantos grupos que llegan y hacer con ellos la pequeña peregrinación.
Luego de dar mi nombre, indicando que era sacerdote, el encargado del lugar me dijo que no había en ese momento un grupo de peregrinos, pero que yo podía hacer uno, aunque pequeño, con las pocas parejas y familias que estaban esperando unirse al que llegara. Yo asentí con gusto y él me dio una hoja con varios textos pidiéndome que guiara las oraciones y cantos.
Una vez que sacó la Cruz del Jubileo que dan a cada grupo para llevarla al frente, pidió quien podría llevarla. Yo levanté la mano mientras le devolvía la hoja de oraciones. Me preguntó en baja voz, mientras ponía la cruz en mis manos, por qué la había pedido, y le dije que era porque tal vez yo era el que necesitaba más de la misericordia de Dios en este Año Jubilar. Él sonrió con mi respuesta.
El joven italiano que estaba en mi izquierda e iba junto con su esposa recibió por tanto la hoja y después de pedirme que le dijera qué hacer, empezamos el camino. En seguida de ponernos en fila tuvimos en lengua italiana una oración inicial, dos Salmos, una lectura del Nuevo Testamento y un momento de silencio para meditarla. Después, las tres señoras de Hungría rezaron un misterio del Rosario en su lengua, al que nosotros seguimos en silencio. Al llegar enfrente de la Iglesia que está a medio camino (S. María Trasportina), se leyó una reflexión sobre María (‘Spes non confundit, 24). Sin dilación continuamos con otro misterio del Rosario en italiano. Como todos éramos muy malos para cantar, no tuvimos ningún himno durante la procesión. Al entrar al atrio de la plaza de San Pedro, nos detuvimos un rato para descansar… y sacarnos una foto. Posteriormente, continuamos con la letanía y otro misterio en inglés. Una vez que llegamos a la Puerta Santa, ahí tuvimos la recitación del bello Salmo 23, ‘El Señor es mi Pastor’. Luego, pasamos con gran devoción y alegría la Puerta Santa… y seguimos caminando y rezando por las intenciones de la Iglesia y del Papa hasta que llegamos al frente del Altar principal que está encima de la tumba de San Pedro.
Ahí hicimos nuestra profesión de fe con el Credo y después invité a todos a orar unos segundos en silencio por nuestras intenciones y de la de aquellos que nos han pedido orar por ellos en este momento tan especial. Así lo hicimos y terminé dando la bendición con la cruz del Año Jubilar, levantándola con las dos manos. Todos los miembros del grupito, así como las personas que estaban dentro de la Basílica de San Pedro, frente al altar principal, y el grupo de voluntarios que nos acompañaron en la última parte, inclinaron sus cabezas y se persignaron con gran devoción. Fue un momento de fuerte intimidad con Dios.
Así concluyó nuestro camino juntos y nos despedimos. Cada uno tomó su camino, dentro de la inmensa basílica dando gracias a Dios por este momento tan especial, tan lleno de su Gracia. Yo, en lo personal, salí muy fortalecido y agradecido por este momento, recordando la promesa que hice a mi superior provincial y así fue: tuve la gracia de pasar por la Puerta Santa.
Dios siga llenando de fortaleza y de su gracia a todos los peregrinos que día a día hacen este camino para encontrar la misericordia de Dios y reconocer su amor, ya sea momentos grandiosos, así como en los dolorosos también. Amen.
P. Hernández Jaime Pedro Pablo Leobardo, mccj