In Pace Christi

Bisesti Mario

Bisesti Mario
Fecha de nacimiento : 28/07/1923
Lugar de nacimiento : Acerra
Votos temporales : 02/02/1957
Votos perpetuos : 02/02/1963
Fecha de fallecimiento : 09/10/2005
Lugar de fallecimiento : Milano

El Hno. Mario Bisesti nació el 28 de julio de 1923 en Acerra (Napoli). Hizo los primeros votos el 2 de febrero de 1957 en Firenze y la profesión perpetua el 2 de febrero de 1963 en España. Trabajó en Ecuador 1963-81 y 1986-2000. Falleció el 9 de octubre del 2005, en Milano.

Entrado ya maduro en el Instituto Comboniano, puso a disposición de las misiones sus abundantes energías. De sus años como misionero trabajó unos siete años en España, unos 4 en Italia y el resto, más de 22 años en las misiones de Esmeraldas. Fue uno de los primeros en Ecuador, uno de los que “abrieron caminos” en las duras realidades de los comienzos.

Creatividad y espíritu comunitario
No tenía particulares títulos de estudio, pero sí un buen carácter firme y decidido, inteligente y atrevido. Su actividad no se mide en grandes obras, pero sí en una constante actividad que cubrió dos importante vertientes: por la primera, era el Hermano tradicionalmente “ad omnia” es decir, encargado de cuidar el bienestar de sus cohermanos en el mantenimiento de las personas y en la manutención de las residencias y de las obras de las diferentes misiones. En los lugares donde se apreció su presencia, fue notorio por su incansable actividad material: proveer lo necesario para la casa, ocuparse de la limpieza, mantener buenas relaciones con la gente sencilla y con los colaboradores.

En esta vertiente, manifestó un carácter ameno y jovial. Era el animador de la comunidad, cualidad que se manifestaba sobre todo en las grandes reuniones combonianas. Sabía encontrar chistes, adivinanzas, noticias raras, recortes y dibujos, con los cuales pasar ratos amenos con los hermanos o con las personas reunidas por algún motivo de formación. A veces armaba su cuadro mural, pegando recortes, dibujos, caricaturas de las más alusivas a las personas presentes o a las circunstancias. En esto demostraba su capacidad inventiva y su inteligencia crítica, siempre con tino y medida. Era muy apreciado por este espíritu comunitario, con el cual completaba su duro trabajo de todas las horas y en diferentes trabajos manuales.

El apóstol de las “filminas”
Por la otra vertiente, la apostólica y propiamente misionera, todos los cohermanos recuerdan una de sus proezas, dominante y característica. Era el apóstol de las “filminas” o proyecciones fijas. En sus “safaris” solitarios (en los que casi siempre iba solo) por los pueblos o recintos a los largos de los ríos o en las misiones, andaba cargando un par de grandes maletas en las que llevaba un monumental proyector “a la antigua”, con máquina “petrogas”, es decir con la lámpara alimentada con queroseno. Esta era su tremenda “arma de combate”. Reunía la gente, grandes y pequeños, a gritos o con campanilla, y comenzaba la función. Casi siempre estaba presente todo el pueblo, incluso perros y gallinas. Con trabajo se prendía la lámpara, y, sobre una gran sábana, aparecían las figuras en colores brillantes, rompiendo la oscuridad de las noches tropicales. El número principal era constituido por las filminas de “Chichirí”, dibujos animados que representaban las aventuras de un negrito en las selvas de África. Bellas y educativas aventuras, que el Hno. Mario animaba con diferentes voces y con todos los efectos sonoros del caso.

Después venían las filminas sobre el catecismo, los sacramentos, los mandamientos, la historia sagrada, el santo rosario, y otras más. Las horas transcurrían como un encanto, la gente se moría de risa o escuchaba en tembloroso silencio. Aplausos. Al final, un grito unánime de grandes y pequeños, invocando una réplica de “Chichirí”.

Con este método nunca visto en esos lugares remotos, el Hno. Mario evangelizaba los pueblos, uno tras otros, recorriendo los ríos Onzole, Santiago y otros, así como las zonas de Quinindé, de Atacames, de Santa María de los Cayapas, de Rioverde, y hasta en la Ciudad de los Muchachos y de algunas parroquias urbanas. Estos viajes suponían grandes sacrificios, mala comida, malas noches y largas caminatas. Trabajo de misionero de primera línea que se sumaba a sus responsabilidades en los Centros.

Buen humor y disponibilidad hasta el fin
Veintidós años de estas fatigas justifican plenamente una vocación misionera. A lo que hay que añadir toda una actividad de persona a persona, con el ejemplo, las palabras y “algunos gritos”, actividad dirigida a una cantidad de amigos, empleados, albañiles, trabajadores y gente sencilla con la que siempre estaba en contacto. Su humor, su creatividad, sus salidas espontáneas, se sostenían con una firme vida religiosa de piedad y de disponibilidad. Esmeraldas puede dar gracias a Dios por haber tenido un Hermano misionero de la talla del Hno. Mario.

A la edad de 78 años, la enfermedad lo venció, y pasó los últimos 4 años en la Casa de Ancianos de Milano, donde se preparó al encuentro con el Señor, el Señor de los grandes misioneros desconocidos.
(P. Alberto Doneda, mccj)
Da Mccj Bulletin n. 230 suppl. In Memoriam, aprile 2006, pp. 31-34.