P. Paolo Ottolini (29.06.1932 – 09.11.2006)
El P. Paolo había nacido el 29 de junio de 1932 en Minucciano, Lucca. Entró en el noviciado en Gozzano y, después de la profesión temporal, continuó los estudios, primero en Verona, hasta 1952, y después en Venegono. Hizo la profesión perpetua el 9 de septiembre de 1959 y fue ordenado sacerdote el 2 de abril de 1960. Después de la ordenación fue asignado a la provincia italiana durante tres años, y en 1963 marchó a Uganda, donde fue destinado a la diócesis de Gulu. Después de un período suficiente para aprender la lengua acholi y practicar la pastoral según la metodología del lugar, fue enviado al Centro Catequístico de Gulu junto con el P. Angelo Romanò y el P. Luigi Varesco. En 1970 marchó a Londres, al Corpus Christi, para participar a un curso de actualización, para mejorar la calidad de su servicio en el Centro Catequístico. En octubre de 1971 volvió a Uganda para recibir del P. Romanò la entrega como director del Centro, donde permaneció hasta 1975, cuando fue expulsado de Uganda por el dictador Amin, junto a otros hermanos. En la carta en la que el Superior General, P. Tarcisio Agostoni, expresaba al P. Paolo su simpatía y solidaridad por la expulsión, le proponía estar disponible como formador de los Hermanos en Pordenone.
En Pordenone permaneció hasta la caída del régimen de Amin, en 1979, después de la invasión de Uganda de parte de las tropas de Tanzania. Su vuelta a Uganda se realizó, pero sólo en la primavera de 1960, cuando los superiores consiguieron encontrar un formador que lo sustituyese en la casa de Pordenone.
En Uganda fue nombrado párroco de la catedral de Gulu. La vida en Gulu no era fácil, al agravarse las violencias provocadas por los diversos movimientos llamados “de liberación”, de Alice Lakwena, Severino Lokoya, del grupo de Rubanga Won y del más conocido, del Lord Resistance Army di Joseph Kony. El P. Paolo fue incansable en intentar mediar e influenciar a cualquiera que pudiese poner fin a la inútil violencia. El P. Vittorino Cona, provincial, le escribió durante las vacaciones de 1988 (carta del 13 de julio): “Vuelve a Gulu como párroco y superior de la comunidad… Ten los contactos con las autoridades a distancia; trabaja para establecer también en el clero diocesano un clima de amistad y fraternidad. Haz cualquier cosa para romper barreras”. Después de la vuelta de vacaciones, su carpeta personal comenzó a llenarse de cartas que regularmente escribía al provincial, para informarlo de todo lo que sucedía en Gulu y alrededores: una verdadera y propia guerra, sobre todo, la combatida por los rebeldes contra los civiles.
Un pequeño éxito de sus gestiones en todos los frentes, gracias en particular a su cercanía a la población, fue la reapertura del seminario nacional de Alokulum, no lejos de Gulu.
Fue en aquel período cuando, junto con la Hna. Giovanna Calabria y con la asistencia del Dr. Matthew Lukwiya, entonces director del Hospital de Lacor, más tarde muerto en el mismo hospital por una epidemia de ébola, afrontó el creciente problema del rápido difundirse del SIDA. Gracias a la buena voluntad de un grupo de laicos, comprometidos de la parroquia, se fundó el grupo de los “Good Samaritan”, que enseguida tomó el nombre de “Comboni Samaritan”, para responder de forma adecuada a este enorme reto. Este grupo visitaba y asistía a personas víctimas del HIV/SIDA. El P. Paolo oraba con ellos, los estimulaba y los animaba a la generosidad y a la caridad cristiana. Una vez al mes tenían la oración junto a los enfermos y muchos se volvían a acercar a los Sacramentos.
En 1994, el nuevo provincial, P. Elia Pampaloni, lo destinó a la comunidad de Kalongo, como superior y responsable de la pastoral. También aquí, su compromiso en favor de la justicia y de la paz fue continuo e incansable. De 1996 a 1998 fue elegido consejero provincial. Sus cartas y sus relaciones continuaban testimoniando los sufrimientos de un pueblo martirizado por la prolongada e inútil guerrilla.
La causa, iniciada por aquel tiempo, para la beatificación de los mártires de Paimol (una capilla de la parroquia de Kalongo), Jildo y Daudi, lo vio empeñado en primera persona para ayudar a la gente a comprender el valor del testimonio de estos mártires y su significado para la Iglesia de Gulu y de Uganda. Hasta que fue párroco de Kalongo, cada año, con regularidad, organizaba una solemne ceremonia en el lugar del martirio, a veces también con el riesgo de tropezar con los rebeldes de Joseph Kony. Una carta escrita por los cristianos de Paimol, apenas dejó Kalongo para las vacaciones de 2004, revela cómo se apreciaba su ministerio y en particular su entusiasmo y su devoción a los dos mártires.
En abril de 2004 estaba en Italia para la operación de una catarata, cuando recibió la terrible noticia del asesinato del P. Luciano Fulvi. El provincial, P. Guido Oliana, le escribió el 20 de abril, pidiéndole que renunciara a la rotación en Italia, ya programada y que volviese a Uganda para tomar el puesto del P. Luciano. Fue enviado a Layibi, con el encargo de Yputh Claplain para la archidiócesis de Gulu. El nombramiento oficial llegó el 20 de septiembre de 2004, firmado por el arzobispo John Baptist Odama, pero permaneció sólo dos años porque tuvo que marchar a Italia, para una pequeña operación en la mano izquierda.
En febrero escribió una carta al P. Giuseppe Filippi diciendo que la mano izquierda no parecía mejorar y que, ahora, el mismo problema se presentaba en la mano derecha. La nueva intervención quirúrgica, sin embargo, reveló la gravedad de la enfermedad que lo había atacado.
Hacia el verano, estando todavía hospitalizado en el hospital de Verona, estaba mejorando y se sentía bien, estaba sereno y entusiasta como siempre. Hablaba de una posible vuelta a Uganda en 2007, si bien, en cierto sentido, presentía el fin, se preparaba también… a otro viaje.
Ha sido un misionero generoso y comprometido también en los diversos campos del apostolado. Como párroco de Gulu y Kalongo tuvo que afrontar momentos difíciles a causa de la guerra civil que, desde hace veinte años hace imposible la vida a la gente Acholi. Los peligros han sido muchos, pero permaneció siempre en su puesto, junto a tantos hermanos que han compartido con él la misma misión. No se ha echado jamás para atrás y aun en el último momento ha afrontado con el mismo ánimo la difícil separación del mundo.
En los últimos tiempos decía que la enfermedad se había convertido en su nueva misión y ofrecía su cruz por la paz en Uganda.
El viernes, 10 de noviembre, una multitud inmensa de fieles, sobre todo jóvenes, abarrotó la catedral de Gulu para agradecer al Señor por este misionero que les ha dado esperanza y razón de vivir. Los testimonios fueron numerosos, pero lo que más cuenta, quizás, es el hecho de que un grupo de muchachos y muchachas, formados por él, con la ayuda de las Hermanas Combonianas, haya dado vida a una asociación llamada “Comboni Samaritan”, para continuar con espíritu misionero y caritativo la asistencia a los enfermos de SIDA. Ellos son una señal que testimonia cómo la semilla sembrada con generosidad, en tiempo oportuno, da buen fruto.
(P. Giuseppe Filippi).