P. Raffaele Dellagiacoma (23.10.1935 – 12.04.2007)
El P. Raffaele Dellagiacoma había nacido el 23 de octubre de 1935, de una familia profundamente cristiana de Pozza di Fassa, en la región de Trento, Italia. Dos de sus hermanos eran también Combonianos, mientras que un hermano y una hermana, Salesianos.
El P. Raffaele entró en el seminario menor de los Combonianos de Trento y después en el de Padua. En 1951 comenzó el noviciado en Gozzano y, durante el primer año, fue mandado a Sunningdale (Inglaterra) para continuar el noviciado y estudiar inglés. Hizo los primeros votos el 9 de septiembre de 1953. Como era un óptimo estudiante, fue elegido para estudiar la teología en Roma.
Después de su ordenación, el 2 de abril de 1960, fue designado a la diócesis de Arua en Uganda. Su primera experiencia fue en el seminario menor de Pokea, abierto hacía poco. Mons. Angelo Tarantino quiso que viviese en la casa episcopal como su secretario.
El P. Raffaele tenía siempre el deseo de aprender cosas nuevas, así, coincidiendo con su vuelta para las vacaciones, asistió a un curso de antropología en la Universidad de Oxford para, “conocer mejor la cultura africana”, como solía decir. Más tarde, siempre durante el período de vacaciones, obtuvo una licenciatura (BA) en lengua inglesa en la Universidad de Londres y un doctorado (MA) en sociología, con una tesis sobre el Instituto Comboniano. Su inglés era muy elegante, preciso y con gran riqueza de vocablos.
Consiguió realizar los estudios en menos de un año, también porque Mons. Tarantino lo invitaba a volver a Uganda. Cuando volvió, además del trabajo en la oficina del obispo, comenzó a ayudar en la pastoral de las parroquias de alrededor, en particular en la de Oluvo. En los años 80 fue nombrado vicerrector del Seminario Mayor de Alokolum. Colaboró también durante cierto tiempo, con los Auxiliares Laicos, un Instituto secular de la diócesis de Arua.
En 1989 se le pidió que dirigiese la revista Leadership. Como no le gustaba improvisar, pidió y obtuvo hacer un curso de periodismo en Londres. Vuelto a Uganda, fue director de Leadership. De 1993 a 1999, cuando volvió de nuevo a la diócesis de Arua como coordinador de la enseñanza religiosa y capellán del colegio de Ombaci. En el mismo período, trabajó mucho para reforzar el movimiento de los profesionales católicos de la ciudad de Arua. Durante algún tiempo fue capellán de la escuela comercial universitaria de Nakawa, donde el Cardenal Wakala lo había encargado del proyecto de establecer una capellanía católica, que debía comprender también una iglesia y una biblioteca. Mas tarde confió al nuevo capellán el proyecto terminado.
El P. Raffaele tenía un buen carácter y era fácil estar de acuerdo con él: prefería oír el parecer de los demás, más bien que defender el suyo a todo trance. Sin embargo, como era hombre profundamente honesto, sostenía la verdad en profundidad, con serenidad, pero también sin preocuparse de tener que agradar a los demás.
También era reservado y no le gustaba exhibir su cultura. Con frecuencia, en los intervalos de alguna reunión, le gustaba intercambiar con los hermanos algún chiste, pero, en seguida se le veía absorto en la lectura. Era un lector empedernido y rápido: sabía captar el contenido de un libro sin tener que leer todas las páginas y ante cualquier problema, en seguida se daba cuenta y claramente de los diversos aspectos y sugería la solución.
En enero de 2006, comenzó a notar signos de cansancio y de malestar, por lo que pidió ser sustituido en el encargo de editor responsable de Leadership, que había tomado de nuevo desde 2001. El provincial entonces le sugirió anticipar las vacaciones a Italia, no sólo para reposar, sino también para someterse a controles médicos.
Pero el P. Rafael había proyectado ir de vacaciones hacia finales de año, para poder encontrar a su hermana salesiana que trabajaba en Ecuador y que volvería en el mes de septiembre. Así continuó trabajando intentando resistir, pero en marzo el malestar había aumentado notablemente. Cuando se decidió ir al médico, se le encontró líquido en el hígado e inicialmente, se pensó que fuese debido a la bilharzia. Pero, una semana después se le diagnosticó un cáncer en el hígado y así, a finales de marzo, dejó Uganda por Italia donde se sometió a ulteriores exámenes que confirmaron un cáncer de hígado en estado avanzado, para el que no había nada que hacer.
Con gran fe aceptó la situación y se puso en las manos de Dios, preparándose al resultado final, recordando también que sus dos hermanos Combonianos, P. Vittorino y P. Carlo habían muerto de cáncer a los 71 años. Al haber llegado a esa edad, le parecía llegado también para él el momento de volver al Padre. Hablaba mucho de su vida misionera, no tenía nostalgias, era feliz de haber actuado lo mejor que podía por servir al Señor y a su gente. Se había dado todo hasta el final, como una vela que se consuma enteramente para dar luz a los demás.
En los últimos meses de vida, mientras estaba en Italia, en Mbuya (Kampala) una continua procesión de gente, proveniente de todas partes y de toda condición social, venía a pedir información sobre la salud del P. Raffaele: gente que lo había conocido y quería expresarle su gratitud. Quien había hecho carrera, venía a decir que había sido mérito suyo. Los pobres venían a darle las gracias por la ayuda que les había prestado en los momentos difíciles y los estudiantes por haber sido ayudados a completar sus estudios: todos querían expresarle la gran tristeza por su ausencia.
Entre tanto, el P. Raffaele, en su pueblo, en la casa paterna, rodeado de tantas personas que lo amaban, lo cuidaban y oraban por él. Contemplando la belleza silenciosa de los Dolomitas, al principio, parecía se hubiera mejorado, tanto que esperaba volver a misión. Pero Dios tenía un proyecto diverso. En efecto, la enfermedad continuó lenta, pero inexorablemente avanzando y el 12 de abril murió en su casa.
Los hermanos de Uganda le están agradecidos por el gran trabajo que ha desarrollado, el compromiso constante y su aguda capacidad de juicio. Agradecemos a su familia que ha dado al Instituto comboniano tres grandes misioneros. Aunque sintiendo la falta, estamos ciertos que el P. Raffaele, como había prometido, intercede por el don de la paz para el pueblo ugandés.
(P. Giuseppe Filippi)