In Pace Christi

Simeoni Antonio

Simeoni Antonio
Fecha de nacimiento : 22/06/1923
Lugar de nacimiento : Cassacco
Votos temporales : 07/10/1943
Votos perpetuos : 24/05/1948
Fecha de ordenación : 11/06/1949
Fecha de fallecimiento : 14/05/2007
Lugar de fallecimiento : Verona/I

P. Antonio Simeoni (22.06.1923 – 14.05.2007)
El P. Antonio Simeoni nació en Cassacco, Udine, el 22 de junio de 1923. Hizo los primeros votos el 7 de octubre de 1943 y fue ordenado sacerdote, el 11 de junio de 1949. Su formación, como se usaba en aquel tiempo, la realizó en las dos casas de Venegono y Verona.
Inmediatamente después de la ordenación sacerdotal, fue enviado al Sudan Sur, donde permaneció ininterrumpidamente hasta 1964, cuando fue expulsado con todos los demás misioneros. A continuación de la expulsión, el P. Antonio fue destinado a Italia donde permaneció encargado como animador misionero por siete años. Algunos problemas de salud contribuyeron a retardar su vuelta a misión que ocurrió en 1971, cuando el entonces Superior General, P. Tarcisio Agostoni, le destinó a Uganda.
De 1971 a 1990 trabajó entre la tribu Madi, en el noroeste de Uganda, en la diócesis de Arua. Fue párroco de la parroquia de Metu, que había sido abierta hacía poco, y después de la parroquia de Ajumani. Después de dejar Ajumani, trabajó durante breve tiempo en Moyo. El P. Luigi Gabaglio, que lo había conocido durante su servicio misionero entre la gente Madi, lo describe así: “Aunque tenía gran dificultad en expresarse en todas las lenguas, sobre todo en la lengua Madi que es muy difícil, siempre intentó dar lo mejor de sí, tanto en el trabajo pastoral, como en el procurar acercarse a las necesidades de la gente".
Estaba dedicado totalmente al trabajo pastoral, con frecuentes visitas a todas las capillas de la misión, regulares encuentros mensuales con los catequistas y sus colaboradores más estrechos y gran atención a los diversos grupos parroquiales (acción católica, Crusaders, monaguillos, cantores) porque estaba profundamente convencido que eran el centro propulsor de la vida de la comunidad.
Se reunía regularmente con todos estos grupos, tanto a nivel parroquial, como de zona y, cuando era posible, a nivel de capilla. Como tenía en gran consideración las celebraciones litúrgicas, seguía en particular a los monaguillos y cantores. En Ajumani había un buen grupo de monaguillos preparados y comprometidos seriamente en su servicio. Todos los años cada grupo celebraba su propio patrón y debía ser una gran fiesta para ayudarles a sentirse unidos y motivados.
Trabajó mucho por las vocaciones, tanto para el seminario diocesano, como para los institutos religiosos masculinos y femeninos.
Cuidaba personalmente la preparación de los candidatos a la primera comunión y a la confirmación. Cuando visitaba las capillas, instruía a estos grupos personalmente y, antes de admitirlos a recibir los sacramentos, los examinaba individualmente.
A principio de los años ochenta, cuando a causa de los encuentros entre las tropas gubernativas y los rebeldes, muchas personas de la zona se habían refugiado en Sudan, el P. Antonio permaneció con los otros misioneros en la misión, resistiendo a los soldados, en defensa de la población. Con valentía intervinieron, denunciando los asesinatos, las violencias y las injusticias, poniendo en peligro a veces la propia vida. En alguna ocasión el P. Antonio fue incluso maltratado por los soldados, pero continuó protegiendo a su gente.
Era un hombre de gran fe, alimentada por la oración y la eucaristía. No era un intelectual; no tenía ni gran imaginación ni grandes proyectos. Era un hombre muy sencillo, un poco a la antigua, hecho para la gente sencilla con la que fácilmente se identificaba y tenía una relación de amor y respeto.
En 1990 fue enviado entre los Acholi, primero a Kalongo, después a Namokora, Pajule y otras misiones donde permaneció hasta el 2002. La guerra civil, que ha condicionado profundamente la vida de este grupo étnico desde 1987 hasta nuestros días, lo vio todavía de nuevo en primera línea en defensa de los débiles.
Expresaba sus dificultades abriendo sinceramente su corazón, en las cartas que escribía a los superiores con caligrafía apretada y pequeña. No debía preocuparse sólo de las dificultades de la vida comunitaria, sino también de las que nacían de una diversa visión de método pastoral que podía crear molestias a los fieles.
Desde 1998 en adelante, sus cartas tocan también el tema de la salud: dolores en las piernas (una breve parálisis), cataratas que operar, achaques diversos y una estancia en el Centro Enfermos de Verona, más larga de lo previsto, con vuelta a Uganda con varios meses de retraso.
En 1998 celebró el cincuenta aniversario de sacerdocio. Recordaba los profesores que lo habían guiado durante la formación, y se lamentaba de no ser capaz de agradecer a Dios con la misma fe y ánimo que los pobres “que continuamente me enseñan a alabar y agradecer a Dios por todo”.
En el 2001, vuelto a Italia para las vacaciones, con sus escritos tenía informado al superior provincial, P. Guido Oliana, de su estado de salud. Veía con claridad que los límites físicos eran muchos y que la vuelta a la misión se hacía imposible, aunque “el corazón está todavía allí y espera noticias de paz”. En julio de 2002 fue destinado a la provincia italiana y a la comunidad de Cordenons.
El P. Antonio forma parte de ese gran grupo de misioneros que han hecho con sencillez y humildad su deber en la obediencia y el ocultamiento. No han dejado vistosos proyectos y obras en su memoria, pero han escrito su nombre en el libro de la vida de tanta gente sencilla que ha recibido de ellos el don de la Palabra que salva y de la esperanza que ayuda a vivir. Si el nombre del P. Antonio está escrito en el corazón de tantas personas por él instruidas en la fe, está también ciertamente escrito en el libro de la vida del Cordero inmolado. Gracias, P. Antonio por tu servicio misionero.
(P. Giuseppe Filippi)