El Hno. Lodovico De Rossi nació en Verona el 9 de octubre de 1916 y allí estudió con los Salesianos. A los dieciocho años entró en el noviciado de Venegono, donde hizo sus primeros votos en 1937 y, seis años después, los votos perpetuos. Después de sus primeros votos, hizo el curso de escuela agraria en Remedello, provincia de Brescia, cualificándose profesionalmente.
Transcurrió ocho años en la Provincia de Londres. Durante la guerra, fue encarcelado junto a otros italianos. En 1946 pudo marchar a Uganda, donde trabajó como Hermano Comboniano durante cuarenta y ocho años, hasta 1994.
En Uganda el Hno. Lodovico trabajó principalmente en el Oeste del Nilo, y también en las diócesis de Gulu y Lira, de manera especial en Arua-Ediofe, Angal, Aber, Koboko, Layibi, Arivu, Kalongo y Ombaci. Siempre fue un Hermano dedicado a los trabajos de la casa, pero también fue profesor en la escuela técnica y agraria, carpintero, albañil, etc. Después de dos años en la casa provincial de Nairobi, Kenia, necesitando curas médicas, fue enviado en 1997 a la provincia italiana yendo a parar a Verona, luego a Arco y otra vez a Verona. En sus largos años de enfermedad, creció su devoción a la Virgen y al santo rosario, que llevaba siempre en sus manos.
Murió en Verona el 6 de marzo de 2011, a los noventa y cuatro años de edad. Los funerales se tuvieron en la Casa Madre de Verona y la sepultura en el Cementerio Monumental de la ciudad.
El P. Mario Casella, que lo conoció en Uganda, recuerda que cuando se encontraban en Koboko el Hno. Lodovico le explicaba todo lo que organizaba en la escuela agrícola y cómo le gustaba seguir a los estudiantes incluso cuando se iban a casa de vacaciones. Como casi todos los Hermanos de aquel tiempo, nunca paraba de aprender e industriarse para hacer cosas para las que no se había preparado. El Hno. “Vico” era famoso porque hacía “surgir” las casas como hongos. Tenía su cuadrilla de albañiles que le seguían gustosos y trabajaban con él a gusto y alegremente. De carácter social, sabía y le gustaba cantar arias de óperas líricas que había escuchado en la Arena de su ciudad y le gustaba contar sus peripecias misioneras, los recuerdos de sus seis años de prisión durante la guerra, las numerosas operaciones quirúrgicas padecidas, etc. Dado el trabajo que hacía se veía obligado a moverse con frecuencia, por eso estuvo dos años en Arua, luego en Angal y, un año después, en Aber. También cuando en sus últimos años de misión, por motivos de salud, necesitó quedarse cerca de un hospital, de Ombaci pasó a Kalongo y luego a Nairobi, Kenia, mostrándose siempre disponible.