El Hno. Silvestre Fadda nació en Monastir, un antiquísimo poblado de la provincia de Cagliari, Cerdeña, Italia, el 15 de febrero de 1929. Sus padres fueron Giuseppe Fadda y María Pedevilla. El ambiente casi monástico (“monastir” significa monasterio) de sus coetáneos, las extendidas huertas fructíferas no lejanas al mar, y la sólida educación cristiana recibida durante su juventud, van a marcar fuertemente su personalidad.
Ingresó al noviciado de los misioneros combonianos en Florencia durante marzo de 1949 y allí hizo la Primera Profesión Religiosa el 9 de septiembre de 1951, bajo la protección de san Pedro Claver. Su Profesión Perpetua la realizó en Nápoles el 21 de septiembre de 1961.
Los primeros años como profeso los pasó en Italia prestando varios servicios al interno de la comunidad o en el apostolado de los alrededores en Florencia, Carraia, Sulmona, Rebbio, Pellegrina, Gozzano, Nápoles… hasta que en 1965 fue destinado al otro lado del océano al Sur de Brasil. Fueron las misiones de São Gabriel da Palha y São José do Rio Preto las que gozaron de sus valiosas aportaciones hasta 1971. Los dos años siguientes que pasó en Europa lo vieron comprometido con el estudio personal, la animación misionera y trabajos técnicos en Pordenone, Verona y más adelante en Santiago de Compostela (España).
En 1977 fue destinado a la Provincia de Ecuador, donde va a permanecer hasta septiembre de 2010. Un largo recorrido misionero a través de Esmeraldas (obispado, seminario diocesano, parroquia de San José Obrero…), Quinindé, San Lorenzo y Viche.
El Hno. Fadda se entregó por completo y obtuvo evidentes frutos. Estaba profundamente convencido de que formar personas competentes (en lo eléctrico en su caso) era una tarea muy importante, porque un buen técnico significaba la posibilidad de prestar un servicio a las familias, y también desarrollo para la sociedad. Por eso era muy exigente en la enseñanza, no se contentaba nunca del “más o menos”, decía que lo técnico o “es profesional” o “no es nada”. Él ponía las bases para poder ser exigente: explicaba con muchos detalles, volvía a explicar cuántas veces fuera preciso, enriquecía con abundancia de ejemplos y sobretodo daba testimonio de la enseñanza que daba. ¡Era un “grande” en esto!
El Hno. Giuseppe Foglio, que lo conoció personalmente, nos comenta: “los cursos de electricidad que ofrecía tenían la autorización del SECAP (Servicio Ecuatoriano de Capacitación Profesional), un diploma muy reconocido en todo el país”. Hoy muchos padres de familia gozan de un empleo gracias a la labor del Hno. Silvestre. De manera particular cabe resaltar los cursos que daba para los presos en las cárceles, lo cual permitía a estas personas un futuro más esperanzador.
A la base de su actividad apostólica, el Hno. Silvestre era una persona de profunda espiritualidad y oración. Fiel a sus devociones, colocaba a Dios al centro de su vida y eso le llevaba a renovar cada día su consagración misionera, aún frente a las muchas dificultades que encontraba. No podemos dejar de mencionar su gusto por la música sagrada y sus capacidades para tocar el órgano. Todavía se conservan en la casa provincial las partituras que usaba, muchas de ellas copiadas a mano, para el decoro de la liturgia.
Sin lugar a dudas – añaden otros de sus cohermanos – una de las características del Hno. Silvestre fue su gran disponibilidad: aunque los cambios siempre le costaban, se manifestaba obediente para ir a donde había que hacer algo y no había quien lo hiciera, él ponía lo mejor di sí, silenciosamente “tapando huecos”, resolvía la urgencia, volvía a lo que le correspondía y continuaba listo para la próxima necesidad que se presentara.
En 2010 fue de vacaciones a su tierra, y cuando estaba de regreso descubrieron el mal que lo llevaría a la tumba. Los últimos 6 años de su vida los transcurrió en Brescia entre curaciones y realizando pequeñas manualidades, recordando y orando por sus numerosos amigos que sembró por doquier. Dios le llamó finalmente el 5 de octubre de 2016.
(P. Rafael González Ponce).