La primera imagen que los cristianos utilizaron, ya desde los tiempos de las catacumbas, para representar a Jesucristo, fue la del Buen Pastor, muchos siglos antes del crucifijo. “El Buen Pastor es la versión dulce del crucifijo. Dulce solamente en cuanto a la imagen, porque la sustancia es la misma. En efecto, en el pasaje de Juan la frase «dar la vida» explica lo que significa «bueno», y se repite hasta cinco veces” (D. Pezzini).

El Pastor Bueno
abraza al mundo entero en su Corazón

Hechos 4,8-12; Salmo 117; 1Juan 3,1-2; Juan 10,11-18

Reflexiones
La primera imagen que los cristianos utilizaron, ya desde los tiempos de las catacumbas, para representar a Jesucristo, fue la del Buen Pastor, muchos siglos antes del crucifijo. “El Buen Pastor es la versión dulce del crucifijo. Dulce solamente en cuanto a la imagen, porque la sustancia es la misma. En efecto, en el pasaje de Juan la frase «dar la vida» explica lo que significa «bueno», y se repite hasta cinco veces” (D. Pezzini). Jesús subraya (Evangelio) que “el buen pastor da la vida por las ovejas” (v. 11.15). Jesús se ha identificado con la imagen bíblica del pastor (cfr. Éxodo, Ezequiel, Salmos…), que el evangelista Juan lee en clave mesiánica. Abundan las expresiones que indican la estrecha relación que se entabla entre el pastor y las ovejas: entrar-salir, llamar-escuchar, caminar-seguir, abrir, conducir, guiar, conocer, dar la vida… Hasta la identificación plena de Jesús con ‘el buen pastor que da la vida por las ovejas’ (v. 11.14). Es interesante notar que el texto griego emplea la expresión “pastor hermoso” (v. 11.14), es decir, bueno, perfecto, que une en sí la perfección ética y estética. Bella, es decir, buena, es una persona, un alma, una cosecha, una pareja, etc. Así es, porque “la belleza salvará al mundo”, como afirman varios autores modernos: F. M. Dostoievski, Card. Carlos M. Martini, B. Forte, O. Paz, L. Esquivel.

Jesús entrega su vida por todos, cercanos y lejanos; Él tiene también otras ovejas a las que debe recoger, hasta formar un solo rebaño con un solo pastor (v. 16). Él no renuncia a ninguna oveja, aunque estén lejos o no le conozcan: todas deben entrar por la puerta que es Él mismo, (cfr. Jn 10,7.9), porque Él es el único salvador. La misión de la Iglesia se mueve con estos parámetros de universalidad: vida ofrecida por todos, perspectiva del único rebaño, vida en abundancia... Aunque la grey sea numerosa, nadie sobra, nadie queda perdido en el anonimato; antes bien, las relaciones son personales: el pastor conoce a sus ovejas, y estas lo conocen (v. 14), las llama a cada una por su nombre (v. 3). Se establece una circularidad de vida y de relaciones entre el Padre, Jesús y las ovejas, todos animados por un lazo común de conocimiento y de amor (v. 15). Esta circularidad se convierte en modelo para la misión de la Iglesia.

El amor intenso del Buen Pastor que da la vida por las ovejas produce frutos maravillosos: nos hace hijos de Dios (II lectura). Juan nos lo asegura: “¡Pues lo somos!” Y un día veremos a Dios “tal cual es” (v. 1-2). Con el ofrecimiento de su vida, el Buen Pastor se convierte en el Salvador único y universal de todos. Lo afirma con decisión el apóstol Pedro, hablando de Jesucristo ante el Sanedrín (I lectura): “Ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos” (v. 12).

Seguir las huellas de Jesús ‘el Buen Pastor’ es también el objetivo que se propone este año la 58 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, en la cual el Papa presenta San José como modelo e inspirador para las vocaciones, ya que el padre legal de Jesús, «a través de los sueños que Dios le inspiró, hizo de su existencia un don». (*) La vocación de especial consagración (sacerdocio, vida consagrada, vida misionera, servicios laicales…) se enraíza y se fortalece en la experiencia personal de sentirse amado y llamado por Alguien que existe antes que uno. Para cualquier tipo de vocación, es determinante sentir como verdadera la palabra de Jesús: “Conozco a mis ovejas y las mías me conocen” (v. 14). Se trata de una experiencia fundante: sentirse conocidos y amados por Dios te hace vivir, te da seguridad, te hace sentir hijo y hermano, te hace discípulo-misionero, que camina tras las huellas de Jesús-Buen Pastor.

Saber que vives y vienes del corazón de Dios te abre al mundo, te da ánimo para compartir los proyectos y las preocupaciones del Pastor Bueno, que tiene “además otras ovejas” (v. 16) que recoger, guiar y salvar. La cercanía y la contemplación del Pastor Bueno te hacen Iglesia misionera, con horizontes tan grandes como el mundo entero. Para eso es necesario abrir las parroquias y las comunidades para que no sean tan solo rebaños cerrados donde se cuida de la gente que ha quedado, sino más bien comunidades que salen, plataformas donde se experimenta el encuentro con el Señor Resucitado y de donde se sale para anunciar a Jesús a los cercanos y a los que están lejos. El reto - ¡grande y gozoso reto! - para cada uno de nosotros, sacerdotes-religiosas-seglares, es hacerse cargo de los necesitados, como lo hizo el buen samaritano. Dicho en palabras de hoy: hacer nuestra la expresión inglesa “I care”, es decir: me importa, me hago cargo, lo asumo

Palabra del Papa

(*) «El Señor quiere forjar corazones de padres, corazones de madres; corazones abiertos, capaces de grandes impulsos, generosos en la entrega, compasivos en el consuelo de la angustia y firmes en el fortalecimiento de la esperanza. Esto es lo que el sacerdocio y la vida consagrada necesitan, especialmente hoy, en tiempos marcados por la fragilidad y los sufrimientos causados también por la pandemia… San José nos sugiere tres palabras clave para nuestra vocación. La primera es sueño. Todos en la vida sueñan con realizarse. Y es correcto que tengamos grandes expectativas, metas altas antes que objetivos efímeros - como el éxito, el dinero y la diversión - que no son capaces de satisfacernos. De hecho, si pidiéramos a la gente que expresara en una sola palabra el sueño de su vida, no sería difícil imaginar la respuesta: “amor”. Es el amor el que da sentido a la vida, porque revela su misterio. La vida, en efecto, solo se tiene si se da, solo se posee verdaderamente si se entrega plenamente. San José tiene mucho que decirnos a este respecto porque, a través de los sueños que Dios le inspiró, hizo de su existencia un don».
Papa Francisco
Mensaje para la 58 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 2021

P. Romeo Ballan, MCCJ

El pastor
para el que todos somos importantes

Comentario a Jn 10, 11-18

Seguimos leyendo el evangelio de Juan, esta vez, en el capítulo décimo, que nos trae la alegoría del Buen Pastor, una imagen muy significativa para los pueblos antiguos, cuya vida dependía mucho de los rebaños de ovejas, cabras y vacas. La mayoría de nosotros vive ahora en grandes ciudades y no tenemos experiencia directa de la vida de un pastor, pero me parece que la imagen sigue siendo suficientemente poderosa e inspiradora. Les ofrezco tres puntos de meditación:

1.- El asalariado y el Pastor “des-centrado”

Jesús, caminando por los pueblos y ciudades de Galilea y Judea, observaba, como lo hacemos hoy nosotros en nuestros ambientes, que abundaban los “asalariados”, personas que trabajaban “sólo por la paga”, que estaban centrados sólo en sí mismos, en su dinero, en su prestigio, en su fama, sin interesarse mucho por las personas a las que deberían servir y que deambulaban “como ovejas sin pastor”: muchos políticos se preocupaban más de sí mismos que de organizar honradamente la vida social; muchos padres pensaban más en su propia “auto-realización” que en la vocación de sus hijos; muchos líderes religiosos  actuaban, no según el corazón de Dios, sino como “asalariados”, más preocupados por acumular dinero, poder o prestigio que por el bien de las personas.

Frente a esa situación, Jesús, Hijo entrañable del Padre, que desde antiguo se había declarado “pastor de su pueblo” (Ezequiel 34, salmo 23), se presenta como lo que es: un pastor “des-centrado”, es decir, no centrado en sí mismo, sino en el bien de sus “ovejas”: enfermos, pecadores, discípulos…, todos hijos de su mismo Padre. Para Él las personas no son medios para alcanzar objetivos personales, religiosos o políticos. Para Él las personas son hijos amados de su Padre y no duda en dar su vida por ellos, libre y gratuitamente.

Esta reflexión me lleva a dos conclusiones para mi vida:

* Jesús es el pastor verdadero de mi vida. Nadie más. Ciertamente cada uno de nosotros necesita a otros para vivir: amigos, padres, profesores, políticos, doctores, sacerdotes… Todos ellos son, en alguna medida, pastores de nuestra vida. Pero yo lo tengo claro: el único pastor al que entrego mi vida totalmente es Jesús; de él me dejo guiar, de él me dejo amar; en él encuentro los pastos seguros de una Palabra verdadera, de un Amor gratuito y firme. Y eso me permite mantenerme libre frente a muchos pretendidos pastores que lo que buscan es aprovecharse de mí.

* También yo estoy llamado a ser pastor. También yo estoy llamado a ejercer de alguna manera “pastoreo” sobre otros. Mirando a Jesús quiero aprender a pensar en los demás, no como medios para mi “auto-realización”, sino como personas a cuya vida yo puedo contribuir: con mis palabras, con mis gestos, con mi afecto gratuito, con mi testimonio.

2.- Conocer y ser conocido: “Conozco a mis ovejas, como el Padre me conoce”

El escritor uruguayo recientemente fallecido, Eduardo Galeano, cuenta la historia de un muchacho, solo en un hospital en Navidad, que dice al médico que se despide antes de ir a celebrar la cena de Nochebuena: “Dígale a alguien que yo estoy aquí”… No sé si se han fijado como la gente, se vuelve “loca” cuando ve su imagen en la televisión, en un estadio de fútbol o en la retransmisión de una audiencia papal. Es que estamos hechos para “ser” a los ojos de alguien, para ser “mirados”, conocidos, “re-conocidos” por alguien. Sin eso nos sentimos nada. De hecho, hay mucha gente que se siente “sola”, “abandonada”, no tenida en consideración, como ellos se merecen, como “ovejas sin un pastor” que las conozca. A veces nos puede parecer que estamos solos en la vida y que, incluso las personas más cercanas, no nos conocen realmente, nos conocen solo “por fuera”.

Lo que Jesús nos dice hoy es que Él nos conoce, que no somos anónimos, perdidos en la masa, que somos ALGUIEN ante él. Jesús me asegura que me conoce por dentro y que tiene conmigo la misma relación que el Padre tiene con él:  de conocimiento, de amor, de pertenencia mutua.

3.-Una comunidad no exclusiva vi excluyente

La comunidad de Jesús es precisamente aquel grupo humano en el que cada uno es conocido y re-conocido, apreciado por lo que es, no por la máscara que lleva o por su valor  instrumental. En este sentido, encuentro fantástica la costumbre de algunas comunidades cristinas en las que, al final de la Misa, las personas se quedan para saludarse, reconocerse mutuamente, “ser alguien” ante los demás, como somos “alguien” ante el Padre Dios.

Esta comunidad de personas “conocidas” por el pastor Jesús es una comunidad abierta, no exclusiva ni excluyente; porque “hay otras ovejas” que están llamadas a formar parte de este “redil”, no porque queramos ser muchos (para nuestro propio prestigio o poder), sino porque queremos que todos puedan gozar de este pastor maravilloso, que nos conoce, nos aprecia y nos hace pastores-misioneros para que todos “tengan vida y la tengan en abundancia”. En este sentido, la comunidad de Jesús es una comunidad “pastora”, que, ante los sufrimientos de muchos, no mira hacia otro lado, sino que se involucra generosamente, como lo hizo Daniel Comboni en su tiempo.
P. Antonio Villarino, MCCJ