Tras dos intensos meses de consulta para conseguir una visión global de Instituto, nos hemos sentido pequeños y débiles, como David ante Goliat. Al mismo tiempo, no ha faltado la esperanza y el optimismo pensando en la fuerza y los talentos, en las virtudes y el testimonios, en la colaboración de los consejos provinciales y en la combonidad de los cohermanos.
Las preguntas: ¿dónde queremos ir durante este sexenio? Sobretodo, ¿desde dónde comenzar? ¡No comenzamos, continuamos! Continuamos siguiendo los pasos de nuestro fundador con:

1. Optimismo comboniano
Es el optimismo que nos ha enseñado Comboni. Es un optimismo fundado en la esperanza, la caridad fraterna y la pasión por la misión. Comboni veía las dificultades y los límites, calculaba las fuerzas y continuaba “atreviéndose”. Comboni también veía los defectos y las debilidades de sus misioneros, y sin embargo continuaba creyendo en ellos y hablando bien de todos. No solamente hablaba bien de los suyos, sino que los proponía como ejemplos a imitar.
Con este mismo optimismo estamos llamados a continuar nuestro camino. Con este optimismo debemos evaluar y meditar los Actos Capitulares.
Se oyen distintos comentarios sobre el Capítulo General: un Capítulo bueno – insignificante – animado - un paso a delante - un paso atrás - una desilusión - un momento de gracia... Cada uno es libre y puede hablar de lo que tiene en el corazón o de su propia vivencia. Creo, sin embargo, que cada Capítulo refleja nuestra vida y nuestra historia: historia de gracia y de pecado, de debilidad y de virtud, pero historia sagrada, porque Dios ha caminado con nuestro Instituto.
Invito a meditar los Actos Capitulares acogiendo la gracia y las pistas que el Espíritu nos ha indicado a través de la voz de los Provinciales y de todos los delegados al Capítulo.

2. La fuerza de nuestra espiritualidad
Espiritualidad comboniana, ¡claro! Sin duda, debemos comenzar desde aquí o continuar el camino desde aquí: ¡de tener nuestra mirada fija en Cristo!
Una espiritualidad insuficiente se convierte en un peligro para la vida personal, comunitaria y misionera.
El Capítulo recuerda muchas veces las sabias palabras de la regla de vida que nos enseñan que la misión esta ligada a la vida de oración; que la calidad de la misión depende de la calidad espiritual del misionero; que el misionero que no tiene nada que decir o que dar en nombre de Cristo, no puede hacer misión.
Jesús misionero nos ha enseñado que la misión también, y sobre todo, se lleva a cabo saliendo temprano a la montaña para rezar; la misión se hace alejándose a un lugar solitario para estar con el Padre, después de una jornada de trabajo y de cansancio.
Un estilo de vida inadecuado a menudo nos lleva a creer que todas las páginas de la agenda deben estar llenas de citas, de empeños; y a sentirnos mal si vemos espacios libres en el horario de nuestra jornada. Todo se hace frenético y la oración se reduce al mínimo, la Eucaristía se convierte en rutinaria, el breviario se nos cae de las manos y no queda tiempo para estar con el Señor... ese Señor que nos ha llamado a hacer la misión con Él.
Es verdad que la misión del Pastor es dar la vida. Toda la vida, hasta el último suspiro. Así nos lo enseñó Comboni. Pero es necesario añadir que es justo dar una vida de calidad... por respeto a la misión , al Instituto y al mismo Cristo. En otras palabras, cualificar nuestra vida y nuestros sacrificios con una espiritualidad más profunda, más vivida y más compartida.

3. El sentido de pertenencia
Los Actos Capitulares presentan nuestra vocación como una intervención de Dios en nuestra vida para seguir a Cristo con Comboni y como Comboni. Vivir y hacer misión como Comboni significa, también, entrar en el número del cenáculo de los apóstoles, significa entrar a formar parte del número de los 12, evitando ser el número 13, el número de la no-gracia. El sentido de pertenencia nos lleva a animar y amar afectivamente a la familia comboniana, a ver a esta familia como la única familia, sin soñar en otras y diversas. La familia es donde se es misioneros juntos. Es señal de falsa vocación permanecer en el Instituto solamente para hacer misión. La misión se predica y se testimonia juntos.
En este punto, bendecimos a quienes con sinceridad y transparencia han decidido dejar el Instituto, y con fuerza, juntos, hacemos un llamamiento a quienes hace tiempo que han abandonado el Instituto aunque pretendan ser combonianos. Me refiero a esos pocos – que después son siempre muchos- que viven en un nido de privilegios injustificados; que han escogido el trabajo por su cuenta, alejándose del espíritu del Instituto y del estilo de vida comboniano.

4. La Novedad del carisma
El Capítulo General habla de lo “nuevo”, de renovación. Se trata de hacer nuevamente significativo nuestro carisma comboniano, de recolocarlo, de rediseñar nuestras presencias. Está claro que el proceso de renovación no implica la superación del fundador, ni el querer seguir al pie de la letra lo que él hizo. Renovarse significa hacer lo que el fundador haría hoy, en fidelidad al Espíritu.
Renovarse no significa cancelar el pasado para concentrarse únicamente en el presente y en el futuro: “Un proceso de renovación verdadero y auténtico –escribe Vittorio Liberti SJ- ve convivir dos almas distintas: la continuidad en la tradición, obviamente un retorno a las propias raíces, y la discontinuidad... Si queremos obtener flores o frutos nuevos de una planta, no podemos cortarle las raíces: la planta moriría. Bastaría someterla a una poda, a nuevas técnicas de injerto, a un abono adecuado para poder recoger nuevas variedades de frutos o de flores”.

5. Animando juntos
Uno de los significados de la palabra autoridad es la capacidad de hacer crecer desde dentro, partiendo de las cualidades, valores y virtudes presentes en cada uno. El servicio de la autoridad, por consiguiente, es animar al individuo y a la comunidad y guiar a un crecimiento interior en vistas de las opciones y decisiones a tomar. Por lo tanto, el servicio de la autoridad no es mandar, sino animar. Animar para después decidir. Una actitud de fondo de quien anima es provocar y facilitar el paso de la institución a la inspiración. En el nacimiento de un Instituto tiene lugar el proceso opuesto: se parte de la inspiración del fundador y después se institucionaliza. Para poder renovar un Instituto es necesario favorecer el momento en que se es llamado a volver a los orígenes, al momento de la inspiración. Identificarse solamente con la institución no permite reencontrar la frescura genuina del carisma. Quien tiene el servicio de la autoridad debe mantener vivos los espacios del sueño y de la profecía que hacen a toda institución ligera y dócil al carisma.
El Capítulo General nos invita a “gobernar juntos”, a animar juntos, motivados por la inspiración de nuestro fundador. Y, aún más, a animar juntos con una visión global de todo el Instituto, evitando el peligro de encerrarnos en la problemática del pequeño territorio propio.
En línea con los Actos Capitulares, el Consejo y los Secretariados Generales están programando encuentros sectoriales a nivel continental e intercontinental, y terminar en diciembre de 2004 con una asamblea de todos los Provinciales.
Todo con la esperanza de leer juntos las situaciones y dificultades que estamos viviendo, evaluar nuestro actuar en los diversos sectores, llegar al justo equilibrio entre personal y empeños, y juntos encontrar respuestas a los desafíos y problemáticas que nos aguardan.

1 Enero 2004

P. Teresino Serra
Superior General
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Continuando el camino...