¿Morir asesinados? Es la conclusión lógica de una vida entregada con sencillez de corazón a Dios y a los hombres. Antes de morir preguntó donde debía colocarse, como si temiera molestar a sus asesinos


Mereto di Tomba (Udine – Italia)
Rungu (RDCongo)

Con la mano en la de su madre, entró en el largo corredor en el que había infinidad de puertas de un colar amarillo y marrón que daba la impresión de tristeza por las sombras del anochecer que entraban por la única ventana del fondo. El vicerrector, que los iba guiando, metió la llave en la cerradura de una de aquellas puertas... Se percibió un fuerte olor a cerrado.
-Este será tu cuarto -dijo el sacerdote. Y luego, dirigiéndose a la madre, añadió: Puede hacer la cama y ponerle la ropa en el armario... Nos veremos pronto.
Evaristo miro a su madre y rompió a llorar. Ella lo apretó contra su pecho, después lo llevó a la entrada del pasillo donde acababa de ver una preciosa estatua de la Virgen.
-Evaristo -susurró-, de ahora en adelante esta Virgen será tu madre.
Aquella primera noche de seminario en Castellerio (Udine), Evaristo no logró dormir. No paró de llorar mientras su pensamiento estaba en la casita de Tomba di Mereto, donde su madre seguramente estaba pensando en él y preguntándose: “¿Podrá dormir mi hijo esta noche?"

Una idea maravillosa
Estudio serio y sólida piedad eran las dos columnas en las que quería apoyar su sacerdocio. El párroco había escrito de él a los superiores: “Es muy tímido, tanto que con frecuencia se siente cohibido cuando se ve ante personas de respeto. Posee, sin embargo, una gran dosis de bondad, piedad, inteligencia, sencillez y firmeza de carácter. Esto hace que se pueda esperar mucho de él."
Desde los primeros anos de seminario una idea maravillosa empezó a iluminarle el alma. Guardó su secreto mucho tiempo y procuró alimentar sus propósitos con lecturas adecuadas y con mucha oración. Un buen día del año 1940 ya no pudo más y fue a llamar a la puerta del rector. Cuando se encontró ante su superior, empezó a temblarle la barbilla y su cara enrojeció.
- ¿Qué quieres, Evaristo?
-Hubiera debido decírselo antes, pero...
- ¿Qué hubieras debido decirme?
Animado por la sonrisa del rector, el joven seminarista continuo.
-Que quisiera ser misionero.
- ¡Bueno! Si es por eso, hubieras podido seguir esperando para hablarme de ella. Hasta que no seas sacerdote no te irás.
-Pero hay que prepararse a marchar y me parece que en un seminario misionero eso será más fácil.
-Bueno; por ahora sigue pensándolo y reza; luego veremos.
Evaristo salió del despacho del rector feliz como una golondrina: su superior le había exhortado a esperar. Lo del "seguir pensándolo" no tenia necesidad de que se lo dijeran y lo de "rezar", vaya si lo haría... Sabía muy bien que la vocación sin oración es como una flor sin agua: se marchita.

El "mal de África"
Dos anos después pasó por el seminario de Udine un misionero comboniano. Habló con entusiasmo, puso unas filminas sobre la vida de los misioneros en Africa. Y Evaristo se procuró en seguida una biografía de monseñor Daniel Comboni, "para leerla y meditarla atentamente y adquirir el espíritu de heroísmo necesario al que se consagra a las misiones". Escribió al conferenciante en una carta de 9 de julio de 1942: "Desde el día de Pentecostés en que vino usted a mi seminario para darnos una charla sobre las misiones, he sentido en mi un deseo más ardiente aun."
En 1942, después del segundo año de preparatoria, llamaba a las puertas del Instituto de los misioneros combonianos.
En la solicitud de admisin al Instituto comboniano había dicho: "Sintiéndome llamado por el Señor a sacrificar mi vida para extender su Reino y por la salvación de tantos pobres infieles que aun no lo conocen,' estoy dispuesto a afrontar cualquier sacrificio.
La separación de mis seres queridos, especialmente de mi madre que tanto me qui ere, será dura, pero ofrezco gustosamente al Señor este sacrificio. Quiero consagrarme a las misiones este mismo año. Ya se lo he dicho a mi madre, que no se opone, sino que se resigna a la voluntad del Señor."
La apreciación del rector fue significativa: "Su exterior es tasca, pero es apacible y sencillo. Me consta que desde hace al menos dos anos quiere ser misionero.
El párroco de Tomba di Meretto dijo: "Siento quedarme sin él. Deseo que la vocación de Migotti haga mucho bien a las almas de mis feligreses. Seguramente su capacidad intelectual y su sencillez suplirán ciertas deficiencias externas."
Y él: "Declaro que estoy dispuesto a seguir mi vocación basta la muerte."
El 6 de junio de 1948 se ordeno sacerdote y fue destinado como profesor al colegio Comboni de Asmara (Etiopia). No se limito solo a la enseñanza. Para poder ejercer su ministerio sacerdotal aprendió el tigrino y el ghez, y los domingos, sin preocuparse por los bandidos que asolaban las carreteras, se iba en bicicleta por las aldeas lejanas a "hacer el misionero". A los cinco anos de esta vida escribió a los superiores en los siguientes términos: "Siento en mi una gran necesidad de vivir mas cercano a Jesús, de hacerlo conocer y amar, de realizar mas intensamente mi vocación misionera... Ya tengo treinta anos; si espero mas para ir a una misión real y verdadera, me resultaría difícil aprender lenguas nuevas...”
El P. Migotti se sentía misionero de la gente sencilla, la de la aldea y la selva, no la del colegio, algo refinado ya.
Monseñor Armido Gasparini escribió así a los superiores para apoyar la demanda del padre. "No le satisfacen las ocasiones de ministerio que ofrece el colegio, y con tal de ir entre la gente de las aldeas, desafía todos los domingos a los «scifta» (ladrones) que infestan la zona y asaltan a los caminantes."
Los superiores accedieron a su ruego, y a finales de 1953 el P. Evaristo se encontraba en el corazón de Sudán Rimenze, Marigindo, Ezo, Naandi lo vieron siempre activo y sonriente. Trabajo mucho durante diez años, interrumpidos solamente por unas breves vacaciones. Mientras tanto, en Sudan iba madurando la persecución religiosa. Los misioneros no podían bautizar, construir iglesias ni arreglar las que necesitaban reparación, no podían dar medicinas a los enfermos ni comida a los hambrientos...
El P. Evaristo fue encarcelado por haber construido una pequeña capilla de paja y barro. El mes de prisión transcurrido en Sudán meridional, antes de la expulsión, resulto muy duro, sobre todo por estar forzosamente inactivo habiendo tanto que hacer. Además de la cárcel tuvo que pagar 30 libras de multa.
El 12 de enero de 1963 fue expulsado con otros misioneros.
Pero en su país lo perseguía continuamente el "mal de África" e insistió ante los superiores para que lo enviasen a Zaire. Accedieron a su demanda. Fue unos meses a Francia para estudiar la lengua, y en febrero de 1964 marcho a la misión de Rungu con el segundo grupo de misioneros destinados allá.
En la primera carta a su madre (8 de abril de 1964) escribía: "Estoy encargado del despacho parroquial, la economía, los catecúmenos y los niños de las escuelas elementales. La obra de la misión esta bien encaminada." Empezó a estudiar la lengua local y en pocos meses la aprendió tan bien que pudo predicar y confesar.
Desahogándose con su madre le decía que estaba asombrado de ver cuanto lo querían los africanos, cosa que a él le parecía no merecer.
"Lo que me asombra es la popularidad que ya he adquirido aquí. Tendrías que ver como me saludan y me reciben alegres en sus aldeas. A las seis de la mañana viene a mi encuentro con flores la población de una aldea para acompañarme con alegría y regocijo. La capilla donde iba a dirigirme estaba adornada con guirnaldas y arcos como se hace en nuestra tierra cuando llega el obispo. ¡Y piensa que la tribu de los mangbetu tiene fama de ser mala y contraria al cristianismo!"
El P. Evaristo en su sencillez no pensaba que toda esa "popularidad" se debía a su bondad, que se revelaba en todos sus gestos y palabras. La gente sencilla, la del bosque, lo comprendía.

Acto heroico
"Aqui estamos trabajando dos en las aldeas que hay fuera de la misión. Son más de 72 y no logramos dar abasto al movimiento de conversiones."
En sus correrías apostólicas, de vez en cuando se ofrecía para indicar a la gente y a sus Hermanos donde había vetas de agua y a qué profundidad se encontraban Era, en efecto, un hábil zahorí.
"Acabo de regresar de un viaje que he tenido que hacer a la misión de Ndedu -escribía el 9 de mayo-, adonde fui llamado para buscar allí pozos de agua. Señalé cuatro o cinco sitios donde, excavando, pueden encontrar agua a 13 o 14 metros de profundidad."
En la penúltima carta desde Rungu, fechada el 8 de julio de 1964, nada dejaba presagiar el trágico final del 1 de diciembre. Al contrario: "Con la subida de Tshombé al gobierno central parece que las cosas van mejor para el pobre Congo, un país tan rico y, sin embargo, casi arruinado por la confusión y las luchas tribales que aun existen.
Como ya les he dicho otras veces, nuestra zona queda fuera de esos sucesos y esta tranquila."
Antes de abrazarlo por ultima vez, su anciana madre le había dicho:
-Evaristo, ¿por qué después de haberte librado del peligro de morir en Sudan quieres ir a Congo, donde siguen matando a los blancos?"
-Madre -contesto-, creo que si el Señor me pidiese morir mártir sería indigno de esa gracia... Pero no tendré esa suerte, porque probablemente no soy bastante bueno."
El Señor lo consideró digno de ese honor tan alto, al que el P. Evaristo se había preparado desde hacia tiempo, porque el día de su profesión perpetua (1947) había escrito al superior general: “Libremente y con plena conciencia me entrego a usted y a sus sucesores para que dispongan de mi según lo juzguen oportuno. Con la gracia del Señor aceptaré con alegría incluso las misiones que pidieran un acto heroico."
El acto heroico le fue pedido el 1 de diciembre de 1964 y el P. Evaristo lo realizó con la sonrisa en los labios.
Sus ultimas palabras: “ ¿Wapi?" (¿donde me pongo?), fueron la expresión de su sencillez y naturalidad frente al sacrificio supremo de la vida, aceptado como lógica culminación de su vida misionera.
El 17 de octubre de 1965 en Tomba di Mereto se concedió la medalla de oro al mérito al P. Migotti, ofrecida por el Ayuntamiento y entregada por el alcalde a su madre.

Rungu (Rép. Démocratica del Congo) 1 de diciembre de 1964 42 años