El Capítulo nos dice que el cambio puede ocurrir sólo, si cada comboniano toma conciencia del don que ha recibido, lo profundiza y lo asimila, día a día, permeando la propia identidad con la del Fundador. Sólo así tendremos el “valor” de captar los desafíos que la Misión nos pone y la “creatividad” para afrontarlos, con la misma pasión de Comboni en el corazón (DC ’03, 36-38).

ES TIEMPO DE CAMBIO

Desde que el Concilio Vaticano II habló de necesidad de renovación, todos los Capítulos Generales realizados en el Instituto Comboniano (siete exactamente, desde 1969 a hoy) han insistido sobre esta idea y han invitado a los hermanos y a las comunidades a emprender el camino del cambio.
El hecho es que, muchas veces, el cambio ha sido interpretado como un arreglo o un recomponer, con frecuencia unido al personal, a la rotación y a estrategias misioneras, más que a poner el acento en la renovación de uno mismo y del propio modo de ver, de sentir y de actuar.
Hemos de reconocer que el Instituto, en estos últimos años, ha estado muy atento y ha empleado tiempo y medios para promover la puesta al día de las personas. Varias han sido las iniciativas, tanto a nivel provincial, como general. Los frutos, sin embargo, tardan en manifestarse, al menos en la cantidad y cualidad que se esperaba.
¿Por qué? Porque, con frecuencia, cuando se habla de cambio, se piensa, sobre todo, en el cambio de las estructuras, en el cambio de los otros, incluso de algún superior. Raramente se piensa en el cambio que cada uno debe realizar en su vida.
Tenemos fórmulas de cambio para los demás, pero difícilmente las aplicamos a nosotros mismos.
El XVI Capítulo General, consciente de esta realidad y en sintonía con lo que ya se ha intentado en los últimos años, ha insistido en la necesidad de renovación, indicando también el camino a seguir: “El acontecimiento de Comboni santo nos estimula a descubrir cada vez con mayor profundidad el don que se nos ha dado y nos hace capaces de asumir con valor y creatividad los desafíos de una misión renovada para que llegue su Reino al mundo de nuestros días” (DC ’03, 32).
En otras palabras, el Capítulo nos dice que el cambio puede ocurrir sólo, si cada comboniano toma conciencia del don que ha recibido, lo profundiza y lo asimila, día a día, permeando la propia identidad con la del Fundador. Sólo así tendremos el “valor” de captar los desafíos que la Misión nos pone y la “creatividad” para afrontarlos, con la misma pasión de Comboni en el corazón (DC ’03, 36-38).
Por un lado, se nos pide fidelidad al carisma, por otro la capacidad de captar los signos de los tiempos y la prontitud en dar respuestas adecuadas y proféticas. La fidelidad al carisma, sin embargo, sin la capacidad de responder a los desafíos de hoy, tiene el riesgo de inmovilizarnos y convertirnos en piezas de museo, esquivos y temerosos de cualquier pequeño cambio. También la insistencia sobre la necesidad de afrontar los desafíos de hoy, con poco enganche con las raíces carismáticas, tiene el riesgo de hacernos, en las iniciativas y actividades semejantes a la hierba del campo que por la tarde se amustia y se seca (cfr. Sal 90, 5-6).

ES TIEMPO DE REGENERACIÓN

En el plan inspirado para África, San Daniel Comboni propone una metodología de regeneración (E 1425). Para salvar África, es necesario contar con la participación, la implicación y el protagonismo de los mismos africanos. Sabemos que, para Comboni, a diferencia quizás de algún comboniano, el lema “Salvar África con África” no ha sido sólo un eslogan vacío o un ideal lejano. Comboni, desde el principio, buscó y preparó colaboradores Africanos, como, por ejemplo, las Institutrices Negras, el P. Daniele Sorur, Hna. Fortunada Quascé, primera africana entre las Pías Madres de la Nigricia.
La intuición metodológica de regeneración, que motivó sin duda, y continúa motivando nuestras opciones, no debe ser aplicada sólo a los destinatarios del servicio misionero, sino que puede y debe ser aplicada a los mismos combonianos, para el renacer del Instituto.
La glorificación de San Daniel Comboni es una llamada, que nos lleva en esta dirección y nos ayuda a leer la situación actual de nuestro Instituto, con un nuevo prisma (DC ’03, 17-23). No más esperarse golpes geniales u ocurrencias irresistibles de personas carismáticas, iluminadas a relumbrones, “navegantes solitarios” o combonianos por encima de toda regla…, sino la implicación de todos: desde los enfermos y ancianos, a los nuevos enrolados que llegan de diversos continentes; desde los hermanos comprometidos como “piedras escondidas” (DC ’03, 16) a los que están fatigados, desilusionados o viven situaciones de incomodidad, desde los que están comprometidos en la evangelización, a los que están empeñados en la formación y en la animación misionera, desde los que están ocupados en los medios de comunicación, a los que están en la administración.
Pero, ¿cómo regenerarse? El Capítulo utiliza algunas expresiones verbales que iluminan el camino:
Es tiempo de revisar… identificar… redefinir… renovar… profundizar… (DC ’03, 30, 1-5)
En el Consejo de familia y, sobre todo, en la preparación al proyecto comunitario, respondamos juntos a los desafíos destacados por el Capítulo, para una metodología de regeneración.

REDEFINICIÓN DE LOS COMPROMISOS

La regeneración de las personas, para un servicio misionero cualificado, debe conducir también a una programación bien articulada de la redefinición de los compromisos. No se puede continuar manteniendo el ritmo frenético en nuestras actividades ni abrigar pretensiones expansionistas o soñar con poder llegar a todo y a todos.
El XVI Capítulo nos ha recordado que es necesario mirar a la calidad de nuestro servicio a la gente, más que a la cantidad de actividades o iniciativas. La cuestión, por tanto, no es tener más personal, sino tener personal misionero regenerado para un servicio cada vez más cualificado. En este sentido se han definido los criterios que deben orientar la elección de nuestros compromisos (DC ’03, 44, 1-4) y se ha indicado como prioridad, la iniciativa del Consejo General de “discutir con cada provincia un programa de recualificación de los compromisos” (DC ’03, 133.1).
En la recualificación todos estamos implicados: los superiores - con los distintos consejos y secretariados - con la capacidad de discernir y buscar el verdadero bien de las personas; cada misionero con su apertura al espirito, su implicación en el diálogo y su disponibilidad para obedecer.

EL PAPEL DE LOS POBRES

Por tantas veces que lo hemos repetido, incluso la gente de nuestras comunidades eclesiales sabe que los combonianos han nacido para los más pobres abandonados. Si miramos a nuestra praxis misionera, vemos que los pobres y los abandonados continúan siendo los destinatarios de nuestro servicio misionero…
Pero, ¿cómo? Aquí las iniciativas personales se desperdician. Digámonoslo francamente, no tenemos una metodología común y en nuestras comunidades encuentras de todo: quien vive para los pobres y recoge de todo para aliviar sus sufrimientos; quien vive entre los pobres, con estilo de vida poco pobre; quien vive con los pobres en el corazón… y basta: quien vive pobre entre los pobres… y no son pocos.
Una cosa es cierta, sin embargo, si los Combonianos se alejan de los más pobres y abandonados, entonces su carisma pierde luz y sabor. Lejanos e indiferentes a la realidad de los pobres, perdemos el arrojo y el ardor misionero. Perdemos nuestra identidad.
El aburguesamiento, la decadencia que a veces se encuentra en algunas comunidades, la pérdida de la identidad, la falta de motivaciones… están generadas por el hecho de que los pobres no son ya los destinatarios privilegiados. Los hemos puesto en vitrina, hemos llenado nuestras casas de posters… de las realidades de los diversos continentes, pero para los pobres en carne y hueso, no hay mucha posibilidad de entrar y quedarse.
Para un verdadero cambio, estamos invitados por el Capítulo a “determinar las situaciones de pobreza y abandono que nos interpelan hoy para recualificar nuestros compromisos” (DC ’03, 38), a partir de África, que permanece todavía lugar privilegiado de evangelización, pero también en los otros continentes, incluso Europa (DC ’03, 43, 1-4).

PALABRA DE DIOS

En nuestros encuentros comunitarios, podemos dejarnos interpelar por estos trozos de la Palabra de Dios:
• El coloquio de Nicodemo con Jesús: Jn 3, 1-21.
• La conversión de Pablo: Gl 1, 11-24.
• Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo: Mt 5, 13-16.
• El pobre Lázaro yacía a su puerta: Lc 16, 19-31.

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN

• ¿Cuáles son los criterios indicados por el Capítulo para la recualificación y revisión de los compromisos? (lee DC ’03, 44, 1-4).
• ¿Cuáles son las condiciones necesarias para la renovación personal?
• ¿Cuál es el compromiso específico de tu comunidad en el servicio misionero en el territorio?
• ¿Cómo entran los pobres en nuestra vida, en nuestra comunidad y en nuestro compromiso de evangelizadores?

Preparado por los Secretariados Generales
Renovar la misión regenerándonos a nosotros mismos