Viernes, 4 de marzo 2022
Una de las mejores cosas que el Papa Francisco ha dado a los católicos y al mundo es la Carta Encíclica Fratelli Tutti (Todos los Hermanos). Esta hermandad se reclama a sí misma porque el futuro del mundo y del ecosistema depende en gran medida de ella. Se espera que esta hermandad sea demostrada por hombres y mujeres religiosos, ya que todas las religiones invocan al final al mismo Dios.

Además, si Dios es nuestro Padre y Él es nuestro denominador común, entonces todos somos hermanos/hermanas. El símbolo de esta hermandad puede ser tomado como Amor, Unidad y Paz y eso es lo que el mundo necesita ahora para sanar. La Iglesia a través de su sabiduría instituyó en 1908 la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Fratelli Tutti llegó 112 años después del lanzamiento de la Oración por la Unidad de los Cristianos y el llamado sigue siendo tan actual como lo fue en 1908 y tan urgente como nunca antes.

Paz con conflicto

Así como somos los seres humanos, incluso en los momentos más pacíficos, el conflicto puede surgir. Es parte de la vida. Sin embargo, el deseo de caminar juntos y crecer como comunidad humana nos impulsa a buscar una solución y recuperar la paz perdida provocada por el conflicto. Esto, si se hace en verdad y apertura, la relación y los lazos se vuelven fuertes y el vínculo se vuelve más resistente.

La llamada e invitación de Fratelli Tutti es oportuna, ya que el Papa señala que la conexión entre la paz y la verdad por un lado y la justicia y la misericordia por el otro son esenciales para nuestra convivencia. Nunca debemos ser movidos por la venganza, sino por una búsqueda continua de la reconciliación que hace de nuestro mundo un lugar mejor para todos, incluso para aquellos que no comparten la misma religión, fe, raza y cultura con nosotros. Un elemento clave para esto es el perdón, que no es sinónimo de olvido porque si olvidamos, caemos de nuevo en la misma trampa y camino. El perdón aquí significaría una plena conciencia de lo que sucedió, pero listos para caminar por el camino de la vida (par 236-245).

La guerra y la pena de muerte nunca traerán la paz

La guerra y la pena de muerte siempre serán una amenaza para nuestra casa común, sin importar cómo se legalicen. Más aún, en esta era de globalización y tecnología digital hay personas que las sufren de cerca o lejos y directa o indirectamente. Cuando hay una guerra, lo único que se cuenta al final de todo es cuántas personas mueren y cuántas propiedades se destruyen. El Papa escribe: «ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal y Dios mismo se hace su garante (dignidad personal)» (par 263-269). Pensamos en Yemen, Sudán del Sur, Afganistán, Siria, Somalia, R. D. Congo, Libia, Mali, etc., ahora estas amenazas han escalado al terrorismo contando entre ellos a Al Qaeda, Al Shabaab, Boko Haram, Estado Islámico y otros.

Lo que está sucediendo ahora en Europa del Este, entre Rusia, Ucrania y sus aliados, no tiene (justificación) razón de ser. Ofrecemos nuestra humilde oración por todas las víctimas.

Jesús en su sabiduría divina nos dice en Mateo 5, 9: «Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios«. Es como si Jesús nos estuviera diciendo que somos creyentes (no sólo cristianos) que la forma a través de la cual podemos ser llamados plenamente hijos e hijas de Dios es ser pacificadores. Somos hijos/hijas del mismo Padre, somos Hermanos/Hermanas.

H.no Matthias Adossi mccj
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