En la tarde del pasado día 18 de mayo murió en Madrid el misionero comboniano P. Eladio García Camporro a consecuencia de la afección cardíaca que venía sufriendo desde hace más de 10 años.
El P. Eladio nació en Asturias el 11 de enero de 1947. Ya de niño conoció el sufrimiento, puesto que, justo el día en que cumplía 7 años, falleció su madre. Años antes, Dios ya se había llevado también a su padre al cielo. Fueron unos tíos suyos quienes con inmenso cariño le proporcionaron un nuevo hogar.
Terminados los estudios primarios sintió la llamada de Dios al sacerdocio e ingresó al seminario diocesano de Oviedo. Allí se fue fraguando poco a poco en su espíritu la necesidad de anunciar el Evangelio más allá de los límites de su diócesis. Años más tarde, en 1967, pidió su ingreso en nuestro Instituto a fin de poder llevar a cabo el imperioso deseo misionero que Dios había sembrado en su corazón.
Recibió la ordenación sacerdotal el 22 de diciembre de 1974, y en 1976 ya lo encontramos en Perú ejerciendo su ministerio apostólico en las alturas de Cerro de Pasco, en plena cordillera de Los Andes.
En el año 1981 es llamado a su provincia de origen para desarrollar su ministerio en el campo de la animación misionera, no limitándose a la difusión de las revistas, sino abriéndose también a toda oportunidad que se le presentaba para dar retiros y ejercicios espirituales que le pedían tanto los colegios como grupos de sacerdotes y religiosos.
La enfermedad
En este intervalo de su vida coincidí con él 4 años en la comunidad de Zaragoza. Ya entonces, su salud empezó a quebrantarse seriamente. Golpeado por la diabetes, fue madurando y aceptando sin dramatismos el nuevo rumbo que Dios marcaba en su existencia. Recuerdo que en un encuentro de oración comunitaria nos dijo que no quería pedir a Dios que le curase sino que estaba abierto a su voluntad.
Con esta disposición y apertura pidió volver a la misión, y fue enviado a Ecuador en 1988. Al poco tiempo su salud se deteriora peligrosamente hasta que el corazón dio el grito de alarma. Después de varios infartos tuvo que regresar a España en 1995.
A lo largo de los últimos 10 años en los que estuvo destinado en Madrid, fue operado varias veces del corazón. Los infartos se repetían hasta que su corazón no pudo más. Fue el anochecer que dio paso al 19 de mayo. Quiero recalcar bien este dato porque en la hora de su muerte se abrían las puertas de la Gloria para la celebración litúrgica de la fiesta de Jesucristo Sumo Sacerdote.
No hay duda de que Dios es bueno y de que da testimonio de los suyos, como dio testimonio de su Hijo. Digo esto porque Eladio, más allá de sus altibajos provocados por sus enfermedades y consiguientes limitaciones, amó y ejerció su ministerio sacerdotal mucho más allá de sus posibilidades reales.
Aparte de sus compromisos fijos en una parroquia de Madrid y su capellanía en los Hnos. Maristas, siempre estaba disponible para cualquier petición de celebraciones penitenciales o cualquier otro ministerio sacerdotal que con frecuencia pedían a nuestra comunidad.
El don de la comunicación
Creo que la comunidad de Madrid tiene mucho que agradecer a Dios que nos haya permitido conocer a fondo a este hermano nuestro, con su identidad sacerdotal tan diáfana. Identidad que Dios adornó concediéndole el don de saber comunicar. Eladio era lo que hoy día se dice: un comunicador nato.
Deseo recalcar una vez más la bondad de Dios al llamarle justamente en la alborada de la fiesta celeste y eclesial de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. Pienso sinceramente que cuando su corazón se apagó por completo, Eladio oyó de Dios Padre las mismas palabras que oyó Jesucristo al comienzo de su predicación del Evangelio: “He aquí a mi hijo amado en quien me complazco”.
Da Mccj Bulletin n. 228 suppl. In Memoriam, ottobre 2005, pp. 37-39