El Hno. Mario Pariani había nacido el 18 de junio de 1925 en Magnago, Milán, de Antonio y Rosa Luigia. Su familia estaba compuesta de los padres y ocho hermanos varones, inicialmente dedicados al trabajo del campo. Mario, en el momento de partir para el noviciado, trabajaba ya en un taller de herrería y se preparaba para ser un buen mecánico.
En un cuestionario que llevaba consigo cuando entró en el noviciado, se encuentra la motivación de su vocación: “Salvar mi alma y la de los infieles”. Desde hace seis meses – escribió su párroco- Mario, antes de ir al trabajo, participa en la Misa. Su conducta fue siempre irreprensible y sus compañeros son los que frecuentan el oratorio. Tengo plena confianza en que sea aceptado, también porque tiene la desgracia de ser del 1925, por tanto, podría ser llamado a las armas de un momento a otro”.
El 14 de febrero de 1944 Mario entró en el noviciado de Venegono donde estaba de maestro de novicios el P. Antonio Todesco. El 19 de marzo de 1946 emitió los primeros votos y fue enviado inmediatamente a Thiene como cocinero. Allí permaneció seis meses porque, en agosto, fue enviado a Brescia como hermano ad omnia. En aquel tiempo, en nuestras escuelas apostólicas, los Hermanos se dedicaban también a la colecta en los campos, para pedir a los campesinos algo de comer para los seminaristas. El Hno. Mario se dedicó a esta obra tan bien que el P. Emilio Ceccarini, superior de todas las escuelas apostólicas de Italia, escribió en 1950: “Un buen tipo el Hno. Mario. Emprendedor, generoso e inteligente. Tiene un buen actuar que lo hace amable. Se porta bien con los externos y se hace querer de todos y obtiene todo lo que pide. Desde hace tres o cuatro años se dedica a la cuestación de géneros con verdadera abnegación, sacrificio y éxito. Es un elemento adapto para la vida de misión. Entiende de mecánica, horticultura y carpintería”.
En agosto de 1950 para el Hno. Mario se abrieron las puertas de África. Su primer destino fue la misión de Mupoi (Sudán meridional), una misión ya imponente con escuelas, talleres, oficinas, y con tendencia a engrandecerse posteriormente. El Hno. Mario encontró pan para sus dientes, especialmente en el sector de carpintería.
En 1955 pasó a la misión de Maringindo, también como carpintero. En 1957 fue la nacionalización de las escuelas por parte del gobierno y fuertes restricciones para la construcción de iglesias. En Kpaile no había todavía una iglesia.
Entre tanto una tremenda sequía afectó toda la zona con las consecuencias de hambre y pobreza. El jefe Dakon convocó a los brujos para una consulta y su respuesta fue: “La causa de la sequía viene de los abuna (los misioneros), porque la gente no va a orar”. El domingo siguiente la capilla estaba abarrotada y atestada hasta en el exterior: cristianos, paganos, brujos y jefes estaban todos presentes. Durante la noche siguiente la lluvia cayó en abundancia. Y también la iglesia se pudo construir. Después de un año, en 1956, encontramos al Hno. Mario en Rimenze donde había que construir la iglesia. Amasando ladrillos, haciendo funcionar a pleno ritmo la carpintería y excavando pozos, el Hno. Mario intentaba estar tras la actividad apostólica de los hermanos sacerdotes.
En 1959, después de nueve años de misión, el Hno. Mario volvió a Italia para las vacaciones y para reposarse un poco. Su deseo era volver cuanto antes a las misiones donde había trabajado. Pero los tiempos estaban cambiando rápidamente. Comenzaba la expulsión de los misioneros en el Sudan meridional.
En Italia, el Hno. Mario estuvo durante cuatro años en Brescia (1959-1963), volviendo al trabajo que había interrumpido cuando había marchado a la misión. En previsión de la expulsión en masa de los misioneros del Sudán, los superiores habían aceptado nuevas misiones en Burundi y en Congo. El Hno. Mario se adelantó, pidiendo a los superiores que le mandaran al Congo. Los motivos que apoyaban su petición eran dos: el Congo limitaba con la tribu Zande de la que el Hno. Mario conocía la lengua y los usos de la gente, el segundo motivo consistía en el hecho de que muchos cristianos del Sudan meridional encontraban refugio precisamente en el Congo.
El Hno. Mario marchó a su nuevo destino con el segundo grupo de hermanos, compuesto por los PP. Remo Armani, Evaristo Migotti y Fernando Colombo. Se embarcaron en Venecia el 13 de febrero de 1964 y llegaron al Congo a través de Uganda. El Hno. Mario fue destinado a Ndedu.
La comunidad de Ndedu estaba formada por los PP. Pasquale Merloni, Remo Armani, Fernando Colombo y el Hno. Mario. Este, el 5 de julio de 1964, escribió al Superior General: “Entretanto permita, Rvdmo. Padre, que le diga todavía otra vez gracias por haberme escogido para esta misión, para trabajar por el Reino del Sagrado Corazón y la conquista de su gloria. Estamos en pleno trabajo: ladrillos a máquina, leña para hornos, piedras y aserradores que abaten caobos y siegan a mano, para preparar la madera para las nuevas construcciones. El bosque es rico en madera y tenemos el permiso de abatir lo necesario”.
Entretanto los asuntos en el Congo se ponían mal. Con la llegada de la República Popular de Stanleyville todo se detuvo. La horda de los simba aumentaba y se hacía cada vez más amenazadora. Una durísima persecución atravesó todo el Congo y causó muchos muertos. El Hno. Mario, superando peripecias increíbles consiguió salvar la piel junto a su compañero de misión, P. Pasquale Merloni.
Llegado a Italia con una experiencia tan traumática, fue enviado a la tranquila casa de Gozzano, sede del noviciado, donde en un clima de oración y silencio, alegrado sin embargo por la vivacidad de tantos jóvenes novicios, pudo rehacer sus fuerzas y reponer su salud.
Entretanto, en el Congo volvió la paz y, en 1968, también el Hno. Mario pudo volver y fue destinado a Rungu como director de la escuela profesional. Una de las primeras cosas que hizo fue visitar el lugar (el puente sobre Bomokandi) donde habían sido inmolados los hermanos, PP. Lorenzo Piazza, Evaristo Migotti y Antonio Zuccali. En aquella misma ocasión, el Hno. Carlo Mosca, director de la escuela de artesanos, se había salvado fingiéndose muerto.
En una carta escrita en agosto de 1969, el Hno. Mario dice: “Aquí todo bien. La situación es tranquilísima y nos consiente desarrollar serenamente nuestro trabajo apostólico. Ya he ido a ver el lugar donde el 29 de noviembre de 1964 debía morir…” Le esperaban todavía 35 años de intensa actividad en Rungu, en Dakwa, en Bomokandi y en otras misiones donde había necesidad de un Hermano disponible y capaz, siempre sonriente, siempre contento, siempre pronto a dar una mano a quien lo necesitaba.
En el 2002 su salud se había vuelto débil por lo que el Hno. Mario tuvo que volver a Italia. Fue a Milán y después a Rebbio. En el 2003 intentó por última vez el camino de la misión y fue a Kinshasa-Kingabwa y a Duru, ya como hermanos de casa y de… oración. En 2005 volvió definitivamente a Milán en espera del premio que el Señor reserva a sus fieles obreros. Murió de pulmonía, el 18 de julio de 2006 y fue sepultado en su pueblo natal.
(P. Lorenzo Gaiga)