P. Francesco Cioffi (15.01.1935 – 02.11.2006)
El P. Francesco Cioffi es un fruto de la animación vocacional del P. Enrico Farè que iba a los diversos seminarios de Italia a presentar a los jóvenes el ideal misionero. Así, el 14 de mayo de 1958, Francesco escribió al Superior General de los Combonianos: “El que suscribe Cioffi Francesco, alumno del tercer curso de teología en el Pontificio Seminario Regional de Salerno, pide a S. V. Ilma. el alto honor y el gran favor de ser admitido en uno de vuestros noviciados, para poder así seguir la divina llamada a la vida religiosa y misionera. Además pido ser recibido a finales del año escolástico, porque si voy a casa, estoy seguro que me impedirán ir…” Esta última frase deja entrever la oposición de la familia a su deseo de hacerse misionero.
La intervención desde Verona, del P. Leoncio Bano, encargado de las vocaciones, resolvió toda dificultad y Francesco pudo entrar en el noviciado, no el 2, sino el 4 de julio y con la bendición del padre, que, sin embargo, no consiguió superar el impacto, y murió de disgusto pocos meses antes de la ordenación sacerdotal del hijo misionero. Así, al menos, afirma el hijo Filippo.
Francesco Cioffi, primero de tres hijos, había nacido en Cassino, porque el padre, Noé, era suboficial de la estación local de Carabineros. Su infancia fue atormentada por los conocidos hechos bélicos que afligieron a Cassino. Era el 1944 cuando la madre, Luisa, con los tres hijos, bajo el arreciar de los bombardeos, dejó el pueblo y, a pie, recorrió los doscientos kilómetros hasta llegar a Vico Equense, su pueblo de origen, donde tenía familiares. Ciertamente aquellas jornadas y aquella huída se grabaron en el ánimo de Francesco que tenía entonces 9 años y pueden explicar también la depresión que le acompañó durante gran parte de su vida. Él mismo, explicando algunas actitudes de miedo a su superior en Brasil, el P. Francesco Rinaldi Ceroni, los atribuía a la inseguridad de los años de la infancia.
En el noviciado encontró como maestro de novicios, al P. Pietro Rossi, que lo consideró “emotivo, tímido, impresionable, ingenuo, cohibido, demasiado minucioso, confuso, no muy constante, con tendencia al desaliento, pero cordial, de notable espíritu de sacrificio, obediente, devoto y celoso. Sufre con frecuencia dolor de cabeza”.
El 9 de septiembre de 1960 emitió los primeros votos y marchó a Troia, con el cargo de profesor en la escuela apostólica. El 23 de octubre del mismo año fue ordenado sacerdote en Troia por Mons. Antonio Pirotto. En el momento de la ordenación sacerdotal, como no era todavía profeso de votos perpetuos, fue incardinado en la diócesis de Kartum, por Mons. Agostino Baroni. En 1961, dejada la enseñanza en Troia, fue destinado a Thiene como encargado de la animación misionera, pero después de un año, recibió el destino para Brasil.
Desde julio de 1962, el P. Francesco fue vice párroco en Guararema, en la circunscripción de Espíritu Santo (diócesis de São Mateus), en el Brasil Sur. Allí permaneció hasta 1964, después pasó a Ecoporanga, también como vice párroco y responsable de las aldeas. De 1967 a 1973 estuvo en Montanha, de nuevo como vice párroco. Su superior, el P. Ceroni, escribió de él: “Pone verdadero empeño en la visita a las capilla de la parroquia, cuida mucho el espíritu de caridad. En casa se vive muy bien y todos estamos de acuerdo. También con la gente es muy paciente y se dedica totalmente a ayudar a los demás, especialmente a los pobres. Quizás es un poco sencillo por lo que se fía demasiado de quien intenta engañarlo. Da cuenta exacta de todo lo que entra y sale y siempre pide los pequeños permisos. Acepta con humildad las observaciones e intenta corregirse. Le gusta mucho trabajar en el ministerio sacerdotal misionero. Es un poco débil de salud y está sujeto a algún agotamiento. Apoyo totalmente la admisión a los votos perpetuos, porque es un elemento que trabaja por la gloria de Dios, el bien de las almas y de nuestra amada Congregación”.
Trascurrió las vacaciones entre el 1974 y el 1975, en Troia, dedicado también a la animación misionera, pero en julio de 1975 estaba nuevamente en Brasil, en Mantenópolis, como vice párroco. Antes de dejar la misión, escribió al Superior General: “Terminadas las vacaciones, querría volver al Brasil para continuar trabajando por el pueblo brasileño que amo mucho”.
En 1977 pasó a Aguia Branca, como vice párroco. Del 1980 a 1981 fue párroco en Sucupira do Norte, en el Brasil Norte, pero en 1981 pasó a Pimenta Bueno, Brasil Sur, como vice párroco. De 1984 a 1985 fue vice párroco en Cacoal y del 1985 a 1992, en Nova Venecia. Entre tanto su salud empeoraba por lo que, del 1993 al 1997 estuvo en Verona curándose. Sintiéndose restablecido, pidió insistentemente volver al ministerio. De 1997 a 1998 permaneció en São Mateus como agregado al ministerio y del 1998 al 1999, con el mismo encargo, en São José do Rio Preto. Pero, en octubre de 1999, tuvo que volver definitivamente a Verona para curar la depresión que se iba agravando.
La vida del P. Francesco se puede resumir toda ella en estos cuarenta y seis años de vida sacerdotal y misionera, treinta y cinco de los cuales trascurridos en Brasil y once en Italia. Pero incluso cuando estaba en Italia, guardaba en el corazón la esperanza de poder volver a misión. La misión lo sostenía y le daba las motivaciones para vivir y para luchar. Efectivamente, cuando supo que no volvería más a Brasil, sufrió un ulterior derrumbe psicológico.
El P. Francesco era muy bueno, sencillo y pacífico, prefería sufrir, más que dar un disgusto a los otros. Tuvo tantos momentos bonitos, especialmente cuando estaba en el apostolado directo en las aldeas del Brasil, pero desde los años noventa en adelante, tuvo muchos altos y bajos que le procuraron un gran sufrimiento interior, porque estaba atormentado de escrúpulos y pensamientos obsesivos. El amor por la misión fue el punto firme que lo sostuvo, que lo animó en su camino de sufrimiento. Mientras pudo, se mantuvo en ejercicio, repasando el portugués, leyendo la Biblia en esta lengua y pidiendo a todos informaciones sobre las misiones en Brasil.
El Señor lo premió, ahorrándole la agonía de la muerte. Se durmió por la noche y hacia las tres de la mañana, murió sin darse cuenta: en efecto, la enfermera que había pasado a verlo a las dos, vio que dormía tranquilamente, pero cuando pasó para otro control, a las tres, tuvo apenas el tiempo de recoger su último respiro. Murió por colapso cardiocirculatorio el 2 de noviembre, el mismo día en que, en 1959, había muerto su padre.
El P. Giovanni Munari, al conocer su muerte, escribió: “Nos unimos también nosotros los Combonianos de Brasil Sur a la oración en sufragio que hacéis por nuestro hermano Francesco Cioffi, desaparecido improvisamente. Con él, con vosotros, con su familia, celebramos la Pascua, su gran y definitivo encuentro con el Señor. Estamos agradecidos particularmente a Francesco por los largos años pasados entre nosotros en diversas misiones y por la unión profunda que siempre ha mantenido con nuestro grupo del que se ha sentido parte viva, incluso en los últimos años de Verona, cuando sentía más fuertemente el límite impuesto por la enfermedad… Le estamos agradecidos por lo que ha plantado y dejado en Brasil. No es uno que ha gastado su vida en cosas inútiles. Yendo acá y allá encuentro personas que preguntan por él y lo recuerdan. Es lo esencial: Consiguiendo vivir queriendo bien y haciéndose querer bien. ¿No es el amor la única cosa que queda? El P. Francesco ahora interceda también por nosotros como nosotros rogamos por él”.
Después del funeral en la Casa Madre, el cadáver fue trasladado al cementerio de Verona, en el sector de los Misioneros Combonianos.
(P. Lorenzo Gaiga)