El P. Thomas Ibrahim Riad había nacido el 30 de abril de 1933, en Souhag, un pueblo de la diócesis de Luxor, Egipto. La noticia de su muerte llegó la tarde del sábado, 17 de mayo, totalmente inesperada. El 2 de abril había marchado de Khartum para sus vacaciones en familia, junto a su hermana Odette, religiosa comboniana. Antes de marchar había programado un control médico que parecía, más que nada, un hecho de rutina. La Hna. Odette, testigo de sus últimos instantes de vida, cuenta que después de comer aquel sábado, el P. Thomas si había retirado a la habitación para la siesta. Cuando se levantó, se duchó y sintió un imprevisto mal. El médico, llamado inmediatamente, llegó pocos minutos después, pero sólo para constatar que el P. Thomas había muerto: había cumplido 75 años dos semanas antes.
El obispo, apenas avisado, sugirió celebrar el funeral la misma tarde, a las 21.30, porque el día siguiente era domingo y habría sido difícil que los sacerdotes participaran. En la celebración participaron numerosos sacerdotes y muchos fieles.
El 19 de mayo se tuvieron varias Misas de sufragio. Una incluso fue celebrada en la iglesia Cordi Iesu en el Cairo. En ésta estaban presentes el Patriarca emérito copto católico, Cardenal Stéphanos II Ghattas, religiosos, religiosas y muchos laicos que habían conocido al P. Thomas. Otra se celebró en su parroquia natal, el 20 de junio. Para la ocasión, la familia preparó un folleto con momentos salientes de la vida del P. Thomas y el testimonio de muchas personas que lo conocieron y apreciaron.
En una foto que lo presenta mientras celebra la Misa en rito copto católico, se lee: “P. Thomas Riad Ibrahim: primer sacerdote de rito alejandrino católico que entra en la Familia Comboniana”. En efecto, el P. Thomas entró entre los Combonianos, cuando ya era sacerdote. Su obispo, inicialmente había ofrecido una cierta resistencia a su petición de hacerse Comboniano, pero el P. Thomas había insistido diciendo que de siempre deseaba entrar en un Instituto religioso.
Así, en 1972, entró en el noviciado de Venegono y dos años después, el 5 de abril de 1974, a los 41 años, hizo los votos temporales. Después de los votos, fue destinado a Sudan. Como hablaba árabe, no tuvo necesidad de un período de preparación para la misión. De 1974 a 1980 fue director de la escuela técnica de S. Joseph y superior de la comunidad. Dado su origen egipcio y su formación copta, se convirtió en punto de referencia de la comunidad de los coptos católicos de Kartum y Omdurman, una relación que conservó durante el resto de su vida. La amistad de muchos coptos fue testimoniada por su nutrida presencia en la Misa de sufragio, el lunes 19 de mayo, en la parroquia de Omdurman.
En 1980, el P. Thomas pasó a Atbara, otra misión importante de Sudan Norte, donde fue párroco un año. Después le fue confiada la responsabilidad de la escuela secundaria y permaneció allí hasta 1987. Entre tanto, en 1982, había hecho la profesión perpetua. De Atbara pasó a Damasin. En aquel tiempo la comunidad cristiana de Damasin estaba creciendo y esta presencia fastidiaba a las autoridades. En los años precedentes, los sacerdotes habían sido encarcelados y había habido tentativas de destruir este lugar de culto cristiano. El P. Giacomo Francesco De Bertolis, que tuvo al P. Thomas como vice párroco, apreció su calma y serenidad, fruto de una profunda paz interior. El P. De Bertolis lo recuerda cuando salía de casa con su típica jallabia y daba una vuelta por el mercado, parándose a saludar a las personas, a beber un te y a intercambiar cuatro palabras. Era el modo mejor para acercarse a la gente, crearse relaciones, romper la indiferencia e incluso la hostilidad.
Después de 16 años en Sudan, sus superiores en Egipto insistieron para que estuviera disponible para un servicio en la delegación. Después de un breve curso de formación en el Reino Unido, en el famoso centro de S. Anselm, fue encargado de la animación misionera y promoción vocacional. Un trabajo que cumplió con la habitual seriedad y serenidad, sin desanimarse jamás por el hecho de que no veía grandes resultados.
En 1997, después de seis años en Egipto, pudo volver a Sudan. Durante breve tiempo fue párroco en Wad Madani. Se insertó con naturalidad en la comunidad parroquial, con su buen sentido y la habitual prudencia. Pero empezaba a acusar alguna molestia y lo hizo presente, sugiriendo que quizás sería mejor para él ser trasladado a Khartum, donde era más fácil hacer controles y visitas médicas. Así, en 1997 se convirtió en responsable de la capilla del Comboni College. En aquel tiempo la capilla era el centro de muchas actividades pastorales, debidas al dinamismo de misioneros como el Hno. Michele Sergi y el P. Mario Castagnetti. De nuevo el P. Thomas aceptó el reto y, con discreción, continuó el trabajo comenzado por sus predecesores. Después de dos años, se le pidió que tomara la dirección de la Comboni Boys de Omdurman. Esta, que duró nueve años, fue su última experiencia pastoral. En los últimos meses estaba intentando ampliar la escuela, para dar a los estudiantes un servicio mejor.
Durante este período fue miembro del departamento pastoral de la Conferencia Episcopal del Medio Oriente al que dio una importante aportación. En Sudan representó a la Iglesia católica en el grupo de trabajo formado por los representantes de diversas confesiones cristianas, encargado de preparar los textos de religión para las escuelas gubernativas de todos los grados. De este grupo fue, ciertamente, uno de los miembros más activos. Además de preparar los libros de texto, estaba disponible también para encuentros con los maestros de religión, con el fin de hacer más ágil el uso de los mismos textos.
“El P. Thomas ha amado su Iglesia de origen, ha absorbido la espiritualidad y la ha vivido”, ha declarado el P. Davide Ferraboschi, superior y párroco en la comunidad de Omdurman. “Con su entrada en los Combonianos y, todavía antes, durante sus estudios en Roma, conoció y amó a la Iglesia de rito latino. Considero que el P. Thomas ha sabido armonizar las dos pertenencias de modo personal y profundo. Los coptos se acercaban, así como los cristianos del Sur que lo sentían uno de ellos. El P. Thomas sabía que su corazón habría podido ceder en cualquier momento. Sin embargo usó sus energías hasta el final, dirigiendo la escuela, pensando incluso en un proyecto de ampliación. Vivía en paz dentro de sí, sin miedo de la hermana muerte. La esperanza cristiana le resplandecía en el rostro”.
El P. Thomas ha sido un sacerdote y un misionero comboniano feliz. Sabía que todo está en las manos de Dios. Sabía también que Dios es generoso con sus dones. Eran estas dos certezas las que le permitían afrontar las situaciones con serenidad. No era ingenuo, no ignoraba las dificultades, pero éstas no podían anular los motivos de su confianza. Gracias, P. Thomas.
(P. Salvatore Pacifico)