Hno. Ulderico Menini (13.05.1922 – 26.10.2008)
El Hno. Ulderico Menini nació en Verona el 13 de mayo de 1922. Terminó la escuela elemental estudiando por las noches. Durante el día ayudaba a su padre en el trabajo de los campos. En junio de 1939, a los diecisiete años, pidió ser admitido en los Misioneros Combonianos.
Hizo el noviciado en Florencia (1940-1942), donde emitió los primeros votos en octubre de 1942 y los perpetuos en 1948. Terminado el noviciado, fue asignado a la provincia italiana y estuvo ocho años en varias casas de Italia (Sulmona, Padova, Troia, Verona), donde prestó su servicio principalmente como cocinero. Y no fue, ciertamente, una tarea fácil visto que eran los años de la guerra y de la posguerra.
En 1950 fue asignado a Sur Sudán, donde trabajó como constructor en la misión de Yubu.
Ocho años después, fue enviado a Inglaterra, donde se quedó tres años, para reponer su salud. En Sudán había sufrido debido a una úlcera, provocada, al parecer, por un morbo especial que minaba su salud y para el que no se encontraba medicación. De hecho, en abril de 1960, escribía al Superior General, P. Gaetano Briani, desde el hospital de San Pancras de Londres, especializado en medicina tropical: “Me temo que, para mi, no será una bella Pascua porque, como podía preverse, tendré que pasarla en cama bebiendo grandes vasos de leche”.
Hacia finales de 1960, volvió a Italia, donde se quedó poco más de cuatro años, en Crema y Pordenone. En abril de 1965, sabiendo que se buscaba gente para mandar al Congo después de la matanza de cuatro de nuestros cohermanos, el Hno. Ulderico pidió humildemente ser enviado nuevamente a la misión, posiblemente al Congo. Escribía: “Sé que no merezco un favor semejante y que no soy digno de pisar las hormas de nuestros héroes misioneros que allí han dejado su vida tan generosamente”.
Aquel mismo año el Hno. Ulderico, como sabía el inglés, fue asignado a la provincia de Uganda. Se quedó casi diez años en la misión de Kasaala, como constructor, después, al no renovarle el permiso, tuvo que transferirse a Kenia durante un par de años.
En 1976, también por motivos de salud, fue asignado de nuevo a la provincia italiana y asignado a Verona, donde se quedó en la Casa Madre. Aún conservando en su corazón el gran deseo de volver a la misión, no le fue posible, porque nunca volvió a restablecerse. En 1978 escribía: “En Verona son pocos los que pueden trabajar, y esos pocos tienen que moverse todo el día para que las cosas vayan bien y para bienestar de todos”. Y en Verona permaneció hasta que, el 26 de octubre de 2008, volvía a la casa del Padre.
El P. Aleardo De Berti lo recordaba así el día del funeral: “El Hno. Ulderico vivió sus 86 años como un consagrado de Dios, en el bautismo y en la Confirmación, de ellos 66 consagrando su tiempo, su trabajo y su vida con la profesión religiosa misionera. El 7 de octubre pasado festejó espiritualmente su 60° de consagración perpetua. No es necesario entrar en los particulares de su vida. Sé que usó sus talentos en Sur Sudán, Uganda y Kenia, como también en Inglaterra y aquí en Italia. Quienes vivieron con él pueden testimoniar las bellas construcciones que hizo en la misión y el espléndido huerto que cultivaba en la Casa Madre. El Hno. Ulderico puede ser llamado el especialista del huerto por el cuidado que tenía de cualquier pedazo de tierra que se le confiase, con el que lograba abastecer de verdura fresca a toda la comunidad. También intentó cooperar a la construcción de la ciudad de Dios en este mundo, como hicieron y hacen tantos Misioneros Combonianos, cada uno con talentos diversos. Quisiera concluir con el pensamiento que me ofrece el día de su nacimiento: el 13 de mayo, día en que se conmemora la primera aparición de Fátima. Pienso que la Virgen, Madre de la Iglesia misionera, guió la vida del joven Ulderico, confiándolo a la espiritualidad misionera de San Daniel Comboni desde los 18 años, desde su entrada en el noviciado, hasta el día de su muerte acaecida en domingo, día en que se celebra la resurrección del Señor. Esa fue para el Hno. Ulderico, la última llamada del Padre”.
El P. Teresino Serra, Superior General, escribió esto el día de su muerte: “Si cada uno de nosotros hablase de una virtud que vio en la vida de nuestro hermano, construiríamos un buen mosaico de calidad comboniana. Entre ellas, nombro su amor al Instituto y a su vocación de hermano. Al Hno. Ulderico le gustaba entonar el canto Jesús de la mirada amable, que nos hacia pensar en tiempos inolvidables. Pero también el Hno. Ulderico tenía una mirada amable… porque tenía un buen gran corazón. Las palabras que más recuerdo de él son: ‘Rezo por los Superiores, para que sean buenos con nosotros, pobrecillos”. Lo decía en dialecto y sonriendo bondadosamente.
Nos agrada escribir aquí las palabras de sus familiares: “Querido tío, hoy es para nosotros un día doloroso porque te has ido y nos has dejado un vacío imposible de llenar. Queremos dar gracias a Dios por habernos dado tu presencia en nuestra vida. Fuiste para nosotros un don de sencillez, humildad, caridad, bondad y fe en Jesucristo. Con tu alegría y tu sonrisa nos diste fuerza y esperanza en las pruebas de la vida. Dejaste en nuestros corazones un signo indeleble porque viviste como un digno y honesto trabajador incansable en la viña del Señor, sobre todo en tu misión de Comboniano. Tu amor al trabajo humilde de la tierra produjo buen fruto y supiste hacer germinar el amor incluso donde la tierra era árida. Que el Señor te acoja en la vida eterna junto a la Virgen María de quien fuiste fiel servidor”.