In Pace Christi

De Gaspari Amorino

De Gaspari Amorino
Fecha de nacimiento : 19/12/1920
Lugar de nacimiento : Santa Maria di Sala
Votos temporales : 02/02/1940
Votos perpetuos : 02/02/1946
Fecha de fallecimiento : 13/12/2008
Lugar de fallecimiento : Verona/I

Los numerosos testimonios recogidos por los hermanos, amigos y conocidos del Hno. Amorino concuerdan al describirlo como un Comboniano que hizo de su vida un servicio total, constante y sereno, por aliviar los sufrimientos, no solo físicos, de decenas y decenas de hermanos. Un auténtico gigante en ‘hacerse todo a todos’ en las fases de la vida, ancianidad y enfermedad, que más que ninguna otra hacen experimentar la necesidad de la ayuda recíproca.

El Hno. Amorino nació en Santa Maria di Sala, provincia de Venecia, diócesis de Padua, el 19 de diciembre de 1920. Es significativo lo que escribió el P. Aleardo De Berti: “La vida del Hno. Amorino tiene sabor a alegría navideña. Nacido algunos días antes de Navidad, ha concluido sus días precisamente en las primeras vísperas del tercer domingo de Adviento, llamada tradicionalmente ‘Gaudete’ de las palabras de San Pablo a los Filipenses: ‘¡Alegraos en el Señor, os lo repito, alegraos, el Señor está cerca!’.

En Lucas 9,1 leemos que Jesús, al enviar a los doce “les dio poder y autoridad para curar enfermedades”. Esta fue precisamente la vocación del Hno. Amorino. No pudiendo marchar a la misión, debido a su precaria salud, no pudo construir ni iglesias, ni escuelas, ni clínicas, pero con su espiritualidad misionera esencial contribuyó a aliviar los sufrimientos de centenares de hermanos, haciéndose instrumento de convivencia serena y pacífica. Sigue diciendo el P. De Berti: “Pasó parte de su vida en Arco y en la Casa Madre de Verona, donde vivió como verdadero misionero haciéndose cargo de los hermanos; siempre con extrema reserva, delicadeza y tanta amistad. Hizo, de verdad, la parte del ‘buen samaritano’ en miles de situaciones, con inalterable disponibilidad. Con su servicio desinteresado hacia los hermanos, probados como él por la enfermedad, realizó las palabras de Comboni: ‘Hago causa común con todos’. Lo hizo, sobre todo, aliviando los sufrimientos de los más necesitados”.

El Hno. Duilio Plazzotta ha querido enviar desde el Congo su testimonio sobre el Hno. Amorino: “Amorino tenía un buen carácter, siempre sereno y tranquilo, incluso cuando hubiese tenido motivo para mostrarse triste o irritado. Siempre dispuesto a dar una mano, siempre tranquilo. Su presencia era la de un hermano sabio que tenía los ojos abiertos y sabía dar buenos consejos en el momento oportuno. Era un hombre de oración y se le notaba en su presencia discreta, silenciosa, orante, que no buscaba aplauso y sin embargo era un precioso testimonio de vida para nosotros, más jóvenes, y de verdadero consuelo para los hermanos enfermos que tenían confianza en él y sentían que eran comprendidos y sostenidos. Un buen Cirineo que ayudaba cada día a llevar la cruz de la enfermedad y del sufrimiento. Lo encontré de nuevo y con gran alegría en los meses de vacaciones en Italia. En el CAA de Verona, esta vez como enfermo. Apenas podía caminar y, a menudo, pude ofrecerle mi brazo para que se apoyase, a él que ese gesto lo había repetido miles de veces a los hermanos enfermos y vacilantes”.

En su homilía, con ocasión de los funerales del Hno. Amorino, el P. Giovanni Battista Bressani, citando la gran figura del Hno. Angelo Viviani, pionero del servicio a los hermanos enfermos en lo que llegaría a ser el Centro de Enfermos y Ancianos, dijo: “Yo que lo he conocido muy bien, puedo asegurar que tanto el Hno. Amorino, como el Hno. Viviani, tuvieron siempre un ‘corazón de madre’ para todos los enfermos. En nuestra comunidad de Arco, apenas alguien se quedaba en la cama, él enseguida iba a ver cómo estaba, a llevarle un café, una medicina o simplemente a hacerle compañía para que no se sintiese solo. Su servicio lo hacía siempre con amor. Se le notaba muy bien: ponía todo su corazón, hacía suyos los sufrimientos de los demás. Siempre quería coger los servicios más humildes y costosos, con discreción. Era generosísimo.

Las llamadas nocturnas iban siempre a su habitación y se levantaba interrumpiendo su sueño en el momento en que lo llamaran; a veces ni siquiera lograba volverse a dormir, permaneciendo un poco confuso y cansado al día siguiente”. Las personas que visitaban la comunidad y que lo contactaban lo apreciaban y amaban por estas cualidades humanas y cristianas, que supo cultivar toda su vida. En breve, diría que el Hno. Amorino fue uno de aquellos Ángeles Custodios en carne y hueso que el Señor nunca dejó de asignar a sus misioneros y a todos aquellos que lo aman”.

No solo muchos hermanos, también muchos colaboradores y voluntarios laicos recogieron el gran ejemplo del Hno. Amorino. Gedeone Soardo, voluntario durante muchos años en el CAA de Verona, dijo en el funeral: “¡Gracias Hno. Amorino! Fuiste un ejemplo de seriedad, humanidad y bondad incluso para todos nosotros voluntarios. Paciente con los enfermos, confortaste y ayudaste sin reserva, a pesar de la edad no ya tan joven. Tu vida se apoyaba en fundamentos sólidos, empastados de oración y de ideales cristianos que te permitieron vivir no solo de palabra sino también de obra la caridad hacia los enfermos y las personas cercanas a ellos. Te vi tantas veces ir aprisa por los pasillos, empujar sillas de ruedas, llevar ropa lavada y planchada, hacer caminar a los vacilantes, llevar la Eucaristía a los enfermos graves, animar la liturgia con el canto, adornar con flores la iglesia, la veranda y las habitaciones.

Todo ello hecho con gran empeño y amor cristiano. En 1999, de mala gana pero siempre con tu proverbial disponibilidad, dejaste Verona para irte a Arco, no para descansar sino para seguir haciendo tu servicio entre los misioneros ancianos. En el 2007 volviste a Verona consumido por tu generoso trabajo. Habías llegado al final de tu camino alcanzando a tantos amigos, parientes y hermanos a quienes serviste sobre la tierra. ¡Gracias infinitas, Amorino, por tu benevolencia y… feliz cumpleaños en el cielo!”.

Las palabras del P. Mario Busellato, de la comunidad de Arco, expresan estupendamente la gratitud de todos los que pudieron beneficiarse de la ayuda y amistad del Hno. Amorino: “Esta fue tu viña, Amorino, nos has dejado un vacío que trataremos de colmar imitando y haciendo nuestros tus ejemplos, esperando encontrarnos dentro de no mucho tiempo. Ponte enseguida a trabajar para prepararnos un lugar cercano al tuyo, donde se ve y se gusta mejor a Aquel y Aquella a quienes ya tú posees. Mándanos vocaciones, muchas y capaces”.
(P. Giuseppe Cavallini)