In Pace Christi

Ferri Alberto

Ferri Alberto
Fecha de nacimiento : 05/09/1935
Lugar de nacimiento : Cologno al Serio/BG/I
Votos temporales : 09/09/1954
Votos perpetuos : 09/09/1960
Fecha de ordenación : 18/03/1961
Fecha de fallecimiento : 16/10/2009
Lugar de fallecimiento : Cologno al Serio/Bergamo/I

“Coraje y adelante en el Señor, trato de aceptar todo por voluntad de Dios y por la esperanza de volver cuanto antes a la misión. Gracias, P. Ravasio, por los contactos que tienes por mi con los superiores mayores que me ayudan a sentirme parte viva de nuestro Instituto”. Estas son las palabras conclusivas de una carta suya, acaso una de las últimas, enviada desde Bergamo al P. Pietro Ravasio. En estas palabras se pueden ver los dos grandes principios que motivaron la vida y la misión del P. Alberto: la pasión por la evangelización y la pertenencia al Instituto.

El P. Alberto Ferri nació el 5 de septiembre de 1935 en Cologno al Serio, cerca de Bergamo, tierra de familias llenas de fe y de amor a la Iglesia. Era el primer hijo de una familia de clase media y el padre quería que Alberto continuase con su trabajo en el negocio de familia. Vencida la primera resistencia paterna, el jovencísimo Alberto entró en la escuela apostólica de Crema: en aquellos años un numeroso grupo de chicos respondió a una eficaz animación misionera de la diócesis de Bergamo. Hizo los primeros votos en el noviciado de Florencia el 9 de septiembre de 1954 e inició el escolasticado en Verona, pasando luego, para el curso de teología, a Venegono. Hizo los votos perpetuos el 9 de septiembre de 1960 y fue ordenado sacerdote por el cardenal Giovanni Battista Montini, en el Duomo de Milán, el 18 - marzo - 1961.

Su primer destino fue España, donde colaboró con el P. Enrico Farè en la administración de nuestras revistas.

Enviado, después de dos años, a Ecuador, empezó su apostolado en Quito ocupándose de los indios de la periferia de la ciudad. Cuando el norte de Esmeraldas tuvo necesidad de misioneros generosos y atentos a las necesidades de los pobres, el P. Alberto fue enviado a Limones, una isla del Pacífico, donde desarrolló el trabajo pastoral con los PP. Luigi Zanini, Alberto Vittadello, Lino Campesan y Raffaello Savoia. Desde Limones, dividiéndose el trabajo, servían a las numerosas comunidades de afrodescendientes en los ríos Onzole y Santiago. Permaneció en Limones hasta 1972. Después de las vacaciones y el Curso de Renovación en Italia, que lo empujó a profundizar el estudio de los documentos conciliares y la nueva eclesiología de comunión, el obispo Mons. Angelo Barbisotti lo envió a Viche, a lo largo de la carretera de Quinindé a empezar una nueva parroquia.

Todas las cartas de este periodo están recogidas en un libro publicado por EMI, en 1976, “Una Chiesa sui Fiumi” (Una iglesia en los ríos). Reproducimos algunos breves párrafos entresacados de esas cartas, de los que se puede ver el estilo personalísimo que, desde los primeros años, el P. Alberto adoptó come su permanente metodología misionera.

Viche, 8 de abril de 1978: “El Sábato Santo, durante la celebración de la Vigilia de la Resurrección, bauticé a una treintena de nuevos cristianos, muchos adultos… el Señor resucitó verdaderamente y eso cambia todo. Lo anuncié el día de Pascua en tres zonas: Viche, Male y Lagartera. Me produce tanta alegría y tanta esperanza ver también en este mundo la victoria sobre la muerte, el mal, la injusticia, la miseria, el hambre, todo lo que el Señor ha ya vencido con su resurrección”.

Chigue, 3 de junio de 1972: “Por aquí seguimos desbrozando para poder empezar a sembrar… He visitado zonas donde no había estado nunca, a pie por los ríos, pasando de cabaña en cabaña y reuniendo a la gente de noche en un lugar establecido de antemano, llevándoles el poco aliento que puedo, con medicinas y con alguna risa… Para visitar una nueva capilla estuve en el barro hasta la rodilla durante tres horas y con la mochila a las espaldas y creo que nunca sudé tanto y, eso, para llegar tan solo a la primera cabaña. Toda mi vida es así: un continuo anunciar al Señor y un continuo despertar a esta pobre gente aislada”.

En 1978 forma parte del primer grupo de combonianos que, fieles al carisma y atentos a la necesidad de las otras diócesis, muestran su disposición a salir de Esmeraldas para irse a empezar una nueva experiencia misionera en la diócesis de Portoviejo, mucho más extensa que la de Esmeraldas y que contaba con poquísimos sacerdotes. Eligió la difícil zona de Honorato Vasquez donde, junto al P. Livio Martini, dedicó trece años de su vida a visitar y formar numerosas comunidades cristianas.

Usaba una metodología que los Combonianos en Ecuador hemos hecho nuestra y que ha dado muchos frutos pastorales. Consistía en involucrar y empeñar a la gente: los laicos locales, no solo a ser fieles a las promesas bautismales, sino también a empeñarse en la construcción y crecimiento de sus comunidades cristianas. De esta atención surgieron los distintos ministerios, con personas que se prepararon con diferentes cursos de formación para ser guías de comunidad, catequistas, ministros de la Eucaristía, ministros de la salud, ministros de la capilla y de los pobres. El P. Alberto supo responsabilizar a los laicos en la administración del dinero de la comunidad, incluso, como en su última obra, una cooperativa de ahorro.

Como fruto de la participación de la gente, pero sobre todo de su ejemplo y estilo de vida, surgieron las primeras vocaciones para la vida religiosa, misionera y diocesana en una tierra donde era difícil prever tanta riqueza. Además en este tiempo y en línea con este fuerte empeño que exigía a los cristianos nació el grupo de las “laicas misioneras”. Chicas jóvenes que se empeñan en el servicio de la iglesia local en favor de una actividad misionera en las zonas de la diócesis que requieren una presencia misionera debido al abandono o con necesidades diversas. Este grupo de personas se ha ido definiendo cada vez más, hasta llegar a formar una asociación de personas consagradas aprobadas por el obispo.

Mons. Mario Ruiz, arzobispo de Portoviejo, decía siempre que la metodología del P. Alberto era “admirable” pero no “imitable”.

Era extremadamente puntilloso y exigente programando las visitas a las comunidades sin dejar ninguna y, sobre todo, fiel al empeño tomado a cualquier costo sea con Dios, con la gente o con el Instituto. Podemos repetir que había hecho suyo al moto de Comboni: “Tengo una vida, quisiera tener mil para entusiasmar el mundo con la misión”.

De Honorato Vasquez, con un cierto sufrimiento de su parte, fue enviado a El Carmen durante siete años a continuar el trabajo pastoral en las numerosas comunidades rurales. El P. Alberto quería ocuparse de “Manga del cura”, donde los cristianos eran más numerosos; por eso se quedó en la zona, con el P. Antonio Mangili, desde 1988 hasta su muerte. Fundó la parroquia de la Bramadora y El Paraíso-La 14 y proyectaba también las parroquias de Santa Teresa y Santa María.

Durante todos estos años son innumerables las capillas e iglesias construidas con la colaboración de la gente, numerosas las aulas de catecismo y, en los centros, los edificios para hospedar los cursos de formación de sus colaboradores. En muchas capillas la comunidad crecía con tanto fervor que les dejó la Eucaristía.

En 2008 los médicos le diagnosticaron un tumor en el páncreas pero, después de un ciclo de quimioterapia, el P. Alberto quiso volver a su misión de La 14 a ayudar a los jóvenes sacerdotes de la archidiócesis a continuar su trabajo pastoral.

En abril de 2009 pidió a la Dirección General poder quedarse en familia para curarse en casa de su hermano Mario, en Bergamo, que se encontraba cerca del hospital “Beato Luigi Palazzolo”. En las últimas semanas la hermana quiso que se quedase junto a su madre de 103 años, también ella tan gran misionera como el hijo. Murió sereno, abrazando al P. Enea Mauri que había ido a visitarle la tarde del 16 de octubre, en la casa paterna de Cologno al Serio.

La salma será enterrada en Ecuador. La insistencia de los obispos locales y de la gente hizo que los familiares aceptasen que el cuerpo del P. Alberto volviese a la tierra manabita para quedarse y ser “referente misionero y sacerdotal para los obispos, el clero y los fieles manabitas”, en particular durante este año sacerdotal.

El P. Alberto fue un verdadero hijo de san Daniel Comboni. Se le puede aplicar también a él lo que se escribió sobre el Fundador, en vista de su canonización: “Desde que se dio cuenta claramente de su vocación misionera, toda su vida fue una dedicación sin reserva, coherente y constante contra cualquier dificultad. Su celo fue sostenido constantemente por la fe en el valor universal del sacrificio de Cristo y de la urgencia de su mandato de evangelizar a todas las gentes”.