El P. Franco Pellegrini nació en Palù di Giovo, en la provincia de Trento, el 19 de julio de 1945, el cuarto de cinco hijos de Gino y Ana. Los combonianos de Trento que visitaban aquella zona conocieron al pequeño Franco y lo invitaron a entrar en el seminario de las Misiones Africanas. En el año 1956, aunque no tuviese muy claro que quiere decir entregarse a las misiones, Franco entró en el seminario comboniano de Muralta para recorrer el mismo camino de tantos otros chicos generosos e idealistas de su tierra. En la escuela secundaria pasó a Padua hasta el liceo que hizo en Carraia (Lucca). En 1965 entró en el noviciado de Gozzano, donde hizo los primeros votos, el 9 de setiembre de 1967. Hizo la teología y el escolasticado en Venegono y en Roma. Fue ordenado sacerdote el 17 de abril de 1971 en Lavis, a donde la familia había ido a vivir algunos años antes. En 1972 se encontraba ya en Brasil nordeste, en la diócesis de Balsas, estado de Maranhão, cuna de los combonianos desde que habían llegado, en junio de 1952. Pasó algunos meses ayudando en la pastoral y aprendiendo la lengua y las tradiciones de la gente.
Al final de 1973 el P. Franco fue enviado a Mirador donde formó comunidad con el P. Andrea Filippi. Tenía un amplio campo de acción. Joven, y lleno de ideas y de vida, al mismo tiempo atendía también la comunidad de Sucupira do Norte, una de tantas aldeas perdidas en el sertão del sur del Maranhão. El P. Franco encontró gran acogida y apoyo por parte del Obispo local, el comboniano Monseñor Rino Carlesi. Se dedicó a fundar y animar pequeñas comunidades que ya por aquel tiempo se llamaron pequeñas comunidades eclesiales de base. Pasados algunos años en Mirador, el P. Franco se mudó a Sucupira do Norte.
En 1977 fue llamado para la rotación en Italia. Estuvo en Padua casi tres años, trabajando sobre todo con los jóvenes, hasta que fue destinado de nuevo a la diócesis que había sido su primer destino, Balsas. En 1980 se encontraba en Riachão, una pequeña ciudad a setenta kilómetros de la sede de la diócesis.
Después de cuatro años de servicio misionero en Riachão, fue nombrado por el Consejo General formador en el escolasticado de São Paulo y encargado de la animación parroquial de Santa Magdalena donde estaba la casa de formación de los estudiantes de teología.
En 1989 regresó al Maranhão, no ya a Balsas sino a São Luis, en la Vila Embratel. Una vasta y caótica región periférica de la capital, con desafíos sociales y eclesiales de nunca acabar. Formó comunidad con el padre Luigi Zadra, su amigo desde la infancia, y que había trabajado también muchos años en la diócesis de Balsas. Resultó una convivencia muy fructífera. Juntos organizaron muchas comunidades eclesiales, superaron las dificultades y preocupaciones, organizaron la primera “Romaria do trabalhador” que todavía hoy subsiste, crearon la escuelita del pueblo para niños y chicos en situación de riesgo social.
El padre Franco intuyó que Brasil se había convertido en su país, la tierra en la que permanecería hasta el fin de sus días. Pidió y obtuvo la ciudadanía brasileña. Después de casi diez años en São Luis, el padre Franco fue llamado a Itupiranga, una de las zonas más violentas del Brasil. Poco tiempo después, se le pidió una vez más de ponerse a disposición para ayudar a la comunidad comboniana de Potosí. El padre Franco no se hizo rogar y asumió la coordinación de la parroquia, fundada poco antes en la periferia de Balsas, que hoy es una ciudad de más de noventa mil habitantes y numerosos problemas. Allí encontró una vez más el viejo y amable Obispo Monseñor Rino Carlesi y luego a su sucesor, el amigo y compañero de las viejas batallas, Monseñor Franco Masserdotti. Juntos convocaron un Sínodo diocesano, trazaron un plan pastoral consistente, dieron vida a verdaderas escuelas de formación para laicos, fomentaron las vocaciones sacerdotales locales. El padre Franco permaneció en Balsas hasta al año 2004, cuando se le pidió de ir a Salvador Sussuarana. A los 66 años, tenía la lucidez y frescura de un joven y demostraba a todas las generaciones de misioneros como se puede madurar y envejecer manteniendo siempre un espíritu actualizado, con una visión crítica y el sentido de los límites humanos.
El padre Franco murió el primero de diciembre de 2011, víctima de un accidente de automóvil, pocas horas después de haber participado en una reunión con el clero diocesano. El funeral tuvo lugar en la iglesia de la parroquia de san Daniel Comboni. Los familiares acogieron su deseo de permanecer para siempre en Brasil, y el padre Franco fue sepultado en el cementerio de Sussuarana.
(P. Claudio Bombieri).