In Pace Christi

Nació en Recoaro el 14 de abril de 1928, hizo sus primeros votos en 1950 y los perpetuos en 1956. Fue ordenado sacerdote en 1957 en Milán. Durante su permanencia en Portugal, de 1957 a 1960, con vistas a salir para la misión de Mozambique, se descubrió su grave insuficiencia cardíaca, por lo que desde 1960 siempre perteneció al distrito de la Curia. Señalamos tres aspectos sobresalientes de la vida del P. Giusto, destacados por el P. Pietro Ravasio en su testimonio.

Fidelidad y silencio. Durante decenios fue secretario particular de los Superiores Generales (1960-1995); un trabajo que no proporciona grandes satisfacciones, el P. Giusto lo ha vivido en el silencio y la humildad, en absoluta fidelidad y discreción.

Entre 1960 y 1970 fue también ecónomo de la comunidad y cada día salía a celebrar la Eucaristía en una comunidad de religiosas. Este ministerio que la salud le consentía, lo consolaba mucho, además, el domingo, prestaba su servicio ejerciendo el sacramento de la reconciliación en la iglesia del Buen Pastor en la Montagnola (Roma).

Coordinación de los bienhechores de la comunidad de la Curia. Además de la generosa contribución que aportaba a la comunidad de la Curia y para el apoyo de proyectos que llegaban de los diversos territorios de misión, el P. Giusto amaba a sus benefactores y era recompensado por ellos. Existen varios testimonios de personas que cambiaron de vida cuando se acercaron a él. Su mansedumbre lo hizo sobre todo un confidente de los asuntos de muchas familias que depositaban en él plena confianza y con profundo pesar sentirán ahora su pérdida.

Sufrir con Cristo para ser con él glorificados. En estos últimos diez años el P. Pietro siempre celebró con él en el pequeño coro de la capilla de la Casa General. El P. Giusto vivía intensamente la Misa estando sentado, manifestando que su continua debilidad lo hacía pertenecer a Cristo con su cuerpo enfermo, porque precisamente por esto estaba configurado con él.

De su sufrimiento no nacía solamente la convicción que “el momentáneo y ligero peso de nuestra tribulación nos procura una cantidad enorme y eterna de gloria” (2 Cor 4,17), sino también, ya desde ahora, el gozo. Efectivamente en la comunidad, muy a menudo era el animador de esta alegría y centro de atención por su bondad natural.

Le gustaba bromear e, ironizando sobre su nombre, decía que era el único “justo” de todo el Instituto.

El P. Giusto murió el 6 de octubre a la edad de 85 años, en la Casa Madre de Verona, donde se encontraba desde hacía unos meses para curarse. El P. Jorge García en la homilía del funeral dijo que el P. Giusto amaba la vida y le gustaba celebrarla; le gustaba celebrar bien su cumpleaños. Era hombre de fe y de oración que alimentaba con las prácticas de piedad. Todas las tardes se sentaba en el fondo de la capilla para recitar el rosario con otras personas y con algún hermano. Luego se quedaba para participar en la Misa que ofrecía por los benefactores del Instituto.

Compartió su fe y su oración con muchas personas, especialmente en la parroquia del Buen Pastor donde desarrolló su ministerio durante 30 años. También cuando dejó de ir a la parroquia la gente lo recordaba todavía con afecto.

A su modo el P. Giusto hizo un gran trabajo de animación misionera manteniéndose en contacto con nuestros bienhechores. Un servicio que llevó adelante hasta hace poco tiempo. “A su modo”, porque nunca entró en el mundo de las nuevas tecnologías; mantenía sus contactos mediante cartas, llamadas telefónicas, envío de propaganda misionera, felicitaciones navideñas y pascuales. De este modo, sin hacer ruido, realizaba un hermoso trabajo para convertir en realidad la “globalización de la solidaridad”, especialmente hacia los hermanos y hermanas más alejados y necesitados. Los animaba a formar parte del carisma misionero.