El P. Alfredo Mattevi nació el 14 de noviembre de 1923 en Segonzano. Huérfano de madre desde los dos años, creció con el afecto y el cuidado del papá, de la madrina y de las tías. Despierto e inteligente, devoto y reflexivo, desde la infancia manifestó una predisposición a la espiritualidad. El cura de Gresta, pueblo del municipio de Segonzano, que lo seguía con una atención especial, lo animó, con el apoyo de la tía Elisa –maestra en la escuela primaria de Segonzano– a entrar en el seminario diocesano de Trento. Era el año 1935. En el seminario había otros dos muchachos de Segonzano, Luigi y Livio Ruggera, con los cuales Alfredo ha mantenido siempre relaciones de cordial colaboración y fraterna amistad.
Terminados los estudios de bachillerato, siguiendo casi con toda seguridad el ejemplo de Luigi Ruggera, que había dejado el seminario diocesano para hacerse misionero con los combonianos, en el otoño de 1943 también Alfredo –ya estudiante de teología– decide entrar en el Instituto, iniciando el noviciado en Venegono, donde emitió los primeros votos en 1946.
Fueron años difíciles, también por los dramáticos acontecimientos que se sucedieron durante los años de la segunda guerra mundial, con sacrificios y privaciones de todo género, ausencia de noticias de la casa, etc., que Alfredo afrontó y superó con gran valor y digna determinación. Finalizados los estudios teológicos, el 11 de junio de 1949 fue ordenado sacerdote por el Card. Ildefonso Schuster, en la catedral de Milán.
Un año después comenzó su aventura africana, que se ha prolongado por más de cincuenta años: 32 en Eritrea, 4 en Uganda y 13 en Sudán Sur.
En Eritrea, cuando hacía todavía parte de Etiopía, se desempeñó como profesor en Asmara por casi treinta años, con la sola interrupción de tres años de ministerio en Verona. En su trabajo de profesor era competente y muy estimado. Sus estudiantes, muchachos y muchachas, provenientes de un rico contexto cultural y social (eran europeos, indios, árabes, hebreos), apreciaban mucho sus clases de matemáticas, sabiendo que era un profesor exigente y extremadamente preciso a la hora de corregir los exámenes y tareas.
El P. Alfredo era un hombre esquivo y silencioso, amante de la caza y de la pesca, sobre todo, porque le permitían enriquecer las escasas provisiones del ecónomo de la comunidad. Siendo también un hombre “parsimonioso” se fabricaba él mismo los cartuchos para su fusil de caza. No tenía pasatiempos ni distracciones; usaba su tiempo reciclando todo lo que encontraba útil, cuadernos dejados por los alumnos, trozos de papel, lapiceros, etc.
Tenía una gran espiritualidad: co-hermanos y religiosas han siempre encontrado en él un guía que, a la propia experiencia, añadía un profundo conocimiento del carisma comboniano.
En 1983 fue destinado a Sudán Sur, provincia para la que ha trabajado diecisiete años, en condiciones difíciles. Los primeros cuatro años los transcurrió –perteneciendo a Sudán Sur– en Uganda, como profesor en el seminario menor de Kocoa, que se había abierto para los seminaristas sudaneses. Después permaneció nueve años en Juba y cuatro en Bahr el Ghazal.
También aquí se distinguió como profesor de matemáticas, preparado, paciente y eficaz. Era un ejemplo de laboriosidad, de atención a las pequeñas cosas y a los servicios humildes –como han testimoniado los co-hermanos–, pero también de gran sabiduría y de ánimo en las dificultades de la vida comunitaria.
El 11 de junio de 1999, la comunidad de Mapuordit celebró el cincuenta aniversario de ordenación del P. Alfredo, el cual tuvo la oportunidad de celebrarlo también en Italia, entre los parientes y amigos, primero en la iglesia de Greta y después en la parroquia de Segonzano, donde recibió el afectuoso reconocimiento de la comunidad.
Cuando sus fuerzas comenzaron a disminuir y la salud se hacía cada vez más precaria, aceptó de buen grado, en silencio y sin comentarios, regresar definitivamente a Italia.
A los casi ochenta años, el P. Alfredo se retiró en la Casa Comboni de animación misionera en Lucca. En 2002 participó en el encuentro de los ocho misioneros combonianos de Segonzano, que se reunieron para celebrar la Misa en el santuario de la Virgen del Aiuto.
Después de siete años en Lucca, el P. Alfredo pasó a Verona por algunos meses, después a Arco por tres años, siempre bajo cuidados médicos, y, por fin, Milán, donde ha muerto el 26 de diciembre de 2014.