In Pace Christi

La Salandra Antonio

La Salandra Antonio
Fecha de nacimiento : 13/06/1923
Lugar de nacimiento : Troia (Italia)
Votos temporales : 09/09/1948
Votos perpetuos : 22/09/1950
Fecha de ordenación : 19/05/1951
Fecha de fallecimiento : 07/08/2015
Lugar de fallecimiento : Castel d‘Azzano (Italia)

Nació en Troia (Foggia) el 13 de junio de 1923. Su vocación se manifestó repentinamente. Tenía quince años y una tarde en casa, después del rosario, la mamá preguntó a quemarropa: ¿Quién de ustedes quiere ser sacerdote? Sin pensarlo dos veces Antonio respondió: “Yo”. Aceptado en el seminario diocesano de Troia en pocos meses superó exitosamente los exámenes de primero y de secundaria. Concluyó el bachillerato y después, en el seminario regional Pío XI de Benevento, la filosofía y primero y segundo año de teología.

Pidió entrar con los combonianos y fue admitido al noviciado de Florencia en 1946. Loes estudios de teología los concluyó en Venegono Superiore. Fue ordenado sacerdote el 19 de mayo de 1951 por la imposición de manos del cardenal Schuster.

El Superior General lo asignó a la misión de Uganda donde llegó luego de un año de estudio del inglés en Inglaterra como lo pedía el protectorado ugandés.

El P. Antonio fue asignado al West Nile, donde desarrolló su apostolado por 54 años, es decir, hasta el 2007. Su primera misión fue la de Maracha. Tuvo que aprender no sólo la lengua, y las costumbres, sino también a hacer ladrillos y a trabajar como albañil y carpintero. “Cuando llegué a Maracha, los cristianos no eran más de cinco mil, ahora (1986) son más de cincuenta mil. Pronto me di cuenta de que mi cultura estaba muy alejada de mi pueblo, con otros valores humanos, con otras costumbres, con un ética distinta a la europea e italiana”.

En agosto de 1953 fue enviado a Ediofe (Arúa), que comprendía entonces la mitad del territorio de toda la tribu logbara. Aquí comprendió que, además de las visitas domiciliares, era importante fundar escuelitas (bus-schools) para aumentar la instrucción escolar, casi inexistente, y el número de los catecúmenos. Otra iniciativa importante fueron las capillas alrededor de las cuales se organizaba la vida cristiana y social. Su primera capilla fue la de Olupi.

A finales de 1957, el P. Antonio recibió la orden de ir a Lodonga como párroco, un territorio que contaba entonces (junto con Otumbari) con casi veinte mil católicos en una población de ochenta mil y un territorio que se extendía desde Sudán hasta el valle del Nilo en un radio de 80 km. Los cristianos estaban casi todos en la zona de Otumbari, mientras que rumbo a Lodonga eran pocos y estaban diseminados entre los musulmanes que eran la mayoría. Recordó siempre el consejo que el P. Valcavi le había dado en su lecho de muerte: “El Señor te amara en la medida que tú amarás a tus africanos”. “Es esta fuerza – escribe el P. Antonio – el motivo, la razón por la que sacrifiqué toda mi vida de misionero con los logbara. Se presentaron ocasiones para una vida más fácil, tentaciones de escapar, situaciones propicias para dejar, como la guerra de 1979-1981, el desánimo por un apostolado infecundo y fracasado: pero aquella figura hierática del primer misionero de Lodonga y su sentencia ‘en la medida en que…’ me mantuvieron clavado, sin doblarse ni a izquierda ni a derecha, en medio a esta población que es para mí mi madre, mis hermanos y mis hermanas”.

Luego de diez años en África, regresó a Italia a vacaciones. Se le pidió entonces la promoción vocacional en los seminarios del sur. Pronto comenzó a visitar los seminarios teniendo conferencias, ejercicios espirituales, vendiendo libros y proyectando películas de temas misioneros.

Pero Mons. Tarantino lo llamó a Uganda para construir el seminario diocesano de Pokea, en una colina a tres kilómetros al oeste de la misión de Ediofe. Durante sus seis años y medio de servicio en el seminario hubo dos grandes acontecimientos: el Concilio Vaticano II y la independencia del país del colonialismo inglés (9 de octubre de 1962). Vino luego la revolución en Congo (1964), llamado entonces Zaire. “Siendo limítrofes con Zaire (4 km.), fuimos espectadores de escenas crueles con la gente que escapaba de su patria para esconderse en las aldeas ugandesas”. Las cosas no fueron mejores en Uganda, donde según lo que escribe el padre, “los ugandeses fueron traicionados primero por los ingleses y luego por los jefes ilegítimos”.

Terminado su servicio en el seminario y después de unas breves vacaciones en Italia (1968), el P. Antonio fue enviado de nuevo a la misión de Maracha. “Era el tiempo de transición hacia la profundización de la fe y consolidación de la Iglesia”. Empezó tratando de implementar las reformas del Concilio Vaticano II a partir de la liturgia, de la celebración de los sacramentos, de la iniciación cristiana y la catequesis de los adultos. Se empezó a enseñar que la Iglesia tenía que autofinanciarse, auto-administrarse y autogobernarse. La gente decía: “Para estos cambios serán necesario años y quizá nuestros hijos entenderán algo”. El padre concluye: “Se necesitaron seis meses para realizar algo. Se logró formar el consejo pastoral explicando las tareas de sus miembros”.

“Desde mis primeros años de misión me impactó fuertemente la pobreza de la mujer, su condición de esclavitud en relación al hombre”. Así en 1969 instituyó las auxiliares laicas, empeñadas en la Iglesia y en la sociedad, ejemplo de emancipación; ocupando un papel preciso en la Iglesia, en la familia y en la misma política.

En 1979-81 Uganda fue aterrorizada por la guerra civil que condujo a la expulsión del dictador Idi Amin Dada con consecuentes horrores. En julio de 1979 los misioneros avisaron a los catequistas que aconsejaran a los logbara que se refugiaran en Congo o Sudán. Fue un éxodo de más de trecientas mil personas. El padre sólo pudo volver a Maracha en diciembre de 1980 pero sólo encontró devastación y desolación. Cuando supo de su regreso, la gente empezó a volver. En enero de 1983 el P. Antonio inició el Centro Catequético de Maracha.

De Maracha fue cambiado a Lodonga para el periodo 1987-1997 para la reconstrucción material y espiritual de la parroquia, la más golpeada por la guerra. Cuando la gente regresó a la misión luego de seis años en Sudán del Sur, el estado de deterioro de la zona era deprimente. El P. Italo Piffer se prodigaba en distribuir frazadas, sal y azadones indistintamente a cristianos y musulmanes. También la basílica de María Medianera presentaba un estado desastroso. Restructurada la basílica se convirtió pronto en meta de peregrinaciones.

A la vista de tantos jóvenes que habrían regresado del exilio, al P. Antonio le vino la idea de darles una escuela técnica y artesanal para que aprendieran un trabajo. Se inició en 1988 y fue registrada y aprobada por el ministerio de educación como centro de exámenes y de diplomado técnico. “Más de 50 jóvenes se han diplomado y han encontrado un trabajo digno”.

Cuando en 1997 se marchó a Italia de vacaciones, dejó las instituciones bien encaminadas: la escuela técnica, el jardín de niños y el centro pastoral.

Su siguiente misión fue la de Odravo (1997-1999), desmembrada de la misión matriz de Lodonga a 50 km. de Arua, con siete mil católicos, siendo la población musulmana en su gran mayoría. “A principios de enero de 1997, mientras iba de vacaciones, me detuve en El Cairo con la intención de profundizar en el conocimiento del Islam. Era ya un viejo de 74 años. Los estudiantes reían de mí. Pero yo lo hacía en serio porque tenía que prepararme para el diálogo con mis musulmanes”. De regreso a Uganda, el P. Antonio fundó y promovió el diálogo interreligioso en la diócesis, único medio para unir las diversas creencias en la tolerancia y el respeto recíproco.

En Odravo, en menos de un año, se tuvieron el centro pastoral, la casa de los padres de dos pisos y el centro de formación de la mujer. “El pozo fue como una de las siete maravillas del mundo. La gente no creía que excavando se encontrase agua”. También la misión sufrió algunos ataques de los rebeldes del antiguo ejército de Amín, también el padre más de una vez arriesgó su vida, hasta que ancianos y oficiales del gobierno, incluido el P. Antonio, iniciaron los encuentros con los rebeldes para encontrar una salida de paz, que llegó por fin en el acuerdo de febrero del 2003. A mitad de noviembre de 1999, el padre fue obligado a dejar la misión por motivos de salud y tuvo que volver a Italia. En el 2000 participó en el curso de renovación en Roma.

De regreso a Uganda y luego de una breve permanencia en Ombaci, el obispo lo encargó de abrir una misión en Yumba, en el corazón de una zona habitada por musulmanes. Con espíritu de un joven misionero, a la edad de 81 años, construyó la casa para los padres, la escuela y la hermosa iglesia de María Reina del Cielo.

En el 2007 volvió a Italia, donde murió el 7 de agosto pasado en Castel D’Azzano. Después de los funerales, el féretro partió rumbo a Troia para su sepultura.

El P. Antonio escribió algunos libros en logbara: “Ondreta asizori Yesu Kristo dri” sobre la Eucaristía; tres libritos sobre el Islam impresos por la Paulinas de Nairobi; “Historia de la Iglesia católica en West Nile”, en inglés; “Evolución del catequista en West Nile”, impreso por la editorial Mauro de Troia (2003); “Sí y No. Una vida para Uganda”, su autobiografía; “He amado los Lobgara”, bajo el cuidado del P. Giovanni Mace de Lucera y publicado por Ed. MGF Lucera.

Con motivo de los 50 años de su ordenación escribía: “Quiero dar gloria a Dios y a la Virgen Santa. Quiero agradecer a mi padre Giuseppe y a mi madre Marietta por haberme dado la vida. Quiero honrar a mis logbara y hacer memoria de ellos a quienes debo mi conversión a la pobreza y a los valores humanos; a ellos debo ser el misionero que soy”.