In Pace Christi

Benetti Aldo

Benetti Aldo
Fecha de nacimiento : 08/03/1928
Lugar de nacimiento : Borgoricco Sant'Eufemia/I
Votos temporales : 01/11/1949
Votos perpetuos : 01/11/1955
Fecha de fallecimiento : 29/03/2016
Lugar de fallecimiento : Castel D'Azzano/I

El Hno. Aldo nació el 8 de marzo Borgoricco Sant’Eufemia, provincia de Padua, en una familia muy pobre. Era aún niño cuando conoció en la parroquia a un misionero y desde aquel momento como cuenta en sus Notas autobiográficas, “pensé en los negritos, en África, en curar a los leprosos. En un primer momento pensaba ser médico para curar aquella pobre gente. Una persona: ‘Comboni’ - especialmente sus ojos - aunque impreso en una imagencita, me atraía. Parecía que me indicase que lo siguiera”.

Se inició así el largo camino misionero de Aldo quien, habiendo hecho sólo el tercer año de primaria y habiendo cumplido 14 años, fue enviado a Thiene como candidato a hermano. Al principio le costó seguir su vocación porque su sueño era ser sacerdote. Tuvo la tentación de cambiar instituto y a tal propósito fue a aconsejarse con un jesuita de Bassano que lo animó a perseverar en la vocación misionera sobre la cual Aldo no dudaba. En efecto, como él mismo escribe, el primer impulso vocacional a “darme a los otros lo recibí en mi familia, de mamá, quien daba ejemplo de mil maneras. Igualmente, de la parroquia, de las Hermanas Elisabettine, de los catequistas y de los sacerdotes recibí mucho”. A 19 años entró en el noviciado y en 1949 hizo sus primeros votos.

A 23 años partió para Zahle, Líbano, donde pudo hacer crecer el oratorio para chicos y ocuparse de los acólitos. Posteriormente fue destinado a Egipto, a Assuan y El Cairo, donde por 10 años se desempeñó como administrador en la Procura para las Misiones. Ahí tenía la posibilidad de frecuentar a mucha gente: obreros, estudiantes y profesionistas de todas las nacionalidades, religiones y mentalidades, sobre todo musulmanes y coptos. El Hno. Aldo ayudaba a quienes se lo pedían y ellos se fiaban de él.

En 1963 regresó a Italia donde permaneció hasta 1978. Trabajó primero con jóvenes, como conferencista y promotor vocacional, especialmente para los Hermanos (en aquel periodo entraron en el Instituto 73 muchachos), luego fue enviado a Verona, donde estuvo 5 años, como administrador de las revistas “Nigrizia” y “Piccolo missionario”. En 15 años de permanencia en Italia, escribió un centenar de artículos y unos 20 libros; mientras tanto preparaba la “Historia de Hélouan”.

Por fin partió de nuevo para la misión y lo hizo con alegría. Había pedido ir a Zaire con su primo, el P. Alessandro Benetti, pero la obediencia lo destinó al Colegio de la Sagrada Familia de Hélouan (Egipto), a unos 30 kilómetros al sur de El Cairo. Los alumnos de la escuela, excepto algún palestino, eran todos egipcios, de los cuales una quinta parte eran cristianos, en su mayoría copto-ortodoxos, y los otros musulmanes.

El Hno. Aldo estaba ocupado a tiempo completo. Era responsable de la buena marcha y funcionamiento de la escuela. Estaba también la parroquia con los jóvenes que la frecuentaban y un dispensario médico por el que pasaban muchos pobres. Además, los superiores le confiaron la administración de la entonces Región de Egipto.

Se puso también a estudiar “un poco de inglés, el islam y la religión de los coptos de Egipto, además de la historia de los faraones”.

El Hno. Aldo era una persona optimista, alegre, amaba cantar – y la voz, bella y fuerte, se lo permitía – especialmente durante la liturgia que animaba con fe. Tenía una gran sensibilidad hacia los pobres y marginados, entre ellos los niños de la calle, que trató siempre de ayudar, aun corriendo peligros. Identificado en su vocación, le apenaba que sólo en el Capítulo General de 1969 se hubiese recuperado la figura del laico consagrado. En este aspecto fue un verdadero precursor.

En su segundo periodo en Egipto, permaneció 17 años en Hélouan, con tareas diversas. “Por este lugar y esta comunidad – escribe el P. Claudio Lurati en su testimonio – el corazón del Hno. Aldo latió de modo singular. La fraternidad de la pequeña comunidad cristiana y las innumerables posibilidades de encuentro y diálogo con los musulmanes a través de la escuela dieron al Hermano un gran sentido de realización de su vocación. La proximidad de los grandes lugares de los faraones de Saqqara, Giza y Menphis no hicieron otra cosa que incrementar su amor por los estudios históricos.

Siguieron, entre 1999 y 2003, cuatro años como ecónomo de la comunidad de San Tomio en Verona. Finalmente en el 2003 regresó a Egipto. Pasó 12 años en la comunidad de Dar Comboni, siempre como ecónomo. Su presencia hacía que los huéspedes experimentaran un gran sentido de casa y familiaridad. A los jóvenes que asistían a la escuela de árabe, comunicaba aquella mirada positiva que siempre lo acompañó. Y ellos, a menudo, encomendaban sus necesidades y los sueños de una vida que iniciaba a tomar forma al rezo del Rosario del anciano religioso que consumía las baldosas del patio con sus interminables ir y venir marianos”.

En un librito de 1979, editado por el P. Lorenzo Gaiga, titulado Las rudas manos de Dios, leemos en la última parte del testimonio escrito por Aldo: “Tengo que decir que la vocación de Hermano, religioso misionero, es el proyecto de Dios para mí. Esta convicción me da serenidad, fuerza y valor para proponerla a los otros, seguro de no engañar. El Hermano consagrado a Dios y a los más pobres tuvo un rol importante en la Iglesia por su testimonio de fe vivida mediante las obras”.