Nació en Montenegrino (Varese) el 20 de enero de 1928; entró al Noviciado de Venegono el 1º de septiembre 1945, donde dos años después hizo los votos temporales. Continuó los estudios en la Escuela apostólica de Brescia, donde fue Prefecto. El 2º de septiembre de 1951 hizo los votos perpetuos y fue ordenado sacerdote en Milán en 1952. Como necrológico, referimos cuanto el mismo P. Sebastián escribió, en “Cuaderno de la Amistad”, con motivo del 50º aniversario de ordenación sacerdotal, en el 2002.
“Pienso en todos vosotros, amigos, compañeros de sacerdocio y partícipes en la misma aventura misionera. Intento imaginarme cómo se habrá desarrollado la vida sacerdotal de cada uno de vosotros en el servicio a la Misión en Varias partes del mundo. Espero tener alguna noticia de parte vuestra a través del Cuaderno de la Amistad, cuando han pasado tantos años desde que nos vimos la última vez.
Por mi parte, deseo trazar una breve crónica de mi vida misionera para recordar y agradecer al Señor por todo cuanto hay hecho por mí.
El 7 de junio 1952, al terminar la ceremonia de la Ordenación, P. Medeghini me entregó también a mí la primera obediencia misionera: “Has sido destinado al Líbano para estudiar el árabe y así poder ir des al Sudán”. La carta iba acompañada de una estampa de Sta. Teresita que todavía conservo. En Agosto salí con P. Brambilla, P. Boffelli y P. Brundu a Zhale, Libano, donde fuimos acogidos por el P. Figini. Tuvimos la ocasión de visitar Tierra Santa donde a la llegada encontramos todo tranquilo y en silencio: era Sábado y nosotros no lo sabíamos. Fuimos llevados a las varias oficinas de la policía israelita. En la Basílica sobre el Monte Carmelo, dando la vuelta a la grande estatua de la Virgen que gira hacia Africa, he confiado a Ella, la Reina de la Nigrizia, toda mi vida misionera y Ella ha sido maravillosamente fiel y siempre la encontré cercana a mí en todos mis caminos
A continuación fui a Khartoum para continuar con el estudio del árabe en el Comboni College, mientras cuidaba de los estudiantes internos. De allí, el P. Todesco me destinó a Bar el Ghazal, donde permanecí hasta la expulsión de los misioneros en 1964. En Sudán he vivido años que nunca olvidaré. Tuve un contacto cordial con los árabes, vi el surgir de la rebelión que dura todavía, he asistido a la condena a muerte de los primeros guerrilleros denka, tuve como compañero al P. Bernabé Deng a quien dejé solo en la misión de Aweil y que fue matado poco después de nuestra expulsión. Los años pasados en Bahr el Ghazal fueron como un sueño maravilloso: el estudio de la lengua, los primeros bautismos de los denka y de los jur, las fervorosas oraciones de las mujeres musulmanas delante de la imagen de María en nuestra pequeña iglesia de paja, los viajes a caballo y a pie a través de los bosques, de pantanos inmensos como el mar… afrontando leones y dragones y tantos peligros, siempre protegido, de ello estoy convencido, por S. José. He visto el hambre: centenares de personas echadas delante de nuestra habitación, extenuadas por el hambre. Conservo un hermoso recuerdo de los Hermanos Coadjutores que fueron quienes me iniciaron en la vida misionera.
Y después la expulsión de todos los misioneros en marzo de 1964. Los soldados con sus fusiles apuntándonos, los cristianos que nos expiaban detrás de las plantas para saludarnos, su correr a la Iglesia para consumar, como última comunión, las sagradas especies que tuvimos que abandonar. No puedo olvidar las lágrimas de Mons. Ireneo Dud en el aeropuerto de Wau, donde nos dio la absolución general antes de subir a los aéreos. También él se quedó solo.
Volviendo a Italia con pasaporte timbrado como FINAL, estuve cinco años en Rebbio y allí comenzó un nuevo período misionero. El P. General me preguntó a qué misión deseaba volver. Le respondí: a cualquier misión, excepto a Uganda (que entonces tenía fama de ser el país más cristiano de África).De hecho, en 1970 me enviaron precisamente a Uganda, donde me encuentro desde hace 32 años. Agradezco a la Providencia por haberme elegido para esta maravillosa y difícil tierra de misión. Han sido años peligrosos, fugas en los bosques, miedos, peligros, frecuentemente en situaciones desagradables y estresantes. He desarrollado un apostolado int6enso, con tantas fatigas, pero también con tantas satisfacciones y bendiciones. He tenido la gracia de encontrarme como en casa, en medio de tantas personas amigas, abiertas al Evangelio, que han fortalecido mi fe.
He encontrado santos, especialmente catequistas, amigos fieles, ejemplo a veces heroico, de amor y entrega total al Señor. He vivido la gracia y el interés en estimular a la Iglesia a crecer y llegar a ser autosuficiente y madura; he experimentado el sufrimiento al constatar también tantas carencias, especialmente en los sacerdotes. Pero, sobre todo, he encontrado a María, la Santa Madre de la Iglesia, mi Señora y mi Madre, que me descubierto en muchas ocasiones horizontes nuevo s de vida y de apostolado misionero Y especialmente en el Santuario preparado para Ella, meta de miles de peregrinos, encuentro de nuevo su especial presencia tanto para mí como para tanta gente que recurre a Ella con fe y devoción. La prontitud y la sencillez con que muchos aceptan la invitación a la consagración total a María, son para mí un estímulo y un ejemplo que me lleva a estar in mensamente agradecido.
En este contexto mariano, en el silencio y en la soledad, pero con tanta paz y gratitud, celebraré mi 50º de Sacerdocio y mi Eucaristía de oro. Tengo delante de mí el poster con nuestras fotos y recuerdos uno a uno a todos vosotros con admiración y amistad.
P. Sebastian se quedó en ICEME como superior local, hasta el 2009. Regresó después a Italia para curas médicas, primero en Milán y luego en Rebbio. Ha muerto en Milán el 5 de septiembre 2016.