In Pace Christi

Frigerio Giuseppe

Frigerio Giuseppe
Fecha de nacimiento : 19/02/1939
Lugar de nacimiento : Inveruno/Italia
Votos temporales : 09/09/1960
Votos perpetuos : 09/09/1963
Fecha de ordenación : 28/06/1964
Fecha de fallecimiento : 27/09/2016
Lugar de fallecimiento : Rebbio/Italia

P. Giuseppe nació en 1939 en Inveruno, Milán. Celebró su primera profesión religiosa en Gozzano en 1960 y la profesión perpetua en 1963 en Brescia. Fue ordenado sacerdote en 1964. Pasó diez años en Uganda como formador y enseñante (1965-1975), después cinco años en Elstree (LP) como formador de escolásticos (1975-1980), seis años en la NAP en la promoción vocacional y animación misionera (1989-1995), diez años en la Curia General (1996-2006) como secretario personal del Superior General y oficios varios, después regresa nuevamente a Uganda (2007-2014) y finalmente a Rebbio, donde terminó sus días el 27 de noviembre de 2016. Recogemos en Familia Comboniana lo escrito por Mons. Giuseppe Sandri: “Cuando llegué a la Curia general, en junio de 1999, para comenzar mi trabajo como Secretario General, encontré por primera vez al P. Giuseppe Frigerio, Secretario personal del P. Manuel Augusto Lopes Ferreira, Superior General. En él encontré a un hermano acogedor y disponible que me introdujo con sensibilidad, gentileza y gran sentido del humor a la situación del ‘Tercer piso’, el piso del P. General, de su Consejo y la Secretaría General.

El P. Giuseppe era un hombre práctico, experto carpintero, que sabía arreglar muchas cosas. Me explicó lo de los archivos, al uso de la fotocopiadora y tantas otras cosas relacionadas con la Secretaría General, respondiendo con paciencia a mis numerosas preguntas, visto que era completamente nuevo en estas cosas. Me di cuenta que estaba recuperándose de un ictus y, con grande honestidad, me puso al tanto de su condición física que lo limitaba mucho en su trabajo. Me llamó fuertemente la atención su esfuerzo diario para mejorar su estado físico caminando regularmente por el parco de la Curia y los alrededores de Via Lilio o haciendo ejercicios en su misma habitación.

Nos encontrábamos seguido por trabajo, casi siempre en mi oficina, pero algunas veces también en la suya, especialmente cuando había que preparar las Consultas y durante el transcurso de las mismas. P. Giuseppe era muy respetuoso del Padre general y de su Consejo, y hacía su trabajo con prudencia, sensibilidad, precisión y confidencialidad. Si le pedía alguna cosa para la Consulta o que me ayudara a elaborar el Acta de la misma, ponía todo lo que estaba de su parte para hacerlo. Era muy útil su aporte para “Familia Comboniana”, en italiano, que le pasaba para hacer las correcciones u observaciones antes de mandarla a traducir en otras lenguas. De igual modo hacíamos para el Boletín.

He apreciado mucho lo que hizo para ayudarme a entrar en la comunidad de la Curia, que para mí era una realidad nueva. Su s intervenciones en las oración comunitaria, en los consejos de comunidad y en otras actividades me fueron de gran ayuda. A veces, durante los encuentros expresaba algún desacuerdo, pero una vez que se llegaba a un acuerdo comunitario, se esforzaba por llevar a la práctica lo decidido, pese a sus limitaciones físicas. Amaba al Instituto y sufría cuando se enteraba de que había hermanos en dificultad. Algunas veces, cuando hablábamos, emitía juicios muy duros sobre algunas situaciones del Instituto o en relación con algunos hermanos, pero esto quedaba entre nosotros. Evitaba cualquier clase de chisme. Era una persona muy ordenada y precisa, se molestaba cuando se hacían mal las cosas.

Durante el Capítulo General de 2003 su colaboración fue de gran ayuda a la Secretaría General y nos apoyamos uno a otro durante la fase de transición, de una Dirección General a la otra, echando de menos a aquellos hermanos que nos dejaban, con quienes habíamos trabajado bien por algunos años y a los que habíamos llegado a apreciar, pero al mismo tiempo, sentíamos curiosidad por los nuevos que llegaban.

Una tarde sonó mi teléfono. Cuando respondí, me percaté de que era el p. Frigerio que me decía: ‘no me siento bien’. Corrí a su habitación y lo encontré reclinado sobre un mueble. Inmediatamente lo acompañé al hospital. Apenas llegamos al hospital, lo atendió un médico que, después de una hora nos dijo que se había salvado de milagro. Pasaron varios días antes de que pudiese volver a Vía Lilio donde tuvo una larga convalecencia. En todo ese tiempo jamás se quejó. Se lamentaba de no poder volver al trabajo como él quisiera y del susto que el imprevisto les había provocado al Superior General y a nosotros. Fue ejemplar su esfuerzo y perseverancia para recuperarse. Cuando, después de algunas semanas de descanso pudo regresar al tercer piso, permaneció por poco tiempo. Era evidente que el estado en el que se encontraba le exigía un trabajo menos exigente. No obstante, aceptó esto con resignación y se adaptó a las nuevas tareas que se le confiaron, como responsable de la copiadora. En la medida que su corazón se lo permitía, el deseo de regresar a África era cada vez más intenso. Dejó la Curia para tener un largo periodo de descanso en su casa y en el 2007 fue destinado a Uganda. Ya no volvimos a encontrarnos. No me sorprende que haya sufrido otro infarto. Me sorprende más bien que haya podido trabajar todavía por tantos años en Uganda, antes de ir a Rebbio”
(Mons. Giuseppe Sandri).