El P. Andrea pertenece a esa categoría de personas que, cuando uno las encuentra, nunca más se las olvida.
Nació en Fumane, provincia de Verona, hace 92 años. Como fechas importantes de su vida son: 74 años de profesión religiosa, 68 como sacerdote; dos años los pasó en la ciudad de Crema, diez en Sur Sudán; tres en Kenya, diecisiete en Sicilia (Messina y Palermo); diecisiete en Brescia, diecisiete en Limone y 212 días en Castel d’Azzano.
La primera vez que lo encontré fue cuando llegó a Limone en 1998: yo trataba de darle la bienvenida y mostrarle la casa, él no me hacía caso y veía lo que a él le interesaba. Me dije a mí mismo: ‘este padre no necesita de mis consejos’. A veces, cuando íbamos a visitar a algunas personas, él me presentaba diciendo: ‘éste es mi superior’. Y yo le respondía: ‘suponiendo que el P. Andrea pueda tener un superior’. Una vez, durante un curso de ejercicios espirituales, se dio cuenta que el silencio no se respetaba. Cuando llegó el momento de la primera meditación, llegó a la sala con su maletín, lo puso sobre la mesa y dijo: ‘si no hay silencio, me marcho’. Inútil decir qué sucedió…
No obstante que parecía un hombre fuerte y seguro de sí, tenía momentos de miedo y no soportaba la soledad. El acercamiento a la Palabra de Dios era su actividad, su pasión y su misión. Cuando predicaba, hablaba con autoridad. El evangelio de Marcos dice sobre Jesús: ‘enseñaba con autoridad y no como los escribas’ porque su palabra tenía una fuerza especial. Lo mismo podría decir sobre el P. Andrea: se preparaba, leía, estudiaba y citaba con gusto a sus maestros preferidos, Paulo VI y al Card. Martini. Tenía un carácter fuerte y amaba a Dios a su modo. Solía decir que Dios sabe hacer sólo una cosa: amar.
Mucha gente lo buscaba porque, ante un problema, era capaz de ampliar horizontes. Escuchaba y respondía con pocas palabras. Sabía hablar al corazón. Atraía a las personas que encontraban en él, no sólo al hombre que tenía respuestas, sino que las estimulaba para ir más a fondo de las cosas.
Era muy amado por las personas y sabía tejer relaciones profundas y duraderas. El Card. Francisco Montenegro, Arzobispo de Agrigento, fue a visitarlo unas semanas antes de que muriera. Después de estar con él una media hora, se marchó con los ojos llorosos, recordando que la experiencia que hizo con él en Messina, cuando era Diácono, lo había ayudado abriéndolo a la misión; lo apreciaba y lo reconocía mucho.
Cuando se encontraba en Limone, al P. Andrea le parecía reductivo hablar sólo de Comboni pues estaban también la parroquia, la diócesis y la Iglesia. Conservo una catequesis suya preparada para los catequistas de Quinto Valpantena, con el título: ‘Creo en la Iglesia’: son diez páginas de buenas reflexiones, sustanciosas y profundas. Recuerdo que, una vez, ante la afirmación de uno de los presentes “la Iglesia es santa pero también pecadora”, reaccionó diciendo: “No. La Iglesia es santa. Los hijos de la Iglesia son los pecadores”.
Empezaba sus reflexiones haciendo alusión a Comboni y a su santidad. “Bienvenidos a esta casa que vio nacer al Beato Daniel Comboni, considerado entre los grandes apóstoles de África y fundador de nuestra familia comboniana. Les acoge con gusto y fraternalmente nuestra pequeña comunidad, pero sobre todo, les acoge la grandeza del espíritu del Beato Comboni. Este lugar es casi un sacramento permanente de su presencia invisible. A él, a su intercesión, encomendamos estos dos días que queremos pasar juntos. La finalidad de esta casa comboniana es dar hospitalidad a todos nuestros misioneros que vienen de diferentes partes del mundo que vuelven a las raíces para beber la nueva linfa y verificar si los frutos de su vida misionera provienen de aquí”.
Le costaba trabajo obedecer, recuerdo cuando se le propuso de venir a Castel d’Azzano para ser parte de los hermanos ancianos y enfermos. Una tarde pidió a algunos hermanos de Brescia que lo apoyaran en presionar al superior para que no lo transfirieran…, no lo ha conseguido. Quizás esto hizo que su permanencia los primeros días fuera un poco difícil.
(P. Renzo Piazza mccj).