El P. Lorenzo nació el 28 de diciembre de 1935 en Padua (Italia) e ingresó en el Instituto muy joven, tras obtener un diploma en contabilidad y ciencias administrativas. Hizo el noviciado en Florencia, donde emitió sus primeros votos el 9 de septiembre de 1961. Para el escolasticado fue a Venegono. Hizo sus votos perpetuos el 9 de septiembre de 1963 y fue ordenado sacerdote el 28 de junio de 1964. Un año después, en julio de 1965, fue enviado a las misiones combonianas de Burundi, donde permaneció diez años, primero en la parroquia de Cibitoke (Bujumbura). En una carta a sus padres de marzo de 1968, leemos: "Aquí todo marcha como siempre, bien; trabajamos y somos felices... estamos terminando el famoso catecumenado (5 hermosas habitaciones). El próximo mes comenzaremos la escuela de religión, así como la de lectura y escritura. Probablemente comenzaré una nueva misión, la de Kabulantwa (prácticamente la actual misión de Cibitoke se está dividiendo, generando una misión hija)... previendo que los comienzos serán difíciles; sin embargo, no importa, todo es por el Reino y para mayor gloria de Cristo".
Expulsado de Burundi en 1975, fue con el obispo Mons. Bartolucci al vicariato de Esmeraldas, Ecuador, y allí permaneció toda su vida, salvo un breve período en Perú como socio del Padre Maestro en el noviciado de Huánuco.
En el vicariato de Esmeraldas, el P. Lorenzo prestó un servicio incansable a la población, incluso como exorcista oficial del vicariato. Los pobres eran su razón de ser como misionero: a ellos ofrecía atención, oración y ayuda sin reservas.
También fue un gran animador de los momentos comunitarios: siempre participó activamente en las reuniones, implicándose en la planificación, las decisiones y las evaluaciones de la vida de la comunidad y de la parroquia. Gozaba de la estima de todos los grupos parroquiales, especialmente de los que seguía personalmente. Así escribe el P. Seraphin Kakwata, que tuvo "el honor de dar al P. Lorenzo la Santa Unción y la bendición" y de estar a su lado hasta el final junto con el Superior Provincial, el P. Ottorino Poletto.
El Esc. Larzon Alexander Angulo Burbano, que conoció al P. Lorenzo en 2008, cuando era párroco de "El Carmen", en Manabí, al relatar los diez años de amistad y las muchas enseñanzas recibidas del P. Lorenzo, recuerda que un día, después del rezo de las Vísperas y del Rosario, le preguntó cuánto tiempo se tarda en ser santo: "hasta un minuto, dependiendo de cuánto se ame" fue la respuesta, que Larzon siempre tuvo presente.
"El P. Lorenzo era una persona sencilla y carismática, con los pies en la tierra y la mirada fija en el cielo, que irradiaba alegría, fruto de la profunda espiritualidad eucarística y mariana que vivía a diario". Así lo describe el P. Sergio Iván Paucar, de cuyo testimonio extraemos las siguientes observaciones.
Cuando compartia su vida de misionero en Burundi, hacia que los jóvenes novicios se enamoraban de la misión ad gentes de la Iglesia. Tras su experiencia africana, Ecuador le acogió con los brazos abiertos para el resto de su vida. Se entregó totalmente al servicio del pueblo, incluso en medio de la pandemia. En el Santuario de la Merced, donde sirvió hasta el final, se le encontraba siempre en el confesionario o fuera de él, escuchando y hablando con los que se acercaban a él, sedientos de Dios: laicos, sacerdotes y religiosos.
A lo largo de su estancia en América Latina, ejerció el ministerio del exorcismo, donde pudo experimentar de primera mano el gran sufrimiento de la gente. Le gustaba compartir estas experiencias con sus hermanos sacerdotes para que le ayudaran con la oración.
Su humildad le hacía ser cauteloso ante los elogios y el asombro de la gente, y era muy agradable escucharle cuando hablaba de asuntos espirituales porque lo hacía de una manera sencilla que todos podían entender.
El P. Lorenzo falleció el 13 de julio de 2021. Con gran dolor y a pesar de las restricciones debidas a la pandemia, el pueblo de Esmeraldas, por el que había vivido en estos últimos años, se reunió para dar su último adiós al padre, hermano e hijo de San Daniel Comboni, del que tanto había recibido.