Giancarlo nació en Trevenzuolo, provincia de Verona (Italia), el 30 de noviembre de 1939. De joven ingresó en el seminario menor de los Misioneros Combonianos de Padua. En 1955 comenzó el bachillerato en Carraia (Lucca) y obtuvo el certificado de bachillerato en 1958.
El 1 de noviembre de 1959 ingresó en el noviciado de Monroe (Michigan, EE.UU.), donde emitió los primeros votos religiosos el 16 de agosto de 1961. Para los estudios teológicos se trasladó al escolasticado de San Diego (California). Emitió la profesión religiosa perpetua el 18 de agosto de 1964. El 27 de mayo del año siguiente fue ordenado sacerdote en San Diego. En su mano ya tenía una carta del Padre Gaetano Briani, el Superior General, con su destino: Jartum. Tras el curso de lengua árabe de dos años, el 1 de julio de 1967 está en El-Obeid, y enseguida es nombrado párroco de la catedral, director de las escuelas, especialmente de la escuela comboniana, donde también es profesor. Se encuentra más a gusto en el trabajo pastoral, que nunca descuidará. Unos meses más tarde, constatando su competencia pedagógica, monseñor Paolino Lukudu, comboniano y administrador apostólico de El-Obeid, lo pone al frente del centro pastoral diocesano, que, sin embargo, no existe más que por deseo del prelado. El padre Giancarlo se arremangó, se “alió” con la hermana Margaret Hazzan, y ambos crearon PALICA (Centro Catequético Litúrgico Pastoral) en El-Obeid. “Era tan incansable que, a veces, me resultaba imposible seguir su ritmo”, recordaría más tarde la religiosa.
En 1976, de acuerdo con Monseñor Lukudu y con la aprobación del consejo regional de los Combonianos, fue a Bruselas para un curso de diploma en Catequesis y Pastoral, en el Instituto Internacional “Lumen Vitae”. A finales de octubre de 1977, con el diploma en la mano, regresó a El-Obeid, y retomó la dirección del Centro Pastoral. Allí permaneció hasta julio de 1982, cuando fue destinado a Jartum, donde enseñó en el Comboni College y en el seminario superior diocesano. Pronto se convirtió también en responsable de las diversas asociaciones juveniles de la ciudad. Poco después, aceptó ser capellán de la Universidad Católica.
En 1993, se implicó a fondo en los preparativos de la visita de San Juan Pablo II a Sudán. “Quiero que este acontecimiento marque un ‘momento histórico’ que pueda ‘definir’ claramente a la Iglesia en este país”, repite a sus hermanos. Y así es: el 10 de febrero, en la celebración eucarística en honor de la beata Josefina Bakhita, en la “Plaza Verde” de Jartum, el Papa se encuentra ante un millón de fieles católicos. “¿Quiénes son? ¿De dónde vienen?”, pregunta el Papa, lleno de asombro, al ver esa marea de cristianos en la capital de un Estado islámico. “Son católicos de Sudán del Sur, refugiados aquí a causa de la guerra en curso en esas regiones”, le explica el arzobispo Gabriel Zubeir Wako. Y añade: “Son todos ‘hijos’ de Daniel Comboni”. Hay quien jura que, a partir de ese día, la causa de beatificación del Fundador de los Combonianos recibió una aceleración muy fuerte. Tres años después, de hecho, el 17 de marzo de 1996, Juan Pablo II beatificó a Comboni.
El padre Giancarlo permaneció en Jartum durante 19 años, dedicado también al ministerio en la catedral y en las numerosas comunidades cristianas, compuestas en su mayoría por refugiados sursudaneses, situadas en los lejanos suburbios de la capital. En 1997, el arzobispo Zubeir le nombró vicario general, hasta febrero de 2001. El padre Giancarlo se lanzó con entusiasmo a reforzar el Secretariado Diocesano de Enseñanza Religiosa: quería formar profesores preparados y capaces de dar testimonio de su fe cristiana en aquella tierra musulmana.
El 1 de julio de 2001, tras un “diálogo fraterno pero enérgico” con los superiores, en el que intervino también Mons. Zubeir (que querría tener a su vicario con él durante otros largos años), el padre Giancarlo regresó a Italia, destinado a la Casa Madre de Verona, encargado de la animación misionera. En 2004, fue nombrado superior adjunto de la comunidad. Es muy conocido en la zona de Verona. Al fin y al cabo, a pesar de llevar casi 40 años fuera de casa, siempre ha mantenido estrechas relaciones, no sólo con su parroquia de origen, sino con toda la diócesis. Los grupos misioneros parroquiales le convocan a conferencias y demuestra ser un hábil animador de las actividades misioneras de cada vicariato, en particular de los de Isola della Scala y Nogara.
En octubre de 2005, consigue convencer a sus superiores para que le dejen volver a Jartum. Aceptó el puesto de profesor en el Comboni College. Once meses más tarde, por desgracia, una grave enfermedad -un tumor hepático- le obliga a regresar urgentemente a Italia. Es acogido en el Centro Ammalati de la Casa Madre de Verona. Se recupera lentamente y vuelve a ser el padre Giancarlo de siempre.
En 2011, sus hermanos quieren que vuelva como vicesuperior de la comunidad. Él preferiría que le dejaran libre, pero acepta. En cuanto puede, sin embargo, se marcha a hacer apostolado en las numerosas comunidades parroquiales de la diócesis.
En 2019, la enfermedad ha progresado. Le recomiendan “tratamientos fuertes”. Él opta, en cambio, por curas más suaves. Aún le queda alguna energía y quiere gastarla como ‘le gusta’. También trabaja duro para recaudar fondos con los que apadrinar nuevas escuelas en la región de Kosti, y también en su querida Jartum, desde donde las Hermanas Salesianas de Shajara le han pedido ayuda.
A principios de marzo de 2023, siente un fuerte dolor en el vientre. Se resiste y permanece en silencio durante algunos días. Luego tiene que confesar que no puede más. Lo llevan al hospital, donde los médicos descubren una obstrucción intestinal. La operación parece haber ido bien. Pero sigue débil. El 18 de marzo muere. El 22 de marzo, en presencia del padre Diego Dalle Carbonare, superior provincial de Egipto-Sudán, se celebra la misa funeral en la capilla de la Casa Madre. Por la tarde, se celebra el funeral en la iglesia parroquial de Trevenzuolo. (Padre Franco Moretti, mccj)