La mañana del 31 de marzo, día de la muerte del Padre Franz Weeger, nos pareció natural cantar en comunidad el Salmo de Invitación (Sal 94) al comienzo de nuestra oración de Laudes. A Franz le gustaba especialmente este salmo, sobre todo la segunda estrofa: "Dios es el Señor... En su mano están las profundidades de la tierra, y suyas son las cumbres de las montañas".
Entre las fantásticas cumbres de los Andes, el "Padre Pancho" -como le llamaba la gente, utilizando el diminutivo de Francisco- vivió más de 50 años... y siempre "en las alturas", entre 2.800 y 4.500 metros. Estas montañas, cuyos picos alcanzan el cielo y hablan más que ninguna otra criatura de la increíble imaginación artística del Creador, siempre le han sido muy queridas.
Franz nació el 13 de abril de 1939 en Gern, una pequeña aldea de la ciudad de Ornbau, en el distrito de Ansbach (Baviera). [Ornbau fue cuna de muchas vocaciones combonianas, entre ellas la de Mons. Lorenzo Unfried Gimpel (1919-1988), obispo auxiliar de Arequipa (1969-1979) y después obispo de Tarma (1980-1988), en Perú, y la del P. Rudolf Friedl, misionero durante muchos años en Sudáfrica].
A los 11 años, Franz ingresó en el seminario comboniano de Ellwangen. El 1 de julio de 1959 comenzó el noviciado en Mellatz, que terminó un año después con los votos temporales. En julio de 1960 comenzó el escolasticado en Bamberg. El 5 de febrero de 1965 hizo la profesión perpetua y fue ordenado sacerdote el 6 de marzo de 1966.
Seis meses más tarde, ya estaba en Perú, en Tarma, centro de la diócesis del mismo nombre. En marzo de 1967, fue destinado a la parroquia de Cerro de Pasco, como párroco. Los 4.500 metros de altitud no le molestan. Al contrario, enseguida se siente como en casa. Y allí permanece hasta junio de 1973, cuando se traslada a la ciudad de Junín, siempre como párroco, dedicándose a la atención pastoral tanto de la ciudad como de los pueblos aledaños, por más de 12 años.
En 1985, regresó a la querida sierra de Cerro de Pasco, donde permaneció tres años. De 1989 a 1993, se dedicó al ministerio en Tarma, en la catedral. En 1994, fue destinado a la parroquia de Yanahuanca, donde permaneció hasta 2003.
Dondequiera que vaya, es apreciado por su dedicación al trabajo pastoral y su atención a la gente. Su carácter algo brusco no le impide tejer buenas relaciones con todos.
Desde principios de 1999 hasta diciembre de 2004, el padre Pancho es también consejero provincial. En esta función, ofrece valiosas contribuciones a la provincia, gracias a su profundo conocimiento de la historia peruana y de la presencia comboniana en el país. Sus argumentos y sugerencias son siempre bien recibidos.
En 2004, fue destinado a la parroquia de Huánuco, donde se volcó en la parroquia rural, especialmente en las zonas de Margos y Chaulan. Pero, poco a poco, su salud le obligó a abandonar sus visitas a los pueblos y comunidades dispersos por la extensa parroquia y a limitarse a ayudar en la parroquia de San Pedro.
El estallido de la pandemia de Covid-19, con la obligación del aislamiento, le resulta pesado, incluso insoportable. Su salud empeora cada vez más. Hasta que el 10 de febrero de 2023 se ve obligado a abandonar y pide que lo lleven a la residencia provincial de Lima. Les dice a todos: "Esta es mi última parada". El 31 de marzo muere rodeado del cariño y las oraciones de sus hermanos.
Pasé con él los años de seminario menor, noviciado y escolasticado. En el Perú, fuimos destinados a diferentes misiones y parroquias, pero tuve la suerte de compartir algunos años con él como miembros del mismo consejo provincial. Y debo reconocer que siempre me pareció un compañero fiel y generoso... y siempre capaz de sorprenderme. Cuando llegó la era de los medios digitales, por ejemplo, enseguida se interesó, se entusiasmó y rápidamente se convirtió en un experto usuario de estas potentes herramientas.
Estoy seguro de que quienes, como yo, tuvimos la suerte de conocerlo, damos gracias a Dios por el don de su vida, por su dedicación motivada a lo largo de tantos años en los Andes y por la amistad que siempre nos demostró. (Padre Alois Weiss, mccj)