“Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su patrón; os he llamado amigos porque todo lo que he oído del Padre os lo he dado a conocer” (Gv 15, 15)

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Queridos hermanos

Al final de los trabajos del Capítulo que tuvieron lugar en Roma, hemos llegado a la formulación de los textos que queremos presentaros como fruto de nuestros esfuerzos por entender qué quiere el Señor y qué esperan de nosotros los pueblos que servimos y San Daniel Comboni para la misión que nos fue confiada.

La etapa romana del Capítulo se ha concluido, pero el verdadero Capítulo empieza ahora. En los próximos años estamos llamados a dar una respuesta valiente con nuestra vida, con nuestro compromiso y nuestras obras. Nuestras reflexiones, nuestras palabras e ideas, nuestros sueños de una misión nueva y sobre todo la inspiración del espíritu que hemos recibido están llamadas a convertirse en una realidad. Estamos invitados a vivir el Capítulo.

El desafío no es pequeño y nos damos cuenta de que tenemos por delante no pocos obstáculos y dificultades, pero al mismo tiempo nos sentimos habitados por la fuerza que acompañó siempre a nuestro Fundador.

La misión no ha sido nunca una empresa fácil o cómoda y no lo es tampoco en nuestros días, pero tenemos la confianza que proviene de saber que estamos trabajando por una obra que no es nuestra: es de Dios y de San Daniel Comboni y seguramente que ellos nos ayudarán a llevar adelante todo lo que hemos recibido también a través de este XVII Capítulo General.

 La hora de Dios y la nuestra

Al inicio del Capítulo vimos que para Comboni fue muy decisivo entender que en los planes de Dios estaba incluida una hora en la que el momento de la salvación había llegado también para África. Esta intuición condujo a nuestro fundador a consagrar toda su vida, sus energías y a sí mismo a la única pasión que ocupó su corazón: la misión africana y los africanos. De esta experiencia nació su plan para la misión.

También nosotros, con toda humildad, hemos entendido que estamos viviendo una nueva hora de Dios para nuestro mundo y particularmente para los pueblos con los que compartimos nuestra vida y nuestro compromiso misionero. Nos hemos dado cuenta de que el Señor sigue confiándonos una tarea en la grande obra del Reino y queremos darle una respuesta generosa.

Del trabajo realizado durante el Capítulo brota la conciencia de que esta hora de Dios para nosotros nos interpela y nos llama a ser hombres verdaderamente consagrados a él y a la misión. Vivimos una hora en la que estamos invitados a no desperdiciar fuerzas sino a poner  en común todo lo que somos y tenemos para vivir con la única pasión de la misión en el corazón.

En esta hora nuestra nos damos cuenta de que estamos en un mundo en el que se nos pide –como misioneros– una radicalidad más decidida para ir a donde otros no quieren; se nos pide: una espiritualidad que hable del Dios del que hacemos experiencia; la capacidad de ser testigos de una misión que queremos vivir en comunidad y el valor de permanecer abiertos a las inspiraciones del Espíritu que nos conducirán a diario por caminos que no conocemos todavía y que sin embargo nos llevarán seguramente a los más pobres, con los que hemos de compartir nuestra vida sin hacer cálculos.

La hora de Dios para nosotros, es sin duda la hora en la que nos descubrimos llamados a vivir nuestro carisma con una fuerza nueva, con una esperanza que nos permite mirar al futuro con la confianza y con el valor con los que tantos de nuestros hermanos dieron testimonio antes que nosotros y que nos recuerda que estamos en las manos de Dios.

 El trabajo del Capítulo

En el texto que ahora recibís, encontráis el fruto del trabajo y de la reflexión de muchísimos hermanos, no sólo de los capitulares. El Capítulo ha realizado un esfuerzo para attingere del trabajo ya realizado por todos nosotros a través del camino de la Ratio Missionis y de las distintas comisiones que trabajaron en su preparación. Gracias a ello el Capítulo ha podido llevar adelante una reflexión sentida y compartida por muchísimos hermanos en el Instituto. Los temas elegidos no han sido una sorpresa y nos ayudó focalizarnos donde era necesario poner nuestro interés y nuestro esfuerzo. Después del Capítulo la comisión post capitular trabajó para organizar todo el material y hacer más fácil la tarea de asimilación que nos permita ponerlo en práctica.

El resultado es un documento con cinco temáticas elegidas luego de haber escuchado todos los informes del consejo general, de los secretariados, de los grupos continentales de provincias y delegaciones, de los oficios y de otras contribuciones. Se eligieron luego otros cuatro temas que nos parecía que respondían a situaciones particulares que vivimos en el Instituto en este momento.

Mirando a las temáticas y a los temas, podemos decir seguramente que no hay grandes novedades. Efectivamente nos encontramos ante cuestiones que acompañan desde hace años nuestra reflexión como instituto.

La novedad puede estar en el hecho que son temas que nos desafían una vez más y que nos obligan a reconocer con humildad que hay todavía un camino por recorrer. Nos recuerdan que los tiempos se vuelven breves y que quizá ha llegado el momento de realizar opciones que involucren a todos.

El Capítulo, aunque no dijo nada sorprendentemente nuevo, nos ayudó a recordar que hay reflexiones y decisiones que habían aparecido en el pasado como urgentes y ahora parecen no dejar espacio para posteriores titubeos o aplazamientos.

Debemos tener el valor de llegar a opciones en el campo de nuestra vida espiritual, de nuestra identidad como combonianos y como hombres consagrados y como personas decididas a vivir la misión con todas sus exigencias.

Estamos convencidos de que llegamos a estas opciones allá donde la formación permanente se convierte en un trabajo hecho de manera responsable por cada uno de nosotros, sin esperar que otros tomen la iniciativa en nuestro lugar. Es necesario llegar  a asumir una actitud de seriedad respecto a nosotros mismos y a las estructuras en las que vivimos para asegurar una calidad de vida a todos los niveles.

El tema de la misión no será agotado nunca en nuestro instituto: ante todo porque la misión es una realidad dinámica que nos obliga a permanecer siempre abiertos a las novedades y porque, además, la misión es vida que se desarrolla siempre y nos sorprende con realidades que ni siquiera pensábamos. Habrá siempre situaciones de frontera que nos exigirán una respuesta y estilos de misión que el Espíritu suscita y que nosotros no tenemos el derecho de impedir.

Hemos sentido y discutido sobre el tema “economía y misión” y parece que una sensibilidad nueva nos impulse a seguir buscando caminos para realizar mayormente la misión como un proyecto vivido en comunión, como un don que hemos recibido y que implica asimismo una puesta en común más radical de todos los bienes; incluidos los materiales y los económicos.

La situación del personal en el Instituto ha vuelto necesario poner entre los temas tratados el de la ancianidad y la enfermedad. Nos hemos dado cuenta que hablar de ancianos y enfermos es otro modo de descubrir la misión. Ésta no consiste sólo en el hacer, sino que es ante todo don de nuestra vida para estar junto con el Señor que nos ha llamado a compartir su misión. Esta es la dimensión constante de la vida del misionero, que no depende de su edad o de su eficiencia física o mental.

 Del plan de Comboni al plan de los combonianos

Al comienzo del Capítulo partimos con un gran deseo de llegar a la elaboración de un plan para el Instituto como exigencia que nos ponía la realidad que cambia dentro y fuera de nuestro mundo, queriendo imitar en esto a San Daniel Comboni, para dar una respuesta capaz de tener en cuenta nuestras fuerzas y nuestras posibilidades.

No concluimos el desarrollo del Plan como era nuestro deseo. Pero en los Documentos del Capítulo encontraréis catorce prioridades que, entre las muchas cosas que se dijeron, hemos considerado destacar como urgencias absolutas. Serán como puntos de referencia para elaborar nuestros planes.

En la programación, que se hará a todos los niveles del Instituto, pensamos que se podrá partir tomando en consideración ante todo estas propuestas y haciéndolas operativas.

Ellas nos ayudarán echar mano a un proyecto de Instituto y de misión dándonos una base común para trabajar juntos, compartiendo aquella responsabilidad que nos ayuda a ser más específicos, focalizados y cualificados. Sabemos que no es fácil trabajar en proyectos comunes, pero pensamos que en esto se juega el futuro de nuestro ser y de nuestro quehacer como misioneros en la Iglesia y en el mundo.

Como Consejo General esperamos una gran colaboración y queremos estar abiertos lo más posible para recibir todo lo que nos ayude a llegar a un plan en el que todos podamos asumir un papel y a compartir nuestros dones.

 Después del Capítulo

Ahora queremos con mucha sencillez invitaros antes que nada a recibir estos documentos como don: los capitulares hicieron un grande esfuerzo de trabajo y de disponibilidad en la búsqueda de lo mejor para nuestro Instituto y para la misión.

En estas páginas encontraréis no sólo intuiciones o grandes ideas: dentro encontraréis también la experiencia de casi ochenta combonianos que han vivido por dos meses un momento muy bello de fraternidad, de comunión, de apertura a la diversidad y a la riqueza de los dones culturales, de pasión por la misión en África y en los otros continentes en donde estamos presentes.

Hemos vivido un momento muy bello de cercanía a nuestro fundador San Daniel Comboni, que nos ha acompañado haciéndonos sentir que él camina junto con nosotros y tiene confianza en nosotros.

Os invitamos a “entrar” en los documentos con una actitud de apertura que seguramente os ayudará a sentir la novedad que el Espíritu ha escrito, no tanto en el texto sino en aquello que lo sottende. Estamos seguros de que os encontraréis, como nosotros, con una fuerte invitación a renovar vuestro compromiso por la misión y por el Instituto.

Queremos poner en vuestras manos este texto con la intención de que sirva de estímulo para continuar con la búsqueda de aquello que el Señor y San Daniel Comboni se esperan de nosotros. Seguramente, si vuestro corazón se abre a lo que el señor nos ha dado a través de este Capítulo, vosotros igual que nosotros, todo el Instituto y la misión, seremos enriquecidos por un espíritu nuevo que nos permitirá mirar el futuro con confianza, con valor, con una gran pasión, que nos hagan capaces de no olvidar a nuestros hermanos los más pobres a los cuales pertenece nuestra vida.

Para concluir, os invitamos a recibir los documentos como un instrumento para vivir mejor nuestra consagración, nuestra misión, nuestra pertenencia al carisma comboniano.

Nos encomendamos al Señor, pedimos la compañía de María y de nuestro fundador San Daniel Comboni para que podamos continuar nuestro camino misionero siempre en la alegría.

 P. Enrique Sánchez G.

P. Odelir José Magri

P. Alberto Pelucchi

P. Tesfaye Tadesse G.

Hno. Daniele Giusti

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CARTA DE INTRODUCCIÓN