Domingo 15 de marzo 2020
La inesperada propagación del coronavirus también nos ha afectado a la Familia Comboniana, como no podría ser de otro modo. Vivimos una situación sin precedentes e inesperada que nos ha dejado perplejos y ha trastornado nuestros planes. Que esta crisis nos ayude a reconocer lo que es esencial en nuestra vida y a ponernos en las manos de Dios.

La inesperada propagación del coronavirus también nos ha afectado a la Familia Comboniana, como no podría ser de otro modo. Vivimos una situación sin precedentes e inesperada que nos ha dejado perplejos y ha trastornado nuestros planes. Este año vivimos la Cuaresma en un modo muy especial, pero el Señor nos acompaña en esta desconocida realidad para la cual nadie estaba preparado. Sin embargo, en la debilidad, en la confusión, en el miedo, Cristo se manifiesta en la Cruz, sufre y muere por toda la humanidad: “por tus llagas hemos sido curados” (1 P 2, 24).

En este límite impuesto, estamos llamados a vivir nuestra misión: sobre todo compartiendo la vida de nuestros pueblos en solidaridad con la realidad que viven como signo de esperanza. En segundo lugar, aunque no podamos tener, en algunas partes del mundo, las normales celebraciones litúrgicas y oraciones con la gente, podemos intensificar nuestra vida de oración personal y comunitaria buscando a Dios que nos habla desde lo profundo.

Este virus ha derrumbado las barreras y confines entre pueblos y naciones. Toda la humanidad se siente unida en la misma lucha por detenerlo. Aún así es un momento para descubrir nuestra vulnerabilidad. Más allá de nuestras culturas y nacionalidades, somos todos hermanos y hermanas de una única familia humana peregrina con un destino común. Por esto sentimos que, como Familia Comboniana, hoy más que nunca, estamos llamados a vivir más unidos, orando los unos por las otras, con una mirada atenta a lo que sucede en todo el mundo porque es parte de nuestro carisma. Ante la impotencia de no poder ayudar en este momento a quien tiene necesidad, recordamos las palabras de San Daniel Comboni: “La omnipotencia de la oración es nuestra fuerza” (E 1969).ç

Que esta crisis nos ayude a reconocer lo que es esencial en nuestra vida y a ponernos en las manos de Dios.