Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús: “... invitados a alimentarnos y renovarnos”

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Miércoles 14 de junio 2023
“Compartimos los dolores y las esperanzas de tantas personas desplazadas y sumidas en todo tipo de sufrimientos a causa de guerras sin sentido, como la que está teniendo lugar en Sudán, tierra querida por Comboni; de injusticias sociales y económicas; de persecuciones y del cambio climático que obligan a tantas personas a abandonar sus hogares y emigrar en busca de una vida más digna para ellos y sus familias. Recordemos también cómo muchos siguen siendo explotados en beneficio de unos pocos, como ocurría en tiempos de Comboni.” (El Consejo General)

«Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar.
Llevad mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón,
y hallaréis descanso para vuestras almas»

(Mt 11,28-29)

Queridos hermanos,
Siempre es una gran alegría para nosotros, discípulos y misioneros, alimentados por el carisma de San Daniel Comboni, dirigirnos a la fuente segura del amor y de la misericordia infinita de Dios, revelada de forma clara en el Sagrado Corazón de Jesús. Cada vez que lo hacemos, como individuos y como familia misionera, estamos invitados a alimentarnos y renovarnos para fortalecer nuestra identidad y misión hoy. Esto, siempre como una experiencia de fe vivida en el medio histórico concreto en el que vivimos, donde el Corazón de Jesús no es sólo un icono para la devoción, sino que sigue perdonando, curando, amando y ofreciendo vida en abundancia como Buen Pastor.

Las palabras de la Escritura, tomadas del Evangelio de Mateo, elegidas como inspiración para este mensaje, tienen una doble invitación. Por un lado, la propia invitación de Jesús a cada uno de sus discípulos: "venid a mí". Por otra, la invitación a aprender de Él, porque conoce nuestra pobreza: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón». Estas invitaciones que vienen del Corazón de Jesús no son más que dos facetas de una misma experiencia de encuentro personal vivido con el Señor. En efecto, Él es el refugio y la fuerza de nuestro camino misionero, a menudo marcado por tantas luchas y desafíos. En la encrucijada en la que nos encontramos, especialmente en este momento de la historia, mientras caminamos con las personas a las que estamos llamados a amar y servir verdaderamente como don de Dios para nosotros, estos desafíos de Jesús son particularmente importantes. Compartimos los dolores y las esperanzas de tantas personas desplazadas y sumidas en todo tipo de sufrimientos a causa de guerras sin sentido, como la que está teniendo lugar en Sudán, tierra querida por Comboni; de injusticias sociales y económicas; de persecuciones y del cambio climático que obligan a tantas personas a abandonar sus hogares y emigrar en busca de una vida más digna para ellos y sus familias. Recordemos también cómo muchos siguen siendo explotados en beneficio de unos pocos, como ocurría en tiempos de Comboni. Sin duda, son tiempos difíciles, más bien desalentadores, pero es en este contexto en el que se nos invita a volvernos y aprender del Corazón de Jesús como fuente de esperanza y de vida nueva. Hoy se nos desafía a ser esas presencias discretas, pero creíbles, del amor y la misericordia de Dios, «siempre dispuestos a dar razón de nuestra esperanza a todo el que nos la pida» (1 Pe 3,15).

«Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré». Esta llamada generosa de Jesús nos invita a reconocernos humildemente necesitados de Él, a ser acogidos, amados y perdonados de nuevo para transfigurarnos interiormente a semejanza del Buen Pastor. De este modo, podremos vivir la misión -en un mundo que presenta tantos desafíos- sintiéndonos profundamente sostenidos por Jesús como ramas enraizadas en Él a la que también nos llama el XIX Capítulo General. Una invitación que nunca podremos olvidar si queremos renovar nuestra confianza en Él y no en nosotros mismos (cfr. Escritos 6880-81) y, de este modo, obtener ese "descanso" que sólo Jesús sabe dar a los corazones atribulados, cansados, necesitados de cuidados y de vida. Pero ir a Jesús tiene una implicación ineludible: «Llevad mi yugo sobre vosotros», significa estar dispuestos a compartir su misión con la misma pasión de Jesús que le llevó a ofrecer su vida por nosotros en la cruz. Partimos siempre de Él, que es el apoyo seguro para la misión en todo tiempo y lugar, como nos recuerda el Papa Francisco: «Al recibir el "yugo de Jesús", todo discípulo entra así en comunión con Él y se hace partícipe del misterio de su cruz y de su destino de salvación» (Audiencia general, 14 de septiembre de 2016).

De ahí el segundo desafío: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón». De Jesús aprendemos a dar la vida por amor, como él y Comboni hicieron y como tantos hermanos y hermanas de nuestra familia comboniana siguen haciendo de manera discreta y a menudo escondida. También hoy éste es el camino de la misión a la que estamos invitados: conocer los sentimientos del Corazón de Jesús para imitarlo; aprender de Él para compartir con los demás; vivir para hacer vivir, ¡siempre con gran humildad!

En el camino de la formación permanente del Instituto, este año dedicado a la espiritualidad, la esperanza para cada uno de nosotros es familiarizarnos cada vez más con la Palabra de Dios para vivir en profundidad nuestra relación con El Señor. Para ello, es necesario reavivar la esperanza para tener corazones renovados; comunidades que vivan alegremente en comunión; vivir la misión como un don vivido en el amor del Corazón de Jesús, capaz de quitarnos los miedos y de refrescar una esperanza viva, en la compasión y la caridad.

Esta fiesta es una magnífica ocasión para renovar nuestra consagración. Os invitamos a hacerlo con la mirada fija en el Corazón de Jesús, ofreciéndonos de nuevo, sin reservas, a Aquel que nos ha llamado en su amor a compartir esta misión en el mismo espíritu de San Daniel Comboni. Estamos en camino, tantas veces fatigados y oprimidos, pero sin perder la alegría y la esperanza, porque Jesús, que nos acoge en su corazón, nos nutre y nos envía en su nombre. ¡Él no nos abandona nunca! ¡No estamos nunca solos! Su promesa sigue firme: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

El Consejo General