“El martes por la mañana, 15 de agosto, fiesta de la Asunción de María al cielo, recibimos la noticia de la trágica muerte del P. George Adiang Kur Nok . Viajaba en el autobús que venía de Zimbabwe, donde el P. George había predicado los Ejercicios a las Religiosas de la Preciosísima Sangre. Apenas fuera de Polokwane, se produjo el accidente en el que el P. George perdió la vida.
Nacido en 1961 en Renk, diócesis de Malakal, en Sudán, el P. George hizo el noviciado en Namugongo (Uganda) y el escolasticado en Elstree (UK). Fue ordenado sacerdote en abril de 2001, en Sudán.
Fue destinado a Sudáfrica, donde llegó el 10 de octubre de 2001, fiesta de nuestro Fundador, San Daniel Comboni. Después de haber visitado las diversas comunidades de la provincia y haberse encontrado con los hermanos, marchó a Glen Cowie, para aprender el sotho del norte. Después fue enviado a Burgersfort, para comenzar su servicio misionero. Aquí permaneció y trabajó durante tres años. En el 2004 se le confió el encargo de promotor vocacional y se trasladó a Pretoria.
Como ayudaba en la pastoral en varias parroquias, tuvo la ocasión de encontrar muchos jóvenes. Los animaba a hablar abiertamente y decir lo que pensaban. No quería que repitieran simplemente lo que él decía: deseaba hacerlos conscientes de las propias razones y compartir sus pensamientos y sentimientos con los otros.
El P. George, hombre de profunda fe, tenía una actitud positiva hacia la vida y hacia las personas que encontraba. Se ofrecía con generosidad a ayudar en todo lo que había que hacer en la misión de Burgersfort y en cualquier otra área de la parroquia. Se ponía a disposición de todos, siempre. Compartía plenamente sus experiencias misioneras y también las personales con los hermanos, sin temor. Imitando al Señor, el P. George ha sido manso y humilde de corazón y también un verdadero pastor para la gente a la que ha servido. Su alegría, calor y bondad, así como su vida de oración, eran elementos tangibles.
Sabía reír y, al mismo tiempo, tratar de temas importantes. Aunque no he vivido nunca en comunidad con él, recuerdo, sin embargo, que, cuando celebraba la Eucaristía, especialmente en pequeños grupos, el P. George, a veces, comenzaba un canto que sólo él conocía y nosotros, gradualmente, conseguíamos seguir la melodía, creando en conjunto siempre una atmósfera de oración.
El P. George ha sabido vivir con aquel estilo de libertad y gozo que nos viene de la conciencia de ser hijos de Dios y de nuestra relación íntima con el Padre. Estaba siempre tranquilo, no forzaba los acontecimientos, expresando lo que quería decir con sencillez y alegría. Aun cuando era difícil seguir exactamente sus razonamientos, ya que a veces tenía una fraseología muy particular, conseguíamos percibir el sentido de su mensaje.
Cuando no estaba de acuerdo con nosotros, expresaba su pensamiento libremente, presentando las razones de su desacuerdo. Esta actitud lo llevaba a ser abierto, a no guardar rencor a ninguno y a ofrecer la oportunidad a los demás de abrirse con él, para encontrar un acuerdo común.
Hace pocos meses, mientras estaba en visita en la misión de Mount Ayliff, su coche fue robado y desmantelado. A principios de este año le ocurrió otro encuentro desagradable, mientras conducía por las calles de Pretoria. En un semáforo, habiendo visto a un hombre que intentaba vender rosas, el P. George abrió gentilmente la ventanilla, para decirle que no tenía necesidad de flores. De pronto el hombre le mostró el cañón de una pistola, escondida entre las rosas y le ordenó que abriera la puerta posterior del coche. Subió y le mandó que le entregase el móvil y la cartera. El P. George obedeció. Después el hombre le preguntó cuál era su trabajo. El P. George le respondió: “Soy un sacerdote”; el ladrón le pidió le explicase qué trabajo era ese. Sólo cuando el P. George le indicó los ornamentos que se encontraban en el asiento posterior, efectivamente, veía de un funeral, el hombre comprendió y exclamó: “¡Qué he hecho! ¿Me perdonará Dios por haber robado a un ministro suyo?” El P. George, en su sencillez le respondió: “¿Cómo puedo saberlo? ¡Yo no soy Dios!
El funeral del P. George se celebró en Maria Trost, Lydenburg, el 26 de agosto de 2006. La Eucaristía fue presidida por Mons. Paul Mandla Khumalo, obispo de Witbank. Participaron un hermano del P. George y el vice-provincial de Sudan y de Sudáfrica, muchos otros hermanos, amigos y fieles.
(La necrología se ha tomado de la homilía fúnebre del P. Bernhard Josef Riegel)