In Pace Christi

El P. Antonio Santinoli nació en Valli del Pasubio (Vicenza) el 16 de junio de 1923. Entró en la escuela apostólica de Brescia, donde completó los estudios elementares y luego hizo los superiores en Padua. Entró como novicio en Venegono e hizo los primeros votos el 7 de octubre de 1942 y los perpetuos en 1947.

Iniciado el escolasticado en Verona, fue trasferido después, por la guerra, durante un año y medio a Rebbio. En 1945 retomó los estudios teológicos en la Casa Madre de Verona, y se ordenó sacerdote el 6 de junio de 1948. Después de la ordenación, fue mandado a Thiene un par de años y después a Sur Sudan (1951).

Allí permaneció trece años. Primero en la parroquia de Torit, luego en Isoke, Okaru y, finalmente, en Loa durante siete años. Era el periodo de un crecimiento, fatigoso y prodigiosa a la vez, de muchísimas comunidades cristianas y de la entera sociedad sudanesa. El deseo de autonomía política se vio reforzado por la oposición al intento de islamización promovido por el gobierno de Jartum. La rebelión contra el Norte se organizó y se armó. El gobierno, intentando controlar y frenar a la Iglesia, introdujo medidas cada vez más restrictivas, hasta que en 1964 ordenó la expulsión masiva del Sur de todos los misioneros extranjeros.
Entonces el P. Antonio tuvo que dejar Sudán y volver a Italia. Después del curso de Renovación en Roma, fue asignado a Uganda. En un primer momento fue a parar a Palabek, después a la zona Madi, donde se quedó muchos años, llegando a conocer profundamente la cultura de esa población.

Escribimos aquí el testimonio del P. Giuseppe Filippi, provincial de Uganda. “Las primeras líneas que hacen notar su presencia en Uganda, aparecen en su cartilla con fecha de enero de 1968, cuando era ecónomo del pequeño seminario (para candidatos sudaneses) fundado por Mons. Sisto Mazzoldi en Pakele, en el West Nile. Es interesante leer la correspondencia con el provincial de entonces, donde el tema más frecuente es la falta de personal. Trabajar más de lo que alcanzan los brazos parece ser una constante comboniana.

En 1971, durante las vacaciones, hizo un breve curso de actualización en Roma del que quedó muy contento, pero a la vez empezó a sentirse extranjero en su propia patria por las nuevas ideas que circulaban y las actitudes de la gente que lo confundían. En este momento se le propuso ir a Inglaterra para dar un servicio en la formación; sin embargo terminó en Crema donde se quedó hasta junio de 1972. Entonces volvió a Uganda, a la misión de Moyo (1972-1979). Eran los años en que varios hermanos combonianos pensaban hacerse sacerdotes, cosa que el P. Antonio, como aparece en algún análisis y valoración suya, no parecía compartir.

El P. Antonio hablaba cada vez con más frecuencia de los efectos de la dictadura de Amín, subrayando que las estructuras dejadas por el gobierno colonial se estuviesen deteriorando a pasos agigantados causando un cambio de estilo en los misioneros que tenían que ocuparse hasta de las bombas hidráulicas y otras cosas semejantes. Las nuevas dificultades empujaron a la provincia a formar comunidades alargadas, pero pronto mostraron sus límites a causa de las distancias y de las diferencias metodológicas.

En 1978, el P. Antonio pidió poder unirse al P. Giovanni Marengoni que se encontraba en Nadiket, Karamoja, como superior del nuevo Instituto de los Apóstoles de Jesús, fundado por Mons. Sisto Mazzoldi. El permiso se le concedió a principios de 1979.

En 1983 volvió al trabajo pastoral en Ajumani, entre los Madi, y en 1988 a Koboko. Tres años después, en 1991, volvió a estar con el P. Marengoni y los Apóstoles de Jesús, en Nairobi”. Siempre con el P. Marengoni, en Rongai, transcurrió cuatro años como director espiritual. Luego estuvo en la parroquia de Sololo (1995-1999), frontera con Etiopía, en Marsabit otros cuatro años y de nuevo en Sololo por poco tiempo.

En junio de 2004 tuvo que volver a Italia por motivos de salud. Transcurrió sus últimos años en Verona y Arco. Murió en Verona el 14 de febrero de 2009.

El P. Romeo De Berti escribía desde Kenia: “Estamos reunidos alrededor del altar y del féretro del P. Antonio acompañándolo con nuestras oraciones a la Casa del Padre. Lo recordamos como una persona que daba gran valor a la oración, tanto individual como comunitaria, como un misionero profundamente empeñado en su ministerio tanto en el seminario como en la misión de Marsabit”.