El P. Francesco Grotto nació en Malo, una aldea de la provincia de Vicenza, el 11 de abril de 1919, segundo de siete hermanos. Durante el segundo año de su trabajo, nació en él el deseo de hacerse sacerdote. Luego entró en el seminario de Vicenza, donde completó sus estudios para en 1940 empezar la teología. En 1942, escuchando las palabras de un misionero, decidió marcharse a la misión. Después de ordenarse como sacerdote diocesano, en 1944, fue enviado a la parroquia di Santa Maria del Colle, en Bassano del Grappa.
Cinco años más tarde, con la aprobación del obispo, entró en el noviciado de los Misioneros Combonianos en Florencia. Emitió los primeros votos y enseguida fue enviado a Sudán.
Su primera misión fue Torit (1952-1956), entre la etnia Lotuho. Allí logró introducir la instrucción religiosa entre los soldados quienes, en masa, se declararon cristianos en revancha contra del gobierno musulmán. En 1955 le tocó vivir la revuelta de los soldados del sur contra los del norte que querían transferirlos a Jartum, en la que fueron matados 261 árabes y 50 sudistas, sobre todo mujeres y niños, ahogados en el río y huyendo. Con la llegada de las tropas del norte, se restableció gradualmente el orden en la ciudad.
De Torit, el P. Francesco fue enviado a Kapoeta (1956-1958), pequeño centro a un centenar de kilómetros, entre los Topossa, una población de pastores. La extensión de la misión, 50 Km. de radio, obligaba a los misioneros a llevar un estilo de vida itinerante: por eso, a turno, un misionero se quedaba en Kapoeta y el otro visitaba las aldeas durante 10-15 días. Mientras tanto la autoridad gubernativa se volvió cada vez más severa contra los misioneros y los cristianos, confiscando las escuelas de la misión.
El P. Francesco volvió a Torit en 1958. Allí fue acusado de ofender al gobierno con el pretexto de una fotografía donde se le veía en pie junto a cuatro niños que ‘rígidos’ jugaban a los “soldados”. Cuando el prefecto musulmán de aquella provincia vio la foto, lo condenó a ser expulsado porque en la foto despreciaba a “la gloriosa armada del Sudán”. Solo la intervención de su superior logró convencer al funcionario de la buena fe del P. Francesco quien, de esa forma, fue alejado de Torit y transferido a la misión de Palotaka (1958-1964), en el vicariato de Juba, entre los Acholi.
Mientras tanto, la situación política del Sudán se hacía cada vez más hostil hacia los misioneros. El proceso de islamización estaba en pleno apogeo y la vida de las comunidades cristianas del Sur se hacía siempre más precaria. Se legislaban leyes injustas, a las que se añadía la arbitrariedad de su aplicación. Finalmente en 1964 llegó la temida orden de expulsión en masa de todos los misioneros y misioneras de Sur Sudán. El P. Francesco también tuvo que dejar el país y volverse a Italia.
Su nuevo destino fue Togo y su primera misión, Afanya (1964-1972), donde se habla la lengua ewe. La misión comprendía decenas de aldeas y una población de más de 80 mil personas. También aquí, enseguida, se vio obligado a continuar la misión itinerante, debiendo girar continuamente entre las aldeas en bicicleta, por falta de otros medios. Abrió muchas escuelas, en Aklakou, Anfoin, Ganave, Afanya, y hasta fundó un centro agrícola. Con el permiso del arzobispo, inició una comunidad de jóvenes que emitían votos y se obligaban a evangelizar y a catequizar. Nació así, en 1969, el grupo de los “Discípulos de Jesús”. Esta experiencia se interrumpió bruscamente en 1970, cuando el P. Francesco tuvo un percance en el ojo y se le desprendió la retina. Fue rápidamente a Italia y le operaron pero no pudieron recuperárselo.
En 1972 el P. Francesco fue enviado a Togoville, en el lago Togo. Enterándose de que el territorio de Togoville era sagrado y que, incluso para la religión “fetichista” local, existían cinco centros de culto, decidió dedicar a María una capilla en el lago, esperando de esa forma crear una meta de peregrinación, aunque de afluencia modesta. Para su inauguración, el obispo organizó una preparación y una celebración a nivel diocesano. Así, a la ceremonia, que se tuvo el 3 de marzo de 1973, estaban presentes miles de personas, llegadas de todo el Togo meridional, comprendida la capital, con todo tipo de medios disponibles: a pie, en bicicleta, con barcas a través del lago, en tren. Desde entonces la iglesia se convirtió en meta de peregrinación, centro de un culto todavía hoy (treinta años después) seguido con pasión por cristianos locales, gracias, a lo mejor, a algunas apariciones y milagros señalados en la zona. Mientras tanto la actividad del P. Francesco continuaba incesantemente: cada año hacía construir alguna estructura y así fundó un segundo centro agrícola y un centro artesanal.
En 1985 se le pidió que afrontase un nuevo reto: Anfoin, en Togo meridional, que hasta entonces era parte de la misión de Afanya. El obispo le confió la misión de construir una parroquia, en práctica de la nada. La empresa lo tuvo ocupado hasta 1993. En ocho años construyó numerosas capillas, fundó escuelas primarias y tuvo la alegría de ayudar a muchas personas poliomielíticas.
En 1994 volvió a Italia donde, después de una intervención ocular, festejó el 50º de sacerdocio e hizo un viaje e Tierra Santa.
Cuando volvió a Togo, fue enviado a la misión de Aklakou. También en ella construyó sobre todo iglesias y se ocupó de los muchos poliomielíticos y leprosos presentes en la zona, trabajando sin descanso. Hizo otro tanto en la misión de Asrama, donde estaba en construcción la iglesia de Santa Teresa del Niño Jesús. Aquí tuvo que aprender una nueva lengua local, el ajá, la séptima lengua indígena que el P. Francesco tuvo que estudiar. Buscó ayudas en Italia para excavar pozos más profundos en Asrama, porque la falta de agua hacía que la población bebiese en cualquier parte, a menudo en lugares fangosos e inmundos. Sucesivamente compró cincuenta hectáreas de terreno a orillas del río Mono y en mayo de 2003 empezó su último proyecto africano: el Agro-Mono, un centro agrícola usado exclusivamente para la supervivencia de la población.
En 2004, a sus 85 años, el P. Francesco volvió a Italia. Fue destinado a la comunidad comboniana de Arco, cerca del Lago de Garda, a prestar sus servicios en la parroquia. En noviembre de 2005 fue enviado a Thiene, donde continuó el ministerio sacerdotal hasta julio de 2007. Vuelto a Arco, siguió con su trabajo misionero, en varias maneras, hasta el final, especialmente y sobre todo con la oración.
El P. Francesco murió en Verona el 29 de octubre de 2009.