El P. Giuseppe Mariani nació en Seregno, provincia de Milán, el 17 de junio de 1930. Entró en el seminario menor de Crema y Brescia, hizo los primeros votos en Florencia en 1948 y el 26 de mayo de 1956 fue ordenado sacerdote en Milán. Antes de ser destinado a misiones hizo una breve experiencia en España, en San Sebastián. En1959 partió para Esmeraldas, Ecuador, donde pasó sus primeros veinte años como misionero.
Pasados tres años como director del Colegio del Sagrado Corazón, fue nombrado director de la Ciudad de los Muchachos, cargo que desempeñó durante ocho años, mientras tanto fungía también como Vicario General y, de 1978 a 1981 fue encargado de los medios de comunicación social. Cuando fue Vicario General destacó por su trato afectuoso, respeto y dignidad con los hermanos y el clero diocesano.
Esmeraldas era la capital de una provincia tan enorme. Contaba con una sola carretera asfaltada que la comunicaba con la capital Quito, mientras que todo lo demás debía hacerse a caballo, en canoa por ríos a menudo impetuosos y medios de comunicación de lo más inverosímil. La zona contaba entonces con unos 120 000 habitantes con prevalencia de afrodescendientes. Solo alguna etnia como la de los cayapas, originarios de la región de Esmeraldas, conservaba todavía su aspecto primitivo y sus costumbres antiguas.
Todos los grupos étnicos presentes en la ciudad presentaban un denominador común que era la pobreza que tenía por hija la criminalidad desesperada. Las responsabilidades iniciales encomendadas al P. Giuseppe fue la atención religiosa a los pueblos cercanos a Esmeraldas.
En 1961 el obispo Barbisotti encargó al P. Giuseppe acompañar a los chicos encerrados en las casas correccionales para los menores de Esmeraldas, donde vivían en un estado deplorable unos treinta jóvenes con antecedentes penales. El mismo padre nos ofrece una descripción desoladora: “Los locales en los que viven, entre nosotros no sería autorizados ni siquiera como establos. Están vestidos con harapos. Tuve que comprar casi todos los utensilios de cocina, además de sillas y sábanas. Después de tres días faltaba todo lo que había adquirido, los chicos los habían robado y vendido”.
El trabajo del P. Giuseppe, después de la experiencia con los chicos del reformatorio, siguió orientado hacia la juventud, con la intención de formar generaciones que, arrancadas al desempleo y a la enfermedad, pudiesen acceder a una cultura más elevada, pudiesen ser un elemento de esperanza para la desamparada comunidad esmeraldeña. Bajo este prisma nació en 1962 la “ciudad de los muchachos”. El proyecto pretende ofrecer una casa y el calor humano de una familia a los innumerables chicos que vagabundean por las calles de la ciudad sin que nadie se ocupe de ellos. Según la idea original, los chicos se distribuyen en grupos de no más de diez y habitan juntos en una casa con un Hermano comboniano o un ayudante laico que hace las veces de padre, de modo que estrechándose las relaciones y afianzándose las reglas de la convivencia, se convertirá en una verdadera familia. Con el estudio y el trabajo se pretende transformar día a día a estos jóvenes. El P. Giuseppe amó mucho esta obra, como se deduce de las palabras con las que saludaba a los amigos poco antes de regresar a Esmeraldas después de un breve descanso en Seregno en el verano de 1967. “Regreso a mi ciudad de los muchachos, donde aprendí a amar a tantas pobres criaturas infelices que nunca han tenido nada en su vida y que, generalmente, están solos en la vida. Los niños que no tienen a nadie, son hijos de todos, por lo tanto, son también hijos míos y de cada uno de ustedes”.
Se dedicó a otro proyecto más, dirigido esta vez a la infancia. El Instituto Comboniano ya contaba con un plan de crear un centro para acoger los pequeños huérfanos y abandonados. Así nació “la aldea infantil” en Atacames en cooperación con una obra alemana. La aldea llegó a recoger a 110 niños necesitados. El P. Giuseppe se siente orgulloso de los centenares de estos niños que a lo largo de treinta años de actividad han salido independientes, diferentes, con un diploma de escuela superior y, veinte de ellos, sobre todo mujeres, con una graduación que les permite ejercer una profesión.
En tiempos recientes la “Ciudad de los Muchachos” fue encomendada a las autoridades administrativas y eclesiásticas locales; el P. Giuseppe no se sintió molesto, convencido que esta obra seguía viviendo y desarrollándose también en otras manos. La vitalidad del padre no se detuvo aquí, simultáneamente participó en una iniciativa de misioneros italianos y españoles dedicada a encarar el grave problema de los minusválidos que por aquellas partes vivían recluidos en casa pues las familias los consideraban una maldición. En 1978 se inauguró una grande estructura en la que estos niños fueron acogidos y atendidos. Nacía de este modo “el Instituto de Educación Especial Juan Pablo II para los Niños”.
Las buenas relaciones creadas con la gente de la ciudad y de los pueblos y su constante progreso en las prácticas religiosas eran como el carburante que permitía al P. Giuseppe seguir trabajando con mucha esperanza en este ambiente difícil. En 1967 dejaba esta anotación: “Las 68 comuniones registradas en el periodo pascual de 1955 se transformaron en la actualidad en varios centenares de comuniones diarias. En Esmeraldas hay cuatro parroquias con 18 misas festivas que son insuficientes por la gran afluencia de fieles. Los bautismos son incontables”.
En aquel tiempo las dificultades que atravesaba la gente eran graves, se hacía necesario salir a su encuentro: “las condiciones económicas son muy graves igual que las morales. Las consecuencias son siempre las mismas: violencia, hambre, enfermedades que afectan a los sectores más débiles e indefensos. Datos publicados por Unicef denuncian que el 46 por ciento de la población de Ecuador vive con dólar y medio al día; la inflación ha superado el 60 por ciento. La cruz más pesada es la de los enfermos, con las farmacias vacías o sin dinero para comprar las medicinas. En el año del Jubileo, habrá poco de que jubilar”, escribe.
La permanencia del padre en Ecuador no fue ininterrumpida. En 1984 el Instituto lo llamó a Italia para encomendarle un servicio en la EMI, la casa editorial de Bolonia, cooperativa de todos los Institutos misioneros que están presentes en Italia. Se quedó hasta 1992 cundo las necesidades pastorales de las misiones combonianas lo llevaron de nuevo a América Latina.
Esta vez fue destinado a Colombia (por entonces provincia única con Ecuador), a la ciudad de Cali. Describía así la ciudad: “Es la ciudad de Colombia e incluso a nivel mundial donde está más difundida la criminalidad, es donde ha nacido el famoso Cartel de Cali de los grandes narcotraficantes y donde más cuesta hacer observar la ley”.
A finales de 1995 el P. Giuseppe regresó a la siempre añorada Esmeraldas donde vivió, igual que anteriormente el durísimo periodo de la crisis económica ecuatoriana. Traspasado el umbral del año 2000, se mostraba satisfecho del trabajo espiritual llevado a término y de los resultados conseguidos. “El día 12 de este mes (enero 2000) hemos celebrado una gran fiesta para la ordenación de cuatro diáconos, cosa nunca vista en Esmeraldas”.
Con su dinamismo incombustible el P. Giuseppe alumbró otra iniciativa orientada a otorgar una voz a la masa de desesperados: Radio Esmeraldas. La idea de una emisora en el Vicariato brotó de la amplia experiencia periodística del obispo de Esmeraldas, Mons. Enrico Bartolucci, convencido de la fuerza comunicativa de la radio. Hoy la renombrada “Antena Libre” está entre las radios locales más escuchadas en Esmeraldas.
En los años sucesivos, las visitas a Seregno se hicieron más frecuentes, incluyendo también los momentos solemnes de los festejos del 40 aniversario de sacerdocio en 1997 y del 50º aniversario en el mes de mayo del año 2006. En el 2010 regresó definitivamente a Italia y fue enviado para cuidados médicos al Centro Ambrosoli de Milán, donde falleció el 8 de agosto de 2012.
El P. Alberto Doneda lo definió: “Un auténtico caballero, inteligente y responsable, capaz de cultivar grandes amistades. Ayudó a muchos niños y jóvenes en su formación y socorrió a numerosas familias necesitadas”.