El P. Giovanni Ferracin nació el 9 de febrero de 1930 en el pueblecito de Malo, en la provincia de Vicenza, Italia. Entró en el Instituto comboniano e hizo los primeros votos en 1952. Fue ordenado sacerdote en 1959. Fue enviado a Inglaterra para estudiar el inglés y como profesor a Stillington y a Mirfield. Fue destinado a Sudán y llegó a Jartum en 1962, como profesor al Comboni College.
En 1969 fue llamado para ser padre maestro en Venegono, en Italia. No era un trabajo fácil puesto que había muchas tensiones, tanto en el mundo eclesiástico, como en la sociedad civil. El P. Giovanni, con su capacidad de diálogo y su simplicidad, consiguió restablecer la confianza y armonía en los jóvenes bajo su dirección.
De 1976 a 1979 fue enviado a España, una vez más como maestro de novicios, luego durante dos años, fue a Kenia (1979 a 1980) y, durante otros dos, a Uganda (1980-81) siempre dedicado a actividades relacionadas con la formación de los futuros misioneros. Desde 1981 a 1987 fue el provincial de Kenia.
De 1987 a 1997 el P. Giovanni permaneció en Roma como encargado y coordinador de la comisión central para la formación permanente, otro oficio delicado para el que una vez más fue muy apreciado. En aquel periodo conoció muchas personas a las que llevó consuelo espiritual con su amistad, su humanidad y sobre todo hablando de la ternura de Dios. Muchos lo recuerdan todavía con afecto.
En 1997 se sintió feliz de poder volver a Sudán, su primera misión, a pesar de su escaso conocimiento de la lengua árabe y con 67 años a sus espaldas volvió a las lecciones. Fue nuevamente destinado a la comunidad del Comboni College. En 2001 se cambió a la comunidad de Omdurman.
El P. Giovanni era un hombre profundamente espiritual, siempre disponible a predicar retiros, a acompañar a las personas en la dirección espiritual y ayudar en cualquier tipo de programa de formación permanente. Le gustaba usar expresiones breves que sintetizaban su profunda espiritualidad, como por ejemplo: “Jesús es el Señor”, “gracias, si Padre”, etc. Su espiritualidad no lo distraía de la realidad, sino que le daba energía interior que él expresaba en gestos concretos de caridad. Con ocasión del cincuenta aniversario de sacerdocio, disculpándose con los compañeros por no tener tiempo de escribir las notas autobiográficas, recordaba una cita que le era especialmente querida, sacada de una carta que Comboni había escrito desde El Obeid el trece de julio de 1881, tres meses antes de su muerte: “en el mundo lo he experimentado todo, y he aprendido que ante todo se debe tener un gran amor a Dios, que genera el amor al prójimo, que es la ley universal”.
Prestaba gran atención a los pobres y a las personas que se acercaban a él con cualquier tipo de sufrimiento. Quería mostrar la bondad de Dios a todos y, cuando a veces no tenía nada que ofrecer, invitaba a la persona a orar y a depositar la confianza en el Señor. Luego iba personalmente a llamar a las puertas de cuantos tenían los medios para hacer efectiva la providencia de Dios.
El P. Giovanni era un hombre alegre. Murió el tercer domingo de adviento, el domingo de gozo. Había ido a Qaria, 10, un centro de la parroquia de Omdurman, para las confesiones y la Eucaristía. No pudo terminar su última misa. Fue llevado inconsciente a Villa Gilda donde empezó a recuperarse. Luego a la tarde tuvo un segundo ataque. Murió mientras rezaban a su alrededor. “Por Cristo, con Cristo y en Cristo…Amen… Gracias, si Padre”. Fueron sus últimas palabras.
La misa y el funeral fueron celebrados el 16 de diciembre en Jartum; fue sepultado en el cementerio de San Francisco, junto a otros grandes misioneros entre los cuales el P. Josef Ohrwalder.
El P. Enrique Sánchez González, Superior General, dijo: “El Señor llamó a sí a un gran misionero, un sacerdote extraordinario que nos deja un ejemplo verdaderamente grande de vida misionera, de pasión por los pobres, de gran amor al Instituto, un comboniano según el corazón de san Daniel Comboni”. (P. Angelo Giorgetti, mccj).